Unió Regionalista

Unió Regionalista (Unión Regionalista) fue un grupo político creado en Barcelona el 18 de octubre de 1899 a partir de la Junta Regional Organizadora de las Adhesiones de apoyo al General Polavieja, cuando el gobierno central de Francisco Silvela se negó a atender las demandas regionalistas, pese a nombrar ministro a Manuel Durán i Bas. El 1901, tras intensas negociaciones entre Enric Prat de la Riba y Josep Puig i Cadafalch con los dos líderes de la Unió, Bartomeu Robert y Miquel Arcàngel Fargas i Roca, se consiguió la unión con el Centre Nacional Català y apareció un nuevo partido, la Lliga Regionalista.

Fracasada la aventura política del regeneracionismo Polavieja y la tentativa de compromiso con el partido conservador silvelista, la Junta Regional de adhesiones al programa del general Polavieja debía desaparecer o de reconvertirse, si no en los objetivos políticos más generales, al menos en su estrategia y su dirección política, así como el nombre.

Los seguidores de Polavieja en Cataluña formaron la Unió Regionalista. No eran nacionalistas, sino, simplemente, industriales descontentos por el abandono en que se consideraban por causa de la acción (o la inacción) del Gobierno. No era sólo el abandono de cualquier proyecto constructivo lo que les movía; sentían también que, para sus afanes y posibilidades de expansión y readaptación en un país que había perdido sus últimas colonias, el régimen político imperante era como una coraza que cortaba sus iniciativas. No hacía ni dejaba hacer. Su única función parecía que fuera la percepción de impuestos.

Estos dos puntos: crítica a la política y, por extensión, al régimen existente, por un lado, y la confianza en sus propias fuerzas para alcanzar una situación más favorable, por otra parte, eran la base de que impulsaba la burguesía catalana en plantear una lucha política tenaz para lograr la reforma del Estado o, al menos, el autogobierno. Esto la llevaba a desarrollar una política diferente de la oficial, geográficamente aislada, objetivamente rebelde, en última instancia, aunque quizá de forma no plenamente consciente, llevaba a la burguesía a hacer una política particularista.

En esta situación se llegó al entendimiento política con los hombres del Centre Nacional Català que, poco después, el 1901, les ofrecieron una táctica y una ideología. El primer efecto de este entendimiento fue la catalanización del nombre de la entidad, que pasó a denominarse Unió Regionalista y que se constituyó prescindiendo de toda dirección política.

Los nombres que integraban la Unió Regionalista tenían un fuerte prestigio ciudadano y su peso social y económico era muy considerable: Lluis Ferrer-Vidal i Soler, Albert Rusiñol i Prats, Manuel Raventós i Domènech, Ignasi Joan i Girona, Bartomeu Robert, Miguel A. Fargas, etc. Su secretario, el futuro secretario vitalicio de la Lliga Regionalista y director de sus elecciones, era Ferran Agulló i Vidal.

El 27 de enero de 1900 la Unió celebra Junta general para la modificación de sus Estatutos. El artículo 1 declaraba que el objetivo de la Unió Regionalista "será trabajar por todos los medios legales, dentro de la unidad del Estado español por la autonomía política y administrativa de las regiones". "La diferencia más sensible que hay entre el nuevo programa de la" Unió Regionalista "y nuestro programa catalanista -decía"La Veu de Catalunya"- es que en el primero no admite resueltamente la oficialidad de la lengua catalana dentro de Cataluña, sino la cooficialidad de la misma.". Como programa, los ex-polaviejistas adoptaron las solicitudes presentadas en el Mensaje a la Reina Regente María Cristina de los cinco presidentes del 14 de noviembre de 1898.

En el año 1900 está marcado por una actuación muy cercana y unas relaciones personales y políticas muy estrechas con los hombres del Centre Nacional Català. Así, como consecuencia de esta vinculación, decidieron presentarse conjuntamente a las nuevas elecciones de diputados a Cortes de 1901, y unificar ambas fuerzas en una única entidad. Por eso tuvieron que aceptar la autonomía política total de Cataluña, si bien se hicieron algunas transacciones, más de forma que de fondo. Pero ya la autonomía era un deseo de sus miembros, como hemos visto, al que habían llegado a través de la autonomía económica y de la petición de reformas institucionales. Sólo dos votos se opusieron a la autonomía política total: el de Joan Sallarès i Pla y el de Josep Bertran i Musitu.