Colegio de Nuestra Señora de la Antigua (Monforte de Lemos)

Colegio de Nuestra Señora de La Antigua.

El Colegio de Nuestra Señora de Antigua se encuentra situado en la localidad lucense de Monforte de Lemos (España), en la Ribeira Sacra. Construido en estilo Herreriano, el colegio de Nuestra Señora de Antigua es conocido a menudo como El Escorial gallego, por ser una de las escasas manifestaciones de este estilo en esta comunidad.

Está para siempre enlazado a la figura de su fundador, el cardenal Rodrigo de Castro, quizás el último gran príncipe eclesiástico del Renacimiento en España, Arzobispo de Sevilla y gran benefactor de Monforte, además de mecenas de las artes.

El colegio fue Real Seminario de Estudios hasta 1773 y germen de la Universidad, ostentando hasta siete cátedras en un momento en el que ésta no estaba aún implantada en la provincia. Originariamente regentado por los jesuitas, su orden de expulsión de España, a través de la Pragmática Sanción de 1767 conllevó la eliminación de todo símbolo existente que recordara su estancia en el país, extremo que se puede constatar observando el espacio en blanco que dejó su escudo tras ser retirado del retablo de Francisco de Moure. En la actualidad es regentado por los Padres Escolapios, desde 1873.

Rodrigo de Castro, estatua orante, por Juan de Bolonia.

Patrimonio

La iglesia cuenta con un impresionante, en tamaño y belleza, retablo de madera, esculpido por Francisco de Moure, que no pudo acabar en vida y fue finalizado por su hijo. A un lado del retablo, es posible observar una estatua orante del cardenal Rodrigo de Castro, creada por Juan de Bolonia, muy apreciada por su perfección y singularidad. La estatua, emplazada sobre los restos del cardenal, está enfrentada a un cuadro de Nuestra Señora de Antigua. Se descubrió que tras el cuadro se encontraba otra sepultura y diferentes estudios revelaron que se trataba de la madre del cardenal.

El colegio consta de dos claustros, y parece estar inacabado en su ala oeste. Cuenta también con una importante pinacoteca, en la que destacan varios grecos. Entre ellos sobresale un magistral San Francisco, que parece preguntarse sobre la vida y la muerte mientras sostiene un cráneo. Según críticos y especialistas, es una obra de una gran calidad, que iguala o incluso supera la de los ejemplares conocidos del mismo tema, constituyendo una de las obras cumbres de su autor.

San francisco, obra de El Greco.

El San Lorenzo constituye asimismo una obra muy apreciada, por ser uno de los escasos cuadros de devoción realizados por el pintor a su llegada a Toledo, donde lo adquirió Rodrigo de Castro en sus tiempos deinquisidor.

Se pueden contemplar también cinco obras del pintor manierista Andrea del Sarto, Santa Margarita de Corton, Santa Inés, Santa Catalina de Alejandría, San Pedro y San Juan Bautista. Del cuadro La Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes sólo queda una copia, ya que fue vendido en 1913 al Staatliche Museen de Berlín por un millón doscientas mil pesetas que permitieron finalizar las obras del colegio. La pinacoteca se completa con dos obras de la escuela compostelana, La Muerte y El Juicio Final, y un retrato anónimo del cardenal Rodrigo de Castro. El museo también posee varios incunables y manuscritos, entre éstos hay una copia, incompleta, del Libro de la caza de aves, tratado de cetrería escrito por Pedro López de Ayala durante su cautiverio en Portugal, además de objetos personales del cardenal.

Debe destacarse también la escalera monumental, construida entre 1594 y 1603. Se encuentra en el ala este, y su diseño es particularmente interesante por estar construida sobre tres arcadas, sin apoyos aparentes, que soportan trece, nueve y trece escalones cada uno. La escalera se sostiene a causa de un cuidadosamente calculado juego de fuerzas. Sus peldaños también son dignos de mención al estar labrados en una sola pieza de granito de gran calidad. En el suelo se puede observar el dibujo de la proyección del claustro de los escudos, trazado para su construcción.

Escalera Monumental. Un ingenioso juego de fuerzas la sostiene, sin otro aparente punto de apoyo a la vista.

A reseñar también los efectos del Terremoto de Lisboa de 1755, que resquebrajó la cúpula del colegio, y derribó varias alas de los ángeles que la flanquean, agrietó la gran cúpula, y dañó la escalera monumental, lo cual propició la ocasión para que los especialistas pudieran estudiar el ingenioso juego de fuerzas que la mantiene en el aire. Las consecuencias del cataclismo se pueden aún observar en la actualidad.