- Acta de Supremacía
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Primera Acta de Supremacía, 1534
La primera Acta de Supremacía, de noviembre de 1534 fue dada por el Parlamento de Inglaterra durante el reinado de rey Enrique VIII de Inglaterra. En ella se declaraba que el rey era la suprema y única cabeza en la tierra de la Iglesia en Inglaterra, y que la corona británica debería disfrutar de todos los honores, dignidades, preeminencias, jurisdicciones, privilegios, autoridades, inmunidades, beneficios y bienes propios de esa dignidad
Enrique, que había sido declarado "Defensor de la fe" (Fidei Defensor) por su breve tratado en el que acusaba a Martín Lutero de ser un hereje, fue entonces declarado cabeza de la Iglesia en Inglaterra. Este acto oficializó la Reforma inglesa, que se había estado gestando desde el año 1527, y provocó una gran desconfianza en las relaciones entre Inglaterra y el Papado. La decisión reflejada en el acta fue el resultado del deseo de Enrique de que se declarase la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón, pero que fue frustrado por el Papa Clemente VII quien se rehusaba a anular el matrimonio. Catalina había estado casada con el hermano mayor de Enrique, lo cual podría llegar a ser un impedimento para el matrimonio posterior con éste; en el proceso de nulidad posterior al cisma, ella siempre mantuvo su convencimiento de la validez del matrimonio con Enrique.
Otro acta del Parlamento declaró como traición cualquier conducta de adhesión al Papa, (y por el mismo motivo, la adhesión a cualquier otra religión no Anglicana).
Este acta fue revocada en el año 1554 por la hija de Enrique, la reina María I de Inglaterra, que era una devota católica.
Segunda Acta de Supremacía, 1559
La segunda acta de supremacía consistió en la reinstauración de la original de 1534. La reina Isabel I de Inglaterra fue declarada Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra. La utilización de este término, distinto de "Cabeza Suprema" calmó a los católicos y a aquellos protestantes preocupados por el hecho de que una mujer fuera cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Junto con el Acta de Uniformidad de 1559, dio lugar a lo que es generalmente conocido como establecimiento religioso isabelino.
El acta devolvió los asuntos religiosos al estado que tenían a la muerte de Eduardo VI de Inglaterra. Instauró de nuevo 10 actos que María I había revocado, y ajustó significativamente la definición de lo que según el nuevo orden constituía herejía.
Se declaraba la obligatoriedad de que todos aquellos que iban a ocupar cargos públicos civiles o eclesiásticos realizaran el juramento a la supremacía, y se impusieron sanciones a la violación del juramento, que debía ser tratado como traición. El juramento se extendió más adelante a los miembros del Parlamento y a los estudiantes universitarios.
Isabel no persiguió a los laicos disidentes (aquellos que no seguían las reglas establecidas para la Iglesia de Inglaterra), siempre que sus acciones no socavaran directamente la autoridad del monarca inglés, como sucedió en el caso de la controversia de los ornamentos.
El texto del juramento a la supremacía debía ser como sigue:
I, A. B., do utterly testify and declare in my conscience that the queen's highness is the only supreme governor of this realm and of all other her highness's dominions and countries, as well in all spiritual or ecclesiastical things or causes as temporal, and that no foreign prince, person, prelate, state, or potentate hath or ought to have any jurisdiction, power, superiority, pre-eminence, or authority, ecclesiastical or spiritual, within this realm; and therefore I do utterly renounce and forsake all foreign jurisdictions, powers, superiorities, and authorities, and do promise that from henceforth I shall bear faith and true allegiance to the queen's highness, her heirs, and lawful successors, and to my power shall assist and defend all jurisdictions, pre-eminences, privileges, and authorities granted or belonging to the queen's highness, her heirs, and successors, or united or annexed to the imperial crown of this realm: so help me God and by the contents of this Book.
(Traducción)
Yo, A.B., absolutamente testifico y declaro en mi conciencia que Su Alteza la Reina es el único Gobernador Supremo de este Reino y de todos sus otros Dominios y Países, así como en todas las cosas espirituales o eclesiásticas o causas como temporal, y que no hay príncipe extranjero, persona, prelado, estado o potentado que tenga o deba tener jurisdicción, poder, superioridad, preeminencia o autoridad eclesiástica o espiritual, dentro de este reino, y por lo tanto renuncio por completo y abandono todas las jurisdicciones, poderes, superioridades y autoridades extranjeras, y prometo que de ahora en adelante voy a tener la fe y la verdadera lealtad a Su Alteza la Reina, sus herederos y sucesores legítimos, y mi poder será ayudar y defender a todas las jurisdicciones, preeminencias, prerrogativas e autorizaciones otorgadas o que pertenecen a Su Alteza la Reina, sus herederos y sucesores, o uniones y anexiones a la corona imperial de este reino; con la ayuda de Dios y por el contenido de este Libro.Esto tuvo un impacto específicamente en la historia de las parroquias católicas, ya que indicaba expresamente que los católicos debían renegar de la obediencia al catolicismo romano, dado que la Iglesia de Roma constituía directamente una jurisdicción, poder, superioridad y autoridad extranjera, además de que el juramento constituía causal de excomunión latae sententiae por apostasía (Canon 1364 del Código de Derecho Canónico). Durante los primeros años del reinado de Isabel I, se practicó en gran medida una tolerancia y clemencia religiosa, que fue un intento de armonizar las relaciones entre los Católicos romanos y los protestantes de Inglaterra. Esto fue necesario para que la reina Isabel pudiera establecer totalmente su autoridad, alejar la amenaza de invasión por parte de Francia y España, y vencer las acusaciones de ilegitimidad que se vertieron durante sus primeros años. En los últimos veinte años de su reinado, a medida que el poder de los católicos en Inglaterra disminuyó (porque a los católicos les fue prohibido ocupar cargos públicos y fueron despojados poco a poco de sus tierras y fortunas) y creció el sentimiento anti español y anti jesuita Isabel hizo numerosos mártires católicos. Uno de ellos fue el jesuita San Edmundo Campion.
La unión de la Iglesia y el Estado bajo la supremacía real, tal como fue establecida por los Tudor, dio lugar a contiendas religiosas y políticas en los siglos siguientes. Estas contiendas, de la misma forma que otras revueltas similares en el resto de Europa, fueron una de las causas por las que en numerosos lugares actualmente se da la separación Iglesia-Estado. Sin embargo, la corona británica, a través del gobierno inglés, todavía conserva un papel significativo en la Iglesia de Inglaterra.
Véase también
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