- Retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo
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Retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo
El Retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo de Toledo es un retablo realizado por El Greco entre 1577 y 1579, el primer encargo importante recien llegado a España y conseguido gracias a Luis de Castilla que había conocido en Roma. Le proporcionó inmediata fama.
El encargo total consistió en nueve lienzos, siete para el retablo mayor y otros dos para dos altares laterales. De ellos en la actualidad solo quedan tres pinturas originales en el retablo, San Juan Evangelista y San Juan Bautista en el retablo mayor y la Resurrección del altar lateral de la derecha. Los demás han sido vendidos y sustituidos por copias.
Contenido
Historia del retablo
El monasterio de Santo Domingo de Silos (el Antiguo) es llamado popularmente en Toledo al convento de Santo Domingo de Silos para distinguirlo de otro convento posterior dedicado a Santo Domingo de Guzmán.[1]
Santo Domingo el Antiguo fue fundado en el siglo XI por el rey Alfonso VI después de la conquista de la ciudad. En 1576 se construyó una nueva iglesia con los bienes de la fallecida doña María de Silva cuyo albacea testamentario era Diego de Castilla, deán de la catedral de Toledo. Doña María, de origen portugués y que había pertenecido al séquito de la reina Isabel, se había recluido en este convento a la muerte de su esposo Pedro González de Mendoza, contador mayor del emperador Carlos V. La nueva iglesia estaba destinada a ser lugar de enterramiento de María Silva. Posteriormente también serviría como lugar de enterramiento de Diego de Castilla. El Greco también quiso ser enterrado en esta iglesia.[2] [3]
La nueva iglesia fue construida entre 1576 y 1579, diseñada por Juan de Herrera que había modificado el proyecto inicial de Nicolás de Vergara. En 1576 Diego Castilla encargó inicialmente el retablo mayor a Hernando de Ávila y los dos laterales a Juan Herrera. Pero en 1577 Castilla cambió de idea y contrató los retablos al Greco.[3]
El Greco acababa de llegar a España, posiblemente a Madrid, y durante su estancia en Roma había conocido en el Palacio del cardenal Farnesio a Luis de Castilla, hermano del albacea constructor de Santo Domingo.[3] A través de Luis de Castilla se contactó con El Greco, y es evidente que fue él quién habló favorablemente a su hermano de la calidad del pintor. Consta que en estos primeros contactos se exigió que el encargo debía realizarlo el artista personalmente, que no puede sustituirse por otro y la obra debía ejecutarse en Toledo quedando obligado también El Greco a diseñar las trazas de los retablos y los modelos para las imágenes de las esculturas. Tanto el retablo como las esculturas los construyó Juan Bautista Monegro. El 8 de agosto de 1577 Diego Castilla fijó el precio en 1.500 ducados y se estableció un plazo de ejecución de 20 meses. El Greco aceptó el mismo día el encargo y sorprendentemente rebajó el precio a 1.000 ducados firmando en italiano Yo Domenico Theotokopuli afermo quanto e sopra scrito. Transcurrido un año, el 27 de julio de 1578 el pintor recibió el pago completo de lo acordado, aunque él manifestó que los lienzos no estaban terminados, igual que la iglesia y las trazas del retablo, pero se comprometió a terminarlos: no me partiré de esta ciudad de Toledo hasta que la dicha pintura quede acabada de mi mano. Por tanto El Greco todavía no había decidido fijar su residencia en Toledo y pensaba introducirse en la corte de Felipe II.[2]
En total son nueve lienzos, siete en el retablo mayor y otros dos en dos altares laterales. De ellos en la actualidad solo quedan tres pinturas originales, San Juan Evangelista y San Juan Bautista en el retablo mayor y la Resurrección del altar lateral de la derecha. Los demás han sido vendidos y sustituidos por copias.[2] El primero que vendió la comunidad reliogiosa al infante Sebastian Gabriel fue el lienzo central La Asunción de la Virgen en 1830, poco después se vendió el San Bernardo y el San Benito, comprando el escultor del rey La Trinidad que hoy se encuentra en el Museo del Prado.[4]
Iconografía e influencias
El encargo fue el más importante que recibió a lo largo de vida y suponía su trabajo de presentación en España que lo podía colocar en un lugar de prestigio entre los pintores establecidos. El Greco nunca hasta entonces se había enfrentado a una tarea tan ambiciosa, se debían concibir pinturas de grandes dimensiones, encajar cada una de las respectivas composiciones y armonizarlas todas en su conjunto. El artista tenía escasa experiencia y debió trabajar intensamente estudiando varias fuentes, especialmente estampas de otros pintores y dibujos propios que luego reelaboraría. El resultado fue muy reconocido y le proporcionó inmediata fama como el pintor más brillante de Toledo, proporcionándole nuevos encargos de retablos que en su carrera sería los trabajos más complejos a que se enfrentó.[5]
El retablo no se parece a los otros retablos anteriores de la ciudad, su diseño no tiene antecedentes en España. Su analogía es grande con ciertos retablos venecianos y en especial con uno de Santa María Formosa. Ambos están estructurados por dos columnas y dos pilastras con cápiteles corintios y con un ático en la parte superior de la calle central. Ésta de doble anchura que las calles laterales, está ocupada únicamente por un arco de medio punto, mientras que las calles laterales se dividen en dos un medio punto abajo y un rectángulo encima. Según Cossío, en Toledo para cubrir con este tipo de retablo la gran altura que todavía quedaba desnuda se añadió un nuevo estilobato, un frontón y las esculturas y por eso se colocaron las columnas en la parte central para acompañar al frontón y no en los extremos como se hallan en Venecia. Fue seguramente El Greco quien propuso este modelo de retablo.[6]
En cuanto al lienzo principal de la calle central, El Greco se inspiró en el retablo la Asunción de la Virgen de su maestro Tiziano de la basílica Santa María dei Frari de Venecia. Pero los tres niveles que pintó Tiziano en su único lienzo, el inferior con los apóstoles, el intermedio con la Asunción de la Virgen y el superior para la Gloria, El Greco distribuyó los dos inferiores en el lienzo de su Asunciación y el superior lo independizó en el cuadro superior, que él representó la Trinidad.[7]
Principales pinturas
La Trinidad
La influencia de Miguel Ángel, cuya obra estudió el Greco en su estancia en Roma, es evidente en este lienzo. Las figuras son fundamentalmente épicas; el Padre, el Hijo y los ángeles desprenden grandeza y majestad, recordando los tipos enérgicos de Miguel Ángel. El desnudo escultórico del Hijo, sin alargamientos en su cuerpo, realizado con amplitud y firmeza se asemeja al espíritu y factura del autor de la Piedad del Vaticano.[8]
Esta iconografía cristiana, llamada Compassio Patris, donde el Padre conmovido sostiene el cuerpo del Hijo muerto en la cruz, tiene una simbología eucarística y redentora: la aceptación por parte del Padre del sacrificio de su Hijo para que la humanidad alcance la salvación. Es habitual en esta representación el coro de ángeles como cortejo funebre de la muerte de Cristo, un acompañamiento que reforzaba el sentido emocional y que durante el Renacimiento se fue consolidando en esta clase de composiciones.[9]
Para esta composición, el Greco se inspiró en una estampa de Durero, actualmente conservada en la Albertina de Viena. El Greco mantuvo la idea compositiva básica, en primer plano el cuerpo desnudo del Hijo, detrás sosteniéndolo el Padre, a ambos lados el coro de ángeles y sobre ellos la paloma que representa al Espíritu Santo.[9]
El Greco se concentró en las emociones, la serenidad del Hijo, la tristeza del Padre y el desamparo de los ángeles, formándose como señaló Brostein un sentimiento de adhesión entre todas las figuras. Estrechó el formato aumentando y potenciando todas las figuras, especialmente la del Cristo yacente. Cambió la tiara papal del Padre en la estampa de Durero por una tiara bicorne de tipo oriental. Para Pye esta Trinidad debió ser una síntesis de los interese del comitente y del artista. Mayer señaló el fuerte relieve que se impuso a las figuras.[9]
El Greco en su periodo romano ya había realizado dos versiones del tema de la Piedad, siguiendo la composición de Miguel Ángel. Esta composición y la implicación emotiva de las figuras se parece a esas versiones pero ahora crece el dramatismo y la calidad artística.[9]
El color, aspecto básico del artista, tiene en este cuadro un protagonismo esencial. En esta obra el color lo cuida y elabora mucho más que en anteriores cuadros desarrollando un colorido fresco y claro en la línea de la pintura manierista romana que inspirará toda su obra. Angulo reflexionó sobre la radical transformación en comparación con el colorido veneciano que empleaba hasta entonces en sus obras anteriores: colores plenos, la manera de contraponerlos, el importante papel que adquieren el morado y el amarillo, descubren un sentido cromático totalmente nuevo. Sin embargo otros estudiosos ven en este cuadro asociaciones cromáticas que empleaba la escuel veneciana. Tüngel ve el rojo de Tiziano, la combinación de azul, verde y morado de Tintoretto, el amarillo y verde de Bassano.[9]
No se conservan los bocetos preparatorios que debió emplear el maestro. La prueba radiográfica demuestra una construcción prácticamente definitiva y sin arrepentimientos lo que indica que el pintor tenía la composición muy definida antes de comenzar el trabajo.[9]
La Asunción de la Virgen
Es el cuadro central del retablo. Tiene dos escenas, una terrenal y otra celestial pero que resultan muy próximas. En la terrenal hay dos grupos de apóstoles separados por el sepulcro de la Virgen, unidos solamente por la relación de gestos que se establecen entre sí.[10]
Se establece una composición piramidal entre los dos grupos de apóstoles y la Virgen, para lo que la ha resaltado en la composión disminuyendo la importancia de los ángeles. Hay una tendencia al horror vacui: incluir el máximo número de figuras y los mínimos elementos ambientales. Se destacan gestos y actitudes, algunos de las cuales vienen de su época italiana. Este aspecto fue siempre una de sus grandes inquietudes, dotar a sus figuras de elocuencia y expresión. Lo consiguió incorporando y constituyendo lo largo de su carrera un repertorio de gestos cuya expresividad debía conocer bien y, sin duda, estaba muy bien dotado para representarlos.[10]
Referencias
Referencias bibliográficas
- Pita Andrade, José Manuel (1985). El Greco. Carrogio SA de Ediciones. ISBN 84-7254-514-8.
- Cossío, Manuel B. (1965). El Greco. Espasa Calpe Argentina, S.A.. ISBN 84-7254-514-8.
- Gudiol, José (1982). El Greco. Ediciones Poligrafa S.A.. ISBN 84-343-0031-1.
- Tazartes, Mauricia (2004). «Las Obras Maestras», El Greco. 2005 Unidad Editorial S.A.. ISBN 84-89780-99-4.
- Buendía, José Rogelio (1988). «El Greco, humanismo y pintura», El Greco. Sarpe. ISBN 84-7700-088-3.
- Ruiz Gómez, Leticia (2007). El Greco. Museo Nacional del Prado. ISBN 978-84-8480-135-1.
- Álvarez Lopera, José. «)», El Greco. Catálogo de obras originales. Volumen II, tomo I. Fundación de Arte Hispánico. ISBN 978-84-935054-3-1.
Notas
- ↑ Cossío, op. cit., p.83
- ↑ a b c Gudiol, op. cit., p.60-61
- ↑ a b c Ruiz Gómez, op. cit., p.45
- ↑ Ruiz Gómez, op. cit., p.47
- ↑ Ruiz Gómez, op. cit., p.46
- ↑ Cossío, op. cit., p.86
- ↑ Cossío, op. cit., p.88
- ↑ Cossío, op. cit., p.93
- ↑ a b c d e f Ruiz Gómez, op. cit., p.48-53
- ↑ a b Gudiol, op. cit., p.67-68
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