- Cristo
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- Este artículo trata fundamentalmente de Jesús desde el punto de vista cristiano. Para información sobre Jesús como personaje histórico, véase Jesús de Nazaret.
Cristo (del griego Χριστός, Christós, «Ungido») es el título oficial dado a Jesús de Nazaret (Belén, h. 6 a. C. - Jerusalén, h. 30 d. C.), que vino a usarse como nombre. En el Libro de Juan 1:41 y 4:25 este título es relacionado con el de Mesías, "llamado el Cristo". El título Mesías fue utilizado en el Libro de Daniel 9:25-26, o la profecía acerca de las "Sesenta Semanas". El término hebreo es מָשִׁיחַ (trasliterado Māšîaḥ o mashiach) y significa «ungido».[1] Este término es empleado para el Señor Jesús en el Salmo 2:2, donde se habla de los reyes y príncipes consultando contra Yahveh y contra su «Ungido», siendo este el significado del término «el Cristo».
En los Evangelios es casi siempre «el Cristo», y con frecuencia en las Epístolas, excepto en aquellos lugares en los que se diga Jesucristo o Cristo Jesús, que tiene más claramente el carácter de nombre. Se refiere al Señor como Hombre, como ungido con el Espíritu Santo. Es también conocido por Jesús o Jesucristo. El nombre Jesús, es una forma griega (lo mismo que Josué) del hebreo Yeshúa (o Yehoshua), que significa la salvación esta en Yahveh. La palabra ungir --del lat. ungere--, significa «elegir a alguien para un puesto o para un cargo de oficios muy notables: para ser consagrado como Sumo Sacerdote o Rey».[2] En la religión judía, Cristo es el Ungido.[2]
La concepción hebrea del ungido o entronizado proviene de una antigua creencia que establece que untar a una persona u olear un objeto con aceite otorga cualidades extraordinarias, incluso sobrenaturales. En el Israel de la antigüedad, la costumbre de ungir a una persona otorgaba la potestad para ejercer algún cargo importante. El término Cristo no sólo se utilizaba con los sacerdotes[3] que eran mediadores entre Dios y la humanidad, sino también con los reyes teocráticos[4] que eran representantes de Dios y adquirían de esa forma dignidad sacerdotal. Más tarde se aplicó a los profetas[5] e incluso se vinculó con los patriarcas.[6] Sin embargo, en la evolución del concepto mesiánico, el uso del término se restringió al redentor y restaurador de la nación judía.[7] [8]
En el Nuevo Testamento, la palabra Cristo se utiliza como nombre común y como nombre propio. En ambas acepciones aparece con o sin artículo definido, en solitario o asociada a otros términos o nombres. Cuando se usa como nombre propio y, muchas veces, en los otros casos, designa a Jesús de Nazaret, el esperado Mesías de los judíos. De esta manera, para los católicos y cristianos Jesucristo es el Mesías, aquel que las Sagradas Escrituras anunciaban que llegaría como plan de salvación de Dios para la humanidad. Sin embargo, otras religiones, sobre todo los musulmanes,[9] judíos ortodoxos, conservadores, y reformistas,[10] lo consideran solamente como un gran profeta o predicador de su raza—la judía—y el fundador de la religión cristiana, a quien sus seguidores consideran el hijo encarnado de Dios.
Cristianismo
La religión cristiana confiesa que Dios se ha manifestado a los judíos en la persona de Jesús de Nazaret en el año 753 de la fundación de Roma, el Hijo de Dios hecho hombre y, por lo tanto, el Cristo revelado históricamente al pueblo de Israel.[11] Jesús mismo se presentó como el Cristo, el Mesías anunciado por los profetas y ansiosamente esperado por Israel. En Cesarea de Filipo, por ejemplo, ante la controversia de opiniones que corría sobre la persona de Jesús, este le preguntó a los apóstoles: «Y vosotros quien decís que soy yo?». Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.»[12] Jesús no enmendó la respuesta de Pedro, más bien confirmó que Dios mismo habría hecho tal afirmación. El dogma principal del cristianismo es la resurrección de Jesús, prueba decisiva para la fe que el resucitado es el prometido Cristo.[11] Corroborado por Pablo: «Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es vuestra fe».[13]
El Cristianismo surgió como una comunidad, la Iglesia, inspirada en las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Sabemos por San Lucas que llamaron "cristianos" a los discípulos por primera vez: en Antioquia de Siria, Hechos 11:26. La misión que los unía era la prédica de estas enseñanzas por todo el mundo, prédica inicialmente llevada a cabo por sus discípulos, llamados Apóstoles. Según los Evangelios, Dios preparó un pueblo, prefigurado en el pueblo de Israel, conducido por Moisés y los profetas y al que Cristo encabeza como Jefe y Salvador. Con este pueblo, Cristo realizaría una nueva alianza. El fin de este pacto es que todos conozcan a Dios Padre y a Jesucristo su Hijo y en él tengan vida eterna – Juan 3:16 –.
Según el cristianismo, Jesús de Nazareth es el Cristo (el Mesías), hijo de Dios hecho hombre – Mateo 16:16 --, concebido por el Espíritu Santo y nacido de María. Después de la crucifixión, al tercer día resucitó y posteriormente subió al Cielo; y se espera su regreso al final de los tiempos en lo que se llama la Segunda venida de Cristo. El cristianismo explica que el sufrimiento de Jesús era necesario Hechos 17:3. Frecuentemente se cree que el padecimiento de Jesús se desarrolló en la cruz, en realidad su padecimiento comenzó desde el huerto de Getsemaní (Lc 22:39-46, Mt 26:36-46, Mc 14:32-42). En este pasaje se describe como Jesús lleno de angustia oraba intensamente, su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Era cristiana
Al establecerse el Cristianismo en medio del Imperio Romano, los cristianos, que cada vez eran más, usaban en sus cálculos históricos los mismos sistemas generalizados entre los romanos, sea la fecha de los cónsules reinantes, sea la de las Olimpiadas griegas, sea el año preciso desde la fundación de Roma. Mas, habiendo desaparecido el Imperio Romano, mientras el Cristianismo iba adquiriendo una consistencia cada vez mayor, sintieron como una necesidad los grupos de la sociedad de aquella época el tomar como punto de referencia para orientarse en el macrocosmos de la historia el año de Nacimiento de Cristo. Debido a ello, uno de los hombres más eruditos de su tiempo, el monje Dionisio el Exiguo, después de pacientes investigaciones y cálculos, señaló en el año 526 como fecha de nacimiento de Cristo el 753 de la fundación de Roma. Este año pues, fue tomado como primero de la era cristiana, que no sin vencer graves dificultades, fue introduciéndose poco a poco en las diversas cancillerías y en el pueblo cristiano, hasta quedar generalizada en todas partes a fines de la Edad Media. Pero examinado más detenidamente el estado de las cosas, resulta que el cálculo de Dionisio el Exiguo es inexacto, y así, el año del nacimiento de Cristo fue cuatro, cinco, o incluso quizás siete años antes del que él señaló. Esto se ve claramente con las siguientes observaciones:
- Conforme a los datos que nos transmite Flavio Josefo, Herodes el Grande murió en el año 750 de Roma. Ahora bien, según refieren los Evangelios y lo confirma el historiador Macrobio, Herodes murió poco después de la muerte de los Inocentes, por lo tanto, después del nacimiento de Cristo. Este pues, debió ocurrir antes del año 750, y teniendo en cuenta el tiempo que debió transcurrir hasta la Adoración de los Reyes Magos, la degollación de los Inocentes y la muerte de Herodes, puede aceptarse como más probable en el año 749 de la Fundación de Roma como fecha de nacimiento de Cristo, es decir, cuatro años antes de nuestra Era, fijada el 753.
- A semejante conclusión se puede llegar por otro camino muy distinto. Pues según Lucas, al ser bautizado Jesús contaba con unos treinta años de edad. Ahora bien, como San Juan Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, esto nos proporciona un punto de partida para el cálculo. En efecto, tomando el año 764 como la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio, si añadimos los quince de la predicación del Bautista, nos encontramos que el 779 marca la fecha del bautismo de Cristo, y si Él contaba entonces treinta años, nació el 749 de la fundación de Roma.
- Otros cálculos hechos por algunos cronologistas e historiadores sobre la base del censo realizado por Quirino y, sobre todo, los que se han querido fundar sobre ciertas computaciones astronómicas, tienen mucha menos consistencia.
Otras alusiones en la Biblia
En el libro de Daniel leemos que el Mesías Príncipe sería cortado, y no tendría nada (9:26).[14] La antigua versión de Reina-Valera traduce "será muerto y nada tendrá" y en el margen de la paráfrasis "será echado de la posesión". Esto se cumplió cuando, en lugar de ser aceptado como Mesías por los judíos, fue rechazado, cortado, y no recibió ninguno de los honores mesiánicos que le pertenecían, aunque, con su muerte, echó los cimientos de su Futura Gloria en la tierra, obrando la redención eterna para los salvos. Leemos en 1era de Corintios 12:12 que así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, "así es el Cristo". La Cabeza y los miembros en el poder y la unción del Espíritu forman un sólo cuerpo.
En el libro de Juan 1,41 y 4,25 este título es relacionado con el de Mesías, "llamado el Cristo". Este término es empleado para el Señor Jesús en el Salmo 2,2, donde se habla de los reyes y príncipes consultando contra Yahveh y contra su "Ungido", siendo este el significado del término "el Cristo".
Habiendo sido rechazado como Mesías en la tierra, Él ha sido hecho, ya resucitado de los muertos, Señor y Cristo (Hechos 2:36), y así se cumplen los consejos de Dios con respecto a Él y al hombre en Él. Se revela que los santos habían sido escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Todas las cosas en el cielo y en la tierra tienen que ser encabezadas en el Cristo, Efesios 1:10. Como el Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, Efesios 4:15. Este es un tema de vasta extensión, que apenas si puede ser bosquejado en un artículo.
Jesús se da a conocer
El primer acto público del Jesús maduro (tras la breve aparición en el Templo a los doce años) es su bautismo de manos de Juan el Bautista, seis meses mayor que Jesús y que preparó el camino de este hablando al pueblo sobre la misión de Cristo.
Jesús inició rápidamente su Magisterio ante el pueblo. No ante los reyes o sumos sacerdotes, sino ante aquellos de quien es el Reino primeramente: los más desposeídos. La gente sencilla a la que Dios quiso llegar antes. Jesús les habló de Amor. Del Amor de Dios hacia ellos y de la venida del Reino al que llegaríamos por nuestras buenas acciones y no por nuestra hipocresía. En libro de Juan, capítulo 13, versículos 34-35:
"Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado". "En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros".
Durante su vida pública Jesucristo ganó muchos adeptos, que a la postre no lo seguirían sino que lo condenarían. Los Evangelios recuerdan a Jesús en medio de la gente, sanando enfermos y demostrando la piedad y el amor de Dios a su pueblo. Cristo es el Poder de Dios hecho carne. El poder sobre el mal, sobre la enfermedad e incluso, y por encima de todo, el poder sobre la muerte. Nos muestran a Jesús sintiéndose grato en presencia de niños y mujeres. En aquellos tiempos, los niños y las mujeres eran considerados poco más que estorbos, pero Jesús se acercó a ellos demostrando que el reino es de todos por igual, sean hombres, mujeres, niños o ancianos. La igualdad de los hombres ante Dios es proclamada por Jesús no sólo con palabras, sino con gestos como este. Una vez se dio a conocer al pueblo de Dios, Jesús acudió a las sinagogas y al Templo para enseñar la Palabra de Dios a los sacerdotes. Las castas religiosas judías le recibieron con temor, ya que sus enseñanzas ponían a Dios por encima de todo e incluso por encima de ellos.
En el Templo de Jerusalén Jesús se enfureció al ver un negocio (mercado) montado allí y derribó los puestos de los mercaderes. Dios y el negocio no casan bien, y eso es algo que Lucas no se cansa de repetir tanto en su Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles. Los sacerdotes le presentaron a una mujer que había cometido adulterio, por lo que iba a morir lapidada. Jesús la protegió y les dijo que aquel que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra. Uno de los pilares del Mensaje de Cristo es que el hombre no debe juzgar el corazón de sus semejantes, ya que es algo que está reservado única y exclusivamente a Dios. Sólo Dios es juez de nuestros sentimientos. Jesucristo toda su vida predicó bajo la premisa de que la eternidad y sus enseñanzas son para todos, sin descalificar a nadie por nada, lo único que nos dijo este gran personaje, fue que lo siguiéramos sin importar nada más.
Su Ministerio, muerte y resurrección
Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a las predicaciones de su primo, Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan le señaló como encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham. Juan fue pronto detenido y ejecutado por Herodes Antipas, lanzándose Jesucristo a continuar su predicación.
Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo, el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza de vida eterna.
Próxima la hora de su sacrificio por todos nosotros, Jesús sintió flaquear sus fuerzas y un ángel llegó para confortarle. La humanidad de Cristo se manifiesta así de la manera más evidente, y la muerte en la Cruz será el punto culminante de la vida de un Dios hecho hombre que quiso serlo hasta el final. Para los cristianos, este es el más maravilloso ejemplo de sacrificio, solidaridad, amor y misericordia jamás visto. Él fue torturado por Pilatos, quien sin embargo, prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales; estas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión.
Los Evangelios cuentan que Jesucristo resucitó a los tres días de su muerte y ascendió a los cielos. Judas se suicidó, arrepentido de su traición, mientras los apóstoles restantes se esparcían por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión; uno de ellos, Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, que impulsó la difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío.
La obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía cismática y se transformara en una religión más universal; la nueva religión se expandió hasta los confines del Imperio Romano y más tarde, desde Europa, se difundió por el resto del mundo, convirtiéndose hasta nuestros días en la religión más extendida de la humanidad (si bien se encuentra dividida en varias confesiones, como la católica romana, la ortodoxa griega y las diversas protestantes).
Salvación
La palabra salvador, a su vez, era el título calificativo que los judíos aplicaban a sus sacerdotes, reyes, y profetas, ya que estos debían ser ungidos con aceites como parte del rito que los consagraba a su labor. Los seguidores de Jesús de Nazaret, considerando que este era el Mesías prometido por las Profecías Mesianicas del Tanaj, le aplicaron este título a su líder, llamándole Cristo Jesús o el Salvador. A mediados del siglo II -- unos cien años después de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret—se les comenzó a conocer por Cristianos en Antioquía, ya que se decían seguidores del Cristo.
Según algunas confesiones cristianas, como la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Católica Apostólica, la Iglesia Anglicana, la Iglesia Ortodoxa o las principales iglesias Protestantes, la Salvación es una venida de Dios. Sustentan este punto de vista en las palabras del Apóstol Pedro: «Por el contrario, creemos que tanto ellos como nosotros somos salvados por la gracia del Señor Jesús», Hechos 15:11. Esta gracia se obtiene a través de la fe y el obrar cristiano, según católicos y ortodoxos, o exclusivamente por la fe, según los protestantes, es decir, en creer o confiar que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador y el Único Perdonador de pecados.
En la carta de Pablo a los Romanos 10 (cap. 10), se explica lo que es la salvación, pero con más precisión en la carta del apóstol Pablo a los Efesios 2:8-9. «Cristo, con su muerte y su Resurrección, es quien elimina la deuda del pecado humano y vehicula en su persona esa Gracia Redentora.» Para el Cristianismo la salvación está disponible para todos los que creen y actúan en consecuencia.
Cristo en la literatura
Es oportuno agregar que un importante libro de Cristologia fue publicado en el año 2007 bajo el título "Jesús de Nazaret", escrito por Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Se espera que durante el año 2010 sea publicada su segunda parte.
Títulos de Cristo
A lo largo del Nuevo Testamento, se pueden encontrar los títulos que Cristo ha recibido:
- - Admirable Is. 9:16. />
- - Abogado I Jo 2:1.
- - Amado Ct 1:14; Ct 2:3; Ct 4:16; Ct 5:2; Ct 6:3; Ef 1:6; Mt 3:17; Is 5:1.
- - Alfa Ap 1:8; Ap 21:6.
- - Altísimo Lc 6:35.
- - Árbol de Vida Ap 2:7; Ap 22:2; Pr 3:18.
- - Ángel de la Alianza Mt 3:1. Anjo de Deus Ex 14:19; Ex 23:23; Dn 6:22; Gn 22:15.
- - Ángel del Señor Mt 1:20; Jz 6:11; Jz 13:3.
- - Autor de la Salvación Hb 5:9.
- - Autor de la Vida At 3:15.
- - Bendito Mc 23:39; Mc 21:9; Lc 1:68; Lc 19:38; II Co 1:3.
- - Cordero I Co 5:7; Ap 5:12; Ap 6:1; Ap 6:12.
- - Cordero de Dios Jo 1:29; Jo 1:36.
- - Cordero Pascual Jo 1:29; Jo 1:36.
- - Consumador Hb 12:2.
- - Consejero Is. 9:6. />
- - Obispo de nuestras almas I Pe 2:25.
- - Cabeza del Cuerpo Col 1:18.
- - Cabeza de la Iglesia Ef 5:23.
- - Cristo de Dios I Co 3:23.
- - Cristo Mt 2:4; Mt 16:16; Mt 24:23; Mc 8:29; Lc 4:41; Jo 20:31; Lc 9:20; Lc 23:2.
- - Cristo Jesús Rm 6:3; II Co 4:5; Ef 2:20.
- - Camino Jo 14:6; Is 30:21.
- - Consolador Jo 14:26; Jo 15:26; Jo 16:7.
- - Digno Ap 4:11; Ap 5:12.
- - Dios con nosotros Mt 1:23.
- - Dios Fuerte Is.6:9 />
- - Emanuel Mt 1:23; Is 7:14.
- - Estrella de la mañana Ap 22:16.
- - Estrella del Alba II Pe 1:19.
- - Hijo Mt 1:23; Lc 1:13; Mt 13:55; Mt 21:7.
- - Hijo Amado Mc 12:6; Lc 20:13; Mc 1:11; Mt 3:17.
- - Hijo de Dios Mt 5:9; Jo 20:31; Lc 1:35; Mc 1:1; Hb 6:6.
- - Hijo del Hombre Mt 16:27; Hb 2:6; Ap 1:13; Lc 12:32,40; Mt 10:23; At7:56; Mt 16:13; Jo 8:28; Mt 9:6; Mt 13:37; Mt 17:9,22; Mc 8:32; Mc 9:12; Lc 6:22; Lc 9:56; Jo 3:13.
- - Hijo de David Mt 21:9,15; Mt 20:30,31; Mt 12:23.
- - Hijo del Altísimo Lc 1:32.
- - Jesús Jo 20:31; Lc 1:31; Mt 1:21,25; At 18:5; At 18:18.
- - Juez Tg 5:9;
- - Justo At 22:14; Sl 119:137; Sl 145:17; Is 45:21.
- - León de Judá Ap 5:5.
- - Luz Jo 12:46; Jo 8:12; Sl 27:1; Is 60:20; Mq 7:8.
- - Legislador Tg 4:12; Is 33:22.
- - Mesías Jo 1:41; Jo 4:25; Dn 9:25.
- - Mediador I Tm 2:5; Hb 9:15; Hb 12:24.
- - Pan Vivo Jo 6:51.
- - Padre Eterno Is. 9:6. />
- - Príncipe At 5:31; At 3:15; Is 55:4; Dn 8:25.
- - Príncipe De Paz Is. 9:6. />
- - Novio Mt 25:1; Mc 2:19; Is 62:5.
- - Nazareno Mt 2:23; Lc 24:19.
- - Omega Ap 1:8; Ap 21:6.
- - Primogénito Ap 1:5; Mq 6:7; Rm 8:29;
- - Primicias de los que duermen I Co 15:20.
- - Pastor Jo 10:11; Hb 13:20; I Pe 5:4; Sl 23:1; Sl 80:1.
- - Puerta Jo 10:9.
- - Piedra Angular Ef 2:20; At 4:11; I Pe 2:6.
- - Piedra que los edificadores desecharon I Pe 2:7.
- - Rey Lc 19:38; Jo 12:15; Jo 19:14; Sl 5:2; Sl 44:4; Sl 47:7; Is 33:22; Is 43:15; Ap 17:14; Zc 14:9.
- - Rey de los Judíos Lc 23:38; Jo 18:33.
- - Rey de Reyes Lc 23:38; Jo19:19; Ap 19:16; I Tm 6:15.
- - Rey de las Naciones Ap 15:3; Jr 10:7.
- - Rey de Israel Jo 12:13.
- - Raíz de David Ap 5:5.
- - Sumo Sacerdote Hb 4:14.
- - Señor I Co 15:5-7; II Co 4:5; Fl 2:11; Cl 2:6.
- - Señor de Señores Ap 19:16; I Tm 6:15.
- - Santo Ap 4:8.
- - Soberano Ap 6:10.
- - Salvador Lc 2:11; II Pe 3:18. Sol Sl 84:11;
- - Todopoderoso Ap 1:8; Ap 4:8; Ap 15:3; Ap 21:22.
- - Ungido de Dios I Sm 24:10.
- - Verdad Jo 8:32; Jo 14:6.
- - Vida Jo 14:6.
- - Verbo Jo 1:1; Jo 1:14; I Jo 1:1; Ap 19:3.
- - Verdadero Ap 19:11; Jo 15:5; Jo 15:1.
- - Descendiente de Mujer Gn 3:15.
- - El que bautizaba con Espíritu Santo Jo 1:33.
- - El que da testimonio de sí mismo Jo 8:18.
- - El que ha de venir Mt 11:3.
- - Elegido por Dios Lc 9:35.
- - Fiel Testimonio Ap 1:5.
- - Fiel y Verdadero Ap 19:11.
- - Hijo de Dios Bendito Lc 1:32.
- - Hijo del Padre II Jo 3.
- - Imagen del Dios invisible Cl 1:15.
- - Misterio y Esperanza del ser humano Cl 1:27.
- - Piedra Espiritual I Co 10:4.
- - Plenitud de la Divinidad Cl 2:9.
- - Primicia I Co 15:20.
- - Redentor Is 59:20.
- - Libertador Rm 11:26,27.
- - Gran Dios y Salvador Tito 2.13.
Cristo en las distintas religiones
La figura de Cristo es una figura muy importante en el contexto religioso mundial ya que casi todas las religiones poseen una opinión respecto a Jesús de Nazaret como el Mesías.
Cristo en el Judaísmo
Los judíos han visto tradicionalmente a Cristo como uno de tantos falsos mesías que han aparecido a lo largo de la historia. Se le ve como el que más ha influido en su pueblo y, por ello, el que más daño ha causado. Sin embargo, debido a que la doctrina del Mesías no es central en el judaísmo, no ha sido un tema importante de estudio para el judaísmo.
El judaísmo nunca ha aceptado ninguna de las profecías que los cristianos dicen que se le atribuyen a Cristo. También prohíbe adorar a cualquier persona debido a que es considerado idolatría y la creencia central del judaísmo es la absoluta unidad y singularidad de Dios.
La escatología judía indica que la venida del Mesías vendrá acompañada de una serie de eventos específicos que no han ocurrido todavía, incluido el retorno de todos los judíos a la Tierra Prometida, la reconstrucción del Templo, la era de la paz y entendimiento en la cual "el conocimiento de Dios" llenará la tierra y como el judaísmo mantiene que ninguna de estas prerrogativas han ocurrido durante la vida de Cristo, no es un candidato para ser mesías.
Cristo en el Cristianismo
La religión cristiana se inició como un movimiento mesiánico en el seno del judaísmo, inspirado en Cristo (Jesús de Nazaret) y centrado en su persona. El hecho de que su fundador fuese crucificado por los romanos y repudiado por el pueblo judío, no impidió que sus discípulos extendiesen el culto por todo el mundo basándose en la idea de su resurrección (como el Mesías esperado). Para el cristianismo La Fe no consiste solamante en aceptar un conjunto de verdades teóricas sino en aceptarle a Cristo, creerle a Cristo (su ministerio, mensaje y promesas) y descubrir en Él la "última verdad" desde la cual poder iluminar nuestra vida, interpretar la historia del hombre y dar sentido último a esa búsqueda de liberación que mueve a toda la humanidad.
El cristiano es, por tanto, un hombre que en medio de las diferentes ideologías e interpretaciones de la vida, busca en Cristo el sentido último de la existencia. Su fe no consiste tampoco en observar unas leyes y prescripciones morales procedentes de la tradición judía (v. gr. los diez mandamientos), sino aceptar a Cristo como modelo de vida en el que podemos descubrir cuál es la tarea verdadera que debe realizar el hombre. El cristiano es, por tanto, un hombre que frente a diversas actitudes y estilos de vivir y comportarse, acude a Cristo como criterio último de actuación ante el Padre y ante los hombres. La imagen de Cristo para el cristiano lo conduce a apoyar todo su futuro en Jesucristo como Salvador (el portador de la gracia del Padre), aceptado por los creyentes (cristianos) como muerto por los hombres pero resucitado por Dios y el único del que podríamos esperar una solución definitiva para el problema del hombre. Por tanto, en medio de los fracasos y dificultades de la vida y frente a diferentes promesas de salvación, el cristiano espera de Cristo resucitado la salvación definitiva del hombre.
Cristo en el Catolicismo
Cristo representa el camino hacia Dios, el método (considerado como el camino a través del cual se conoce algo) para relacionarnos con el misterio, con el ser superior. Es un testigo confiable de la existencia de Dios, los apóstoles creyeron en él, basados en la fe que nacía cuando lo veían hacer milagros, cuando veían su gran inteligencia, su poder y a pesar de todo, su infinita bondad, su capacidad de leer en los corazones de las personas, conocerlas a fondo y aún así amándolas, no por sus acciones sino gratuitamente. Hoy en día, el encuentro con Cristo sigue estando presente mediante la Iglesia, donde nuevamente lo divino pasa a través de lo humano, la fe católica se basa en lo que los apóstoles vieron y dejaron en la tradición de la Iglesia, que a su vez la transmite de generación en generación. Cristo instituyó los 7 sacramentos de la iglesia católica, que son signos mediante los que es posible este encuentro con Cristo, y así recibir la gracia de Dios, tal como hicieron los apóstoles, con la misma única condición de seguir libremente a Cristo y aceptar libremente a Dios. La moral, el sacrificarse por los demás, son cosas que vienen después, como una consecuencia de este encuentro presente con Cristo, del que se obtiene el poder de la fe: sentirse amado y acompañado, se encuentra una respuesta a la exigencia humana de buscar un sentido y una promesa de felicidad que no muere con el tiempo, un apasionamiento y amor hacia toda la realidad, una búsqueda permanente del bien. En síntesis el catolicismo se basa en el encuentro presente con Cristo, un testigo confiable de la existencia de Dios, a través de signos tangibles (sacramentos) instituidos por él mismo; Cristo muestra en términos simples el camino a Dios, para toda la humanidad, ya que corresponde a las exigencias del corazón humano (amor, justicia, verdad, felicidad) la naturaleza humana en sí.
Cristo en la Ortodoxia
Cristo en el Protestantismo
Sólo Cristo. Este lema define el origen y el objeto central de la fe cristiana. Los protestantes desde sus comienzos se opusieron a exaltar cualquier cosa que no fuera la suficiencia de Cristo. Ningún ritual religioso, institución o individuo puede ni debe ser motivo de confianza sino el mismo Cristo. Ningún proyecto, visión o necesidad debe competir por el lugar primario de Cristo en la iglesia. Ninguna filosofía, ideal o argumento debe ser predicado en la iglesia que no exalte a Cristo y su muerte en la cruz por el pecado de los hombres. El protestante fundamenta su fe en Cristo, no fe en la fe, o en las oraciones, o en la iglesia, en los líderes o en las instituciones. Sólo Cristo es digno de confianza pues Él es el único salvador y el autor y consumador de nuestra fe. Solo en Él estamos completos. Este concepto Cristocéntrico va más allá de barreras religiosas, consiste en un estilo de vida que lo asume (a Cristo) como el único modelo de vida del hombre, y su objetivo es el alcanzar el nivel de santidad más cercano a dicho modelo.
La palabra “Cristocéntrico" para la iglesia protestante, significa que en todo hijo de Dios Cristo es el centro de su vida; que Cristo es la figura central y artífice de la existencia de la iglesia; que Cristo es el centro de la fe de todo hijo de Dios, etc. Todo eso claramente da a entender que Cristo es la razón de nuestro ser, que a Él debemos darnos por entero, sin límites; que nuestra adoración debe ser ilimitada hacia Él. Que si es aplicado correctamente, ese concepto conduce a la persona a ver al salvador como aquel a quien debemos imitar en su santidad, mansedumbre y aborrecimiento del mal. Se enseña que el genuino cristocéntrico no necesita que se le recuerde que la ley divina debe ser guardada por amor como dice I Juan 5:3, y no lo necesita porque la virtud de Cristo está en su corazón, la cual le capacita para guardarla. A la persona cristocéntrica no es necesario recordarle que matar, robar transgredir el sábado, no diezmar y otros, son pecados, sencillamente porque con Cristo en su corazón no hay cabida para ningún tipo de desobediencia. Así mismo, el genuino cristocéntrico no siente atracción hacia las prácticas del mundo. El genuino cristocéntrico no busca excusas “maduras” de las cuales valerse para imitar al mundo en sus prácticas. El genuino cristocéntrico honra a Dios y a su Hijo por medio de actuar siempre con limpia conciencia. Sirve a otros como ejemplo del bien hacer. Evita dar malos ejemplos porque es representante de Cristo. La persona que es cristocéntrica ha abierto las puertas de su corazón y ha permitido que Cristo entre, si Cristo mora en el corazón, entonces no hay cabida para malos sentimientos, para malos pensamientos. Esto conjuga lo que se enseña es ser cristocéntrico.
Cristo en el Restauracionismo
Cristo en el Mormonismo
Cristo en los Testigos de Jehová
Cristo en el Islam
La figura del Ungido en el Corán se aborda como el "hijo de Maryam, no es sino un mensajero (profeta), antes del cual han pasado otros enviados" (sura 5:75). De manera que aunque uno de los Ungidos fue Jesús de Nazareth, ciertamente deja claro que no fue el único (como el resto de los profetas del Islam), pero no es hijo de Dios (Alá), dado que Dios es sólo uno y no tiene hijos ni puede ser asociado con otros dioses. Al respecto en un debate realizado en un programa televisado de la cadena SABC-TV, en 1983 bajo el título "Cristianismo y el Islam", Panelistas en representación de la Religión Musulmana, declararon la siguientes palabras:
"Nosotros los musulmanes creemos que Jesús fue uno de los mensajeros más poderosos de Dios, que él era el Cristo (al-Masīḥ), que él nació milagrosamente sin ninguna intervención masculina, que él dio vida a los muertos por permiso de Dios y que él curó esas personas que nacieron ciegos y los leprosos por permiso de Dios. De hecho, ningún musulmán es un musulmán si él o ella no cree en Jesús"El profeta del Islam, Mahoma, afirmó que Jesús fue enviado por Alá para ser el Mesías y que él profetizó su propia venida como sello de los profetas.[15] Aunque el Corán no lo menciona, un mesías llamado el Mahdi (el guiado por Alá) figura en la tradición islámica, tanto en el sunismo y el chiismo. El mahdi es alguien que vendrá a la tierra para traer paz y justicia, restaurando la verdadera religión e instaurando una era de oro poco años antes del fin del mundo, un concepto más desarrollado en la secta chiita. No es muy conocido en el mundo occidental que en el Sagrado Corán Jesús está mencionado veinticinco veces. Por ejemplo:
- "Dimos a Jesús, hijo de María, las pruebas claras y le fortalecimos con el Espíritu Santo." (Corán Sagrado 2:87)
- "¡María! Dios te anuncia la buena nueva de una Palabra que procede de Él. Su nombre es el Ungido, Jesús, hijo de María... " (3:45)
- "... el Ungido, Jesús, hijo de María, es solamente el enviado de Dios..." (4:171)
- "... Hicimos que les sucediera Jesús, hijo de María, en confirmación de lo que ya había de la Tora... "(5:46)
- "Y a Zacarías, a Juan, a Jesús y a Elías, todos ellos de los justos." (6:85)
En el Islam, dado el estatus de profeta que tiene Jesús, tras pronunciar su nombre se dice "Isa, aleijis-salám" (Jesús, que la paz esté sobre él). Este hecho suele ser desconocido fuera del ámbito del Islam.
Cristo según los ahmadíes
Véase también: Yuz AsafCristo recibe el nombre de Yuz Asaf. Creen que sobrevivió a la crucifixión y emigró a Cachemira.
Cristo en la Fe Bahá'í
Los bahá'ís consideran a Cristo como una manifestación de Dios. Dios es uno y se ha manifestado a la humanidad a través de varios Mensajeros. Los bahá'ís denominan esto Revelación Progresiva, que significa que Dios ha ido revelando a los hombres su voluntad según iban madurando y podían comprender mejor el propósito de Dios con la Humanidad. En esta visión, Dios se revela a través de varios mensajeros: Moisés, Jesús, Mahoma, El Báb y Bahá'u'lláh. En el Kitáb-i-Íqán, Bahá'u'lláh indica que estos mensajeros poseen dos naturalezas: una divina y otra humana. Examinando su naturaleza divina se puede ver que son, más o menos, lo mismo. Sin embargo, al examinar su naturaleza humana, son individuos con distinta personalidad. Por ejemplo, cuando Jesús dice "El Padre y Yo somos Uno", los bahá'ís toman esto de forma bastante literal, pero específicamente con respecto a su naturaleza como Manifestación. Esta naturaleza divina, según Bahá'u'lláh, significa que cualquier Manifestación de Dios puede decir que es el retorno de la anterior, aunque los bahá'ís creen que cada Manifestación con una función específica vuelve con un "nuevo nombre" y un propósito diferente o mayor. Los bahá'ís creen que Bahá'u'lláh es el retorno de Cristo.
Cristo en el budismo
Las perspectivas sobre Cristo en los budistas difieren. Algunos, incluyendo Tenzin Gyatso, el 14 Dalai Lama,[16] ven a Cristo como un bodhisattva que dedicó su vida al bienestar de la humanidad. El maestro zen del siglo XIV Gasan Jōseki indicó que las palabras de Cristo en el Evangelio fueron escritas por un hombre iluminado.[17]
La diferencia más plástica y expresiva entre Cristo y el Buda se ve en la contraposición del rostro sufriente del crucificado y la sonrisa pacificadora del iluminado (Buda). El budismo no acepta que el Iluminado sufriera en vida después de llegar a la iluminación. El Buda Gautama estuvo por encima del sufrimiento, pues no en vano ahí radica la esencia del budismo, en la superación del sufrimiento. Pero Budismo y Cristianismo coinciden en que el sufrimiento es superado al final. comparten la esperanza en la liberación del sufrimiento.
Como en el caso del hinduismo, el Budismo admite pluralidad de iluminados, pluralidad de Budas (el Buda Gautama tiene predecesores y sucesores). Aquí habría una diferencia fundamental con el cristianismo que mantiene que Cristo no es un caso más de acceso a la perfección. Y es que el Budismo es una tradición cíclico-mística que busca una vía de liberación interior y el cristianismo es histórico-profético, cree en la acción de Dios en determinados acontecimientos.
Por último está el gran escollo para la comprensión religiosa del Budismo. Buda calló sobre Dios, no se planteó esa cuestión por considerar que suponía otra forma de apego a la realidad material. Por encima del posible valor que pudiera suponer la búsqueda de Dios está el carácter radical de contingencia de toda la realidad y la necesidad de liberarse de ella para que cese el sufrimiento, condición metafísica de la existencia. Cristo habla de Dios con la confianza del chiquillo en su padre (Abba). Y propone que esa confianza sea más fuerte que la aparente victoria de la muerte. Desde esa confianza, el amor solidario y compasivo y el compromiso por evitar la parte de sufrimiento causada por la injusticia tiene sentido, es el sentido cristiano de la vida.
Cristo en el hinduismo
A pesar de que le demos un nombre unitario, son numerosas y distintas las tradiciones religiosas que dan contenido a lo que nosotros llamamos hinduismo (por ejemplo, visnuismo, sivaísmo y saktismo, que son los cultos más profesados...). No deja de ser un concepto expresivo del colonialismo intelectual de Occidente. También es verdad que dentro de su pluralidad todas tienen en común una convergencia intencional superior: abrir al hombre un acceso a la divinidad o al Absoluto (Brahma).
Ni que decir tiene que esta interna constitución del hinduismo como pluralidad de tradiciones religiosas hace de él un fenómeno de tolerancia. La divinidad suprema no considera rivales a otros dioses, todos ellos existen por ella y manifiestan su realidad. Muy temprano aparece el cristianismo en la India, hacia el s. II, relacionado con la tradición de Santo Tomás. Para los hinduistas el sermón del monte es cercano a su propia fe. También la idea de encarnación o manifestación humana de lo divino (avatara) es familiar para la historia de las tradiciones hinduistas (Krisna, por ejemplo). Sin embargo, esa misma apertura hacia el reconocimiento de la presencia humana de la divinidad se opone a toda reivindicación de exclusivismo por parte de ninguna de sus manifestaciones, como sería el caso de Jesucristo. Entre las muchas avataras de la divinidad, Jesucristo bien puede ser una, como lo reconoce el Mahatma Gandhi, que lo proclama su modelo da no violencia.
Una cristología hindú partiría del Jesús histórico y el ethos que se desprende de su predicación, de sus bienaventuranzas: la defensa de los pobres y la propuesta del amor no violento. La ley eterna del amor sería una coincidencia profunda del hinduismo con el cristianismo. Y desde ahí habría una valoración de lo que de eterno y divino se hace presente en Cristo.
Cristo en los pueblos indígenas
Cristo en el Mandeísmo
Los mandeos, un grupo religioso gnóstico de Oriente Medio, ve a Juan Bautista como el mayor profeta de Dios, mientras que para ellos Cristo no es más que un falso profeta del falso dios judío del Antiguo Testamento, Adonai[18] e igualmente rechazan a Abrahán, Moisés y Mahoma.
Cristo en el Maniqueísmo
Los maniqueos aceptan a Cristo como profeta, junto con Buda y Zoroastro[19]
Cristo según la Cienciología
El fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard la describió como la continuación anglicanizada occidental de muchas formas de sabiduría tempranas, y cita las enseñanzas de Jesucristo entre los sistemas de creencias que forman parte de esas "formas tempranas". Es reconocido como parte de su "legado religioso" y "es visto como uno de muchos buenos maestros".
Cristo según la crítica histórica
Los estudios sobre la historicidad de los relatos de los evangelios llevados a cabo por diversos académicos alemanes durante el siglo XIX, en especial por David Frederich Strauss, presentaron una nueva visión sobre la vida de Jesús de Nazaret enfocándola como mitología religiosa. La obra de Strauss motivó mayores estudios que se han prolongado hasta nuestros días. Algunas de las teorías más notables del análisis mitológico de la historia del Cristo contenida en los evangelios son que la figura de Jesús pude haber sido una deificación de un maestro judío no ortodoxo, o una total creación ficticia de una secta apocalíptica del primer siglo. Además que las historias evangélicas están llenas de semejanzas con los relatos de otras deidades greco-romanas muy populares durante los siglos I y II de la Era Cristiana. Entre ellos son notables las similitudes con los relatos del dios persa Mitra, deidad muy venerada por los soldados romanos y hasta por el emperador Constantino, quien fue el primero en declarar al cristianismo como religión del Imperio Romano. Según se conoce, Mitra era el hijo del dios Ahura Mazda, principal deidad persa, y nació un 25 de diciembre. Mitra tuvo doce fieles seguidores o discípulos. Durante su vida impartió mensajes de fraternidad, sobre la vida eterna y la resurrección del cuerpo. Una vez muerto, resucitó al tercer día y ascendió a los cielos para junto a su padre Ahura Mazda, convertirse en uno solo. También es de notar el culto al dios egipcio Horus activo también en el Imperio durante el siglo I. En el mismo se veneraba a ese dios solar, quien al igual que Jesús de Nazaret, tuvo doce fieles seguidores, luchó contra el mal toda su vida, y después de ser asesinado, resucitó para unirse a su padre, el dios Rah. Otras equivalencias de la vida del Cristo con dioses y semi dioses greco-romanos que deben distinguirse son las que comparte con Hércules, quien tuvo que pasar doce pruebas durante su vida, morir, y resucitar en el Olimpo como un dios; y Prometeo, quien siendo un dios, se encarnó y vino al mundo a traer la luz del fuego a los hombres.
Véase también
Referencias
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- ↑ Véase 1Reyes 19:16 (edición Reina-Valera, 1995).
- ↑ Véase Salmos 105:15 (edición Reina-Valera, 1995).
- ↑ Véase Salmos 2:2 (edición Reina-Valera, 1995).
- ↑ Pardo, Isaac J. (1990) (en español). Fuegos bajo el agua: la invención de utopía. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas. pp. 165. ISBN 9802761249. http://books.google.co.ve/books?id=pUBo5m7_1lsC.
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- ↑ Véase Mateo 16:13-17 (edición Reina-Valera, 1995).
- ↑ Véase 1Corintios 15,14 (edición Reina-Valera, 1995).
- ↑ HARGIS, David M.. «QUIÉN ES EL MESÍAS?» (en español). Messianic Bureau Int.. Consultado el 20-05-2010.
- ↑ Jeque Ahmed Deedat. «Cristo en el Islam» (en español). www.usislam.org. Consultado el 10 de junio de 2010.
- ↑ Beverley, James A., Hollywood's Idol, Christianity Today, "Jesus Christ also lived previous lives", he said. "So, you see, he reached a high state, either as a Bodhisattva, or an enlightened person, through Buddhist practice or something like that", Retrieved April 20, 2007
- ↑ 101 Zen Stories; #16
- ↑ «Mandaean Scriptures and Fragments: The Haran Gawaitha». Consultado el 20 de abril de 2007.
- ↑ Bevan, A. A. (1930). "Manichaeism". Encyclopaedia of Religion and Ethics, Volume VIII Ed. James Hastings. London
Bibliografía
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- BELLET, J. G. (1957) (en Francés). La Gloire Morale du Seigneur Jésus Christ. Vevey, France: Editions du Dépot de Biblies et Traites Chrétiens.
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- LLORCA, Bernardino (1996) (en Español). Historia de la Iglesia Católica I:Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano (7ªed. edición). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Enlaces externos
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- Cristo en el Islam
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