- Emilio Mario
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Emilio Mario
Mario Emilio López Chaves, más conocido como Emilio Mario (Granada, 30 de enero de 1838 - Madrid, 1899), actor, director de escena y empresario teatral español, padre del comediógrafo Emilio Mario (hijo).
Biografía
Fue militar antes de hacerse cómico tras pasar por el Conservatorio. Discípulo de Joaquín Arjona, debutó en el Teatro Español en 1856 y aprendió declamación de Antonio Guzmán, Antonio Pizarroso y Manuel Ossorio, entre otros; trabajó luego en el Teatro de Variedades con Julián Romea, actuó en diferentes teatros de la capital; asimismo anduvo recorriendo España y parte de América con distintas compañías y alcanzó un reconocimiento unánime. Rafael Deleito y Piñuela, en sus Estampas teatrales del Madrid teatral. Fin de siglo, escribe:
- "Era Mario hombre de cultura, de exquisito gusto, profundamente conocedor y admirador del teatro español antiguo; y, aunque fuese el moderno el más abundante en su repertorio, no olvidaba aquel, y le dedicaba puesto de honor..."
Mantuvo una gran amistad con el dramaturgo Enrique Gaspar. Fue director y empresario del Teatro de la Comedia en Madrid desde que abrió en 1874 y maestro indiscutido de actores y actrices como María Guerrero o María Tubáu. Incluyó en su repertorio obras que representaban las tendencias más actuales en aquel momento, viajando a París para conocer las nuevas corrientes y observar las formas organizativas de la Comédie Française. Conoció a buena parte de los grandes actores franceses de su tiempo y renovó la escena española imponiendo un mayor realismo desde 1875, dentro del Naturalismo, seleccionando minuciosamente vestuario, mobiliario y atrezzo, a imitación de André Antoine y su Théâtre Libre. Dirigió la puesta en escena de las obras de Benito Pérez Galdós y Enrique Gaspar.
En primer lugar se propuso armonizar los elencos imponiendo una disciplina firme aunque poco contundente en apariencia, fundamentada en su autoridad y en el respeto mutuo. Logró en buena medida domeñar el protagonismo de determinados actores-divos o divinizables, haciéndoles que aceptaran en la confección del reparto los personajes que entendía más adecuados a ellos. Con idéntica contundencia se aplicó en particular al rechazo de los convencionalismos y tópicos que asolaban la escena, como que los tontos eran peludos, los sabios calvos, los militares bigotudos, los banqueros con patillas, los maridos celosos presentaban largos mostachos etcétera; también, que no se pudiese empezar en silencio o los actores no pudiesen volver la espalda jamás al público. En escenas de sillón y tertulias domésticas agrupaba con naturalidad, de frente, de espalda o de perfil, como en una verdadera reunión de personas que conversan; pues consideraba con razón que el escenario no es un escaparate de maniquíes, colocados cada uno en su lugar para mejor visión del viandante, sino un reflejo de la realidad cotidiana, y en cuanto a la indumentaria se servía de la más común, no de la más lucida. En El cura de Longueval hizo "llover" en escena con convincente verismo por primera vez. En otra ocasión en que la acción precisaba un carruaje, hizo aparecer un tílburi con su caballo correspondiente causando la sensación que es fácil presumir. Incluso encargaba vituallas verdaderas, mientras que hasta entonces se utilizaban habitualmente pollos o viandas de cartón, o simplemente no existían. Cuando se trataba de banquetes de gala o elevado postín, las encargaba a Fornos, el mejor restaurante de Madrid por aquel entonces.
Fuentes
- Hormigón, Juan Antonio: "Enrique Gaspar y el teatro de la Restauración", en: Enrique Gaspar: Las personas decentes. Madrid: Publicaciones de la ADE, 1989.
- Hormigón, Juan Antonio, "Inicios de la dirección de escena en España", ADE-Teatro núm. 100, abril-junio de 2004.
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