Estudio de Nuevos Fármacos

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El Estudio de Nuevos Fármacos es una relación sucinta acerca de cómo se generan las nuevas drogas que van entrando en la farmacopea.

Contenido

Introducción

Aunque el uso de diversas sustancias químicas desde el punto de vista terapéutico existe desde tiempos remotos de la historia humana, muy pocas de ellas tenían realmente la acción deseada, como no fuera la derivada del efecto placebo originado por el consumo de tales preparados; debe reconocerse, sin embargo, que era bien poco lo que se conocía acerca de la producción de las enfermedades, así que difícilmente podían establecerse argumentos racionales a favor del uso o no de ciertos químicos, ni siquiera en el caso de aquellos en los que la eficacia terapéutica se demostrara como real (ejemplo: uso de preparados de las hojas de la dedalera o digital).

Pese a los múltiples cambios en el pensamiento científico que se dieron en el siglo XIX, a finales del mismo y principios del siglo XX la situación no era muy distinta, excepto por el hecho de que la manufactura de fármacos se convirtió en un negocio de gran importancia económica. Esta importancia se derivó básicamente de la producción en masa y del acceso de grupos poblacionales cada vez mayores, apareciendo un mercado regido por las leyes usuales de la oferta y la demanda, un mercado que se hizo cada vez más exigente con relación al producto buscado; en otras palabras, se comenzó a requerir una mayor eficacia para los fármacos, conjuntamente con una mayor seguridad en su uso.

Aun así, solo fue en la segunda mitad del siglo XX, cuando comenzaron a aparecer regulaciones que obligaban a comprobar, tan inequívocamente como fuera posible, que los fármacos comercializados fueran a la vez eficaces y seguros (al menos lo suficientemente seguros en el contexto de la patología por tratar). Este tipo de normas tuvo su mayor impulso en la tragedia relacionada con la Talidomida, un calmante suave y muy eficaz, pero muy teratogénico, al punto de que se estima que como consecuencia de su uso deben haber ocurrido entre 10.000 y 20.000 nacimientos de bebés con graves deformaciones, las cuales afectaban sobre todo (pero no de manera exclusiva) el desarrollo de los miembros. Aunque esta tragedia dio impulso a mejores métodos para el estudio de nuevos fármacos, también trajo como consecuencia lamentable una considerable renuencia de las compañías farmacéuticas al desarrollo de fármacos para niños o embarazadas.

Así pues, desde la década de los sesenta, se fue instituyendo a nivel mundial la obligación de comprobar tanto la eficacia como la seguridad de las drogas antes de su comercialización, tal y como se describe posteriormente. Debe destacarse que esta obligación no ha impedido que el número de fármacos en el mercado aumente de manera exponencial, traducido en la aparición de numerosas alternativas terapéuticas con eficacia no siempre bien demostrada.

La evaluación de moléculas que ulteriormente podrán convertirse en nuevos fármacos implica diversas etapas, que se describen a continuación.

Origen de los Nuevos Fármacos

Existen cinco fuentes principales de nuevos fármacos:

a) Diseño Racional de Moléculas: Se trata del diseño sobre la base de la comprensión del mecanismo patogénico de la enfermedad a nivel molecular. Uno de los casos más notables es el del diseño de las oximas para el tratamiento de la intoxicación por inhibidores de la colinesterasa, ya que estos agentes se derivaron del conocimiento del sitio de la acción tóxica, así como del tipo de interacción química que se presentaba en ese caso; en cierta forma, cuando se descubrió que los antipsicóticos más eficaces bloqueaban a los receptores D2 y 5HT2A, pudieron diseñarse agentes que bloquearan tales receptores. Aunque se trata de la fuente “ideal” de nuevos fármacos, es también una de las menos eficientes, ya que aún el conocimiento sobre las bases de la enfermedad humana son incompletos.

b) Estudio de Moléculas creadas al azar: Aunque pareciera lo contrario, este es uno de los métodos más provechosos para la obtención de fármacos nuevos, sobre todo desde el punto de vista económico. Con relación a los grandes costos de la obtención de un nuevo fármaco (ver luego), el proceso de síntesis química “al azar” (sumado al de la realización de pruebas preliminares de la acción de los compuestos resultantes) resulta sumamente barato.

c) Tamizaje de Productos “Naturales”: Aunque los primeros agentes farmacológicos realmente eficaces fueron obtenidos de fuentes naturales (digitálicos, penicilina, opioides, insulina, etc.), el tamizaje de productos naturales fue hasta cierto punto dejado de lado por un tiempo considerable. Sin embargo, esta metodología ha vuelto a ganar adeptos y se han obtenido moléculas que representan verdaderas novedades en campos diversos, como la terapia de las enfermedades neoplásicas (taxol) o el tratamiento de la malaria (artemisininas). Aunque cada vez aumenta el número de fármacos de otros orígenes, todavía en la actualidad alrededor de un 40 % de los nuevos agentes que es derivado de productos naturales (más de la mitad de los cuales son plantas). Es importante destacar que hay un uso erróneo de diversos preparados “naturistas” (hasta en un tercio de la población adulta) que pueden muchas veces ser simplemente inútiles, pero que en el peor de los casos pueden llegar a ser muy dañinos; en la misma situación se encuentran diversos ejemplos de lo que se ha dado en llamar “medicina alternativa” (homeopatía, naturopatía, acupuntura, etc.). El daño que puede generarse por el uso inconsciente de estos “preparados” se relaciona sobre todo con el hecho de que para los mismos no se realiza el mismo tipo de estudio científico que se requiere para la introducción general de fármacos.

d) Modificación de Moléculas conocidas: Este procedimiento en teoría debería limitarse al mejoramiento de la eficacia y o seguridad de fármacos ya existentes, pero en realidad se utiliza básicamente para la obtención de “nuevas drogas” que puedan soslayar los derechos de patente de otras que ya hayan ganado cierto especio en el mercado farmacéutico (“me too drugs”, ver luego).

e) Biotecnología: Que no es más que el uso de métodos diversos de clonación genética para la obtención de moléculas peptídicas determinadas.

Solo una de cada 5.000 a 10.000 nuevas moléculas evaluadas inicialmente llega a pasar por todo el proceso de evaluación de nuevos fármacos (aunque esto no garantiza que la misma sea finalmente comercializada; si es comercializada, no se garantiza su persistencia ulterior en el mercado).

Estudios Preliminares

La primera parte del estudio de posibles nuevos fármacos consiste en la realización de pruebas físicas y químicas, básicamente orientadas a determinar la susceptibilidad a la degradación de moléculas potencialmente útiles; usualmente las moléculas más inestables son rápidamente descartadas o, en el mejor de los casos, se modifican químicamente para aumentar su estabilidad.

Las moléculas más estables pasan entonces a ser probadas desde el punto de vista biológico, comprobando su efecto en diversos modelos experimentales, incluyendo el uso de Cultivos Celulares, Órganos Aislados, Ensayos en Animales de Experimentación, etc. es de mencionar que el uso de modelos animales presupone que los principios fisiológicos y patológicos básicos son comunes a las diferentes especies, sobre todo si comparten características genéticas. Este presupuesto rara vez se cumple de manera perfecta, por lo que deben realizarse pruebas con más de una especie animal.

Estas pruebas biológicas son los primeros ensayos para comprobar tanto la Eficacia como la Seguridad de un nuevo fármaco y pueden llegar a determinar que no se continúe con el estudio del mismo, la prueba de la eficacia no solo implica la observación del efecto propiamente dicho, sino de un estudio farmacocinético y farmacodinámico tan completo como sea posible.

Las pruebas de seguridad en esta fase deben implicar la determinación global de la toxicidad (aguda, subaguda y crónica), los posibles efectos sobre el aparato reproductivo y la posibilidad de mutagénesis y/o carcinogénesis. En estas pruebas se usan dosis muy superiores a aquellas que se suponen serán usadas definitivamente en humanos, lo que favorece limitar el número de animales utilizados así como la posible detección de respuestas tóxicas de baja frecuencia.

A los procedimientos descritos a veces se les conoce conjuntamente como Fase Preclínica del estudio de drogas, puesto que pueden conducir a la prueba del nuevo fármaco en humanos, en lo que se consideran las Fases Clínicas del estudio de drogas.

Estudios en Humanos. El Ensayo Clínico

Dado que los animales de laboratorio se presentan como cepas con variabilidad biológica limitada, los estudios realizados con ellos no pueden ser suficientes para determinar sin dudas que un fármaco determinado tendrá las características deseadas de eficacia y seguridad en poblaciones humanas; esto no solo depende de las diferencias entre las especies, sino también de la posibilidad de reacciones que no pueden ser adecuadamente determinadas en animales (cefalea, depresión, tinitus, etc.). Por esta razón, antes de su posible aprobación, un fármaco debe ser probado en seres humanos, a través de una metodología que distingue tres fases (el estudio y seguimiento de una droga después de su comercialización puede considerarse como una cuarta fase).

1. Fase I: Representa la primera administración en humanos, generalmente en pequeño número, que rara vez es mayor de 100. Para esta fase, la administración se realiza generalmente en adultos jóvenes de sexo masculino, con el fin de detectar posibles signos incipientes de toxicidad, lo que permitiría determinar luego el rango seguro de dosificación. Los aspectos farmacocinéticos se suelen medir también, aunque su estudio no es el objetivo principal de esta fase.

2. Fase II: Si la comprobación preliminar de seguridad en la fase I ha sido satisfactoria, se pasa a esta fase, la cual involucra la administración del fármaco a individuos que presentan la enfermedad para la que se ha concebido su empleo. Este grupo de pacientes debe ser relativamente homogéneo en sus características basales (presentar solo la enfermedad en cuestión) y no se suelen incluir más de 100 a 200 individuos (a veces, esta fase se subdivide en dos: IIa y IIb, según el número de pacientes). En esta fase, el fármaco debe compararse con las mejores drogas disponibles para el tratamiento de la enfermedad implicada y si tales fármacos no existen, la comparación sería con placebo (ver luego). El fin de la fase II es el de establecer mediciones preliminares de la relación Eficacia Terapéutica/Toxicidad, así como establecer la dosis óptima o sus límites de variación en la condición a tratar.

3. Fase III: Si se obtiene razonable evidencia de las fases I y II, comienzan los estudios de fase III, que pueden involucrar múltiples médicos tratando cientos o incluso miles de pacientes. Aparte de verificar la eficacia de la droga, se busca determinar manifestaciones de toxicidad previamente no detectadas. En esta fase se obtiene una mejor perspectiva de la relación entre seguridad y eficacia, parámetros que han de cuantificarse en el contexto del desorden que se pretenda tratar.

4. Fase IV: Se trata del seguimiento del fármaco después de que ha sido comercializado y también se conoce como Farmacovigilancia. Se busca básicamente la detección de toxicidad previamente insospechada, así como de la evaluación de la eficacia a largo plazo (que no puede determinarse del todo en los relativamente breves estudios de fases I a III). En la fase 4 se pueden detectar reacciones adversas raras, mientras que en las fases previas es excepcional el descubrimiento de aquellas con frecuencia menor a 1/1000.

Las fases descritas, especialmente II y III, constituyen lo que se denomina como Ensayo Clínico, que puede ser definido como toda actividad de investigación científica (experimental) emprendida para definir prospectivamente la eficacia y/o seguridad de agentes, dispositivos, regímenes, procedimientos, etc., profilácticos / diagnósticos / terapéuticos aplicados a seres humanos, así como para poner de manifiesto sus efectos farmacodinámicos y/o farmacocinéticos. Cada año se realizan alrededor de 10.000 ensayos clínicos, con la participación global de cientos de miles de individuos.

El hecho de que el efecto del fármaco sea determinado por comparación con una droga ya conocida (o con placebo) hace que el ensayo clínico sea controlado, en el sentido de que se supone que la diferencia supuestamente positiva que se pueda observar será solo debida al fármaco en cuestión; cuando los individuos asignados a estos grupos se eligen al azar, se tiene un ensayo clínico aleatorizado (randomized clinical trials, RCTs). Los ensayos clínicos aleatorizados son considerados como el diseño experimental de mayor rigor metodológico para la evaluación de tratamientos alternativos para una enfermedad o condición médica, pero aun así pueden ser susceptibles a diversos factores que pueden afectar la validez de los datos obtenidos.

Entre estos factores, la variabilidad human es el punto a considerar, puesto que para la realización de ensayos clínicos se parte de dos supuestos fundamentales:

- Que la muestra es “homogénea”, en el sentido de que los enfermos pueden clasificarse en grupos discretos con características básicas semejantes (que por tanto, responderán de manera semejante a un fármaco dado).

- Que la muestra es “generalizable”, en el sentido de que sea representativa de un universo mayor de personas que sufra o pueda sufrir de la misma condición.

Estos dos supuestos pueden ser difíciles o incluso imposibles de sustanciar, pero a pesar de ello, los ensayos clínicos controlados (y los meta-análisis) son la base de lo que se conoce como Medicina Basada en la Evidencia, que no es más que el respaldo de las prácticas clínicas con pruebas consistentes desde el punto de vista científico. Para lograr esta consistencia de pruebas, en la realización de los ensayos clínicos deben resaltarse algunos aspectos fundamentales:

- En el ensayo clínico se extraen conclusiones de una muestra para ser extrapolados al universo de pacientes con la misma enfermedad, por lo que las restricciones aplicadas en la selección de la muestra pueden comprometer la generalización deseada. Esto implica, además, que la información sobre el tratamiento en un caso en particular (“reportes de casos”) no pueden extrapolarse a otros sujetos, si bien pueden ser muy importantes al mostrar el efecto de la variabilidad biológica individual.

- En la planificación del ensayo clínico deben considerarse todas las posibilidades, no dejando ninguna decisión para ser tomada “sobre la marcha”. Esto no implica solamente la necesidad de tener objetivos simples y claros, sino también la forma de actuar ante cualquier eventualidad, incluyendo la posibilidad de detener el ensayo clínico antes del tiempo estipulado si en un momento dado las pruebas recolectadas son ya de tal magnitud que puede garantizarse que el tratamiento estudiado supera ampliamente al tratamiento convencional o que el tratamiento estudiado es claramente menos eficaz (o más peligroso) que el tratamiento convencional.

- Debe comparar resultados de tratamientos nuevos con otros ya existentes y en base a ello y no en abstracto extraer sus conclusiones. Los grupos en estudio deben ser comparables en edad, sexo y cualquier otra variable que tenga importancia en la evolución de la enfermedad. Este es un extracto de la declaración de Helsinsky: o Los beneficios, riesgos, problemas y eficacia de los nuevos métodos deben confrontarse con los mejores métodos profilácticos, diagnósticos y terapéuticos disponibles. Esto no excluye el uso de placebo de no tratar a un grupo cuando no existan medidas profilácticas o terapéuticas ya comprobadas.

- En el ensayo clínico se deben medir de manera objetiva y cuantificable las variables de interés, disponiendo del número de individuos suficiente como para reducir posibles sesgos y aumentar la potencia estadística del subsiguiente análisis. Respecto a este último punto, uno de los factores de sesgo más importantes está dado por la expectativa del participante y/o el investigador sobre el efecto del tratamiento. En el primer caso, el paciente puede presentar mayor efecto (efecto placebo) ante una medicación que el espera que sea muy provechosa (por ejemplo, si se le informa que se le administrará un fármaco “novedoso”); en el segundo caso, el investigador puede verse impulsado, consciente o inconscientemente, a considerar como más significativos ciertos hallazgos que otros, sobre la base del resultado que espera (es decir, sobre la base de que el nuevo tratamiento sería mejor).

Para resolver el problema, se usa el enfoque del “estudio doble ciego”, en el que el tratamiento administrado es desconocido para el paciente y el investigador hasta el fin del estudio. En algunos casos, se llega a incluir en este proceso al analista (que no conocería el origen de cada grupo de datos) y al dispensador del fármaco, que no sabría cuál se entrega (estudios “triple ciego” o “cuádruple ciego”).

Toda vez que el clínico conoce cómo es el comportamiento de los tratamientos administrados, usualmente no le es difícil “sospechar” a qué grupo pertenece cada paciente antes de que el ensayo finalice, por lo que la posibilidad de sesgo no desaparece por completo; además, toda vez que debe ser completamente informado acerca del perfil de efectos de cada uno de los posibles tratamientos que podría recibir, el paciente podría también descubrir qué tratamiento está recibiendo. Aunque estas posibilidades no invalidan el posible beneficio de realizar estudios doble ciego, las mismas implican que esta metodología no es completamente infalible para la eliminación de posibles sesgos.

Un paradigma de la práctica clínica consciente es el de “tratar al paciente y no a la enfermedad”, pero en el ensayo clínico el paciente se convierte hasta cierto punto en una abstracción, buscándose entonces “el tratamiento de la enfermedad y no del paciente”.

Aspectos Éticos y Legales en el Estudio de Nuevos Fármacos

A nivel internacional, existe un amplio marco teórico y legal que busca la seguridad de los participantes en los ensayos clínicos, sobre la base de los siguientes postulados:

- El diseño del estudio debe ser científicamente adecuado y válido: Poner en riesgo al participante por una investigación que luego resulte fútil no es ético.

- Si los individuos son particularmente vulnerables, se debe proporcionar una protección adicional.

- Los riesgos para los individuos deben reducirse al mínimo y deben ser proporcionales a los beneficios y conocimientos previstos.

- La selección de los individuos debe ser equitativa.

- Se debe proteger adecuadamente la confidencialidad de cada uno de los participantes.

- Se debe obtener el consentimiento informado de los individuos. Esto implica que cada uno de los participantes debe ser informado completamente de todos los riesgos a los que se someten al participar en el ensayo clínico, aún de los más improbables. Esta información debe aportarse de manera que se asegure la comprensión completa de la misma.

- Se debe conceder a todo participante de manera categórica el derecho de abandonar el ensayo clínico en cualquier momento que desee, sin que ello implique la obligación de fundamentar su decisión (en otras palabras, el paciente puede abandonar el estudio sin dar explicaciones).

Los aspectos éticos citados se relacionan básicamente con los participantes del ensayo clínico, pero en otros campos la ética puede verse comprometida. El desarrollo de un nuevo fármaco puede llevar hasta 5-10 años y tener un costo total de 500 a 1000 millones de dólares (sobre todo en las fases clínicas, que son las más costosas), por lo cual la no-comercialización ulterior del mismo puede comprometer gravemente la economía de una empresa; por esta razón, en muchos casos puede generarse una gran presión a las autoridades sanitarias respectivas con el objeto de lograr una rápida aprobación y no siempre los métodos utilizados son propios del marco legal del país respectivo. Aparte de esta posibilidad de presión, hay múltiples casos en los que se han comprobado inequívocamente faltas éticas que han ido desde el simple ocultamiento o “enmascaramiento” de información hasta la franca generación de datos fraudulentos.

Los requerimientos éticos son mucho más fáciles de omitir en países poco desarrollados, por lo que hay una tendencia actual a la realización de ensayos clínicos en tales países. Un caso de interés, pero aparente y lamentablemente no atípico, fue el de la prueba de una nueva droga en Nigeria, durante una epidemia de meningitis. En este caso en particular, aparte de demostrarse un cierto número adicional de violaciones éticas, se logró determinar que la carta de aprobación cuya copia fue dirigida a la FDA fue escrita por el comité de ética del hospital involucrado... un comité de ética que aún no existía para el momento del estudio.

Hay un último aspecto que si bien no suele representar ilegalidad propiamente dicha, implica elementos cuya validez ética es cuestionable, por decir lo menos. Este aspecto se manifiesta en el hecho de que muy pocos fármacos “nuevos” pueden considerarse como un verdadero aporte terapéutico, en el sentido de que no representan más que moléculas con pocas diferencias químicas con respecto a otras pre-existentes; en otras palabras, cuando una compañía farmacéutica obtiene una verdadera novedad farmacológica, otras pueden “jugar a la ruleta molecular”, soslayando las leyes sobre patentes con derivados suficientemente diferentes, pero que en verdad no constituyen sino simples copias del fármaco original. Por esta razón, estos fármacos se conocen como “me too drugs” (“drogas yo también”), que buscan solo captar parte del mercado obtenido por la droga original, sin incurrir en todos los gastos de su desarrollo. Esta actitud puede resultar enormemente beneficiosa desde el punto de vista económico para la compañía que copia la molécula, pero implica un perjuicio grave en el contexto global del estudio de nuevos fármacos, pues se gastan recursos en “nuevos” ensayos clínicos para la “prueba” de las “nuevas” moléculas, recursos que se pierden para la consecución de verdaderos avances.

Drogas Huérfanas

Dado el costo de producción de un nuevo fármaco, es perfectamente comprensible el hecho de que las compañías farmacéuticas no tienen gran tendencia al desarrollo de nuevos fármacos para el tratamiento de enfermedades poco frecuentes, ya que, después de todo, la razón básica de la existencia de cualquier empresa manufacturera es el de la obtención de ganancias.

Esta lógica ha sido reconocida al acuñar el término de “drogas huérfanas”, “drogas de uso limitado” o “drogas de servicio público”. Estos términos se aplicarían a aquellas drogas diseñadas para ser utilizadas en enfermedades que se presentan en menos de 200.000 individuos (esto es para la población de norteamericana, por lo que puede redefinirse el concepto para drogas para tratar enfermedades sufridas por menos del 1 % de la población).

Aparte del margen de ganancia reducido o inexistente, hay otra dificultad para lograr el desarrollo de este tipo de drogas, que es la consecución de participantes para los ensayos clínicos, ya que el reclutamiento de un número apropiado de pacientes implica obstáculos casi imposibles de sortear.

Por las razones señaladas, en la mayor parte de los países se han desarrollado regulaciones especiales para favorecer tanto el estudio como la subsiguiente comercialización de este tipo particular de drogas. En general, estas regulaciones involucran el ofrecimiento de concesiones económicas (subsidios, desgrávamenes tributarios, etc.) y/o la aceptación de una menor rigurosidad en los requerimientos de los estudios clínicos previos a la comercialización.

Sesgo de Publicación

Un tema muy debatido en relación con los resultados de los ensayos clínicos se relaciona con el llamado “sesgo de publicación”. Ya se ha indicado que la Medicina Basada en la Evidencia debe basarse en pruebas consistentes desde el punto de vista científico, pero el reporte de este tipo de datos no carece de un sesgo significativo, derivado del hecho de que los resultados negativos suelen ser omitidos (no se reportan y/o no se someten a arbitraje y/o no se aceptan para publicación), mientras que los resultados positivos frecuentemente pueden llegar a informarse de manera redundante.

Esto es natural, pues la industria difícilmente favorecerá la publicación de datos que desprestigien sus productos, mientras que los editores de revistas científicas son renuentes a publicar resultados que no sean concluyentes. El problema estriba en que las pruebas que fundamentan la práctica clínica provienen de las publicaciones científicas, en las cuales, según lo señalado, no estaría realmente toda la información acerca de un nuevo fármaco.

Dado que este reporte selectivo de resultados no es lo ideal, se han tratado de buscar alternativas que permitan disponer de toda la información relacionada con todos los ensayos clínicos que sean realizados, habiéndose llegado básicamente a la propuesta de exigir el registro público de todos los ensayos clínicos que se lleven a cabo en el mundo médico, incluso como posible requisito para considerar la publicación ulterior de los resultados en revistas científicas. El registro obligatorio de los ensayos clínicos desde antes de su inicio no solo favorecería su divulgación sino que permitiría garantizar la congruencia del análisis final con el protocolo previsto por los investigadores.

Véase también

Ensayo clínico

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