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Francisco de Chaves
Francisco de Chaves (*Trujillo de Extremadura, ¿…? - † Lima, 1541) fue un conquistador español, que participó en la conquista de México, Guatemala y Perú. Radicó en Lima y fue nombrado Teniente de Gobernador, llegando a ser la segunda autoridad más importante del Perú después del marqués Francisco Pizarro. Luchó en la guerra civil entre los conquistadores del Perú, de lado de los Pizarro, y fue asesinado por los almagristas el mismo día en que éstos mataron al marqués-gobernador. Se le conoce a veces con el apelativo de “el pizarrista” para distinguirlo de otro conquistador homónimo, Francisco de Chaves el almagrista, quien según una versión era su primo-hermano.
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Llegada al Perú
Perteneciente, según se afirma, de una noble estirpe de Trujillo de Extremadura, pasó al Perú en 1536, junto con el licenciado Gaspar de Espinosa, vinculándose desde un comienzo al Gobernador Francisco Pizarro, su paisano, quien el 12 de diciembre de ese año le dio el repartimiento de Lurigancho con su curaca Vilcara, y el 4 de enero del año siguiente obtuvo del Cabildo de Lima un solar.
Nombrado capitán y reconocido hombre de confianza del citado marqués-gobernador, fue comisionado junto con fray Juan de Olías para que hicieran medir los límites de las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo con miras a evitar la guerra civil entre conquistadores. Pero estos comisionados no llegaron a ejercer sus funciones, porque a invitación y propuesta de Almagro, fue nombrado juez árbitro el padre fray Francisco Bobadilla. Éste exigió rehenes de las dos partes para que se celebrase la entrevista de los dos caudillos en Mala y nombró por tales del lado de Pizarro a su hija doña Francisca, a Francisco de Chaves y a don Diego de Portugal, y del de Almagro a su hijo don Diego, don Gómez de Alvarado y Contreras y don Diego de Alvarado. Cuando entre los pizarristas más exacerbados se propuso capturar traidoramente a Almagro durante dicha conferencia, Chaves se opuso enérgicamente, por ir contra la moral y la buena fe. Empero, las tentativas pacíficas fracasaron y se reiniciaron las hostilidades, que culminaron en la derrota y muerte del viejo de Almagro.
Al parecer, Chaves no estuvo en la batalla de las Salinas (abril de 1538), pues no es mencionado por los cronistas. Debió permanecer en Lima pues Pizarro lo hizo, en diciembre de 1537, su Teniente de Gobernador. Volvió a serlo el 8 de junio de 1538, permaneciendo en el cargo hasta febrero o marzo de 1541, vale decir, durante el tiempo que Francisco Pizarro estuvo ausente de Lima.
El 28 de mayo de 1538 obtuvo los indios de Yauyos y Tantacaja (de los que tomó posesión muy posteriormente, el 1 de marzo de 1540), naturales que habían pertenecido a Hernán Ponce de León. Ese mismo año casó con María de Escobar, la viuda de Martín de Estete, por lo que Chaves reclamó recompensas por los servicios de su antecesor conyugal y también cierto oro de las huacas de Trujillo que le habían confiscado. El 2 de julio de 1539, dio poder para testar a su esposa.
La masacre de Conchucos
Poco después, por encargo del Cabildo limeño salió a castigar a los indios alzados de Huaura, Atabillos, Lampas, Huaylas, Bombón, Tarma, Huánuco y Conchucos, para lo que se juntó en Huamachuco con el capitán Miguel de la Serna. La campaña fue cruelísima, especialmente en los Conchucos, donde los indios tenían cercado a Gonzalo Pizarro quien iba con sus hombres al descubrimiento del País de la Canela. El castigo fue tan grande que sobrepasó todo cálculo. Baste decir que luego de matar quemados y empalados a hombres y mujeres, Francisco de Chaves victimó a 600 niños menores de nueve años, a los que hizo pronunciar su apellido en vez del nombre de Jesús al momento de ultimarlos.
Muerte en Lima
Vuelto a Lima fue el hombre más importante del Perú después del Gobernador Pizarro, pero pronto empezó a ser desplazado por Antonio Picado, el secretario del Marqués, lo que lo llevó a ciertos entendimientos con los almagristas. Incluso llegó a alojar en su casa a Diego de Almagro el Mozo, quien venía del Cuzco luego de la batalla de las Salinas, pero luego —acaso para congraciarse con los pizarristas— terminó echándolo de su casa, aunque siempre de modo conciliador.
Murió Chaves el 26 de junio de 1541 en el Palacio gubernamental de Lima, cuando, estando por comer con el marqués-gobernador, no quiso cerrar la puerta y trató vanamente de salir a la escalera para desanimar a Juan de Rada y sus almagristas que subían a matar a Francisco Pizarro. Entonces, al verles venir armados les dijo haciéndose el sorprendido: "Señores, ¿qué es esto?, no se entienda conmigo el enojo que traeis con el Marqués, pues yo siempre fui amigo". Pero no pudo continuar porque una estocada en la cabeza lo derribó en el suelo haciéndolo rodar toda la escalera. Se afirmó después que si hubiera cerrado la puerta (como se le mandó), no hubieran matado los almagristas a Francisco Pizarro ni a él, pero que por creerse capaz de componer la situación oportunistamente pagó con su vida el error. Otros murmuraron que lo hizo porque creía que Pizarro lo dejaba de Gobernador del Perú en un testamento que había hecho.
Lo cierto es que su viuda María de Escobar, en la que no tuvo hijos, se volvió a casar el 8 de diciembre de 1547 con Pedro Portocarrero. Dejó, sí, una hija bastarda llamada Juana de Chaves, la que contrajo enlace posteriormente con el capitán Pablo de Gamboa, conquistador del Río de la Plata, Nueva España y el Perú.
Diez años después que falleciera Francisco de Chaves, el 25 de diciembre de 1551, en la ciudad de Innsbruck, una Real Cédula dispuso que de la encomienda que había sido suya, se diera comida, vestido y escuela a una centena de niños indios, a modo de resarcimiento o desagravio por esos otros 600 que Chaves asesinó haciéndoles pronunciar su nombre en Conchucos.
La versión del inca Garcilaso
El Inca Garcilaso de la Vega, en su Segunda parte de los Comentarios Reales de los incas o simplemente Historia General del Perú, menciona a un capitán llamado Francisco de Chaves, que era hermano de Diego de Chaves y natural de Trujillo de Extremadura, de quien dice que fue uno de los que en Cajamarca se opusieron a la ejecución del inca Atahualpa en 1533 (Libro I, capítulo 37). El problema de identificarlo con el mismo Francisco de Chaves el pizarrista, o en todo caso con el “almagrista” radica en que ambos capitanes no estuvieron durante la captura de Atahualpa, ni tampoco el año siguiente, cuando se realizó el juicio del inca, según se desprende de las crónicas más confiables. Garcilaso no fue un testigo directo de los acontecimientos, ya que nació en 1539; él afirmaba basarse en los escritos del padre Blas Valera, hijo de uno de los conquistadores de Cajamarca.
Más adelante, el inca historiador cuenta que uno de los capitanes de Atahualpa, Quizquiz, enterado que su amo había sido ajusticiado a pesar de haber pagado el rescate, atacó a la retaguardia española cuando iba camino hacia el Cuzco. El encuentro se produjo en Tocto, un pueblo de la provincia de Huaylas, donde murieron 17 españoles y fueron capturados ocho, a saber: Francisco de Chaves, Pedro Gonzales, Alonso de Alarcón, Hernando de Haro, Alonso de Ojeda, Cristóbal de Orozco, Juan Díaz y el escribano Sancho de Cuéllar, quienes fueron llevados a Cajamarca, donde Quízquiz y sus fuerzas se reunieron con Tito Atauchi, hermano de Atahualpa. Los españoles presos fueron juzgados por un tribunal indio, creado a imitación del que juzgara a Atahualpa. Solamente Sancho de Cuéllar fue ajusticiado, por haber sido el escribano de la causa y de la sentencia del inca, mientras los siete restantes fueron perdonados, en virtud de que algunos de ellos, sobre todo Francisco de Chaves, se habían opuesto a la muerte de Atahualpa. A Chaves y sus compañeros le obsequiaron muchas piezas de oro, plata y esmeraldas y los enviaron en andas cargadas por indios. Antes de partir Chaves celebró con Tito Atauchi unas capitulaciones de paz y amistad que reconocieron a Manco Inca como legitimo heredero del Imperio y, confederados los españoles con los indios, se observarían las antiguas leyes de los Incas que no contradijesen la ley cristiana. Los Incas aceptaban la predicación de la fe católica y se comprometían a dar a los españoles alimentos, gentes como criados y tributos. Chaves se comprometió a llevar estas capitulaciones a Pizarro y hacérselas confirmar por el Emperador Carlos V. Según Garcilaso, la falta de observancia por parte de los españoles de la capitulación entre Titu Atauchi y Francisco de Chaves determinó la insurrección de Manco Inca (Libro II, capítulos 5, 6 y 7).
Los modernos historiadores consideran que este relato es una leyenda sin resabios de verdad, basándose en el hecho contundente que no es mencionado por el resto de los cronistas, algunos de los cuales fueron testigos de los hechos, y cuyas versiones son, por lo tanto, más confiables. Solo el jesuita Juan Anello Oliva menciona el episodio pero de manera concisa y con alguna variante, pero al igual que Garcilaso su versión es tardía. Además el relato garcilasista contiene serias incongruencias: aparte del problema de la identificación de Francisco de Chaves ya mencionado, está el hecho que el escribano de la hueste española no se llamaba Sancho de Cuéllar sino Pedro Sancho de la Hoz, quien no murió en 1533, sino que vivió muchos años más, terminando por ser decapitado en Santiago de Chile en 1547.
El relato garcilacista ha tenido más valor literario y así, ha inspirado a Ricardo Palma una de sus Tradiciones peruanas: “El que pagó el pato”.
La carta de Francisco de Chaves
Entre el 29 y el 30 de setiembre del 1999, el Instituto Italo-Latino Americano de Roma convocó un simposio sobre: "Guamán Poma de Ayala y Blas Valera. Tradición andina e historia colonial" donde se presentaron dos cuerpos de documentos o legajos jesuíticos, más conocidos como los “documentos Miccinelli”, atribuidos a autores distintos (entre ellos Blas Valera, Antonio Cumis y Anello Oliva, siglo XVII): Exsul Immeritus Blas Valera Populo Suo (EI) y Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum (HR). El más antiguo legajo es un documento anexo a EI, nada menos una supuesta carta que el conquistador Francisco de Chaves escribió a Su Majestad el 5 de agosto de 1533, en la cual hacía gravísimas acusaciones a Francisco Pízarro, atribuyéndolo haber ganado la batalla de Cajamarca no por el valor militar sino por una treta perversa, contraria a las reglas de la guerra, al dar vino envenenado al estado mayor del Inca Atahualpa; además lo acusa por haber agarrotado al Inca a pesar de su inocencia, por los robos sobre el quinto real y por la violenta censura que Pizarro puso contra el grupo de disidentes a su conquista engañosa. La carta no llegó nunca a su destino y se dice que pasó a manos del conquistador Luis Valera, padre de Blas Valera, quien escribió una crónica denunciando estos hechos, documento que pasó a manos del inca Garcilaso, quien uso parte de su información para redactar sus Comentarios Reales.
La transcripción de la carta fue presentada por la doctora Laura Laurencich-Minelli, quien ha estudiado a fondo los documentos Miccinelli. Los historiadores peruanos se mostraron escépticos en cuanto a la autenticidad de dicho documento, surgiendo también el problema de identificar fehacientemente al Francisco de Chaves autor de la carta, que como ya señalamos, ningún conquistador de dicho nombre estuvo en Cajamarca entre 1532 y 1533 (al menos según la información más confiable con que hasta ahora contamos, prescindiendo de la versión del inca Garcilaso, basada en Blas Valera). Sin embargo, el documento continua siendo analizado.
Enlaces externos
- Wikisource contiene obras originales de o sobre El que pagó el pato.
Bibliografía
- Del Busto Duthurburu, José Antonio: Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú. Tomo I. A-CH. Lima, Librería STUDIUM S.A., 1986.
- Del Busto Duthurburu, José Antonio: La pacificación del Perú. Librería STUDIUM S.A., Lima, 1984.
- Documentos Miccinelli; un estado de la cuestión, por Paulina Numhauser. Año 2008.
- Inca Garcilaso de la Vega: Historia general del Perú. Tomo I. Editorial Universo S.A. Lima, 1972.
- Mendiburu, Manuel: Diccionario histórico-biográfico del Perú. Parte primera que corresponde a la época de la dominación española. Tomo II. Lima, 1876.
- Navarro del Castillo, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida, 1978. ISBN 84-400-5359-2
- Prescott, Guillermo: Historia de la conquista del Perú. Tomo II y III. Editorial Universo S.A. Lima, 1972.
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