- Suerte de los grandes navíos de la Kriegsmarine
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Suerte de los grandes navíos de la Kriegsmarine
La destrucción del "acorazado de bolsillo" Graf Spee en aguas del río de la Plata fue acogida por Adolf Hitler como un grave atentado a su prestigio, Más aún, las imágenes de los restos destrozados e incendiados, que publicaron todos los periódicos del mundo, produjeron en él una impresión muy profunda, revelándole por primera vez el abismo que separaba el mundo real del imaginario, en el cual vivía[cita requerida].
Hitler, además, ordenó el cambio de nombre del acorazado de bolsillo Deutschland por el de Lützow. Indudablemente era para él insoportable la idea de que un barco que llevara el nombre de Alemania, fuera echado a pique. Y experimentaba una gran tensión cada vez que se desarrollaban operaciones en que actuaban los grandes navíos. A principios de 1941, cuando el Admiral Scheer operaba en el océano Índico, no dejaba pasar a un oficial de marina de alta graduación, sin preguntarle: "¿Qué hace el Scheer?". Esa misma inquietud determinó su actitud, el 1 de enero de 1943, en que la flota alemana conoció su crisis más grave.
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La noche del 30 de diciembre de 1942, navegan con baja temperatura y visibilidad cero dos grandes navíos: el Admiral Hipper y el Lützow y varios destructores, al mando del almirante Kummetz; su misión es caer sobre un convoy con abundante material de guerra destinado a Rusia. Los submarinos alemanes navegan detrás del convoy comunicando hora tras hora su posición, ruta y velocidad. Según reportes de los submarinos, la escolta no pasa de ocho destructores. El Oberkommando der Wehrmacht (OKW), viene librando violentas batallas en Stalingrado, por ello es importante mandar al fondo del mar todo ese material antes de que llegue a Múrmansk.
El 31 de diciembre, un submarino que sigue de cerca al convoy radia que los buques alemanes tomaron contacto con el convoy y que se está usando la artillería de los grandes buques alemanes. A las 11.00 llega un nuevo telegrama: “El tiro de artillería se hace aún más intenso, arden numerosos buques, ¡todo lo veo rojo!”. A las 11.30, se recepciona en Berlín un telegrama del almirante Kummetz, que contiene dos palabras: “Roto contacto”. Y se establece un silencio de varias horas. En la mañana del 1 de enero de 1943, se escucha en las estaciones de radio aliadas:
“¡Gran victoria naval contra un enemigo superior! Los alemanes atacaron ayer en el Mar del Norte un convoy escasamente escoltado, utilizando importantes fuerzas. Nuestros destructores, mandados por el capitán de navío Sherbrooke, reaccionaron con tal vigor que obligaron el enemigo a emprender la huida. El convoy llegó a Murmansk sin haber sufrido la menor pérdida. Ha sido hundido un destructor alemán y gravemente averiado un crucero, El Almirantazgo ha de deplorar la pérdida del destructor Achates”
Emisión radial desde Londres del 1º de enero de 1943#GGC11CDespués del mediodía se recibe en el búnker de Hitler un telegrama procedente del Admiral Hipper. Es incompleto. El almirante Kummetz se limita a comunicar que ha tenido que interrumpir el combate después de haber incendiado varios destructores, debido a la intervención de los cruceros ingleses, uno de cuyos proyectiles ha averiado una caldera del Admiral Hipper.
La decisión de Hitler
A las 17:00, Hitler manda llamar al almirante Krancke y le comunica - totalmente descontrolado y colérico - que trasmita al Alto Mando Naval, que su decisión es que los grandes navíos sean desarmados, puestos fuera de servicio. Culmina diciendo Hitler: “¡Ya estoy harto de ellos!” Y finalmente, a través del almirante Krancke cita inmediatamente al almirante mayor Erich Raeder que se encontraba en Berlín.
El fracaso de los grandes navíos Admiral Hipper y Lützow tiene su origen en la orden del Führer de no correr riesgos. Antes del ataque al convoy, el almirante Raeder encarga a su jefe de Estado Mayor, almirante Fricke, que se la recuerde al generaladmiral Carl, en Kiel, a quien estaban directamente subordinados ambos buques. El mensaje que recibe el almirante Carl decía: “Atraigo su atención sobre la orden permanente del Führer, según la cual los buques no deben ser expuestos a ningún riesgo inútil en el curso de sus operaciones”. El generaladmiral Carl envía un breve mensaje al almirante Kummetz: “¡Nada de riesgos inútiles!” Cuando Kummetz recibe el mensaje, el buque insignia Admiral Hipper acaba de recibir un proyectil que reduce su velocidad a 17 nudos. El almirante Kummetz interpreta el mensaje como que ha incurrido en uno de “esos riesgos inútiles” y que si se lanza sobre el convoy una media ó una hora más, puede ver cortada su retirada por la presencia de buques ingleses más grandes, más aún que ahora se ve reducida su velocidad. Por eso de mala gana, ordena: “¡Rompan el contacto!” y media hora más tarde, trasmite a Berlín el mensaje recibido de: “Roto contacto”.
En Berlín, comienza la confusión; se interpreta el mensaje como que el convoy ha sido aniquilado cuando en realidad Kummetz ha interpretado el inoportuno mensaje del generaladmiral Carl, como una advertencia de presencia de buques ingleses mayores, que ponían en peligro su nave, mermada en su velocidad.
La conferencia de Raeder con el Führer
En la conferencia de la tarde del 1 de enero de 1943, Hitler había redactado la orden por escrito de convertir en chatarra los grandes navíos alemanes, acusando por primera vez de cobardía a los almirantes. El almirante mayor Erich Raeder sabe que es imposible hacer razonar al Führer en esas condiciones y consigue retrasar cinco días su entrevista con él. Pero en el Cuartel General, el almirante mayor tiene enemigos, uno de ellos es el Reichsmarschall Herman Göring, que sostiene con su jactancia que la Luftwaffe puede suplir ventajosamente a la Marina en todas sus misiones. Se suceden algunas discusiones violentas entre Göring y Raeder, incluso terminaron yéndose a las manos, pero Hitler al final apoyaba a Göring.
Comienza Göring a influir en la decisión del Führer para quitarse de encima a su rival. Pacientemente, influye en el ánimo de Hitler y le hace notar la cantidad de aviones inmovilizados en Noruega que se emplean sólo para proteger esos grandes navíos y de la cantidad de acero que producirían esas moles a disposición de las fábricas de armamento.
Finalmente, se produce el duelo entre Hitler y Raeder el 6 de enero de 1943. La primera parte de la entrevista consta de un monólogo del Führer de hora y media, en donde se remonta a la creación de la Marina prusiana, habla de las guerras de 1864, 1870–1871 y 1914–1918, llegando finalmente a la conclusión de que jamás la Marina ha obtenido un resultado victorioso. Termina su exposición resaltando la “puñalada” asestada por la marinería sublevada en 1918 y 1919 y de la importancia gravitante de esos actos en el hundimiento de Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Posteriormente habla de que el Ejército no compara sus efectivos con los del enemigo, simplemente combate, etc.; quien así habla es quien dio la orden terminante “de no hacer correr riesgos a los grandes navíos” y que se ha negado reiteradamente, a pesar de los requerimientos del almirante mayor Erich Raeder, a retirarla. A esta parte de la entrevista asiste Keitel, entre otros oficiales.
La renuncia irrevocable de Raeder
A su turno, el almirante mayor Erich Raeder solicita una entrevista personal, para desalojar de la sala a Keitel y demás oficiales que se encontraban presentes. Comienza la segunda parte del duelo con la petición del almirante mayor Erich Raeder de ser relevado del mando, que no podía conservar por haber perdido la confianza del Führer. Hitler se sorprende por la petición y calma a Raeder, sin llegar a convencer al almirante de que revoque su solicitud. Por fin, el Führer termina aceptando, y fijan el 30 de enero como la fecha de sustitución. La entrevista personal ha terminado.
Prosigue la tercera parte del duelo, cuando Raeder presenta su memoria. En ella puede leerse:
“La conversión de los buques de guerra alemanes en chatarra constituirá para nuestros adversarios una importantísima victoria que no les habrá supuesto el menor esfuerzo. Ésta producirá el mayor gozo en el campo enemigo y causará una profunda decepción en el nuestro, particularmente en el Japón. Será interpretada como un signo de debilidad y una total falta de comprensión de la suprema importancia del poder marítimo en el curso de la fase final del conflicto”
Extracto de la Memoria del almirante Erich Raeder al Führer Adolf Hitler.#GGC11CRaeder continúa su memoria destacando que los grandes buques, incluidos los obligados a la inacción, paralizan cuantiosas fuerzas británicas, las cuales, una vez libres, podrán ser empleadas en el Mediterráneo o en cualquier otro teatro de operaciones. La memoria concluye con la siguiente declaración: “Inglaterra, que orienta sus operaciones apoyándose por completo en el dominio de los mares, podrá considerar la guerra como ganada por ella si Alemania destruye por sí misma sus buques”. La firma estampada por el almirante mayor al pie de ese documento constituye uno de los últimos actos oficiales de Raeder como Comandante en Jefe de la Marina alemana.
Para suceder al almirante mayor Erich Raeder se proponen al Generaladmiral Carl y al almirante Karl Dönitz, comandante superior de submarinos. Hitler no lo piensa mucho, el jefe de los “lobos grises de los mares” que han hundido más de 15 millones de t a las marinas enemigas, es el elegido.
El 26 de enero de 1943, Hitler reitera en forma definitiva la condena a muerte de los grandes navíos alemanes. La orden se mantiene secreta debido a “su efecto psicológico” y es redactada del siguiente modo:
- “1. Los trabajos serán inmediatamente interrumpidos a bordo de todos los grandes buques en construcción o en reparación.
- 2. Todos los grandes buques de combate, acorazados y cruceros, serán desarmados, a excepción de aquellos que sean necesarios para fines de entrenamiento.
- 3. El personal, marinos, obreros, etc. que quede disponible como consecuencia de esta medida, será destinado a la aceleración del programa de construcción y reparación de submarinos”
Orden de Adolf Hitler al alto mando de la Kriesmarine#GGC11C
El anterior es el documento que Karl Dönitz, promovido a almirante mayor, encuentra al asumir el mando de la Marina. Acepta el hecho consumado y decide llevarlo a cabo. Pero poco tiempo después, a instancias de su Estado Mayor, cambia de opinión. Es así como el 26 de febrero logra convencer al Führer de cambiar su “decisión irrevocable” y la orden se convierte en letra muerta.
Bibliografía
- Bekker, Cajus. Lucha y muerte de la marina de guerra alemana (título del original 'Kamp und Untergang der Kriegsmarine'). Editorial Luis Caralt. Barcelona, 1959. ISBN 84-217-5684-2
Véase también
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