- Gregüescos
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Los gregüescos o greguescos (del italiano, grechesco, a la griega) son una especie de calzones antiguos. El origen de esta prenda de vestir cuyo uso comenzó en Europa a principios del siglo XVI y llegó hasta algo entrado el XVII, es todavía desconocido.
Carecemos de datos para precisar el punto de Europa en que se inventaron; los monumentos figurados, los cuadros, estampas, etc., indican claramente la época en que comenzaron a usarse y permiten apreciar que tal prenda quizá debió responder a una exigencia del pudor, puesto que, cuando el jubón dejaba completamente al descubierto las piernas y éstas lucían sus formas merced a las ajustadas calzas, se hizo moda en Italia y en Alemania el llevar una bolsa atada con botones sobre las ingles que sirviese de bragueta de armar; y esta moda, que tenía no poco de escandalosa, debió ser causa de que se inventase, quizá en la misma Alemania, una prenda que encubriese un poco las formas desde la cintura hasta las ingles. Es verdad que no por eso desapareció la moda de la bragueta que, de la armadura, pasó al traje civil de los caballeros y que si antes consistió en una bolsa, ahora consistía en una especie de tubo, poco estético por cierto, que sobresalía inconvenientemente por entre los gregüescos. Pero esta moda sólo prevaleció por corto tiempo en el reinado de Carlos V y después los gregüescos vinieron a ser como un resguardo pudoroso.
Puede considerarse como primera idea de los gregüescos los acuchillados pequeños que a fines del siglo XV acostumbraban los jóvenes a poner en las calzas, por las ingles, sin duda para dejar más libre el juego de la pierna y también para romper con una línea de adorno la curva de las ingles que aunque el lucirla respondía a la libertad y la sensualidad propio del Renacimiento, no debió parecer muy decoroso a los grandes señores de entonces, y aún los acuchillados hubieron de parecer poco. Sin duda, se requería más holgura para el juego de la cadera y entonces se hizo el especie de calzón sin pretina, de tela abullonada, con varios y pequeños bullones en series horizontales a veces acuchillados y separados por galones más o menos lujosos, prenda completamente nueva que denominaron gregüescos. Estos, en un principio, no llegaban más que a las ingles y más tarde se alargaron hasta medio muslo e, incluso, hasta la rodilla.
Los gregüescos descritos fueron los usados en la época de Carlos V y éste debió de traer a España esta moda pues entre las novedades indumentarias de entonces mencionan las ordenanzas trusas, botargas o calzas bambochas. No sabremos determinar a qué formas distintas de los gregüescos respondían estos nombres. Lo que importa es que además de los gregüescos que podemos llamar rizados, prenda tan frecuente en los retratos del emperador y de los grandes señores de su tiempo, había otros gregüescos más sencillos y sin duda más usuales, compuestos cada uno de un simple bullón, de tela tableada, que sólo llegaba hasta las ingles.
Posteriormente, en España, bajo el reinado de Felipe II, se usaron gregüescos que propiamente merecen el nombre de trusas, que consistían en dos grandes bullones acuchillados, de modo que era necesario un forro o tela interior que quedaba visible entre las aberturas y que era de distinto color que la tela exterior o los galones que en muchos casos formaban esa parte exterior. El conjunto, sobre todo, en los trajes militares, era como un bullón listado de dos colores. Dichos bullones aumentaron de volumen, llegando hasta la exageración con las modas a lo duque de Guisa y en España, de Felipe III y también se alargaron casi hasta la rodilla dando a los gregüescos aspecto de bragas hasta convertirlos en calzones anchos lo que sucedió en el siglo XVII. Finalmente, los gregüescos quedaron solamente como vestidura de los pajes.
Fue muy frecuente que los gregüescos hicieran juego con los bullones que se usaban al mismo tiempo en el arranque de las mangas. El lujo desplegado por los reyes, magnates y caballeros principalmente durante el siglo XVI enriqueció los gregüescos con espiguillas de oro, guarnición y pasamanerías costosas, terciopelos labrados, vistosas sedas y con las variadas invenciones que dan tanto valor y aspecto tan suntuoso a las modas de dichos tiempos.
Referencias
El contenido de este artículo incorpora material del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano del año 1892, que se encuentra en el dominio público
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