- Josep Navarro Vives
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Josep Navarro Vives (Jose Navarro Vives)(Francia 1931) ocupa un lugar en el panorama artístico español. Solitario e independiente ha sabido transmitir en su obra, a través de sus etapas y momentos, toda esa vibración interna de inquietudes, reflexiones y búsquedas que le han acompañado, y aun siguen haciéndolo a lo largo de su camino.
Contenido
Biografía
LOS PRIMEROS AÑOS (1931-1963)
Josep Navarro Vives nace en Francia, en Castelsarrasin (1931), una localidad situada en el Tarn-et-Garonne, muy cerca de Moissac y Montauban en donde pasa los primeros años de su infancia hasta que se traslada, con parte de su familia, a Barcelona donde al poco tiempo estallará la Guerra Civil Española.
Formación
Barcelona
Son años duros y tristes, vivencias y experiencias difíciles de olvidar que marcan su mundo interior. Durante este periodo empieza a dibujar. Observa y dibuja en todo momento. Es tal su interés por plasmar en papel todo lo que le rodea que decide tomar unos cursos en la escuela de Artes y Oficios. Allí le enseñan dibujo copiando orejas, manos, piernas, nariz etc. a partir de modelos en yeso. Viendo su capacidad para dibujar y la facilidad que tiene en todo lo relacionado con manualidades, entra como aprendiz en una casa de imágenes religiosas, conocida como Casa Reixac, donde aprende el oficio de restauración, la técnica de la policromía, pero sobre todo el arte de dorar. Es en este lugar y en este ambiente que entra en contacto con el mundo artístico. Conoce por primera vez pintores, escultores, escritores y otros intelectuales que le abren nuevos horizontes, y con quienes establece un vínculo lleno de intereses comunes.
Con Lluis M. Saumells Panadés y Ramón Sabi se consolida una amistad en la que comparten lecturas, paseos y discusiones. Navarro es el más joven de los tres, Saumells el mayor, el más formado, el que les enseña la mayoría de las cosas. Pero fue Ramón Sabi quien jugó un papel fundamental en la vida de Navarro, pues fue quien le llevó en varias ocasiones a la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi (Barcelona) . Aquellas experiencias determinaron su deseo de matricularse y cursar los estudios en dicha escuela, sin olvidar que tenía que terminar el bachillerato, por lo que continúa en el colegio al mismo tiempo que asiste al taller de restauración donde va destacándose cada vez más, ya no como aprendiz sino como artesano, por su minuciosidad en la restauración de objetos antiguos y la perfección como dorador. Más tarde este conocimiento le da grandes satisfacciones en París y Londres, y de una manera menos visible le influirá en el “métier” de su pintura.
Es únicamente durante el segundo año en Bellas Artes, que deja de ir diariamente a Casa Reixac para empezar como joven ayudante del pintor Joan Serra con quien pasa varios veranos pintando en Calella de Palafrugell. Esta nueva oportunidad y encuentro le permiten meterse de lleno en el mundo de Bellas Artes y de la pintura, que era lo que más le gustaba.
Gana el primer premio en la Exposición de pinturas universitarias y obtiene una beca que le ayuda a seguir estudiando, y participar en exposiciones colectivas en Barcelona y Madrid además de que le permite ir a la capital y visitar El Prado donde pasa días enteros observando a Velázquez, Zurbarán, El Greco, Tiziano, etc.
Paris y Londres
Dos años más tarde, obtiene una beca para ir a París a completar su formación asistiendo a los cursos de l’École des Beaux Arts y de l’Accadémie de la Grande Chaumière. En la capital francesa entra en contacto con un panorama artístico e intelectual distinto, que le abre las puertas a nuevas ideas. Al mismo tiempo que sigue trabajando y aplicando lo que aprende en las clases de Bellas Artes, siente curiosidad y deseos de introducirse en nuevos caminos como la investigación de la materia y el relieve sobre tela. París es un centro importante, abierto, dinámico que le transmite una enorme vitalidad que se refleja en su trabajo. Durante su estancia en la capital francesa recibe el encargo de la restauración de algunas de las salas del Elysée, trabajo que le es altamente reconocido por lo que es felicitado personalmente por el Presidente Monsieur Cothy. Más tarde realizará otra importante restauración: la de la oficina del Ministro de la marina y finalmente el palco presidencial del Palais Garnier.
Su vida está dedicada enteramente a la pintura. Terminada su estancia en París, obtiene una nueva beca para ir a Londres donde se matricula en el Sant Martin’s School of Art (Londres) , en Charing Cross Road. Esta etapa es el final de su formación académica y el inicio de su vida profesional. En Londres empieza a participar en algunas exposiciones colectivas e individuales y además obtiene el primer premio en la competición de carteles publicitarios del Ferrocarril Británico. Con el fin de ganar un poco más de dinero trabaja como restaurador y dorador en una de las mejores casas de marcos de la ciudad, y al final de su estancia llevará a cabo la restauración de un cuadro de Madrazo para la Embajada Española.
A lo largo de estos años de aprendizaje y experiencias, Navarro se consolida como artista y su pintura adquiere una personalidad propia. Se establece definitivamente en Barcelona.
RETORNO A BARCELONA (1964-1977)
Ya en Barcelona comienza una nueva etapa en su vida. Llega con un enorme entusiasmo, el mismo que le caracterizará a lo largo de los años. Se casa con Maria del Carmen, una española que conoció en Londres. A partir de entonces desarrolla con mayor libertad su estudio con la materia y el relieve.
Realismo Matérico
Navarro es un observador por naturaleza, y sobre todo un observador de las cosas cotidianas que nos rodean. Toma objetos banales de nuestra vida diaria y los representa dentro de un realismo matérico muy suyo: cafeteras, alcantarillas, buzones, faroles y más tarde sus célebres puertas son plasmadas en la tela de manera real pero al mismo tiempo envueltas en un misterio irreal.
Esos objetos aparentemente insignificantes se trasforman en algo con un nuevo valor propio, con una dignidad que refleja una belleza por sí misma. La elaboración de estas obras resulta de un proceso minucioso en el que el propio óleo es utilizado en capas gruesas que, en algunas ocasiones recortará para pegarlas en la tela, y en otras lo trabajará directamente en la tela.
En el caso de las Puertas, utiliza pigmentos naturales, mezclándolos entre sí para lograr el efecto del hierro, y de la madera. Es un trabajo meticuloso y delicado que contrasta con un resultado lleno de fuerza y carácter. Es interesante captar estos dos aspectos ya que reflejan la personalidad del artista y de su obra, y es una constante en su trabajo.
Arte Optico-Cinético
Su búsqueda con la materia va evolucionando de manera natural con el ambiente de la ciudad. A finales de los sesenta, existe un dinamismo por parte de intelectuales y artistas que defienden nuevas visiones y una mayor apertura hacia el exterior. Navarro recuerda sus años en París y Londres y se une a todos ellos trabajando bajo la voluntad de integrar el arte a la sociedad. Relacionar estrechamente el arte con la vida urbana y la tecnología del momento. Con su estudio quiere transmitir esa vitalidad, ese movimiento de la ciudad. Cada artista lo expresará a su manera pero bajo una filosofía común: todos ellos se moverán dentro de la corriente denominada Arte Cinético, Op Art.
Navarro investiga esta nueva fase con convicción y entusiasmo al mismo tiempo que participa, en algunas ocasiones, con otros compañeros en diferentes manifestaciones artísticas y culturales. Se reúnen pintores como Sempere, Pericot, Angel Duarte, Iturralde, etc., arquitectos como Ricardo Bofill, críticos e intelectuales entre ellos Vicente Aguilera Cerni, Daniel Giralt-Miracle, Josep Melià, Baltasar Porcel, Arnau Puig, Santos Torroella (etc) y, galeristas como René Metrás y Joan Mas. No forman un grupo fijo sino que es más la reunión de diferentes personajes españoles representativos de la vanguardia del momento como artistas, arquitectos, críticos, comisarios de exposición, intelectuales, cineastas que, en un momento dado, realizarán proyectos conjuntos.
Navarro elaborará obras muy personales y diferentes a los otros artistas pero bajo una misma filosofía. Es un trabajo de una rigurosa composición geométrica en la que la realización de sus cuadros es el resultado de todo un estudio previo muy preciso y cerebral. Todo está pensado y calculado. Su aportación es llevada hasta la ejecución de una fachada de un edificio en Barcelona. Fue el primer mural óptico-cinético de la ciudad.
También le encargan la realización del cartel promocional de los campeonatos de natación de Europa que se organizaron en Barcelona así como las medallas para los ganadores.
Fueron años intensos en los cuales el trabajo individual estaba compaginado con compromisos colectivos tanto a nivel nacional como internacional. Se siente identificado con todo lo que el cinetismo defiende. Interesado en lo que ocurre a su alrededor, la vida urbana, la vida de la ciudad, los ruidos, los movimientos, las luces, los coches, el metro, el dinamismo de la gente yendo y viniendo, las nuevas tecnologías.
En ese periodo, Navarro fuma muchísimo y arrastra una salud delicada, consecuencia de una infancia y adolescencia pobre y difícil. El resultado es una serie de intervenciones muy serias que le llevan a un cambio radical dejando de fumar completamente, y siguiendo unos regimenes alimentarios estrictos. Su vida toma un nuevo rumbo.
LA RUPTURA (1978-1987)
La recuperación es lenta y delicada. Se retira a su casa-estudio de Castell d’Aro, en la Costa Brava en donde Navarro vive momentos de profunda reflexión. Lleva una vida tranquila, solitaria, casi monacal y pasa horas enteras delante de las telas blancas. Siente que algo está cambiando en su interior más profundo. Ve y percibe su entorno de manera diferente. No deja de interesarse en lo que le rodea, el momento en que vive pero, a partir de ahora, lo expresará con otro espíritu.
El Renacer
Este giro en su vida repercute en su evolución pictórica. Seguirá encontrando su inspiración en la realidad más inmediata que le envuelve pero filtrada por su visión interior y por su carácter impulsivo y apasionado. Desde su casa observa el paisaje, y baja a diario a pasear delante del mar. Pasa ratos charlando e intercambiando ideas con la gente del lugar. Conoce a todos y todos le conocen y le quieren. Todavía existe una vida auténtica de pueblo y eso le enriquece enormemente. A partir de ahora es un hombre todavía más de su tierra.
Rompe con su etapa anterior, necesita expresar lo que ve y siente con otro lenguaje. El arte es para él un medio de comunicación a través del dibujo, del color y la textura. Deposita sus pensamientos sobre el papel o la tela. Para Navarro la pintura es ante todo una confesión ardiente. Es un artista paciente, que puede pasarse días enteros delante del lienzo soñando y meditando. Pero llega el instante en que, como a la vieja escuela, coge su lápiz y empieza a trazar formas en la tela que cada vez se irán concretizando y tomando significado. A partir de este momento surge la etapa de sus famosas barcas, bodegones de frutas y sus paisajes del Ampurdà.
No son temas desconocidos, a lo largo de su vida irán reapareciendo aunque reinterpretados.
Estos cuadros son el esfuerzo de una investigación sobre el color y la textura de horas de preparación y trabajo. Esos fondos indefinidos son el logro de un estudio de mezcla de colores aplicados en varias capas sobre la tela y luego eliminadas con trapos de algodón. Es una elaboración de extremada perfección y meticulosidad. Además la dificultad se encuentra en el tipo de soporte que utiliza, es decir un lienzo de un algodón extremadamente fino, difícil de dominar, que le permite trabajar a fondo el óleo y llegar a plasmar esas texturas tan personales de su pintura.
Siempre utiliza el óleo por sus cualidades de recubrimiento, su gran flexibilidad y brillo, que le da la posibilidad de ir trabajando y retocando hasta determinar que la obra está finalizada. Como se puede observar en algunas fotos su paleta es muchas veces su mano o su antebrazo, y sus pinceles las yemas de sus dedos. Como han comentado muchas veces, Navarro tiene “métier”, y ese oficio es el que le da total libertad en sus investigaciones y creaciones con el color, la luz y la textura.
Esas barcas posadas en el vacío, las frutas tan reales como mágicas y los paisajes silenciosos son el reflejo de su interior.
A pesar de su delicado estado de salud nunca pierde el optimismo, sentido del humor y ganas de vivir. Esta ruptura le ha llevado a un nuevo reto: una pintura con una profundidad casi espiritual, misteriosa, solitaria en donde un silencio mágico emana de sus cuadros.
Estas obras van tomando forma día a día, aunque al principio se limita a dibujar, a hacer los bocetos en el lienzo sin ir mucho más allá.
Una vez restablecido y de regreso en Barcelona, continúa investigando ese mundo que ha surgido, fruto de un renacer. Navarro sigue siendo el mismo, dinámico, inquieto, sonriente … pero ve la vida con unos ojos diferentes.
Durante ese tiempo casi recluido por completo en su casa-estudio de la Costa Brava recibe muy pocas visitas y ninguna puede acceder al estudio. Sólo cuando llega a Barcelona desea mostrar su obra a sus fieles amigos. El impacto es sorprendente pero muy bien recibido con una serie de exposiciones nacionales e internacionales.
UN CAMINO EN SOLITARIO (1988-)
Navarro siempre ha sido un solitario en su búsqueda y en su mundo interior. A partir de este momento su camino artístico toma una dirección muy personal, llevada con fuerza pero en silencio. Su arte no es solamente una realización artística sino también es el compromiso de un hombre.
Una nueva aventura
A lo largo de su trayectoria Navarro ha tenido el coraje de romper con una etapa para ir más allá, dejar lo realizado y enfrentarse a algo nuevo sin saber el final. Escuchar su voz interior. Siente en él los momentos de cambio, cuando algo nuevo está surgiendo dentro de sí y por consiguiente en su creación. Una de sus mayores satisfacciones es el placer del reto, encontrarse delante del infinito y de la nada que es una tela en blanco, y de allí dar nacimiento a algo.
A finales de los ochenta vuelve a experimentar ese deseo de ruptura. Es un momento que coincide con viajes muy intensos por Estados Unidos y México.
En Estados Unidos redescubrirá esas ciudades imponentes, penetrantes que crecen hacia el cielo con edificios inmensos unos al lado de otros. Colores, ruidos, caos, gente que le dan qué pensar sobre el desarrollo de la vida y de la sociedad. Para él el arte no es una mera copia de la naturaleza sino una posibilidad de expresar lo que lleva dentro. Pintará ciudades, paisajes urbanos, bodegones urbanos que transmitirán el movimiento, el dinamismo, el nuevo concepto del tiempo y de la vida moderna. Pinceladas gruesas, rápidas, cortas, colores fuertes, vivos, contrastados.
Son años de gran actividad en los que Navarro desea viajar quedándose algún tiempo en los sitios para poder vivir el lugar. México es uno de sus destinos favoritos, en el que la luz, los colores, la historia, la vida y la gente le calarán hondo. De esta experiencia surgirán paisajes llenos de color, donde la materia ha ido desapareciendo como reflejo de un mundo diferente en donde, en medio del bullicio existe una vida rica, fértil con una filosofía de vida muy suya. Las Naturalezas muertas de este momento son una imagen de ello. Son objetos casi simbólicos, ambiguos que rozan un erotismo sensual primitivo.
En medio de estos viajes y experiencias en el extranjero, continúa presentando sus obras en exposiciones en diferentes lugares. Coincide también, en este periodo, que su ciudad natal, Castelsarrasin, le rinde homenaje por su labor pictórica, y más tarde en Barcelona recibirá otro reconocimiento por su trayectoria artística.
Venecia forma parte de sus ciudades favoritas y tiene un estrecho vínculo con ella, no sólo artística sino personalmente ya que una de sus hijas va a vivir allí. Va regularmente durante todas las épocas del año y eso le permite disfrutar de los diferentes escenarios de Venecia. Navarro se va impregnando interiormente de esa atmósfera existente, ese tiempo estancando en el pasado, esa luz suave pero penetrante. Su pintura pierde casi por completo la materia y el dibujo llega a su esencia. Su pintura es un perfecto equilibrio de la mano, el corazón y el espíritu. Poco a poco surge una nueva etapa de su evolución, su nueva expresión de la vida: sus atmósferas.
Los colores que utiliza son auténticos secretos de oficio, mezclas muy trabajadas y pensadas. El color está pero no se ve. Su paleta cambia hacia tonalidades más indefinidas que hasta ahora no había utilizado. En estos cuadros se percibe una madurez sólida en donde lo que le interesa es el reto de ver hasta dónde puede llegar en cuanto a crear una sensación con la mínima expresión. Navarro no sobrepasa los límites del figurativo pero roza la abstracción. Cada una de sus etapas son diferentes pero todas ellas tienen su huella: la misma fuerza y el mismo entusiasmo.
Actualmente vive y trabaja en Barcelona.
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