- Juan de Echevarría
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Juan de Echevarría (Bilbao, 14 de abril de 1875 - Madrid, 8 de junio de 1931) pintor español novecentista.
Hijo de Federico de Echevarría y de Felipa Zuricalday. Dada la dedicación paterna a la gran industria, éste parecía iba a ser el destino del futuro realista, al que se dio educación muy esmerada, cursando el bachillerato en Angulema, y los estudios superiores en el colegio de Eton (Inglaterra) y en la Universidad de Mittweida (Alemania). Al terminar la carrera y regresar a España, fallece su madre, de la que ha heredado el gusto por la música. Ya no duda más y marcha a París, concurriendo con cinco lienzos en 1911 al Salón de Otoño, lo que le vale los elogios de Guillaume Apollinaire. Contrae matrimonio en la Abadía de Westminster con Enriqueta Normand, y el nuevo matrimonio se instala en Madrid. En 1916 hace su primera exposición personal en el Ateneo. En septiembre de 1919 concurre a la Exposición Internacional de Bilbao, donde le ha sido reservada una sala. En 1923 y 1926 hace nuevas exposiciones en los salones de la Sociedad Española de Amigos del Arte, de Madrid. En 1930 pasa a Hendaya a compartir el destierro de su dilecto amigo Miguel de Unamuno. Regresa a Madrid, donde muere el 8 de junio de 1931.
Su obra es hoy bien conocida gracias a las exposiciones póstumas celebradas en Madrid los años 1949, 1955, 1961 y 1965, sin contar con otras de más reducida selección. Y ellas han permitido ampliamente situar las características de su pintura fauve, pero de un fauvismo en ningún caso estridente ni arbitrario de color, sino exquisitamente equilibrado y ponderado, con verdadera voluptuosidad en la pasta de color y con acordes muy templados, con auténtica delectación para con el arabesco, lo que le vendrá de su devoción hacia Gauguin. En cuanto a temas, se interesó por la raza gitana, pero sin explotar la vena folklórica, y también fue autor de limpios paisajes, generalmente, de parajes bilbaínos, mas no sin acertar plenamente a darnos idea del Madrid de su tiempo, del que hay testimonio en un precioso enfoque del Paseo de la Castellana. Ello aparte, la que debe ser considerada como máxima obra de Echevarría es la que lleva por título Homenaje a Gauguin, y que se conserva en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Este lienzo, fundamental para la pintura española novecentista, es, realmente, tanto un homenaje a P. Gauguin como a Édouard Manet, ya que se repite el tema de la mujer desnuda —en este caso, polinésica—, acostada y atendida por una servidora.
Pero, si basta tal acierto para obtener idea de las calidades de Echevarría, reafírmanse éstas en sus dos géneros predilectos, el bodegón y el retrato. Sus naturalezas inertes, encuadres de interiores burgueses, cultos, íntimos, calmosos, son todas bellísimas, cada objeto de los reproducidos valedero por sí mismo y no accesorio de ningún otro. Además de los elementos normales, como frutas y búcaros con flores, Echevarría gusta de añadir la personalidad de un libro, de una fotografía, de parte de un cuadro colgado en la pared, sin olvidar la policromía del tapete, y todo ello, resuelto con colores fríos, generalmente verdes y amarillos los predominantes, acentúa la seducción de esta atmósfera plácida y amiga.
Muchísimo más podríase seguir hablando de estos tranquilos fragmentos de cosas en reposo, si no necesitase lugar aparte la otra gran especialidad del artista, la del retrato. Hay que confesar que la generación de ilustres amigos de Echevarría tuvo suerte iconográfica. Aparte de que fueran reiteradamente retratados por otros pintores, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Azorín y Maeztu, deben su mejor configuración plástica para la posteridad a Echevarría. Además de los literatos, el retrato de Francisco Iturrino, el gran colega de pintura española fauve, es prodigiosamente bueno. Y, de los antes citados, con más de una versión en determinados casos, se hace difícil, entre tanto acierto, tratar de destacar alguno por todo concepto sobresaliente. Puestos a ello, vayan los votos hacia la noble figura de Valle Inclán revestido con poncho americano, como evidente homenaje al autor de Tirano Banderas. En suma, la pintura de Echevarría —y no sólo pintura, pues que también se dedicó al aguafuerte, con éxito privado, porque no gustó de exponerlos— es uno de los más ilustres capítulos personales del arte español del primer tercio del siglo XX.
Véase también
Bibliografía
- E. LAFUENTE FERRARI, Prólogo al catálogo de la Exposición homenaje en el Museo de Arte Moderno, Madrid 1955
- J. CAMÓN AZNAR, La pintura de Juan de Echevarría, «Goya», septiembre-diciembre de 1962, 141
- J. A. GAYA NUÑO, Esquema de Juan de Echevarría, Madrid 1965
- V. MENDIETA ECHEVARRIA Y G. SOLANA "Juan de Echevarria", Madrid 2004
Enlaces externos
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