- Libro de Isaías
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El Libro de Isaías es un libro bíblico del Tanaj judío (que es el Antiguo testamento de los cristianos), que se incluye como primero de los denominados Libros proféticos.
Contenido
Origen del nombre
El libro suele atribuirse a Isaías, el primero de los grandes profetas hebreos, razón por la cual lleva su nombre, aunque existen hasta tres estilos distintos, por lo que se presuponen tres autores distintos.
Isaías fue hijo de Amós. No debe confundirse con el profeta Amós, pues éste fue contemporáneo de Isaías y por lo tanto no pudo haber sido su padre. Nació alrededor del 765 a. C. Fue llamado al profetismo en el año de la muerte del rey Azarías (Is. 6:1) y se convirtió en asesor de los reyes siguientes.
Tuvo dos hijos a los que puso nombres simbólicos: el del primero (7:3) alude a la liberación de Judá y el segundo (8:3) a la destrucción de los reinos de Siria e Israel.
Traducción del «Libro de Isaías» al griego
Según la Carta de Aristeas, durante el reinado de Tolomeo II Filadelfo (285 a. C.-245 a. C.), setenta sabios judíos de Alejandría (Egipto) realizaron la ahora llamada Septuaginta, la traducción al griego de la Torá (los primeros cinco libros del actual Antiguo testamento), a la que llamaron Pentateuco (‘cinco libros’).
El resto del Antiguo testamento fue traducido al griego paulatinamente y los expertos estiman actualmente que la traducción del Libro de Isaías fue hecha entre los años 150 y 130 a. C..[1]
Hay algunas diferencias entre la traducción griega de la Septuaginta y las versiones hebreas y a su vez se han detallados las variaciones entre el texto masorético y la versión hebrea más antigua conocida del Libro de Isaías encontradas en Qumrán, entre los rollos llamados manuscritos del Mar Muerto.[2]
Traducción al griego del «Tanaj»
La anunciación
En Isaías 7:14, La Septuaginta coloca como profecía la venida de Emanuel. Sin embargo, en el texto masorético de la Tanaj hebrea este hecho está narrado en pasado:
Versión de la Septuaginta Versión masorética hebrea (Tanaj). «Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen CONCEBIRÁ, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel».
διὰ τοῦτο δώσει Κύριος αὐτὸς ὑμῖν σημεῖον• ἰδοὺ ἡ παρθένος ἐν γαστρὶ ἕξει, καὶ τέξεται υἱόν, καὶ καλέσεις τὸ ὄνομα αὐτοῦ ᾿Εμμανουήλ•«Esta joven HA CONCEBIDO ''(harah)'', y tendrá [en unos meses] un hijo»
לָ֠כֵן יִתֵּ֨ן אֲדֹנָ֥י ה֛וּא לָכֶ֖ם אֹ֑ות הִנֵּ֣ה הָעַלְמָ֗ה הָרָה֙ וְיֹלֶ֣דֶת בֵּ֔ן וְקָרָ֥את שְׁמֹ֖ו עִמָּ֥נוּ אֵֽל .Las diferencias entre estas versiones pueden ser vistas también incluyendo los manuscritos hebreos más antiguos del Libro de Isaías, los rollos encontrados en Qumrán, especialmente el texto completo 4Q55 (Qa).[3]
Las principales diferencias son:
- Aunque tanto en el texto masorético como en la Septuaginta quien da la señal es «el Señor» (אֲדֹנָ֥י adonai o Κύριος kyrios). El rollo de Qumrán se refiere a él como Yhwh.[4] La Septuaginta traduce muchas veces Yhwh (Yahvéh o Jehová en las biblias en castellano), como «el Señor», por considerar que no hay un equivalente griego al nombre de Dios «es el que es» y parece que la forma de Qumrán es la original.
- Tanto el texto masorético como la Septuaginta anteceden el versículo con «...el mismo Señor os dará señal: he aquí...». Sin embargo en los rollos de Qumrán faltan las palabras equivalentes a «una señal: he aquí», lo cual podría ser una laguna[2] o podría leerse «el mismo Yahvé mismo os dará, una joven ha concebido y dará a luz un hijo».
- El hebreo ha'almah (הָעַלְמָ֗ה) se traduce en la Septuaginta como παρθένος parthenos (‘virgen’). Para muchos comentaristas este es simplemente un error, porque ha'almah significa literalmente ‘una joven’. Sin embargo algunos comentaristas discrepan y creen que la traducción es correcta, por el contexto: Ireneo de Lyon argumentó que en cuanto la traducción griega de Isaías fue hecha en Alejandría (Egipto) mucho antes de la aparición del cristianismo, es ese el significado aceptado anteriormente por los expertos judíos y no hay por qué cambiar la traducción.[5] Para Orígenes es obvio que los traductores judíos creyeron que aquél que sería llamado ‘Dios con nosotros’ requería ser concebido de una virgen y consideraban que ha'almah en ese caso significaba ‘virgen’ y no una joven en general;[6] por lo cual no hicieron una traducción literal sino contextual. Hugues Cousin, quien estima que la traducción griega de Isaías ocurrió hacia el 150 a. C., da varios ejemplos que muestran que la Septuaginta traduce reptidamente ha'almah como parthenos, sin que ello implique el significado actual de ‘virgen’.[1]
- La traducción (y versión con puntuación masorética) más probable del הרה es ‘ha concebido’, en tiempo perfecto (pasado), pues el imperfecto (futuro), ‘concebirá’, requeriría un prefijo si la conjugación fuera regular, aunque porque los verbos guturales terminados en h tienen muchas excepciones[7] y como la forma con puntuación masorética הָרָה harah es posterior, varios traductores mantienen el futuro.[2]
- Mientras que en el texto masorético es la mujer la que da el nombre a su hijo (Genesis 4:1-25), en la Septuaginta es el oyente o lector («tú») quien dará el nombre al hijo de la joven. En la versión griega citada en Mateo 1:23 el nombre lo ponen «ellos».[1] En los rollo de Qumrán, podría leerse «él se llamará» o «será llamado».[4]
- En el texto masorético se lee «immanu el» עִמָּ֥נוּ אֵל ‘[el dios] Ël con nosotros’ mientras que en los rollos de Cumrán, el nombre Immanuel está escrito como una sola palabra.[8] Aunque en este caso no varía el significado, esta diferencia atestigua frente a las diferencias entre la versión masorética y las más antiguas.
Política de la época
En el siglo VIII a. C., Israel estaba atrapada entre las dos grandes potencias del mundo de su época: Babilonia y Egipto. Era un país pequeño y débil que se debatía en su papel de tapón entre las dos grandes esferas dominantes.
Para su fortuna, ambas estaban en decadencia. Sin embargo, otro gran poder estaba apareciendo en la escena geopolítica del Asia de 700 a. C.: el imperio asirio. Sargón II había saqueado a todas las civilizaciones circundantes y poco faltaba para que se autodenominara Señor del Mundo. Ahora, las únicas vallas entre Asiria y su gran enemigo, Egipto, eran los pequeños reinos independientes de Edom, Filistea, Amón, Moab, Damasco, Hamat, Samaria y Jerusalén.
Así como Amós y su continuador Oseas predicaron en Israel, Isaías decidió profetizar en Judá. En realidad, Israel había caído en decadencia luego del reinado de Jeroboam II y, tras la toma de Samaria (722 a. C.), en la práctica ya no existía. Las tribus hebreas que habían querido separarse de Judá habían sido deportadas.
Estos acontecimientos podían denominarse ajenos a Judá, pero inevitablemente repercutían allí. Luego del reinado benévolo, próspero y pacífico del rey Jotán (740-736 a. C.), degradado por la relajación de las costumbres de las clases dirigentes de la sociedad, comenzó una larga serie de enfrentamientos entre Judá e Israel que continuaron bajo el rey Acaz. El mismo Isaías narra cómo este soberano, agobiado por las amenazas de varios ejércitos aliados contra él, despreció el auxilio de Yahvéh para pedir ayuda a Sargón, motivo por el cual la deidad lo castigó severamente (Is. 7:2-16).
El profeta intervino en la política interna de la corte de Acaz para apartarlo del torcido camino en que se estaba internando, aliándose con los asirios en la así llamada Guerra Siro-Efraimita. Logrado su objetivo, el vocero de Dios se alejó de la corte para regresar solamente cuando Acaz fue reemplazado por Ezequías (716-687 a. C.).
El profeta Isaías tuvo también influencia en la política internacional: enemigo de los egipcios, preconizó mantener la alianza con los asirios cuando un sector de la sociedad hebrea pretendió asociarse con el faraón.
Ambiente religioso
Como fue una constante en la historia israelita, la afluencia de riquezas y la llegada del bienestar precipitó una crisis de idolatría bajo el reinado de Jotán. Más tarde, Acaz intentó, mediante el sincretismo religioso, asimilar al Dios judío con otros extranjeros. Fue capaz de sacrificar su hija al dios Moloch e incluso de introducir rituales paganos en el Templo.
Ezequías, por el contrario, comenzó su gobierno con una gran reforma religiosa que expulsó el paganismo y restauró el culto verdadero de Yahvéh que había sido atropellado por sus antecesores. La destrucción del reino de Israel llevó a Jerusalén a todos los sacerdotes del norte que huían del invasor, lo que produjo, bajo este rey, la fusión y asimilación de las costumbres religiosas de ambos reinos en la capital meridional.
Realidad social
El ambiente social en tiempos de Isaías sigue tal cual como nos lo describen los profetas menores Amós y Oseas: se había constituido una poderosa clase social de nuevos ricos —propietarios y latifundistas— cuyas tierras se extendían por interminables distancias. Esta clase oligárquica se había establecido gracias a la prosperidad comercial generada durante los reinados de Jotán en Judá y de Jerboam II en Israel.
Estructura del libro
El Libro de Isaías se encuentra dividido en dos partes perfectamente diferenciadas (la segunda dividida a su vez en dos), separadas por un apéndice histórico. Este último consiste en dos capítulos tomados de II Reyes (2R. 18-20).
Los contenidos podrían describirse de la siguiente manera:
- Primera parte:
- Noticias biográficas (Is. 6:1-13; 8:1-4; 7:1-16 y 20:1-6).
- Promesas y amenazas contra el reino de Judá (Caps. 1-12).
- Oráculos contra pueblos extranjeros (13-23).
- Profecías apocalípticas sobre el Juicio Final (24-27).
- Más amenazas (28-33).
- La sección llamada «Pequeño apocalipsis» (34-35).
- Segunda parte
Especialmente en esta última sección, Isaías explica por qué la salvación tarda en llegar, pero asegurando que Sion y Jerusalén llegarán a ser los centros religiosos más grandes del mundo y que gentes de todas las naciones llegarán a ellas en peregrinación solemne.
Autoría y atribución
El Libro de Isaías, largo y complejo como es, no pudo haber sido escrito por un solo autor. Los especialistas consideran evidente que la obra se fue formando a lo largo de muchos años, con partes provenientes de tiempos y lugares muy distintos.
Isaías desempeñó su ministerio profético durante más de cuarenta años: ¿fue él el compilador de tantos y tantos fragmentos distintos o en verdad escribió todo el libro, que hoy nos parece dividido y fragmentario gracias a la intervención de escribas posteriores que lo modificaron hasta dejarlo irreconocible?
No se puede contestar con certeza a estas preguntas, hay diversas hipótesis y muchos críticos, incluso católicos y protestantes, creen que el libro «no fue escrito por un solo hombre, sino por tres». A falta de nombres mejores, se conoce al primer autor como «proto Isaías», al segundo como «deutero Isaías» y se llama al tercero «trito Isaías». Es por ello que es frecuente hallar en la bibliografía alusiones al «segundo Isaías» o al «tercer autor de Isaías», por ejemplo.
Tres Isaías
La primera parte del libro es obra de un poeta y está escrita con estilo brillante, precisión, composición armoniosa e imágenes novedosas. Los críticos coinciden en que este autor redactó con seguridad los capítulos 1 a 12, 15 a 24 y 33 a 35, en tanto que se discute sobre la autoría del resto del libro. Los capítulos 36 a 39 están escritos en tercera persona y posiblemente fueron redactados por discípulos del primer autor. También podrían ser añadidos posteriores los capítulos 13 y 14, 24 a 27 y 33 a 35. La segunda parte del libro, capítulos 44 a 55, es muy diferente al resto.[9] El tercer Isaías es probablemente un autor postexílico[10] y se le atribuyen especialmente los capítulos 56, 68 y 66[9] (después del 538 a. C.). Ciertos críticos consideran que la introducción y las autobiografías (narradas en primera persona) no pertenecen a ninguno de los tres autores principales, sino que parecen haber sido añadidas por un redactor postexílico.
Así y todo, el padre Pedro Franquesa, profesor de Antiguo testamento, manifiestamente afirma que los primeros 35 capítulos pertenecen a la pluma del Isaías histórico original (con algunas reservas).[11]
Apertura del debate
El rabino Joseph H. Hertz (1872-1946) afirmó que la cuestión de la autoría del libro no afecta su interpretación por los judíos.[12] La PCB (Pontificia Comisión Bíblica) del Vaticano dictaminó mediante su decreto del 28 de junio de 1908 que la segunda parte del Libro de Isaías no parecía ser obra del deutero Isaías sino del primero, pero que a pesar de la opinión de la PCB no era posible descartar de plano la hipótesis de los tres Isaías.[9]
El citado decreto expresa que esa teoría no podía enseñarse hasta que fuera completamente demostrada, pero dejó en libertad a los científicos particulares para que la pongan a prueba e investiguen como deseen. Desde que la PCB se pronunció al respecto, se han ido acumulando las pruebas en favor de la falta de autenticidad de largos pasajes del libro (desde el capítulo 36 en adelante) que, si bien no demuestran la verdad de la teoría de los tres autores, al menos sugieren con indicios firmes que fueron más de uno.
Argumentos por la unidad de Isaías
A pesar de los cuestionamientos que ha sufrido, la atribución tradicional de toda la obra al profeta Isaías se ve apoyada por diversas fuentes comprobables: la tradición judía, la versión griega de los Setenta y la afirmación del Eclesiástico (48:17-25) y los Manuscritos del Mar Muerto, aunque en estos últimos, el libro de Isaías está seccionado en dos rollos diferentes, uno hasta el capítulo 39 y otros desde el capítulo 40,[13] cosidos después de haber sido transcritos, lo cual podría evidenciar su origen dispar.
Por otro lado, existen razones de peso para mantener que el libro de Isaías es obra de un solo escritor. Una de ellas es el uso constante de ciertas expresiones. Por ejemplo, el apelativo divino «el Santo de Israel» aparece doce veces en los capítulos 1 a 39 del libro, y trece veces en los capítulos 40 a 66. Sin embargo, en el resto de las Escrituras Hebreas solo se emplea en seis ocasiones. El uso repetido de esta designación, infrecuente en los demás libros, es una prueba a favor de que hubo un único escritor.
Entre los capítulos 1 a 39 y 40 a 66. En ambas secciones se utilizan con frecuencia las mismas figuras retóricas, como la de una mujer con dolores de parto y un «camino» o una «calzada». También se hace referencia a Sion repetidamente: veintinueve veces en los capítulos 1 a 39 y dieciocho en los capítulos 40 a 66. De hecho, en Isaías se menciona a Sion en más ocasiones que en cualquier otro libro de la Biblia. Tales pruebas, según The International Standard Bible Encyclopedia, «imprimen al libro una individualidad que sería difícil de explicar» si hubiera tenido dos, tres o más escritores.
La principal prueba de que Isaías fue obra de un solo escritor se encuentra en otros libros inspirados: las Escrituras Griegas Cristianas. Estas indican claramente que los cristianos del siglo primero creían que el profeta había compuesto la totalidad del libro. Lucas, por ejemplo, habla de un funcionario etíope que estaba leyendo parte de lo que ahora constituye el capítulo 53 de Isaías, el cual, según los críticos modernos, se debe a la pluma del Deutero-Isaías. Sin embargo, Lucas dice que el etíope «leía en voz alta al profeta Isaías» (Hechos 8:26-28).
Otro ejemplo lo hallamos en el evangelista Mateo, quien explica que el ministerio de Juan el Bautista cumplió las palabras proféticas que ahora leemos en Isaías 40:3. Mateo identificó al escritor sencillamente como «Isaías el profeta» (Mateo 3:1-3). En otra ocasión, Jesús tomó un rollo y leyó las palabras que actualmente aparecen en Isaías 61:1-2. Lucas indica en su relato que «se le dio el rollo del profeta Isaías» (Lucas 4:17). En su Carta a los romanos, Pablo cita tanto de las primeras secciones como de las últimas del libro profético, y en ningún momento da a entender siquiera que no las haya redactado una misma persona: Isaías (Romanos 10:16,20;15:12). Es obvio, que los cristianos del siglo primero no creían que el libro de Isaías fuera obra de dos, tres o más escritores.
Veamos también el testimonio de los Rollos del mar Muerto. Muchos de estos documentos antiguos son anteriores a Jesucristo. El manuscrito conocido como el Rollo de Isaías, que data del siglo II a. C. En este documento antiguo, aunque está cosido precisamente en este punto, lo que ahora conocemos como el capítulo 40 empieza en la última línea de una columna, y la oración inicial concluye en la columna siguiente. Está claro que el copista no tenía conocimiento de que en ese punto del libro hubiese un supuesto cambio de escritor o división.
Examinemos el testimonio del historiador judío del siglo I Flavio Josefo. Este no solo señala que las profecías de Isaías acerca de Ciro se escribieron en el siglo VIII a. C., sino también que aquel monarca estaba al tanto de su contenido. «Ciro conoció esto al leer el libro en que Isaías emitió profecías relativas a él y que su autor había legado doscientos diez años antes», escribe Josefo. Según él, es posible que el conocimiento de tales profecías incluso haya contribuido a la buena disposición de Ciro para enviar a los judíos de regreso a su patria, pues señala que a este rey «lo embargó una suerte de ímpetu y pasión por cumplir lo escrito» (Antigüedades Judías, libro XI, cap. I, sec. 2 [5, 6]).
Muchos críticos señalan que del capítulo 40 en adelante se habla de Babilonia como el imperio dominante y de los israelitas como si ya estuvieran en el exilio. Hay que tener en cuenta que aun antes del capítulo 40 se presenta a veces a Babilonia como la potencia mundial dominante. Por ejemplo, en Isaías 13:19 se la llama «la decoración de reinos» o, como lo traduce la Versión Reina-Valera actualizada, «el más hermoso de los reinos». Estas palabras son claramente proféticas, ya que Babilonia no se convirtió en potencia mundial hasta más de un siglo después. Un crítico «resuelve» esta aparente dificultad afirmando que el capítulo 13 de Isaías pertenece a otro escritor. Pero lo cierto es que en las profecías bíblicas es bastante común que se hable de sucesos futuros como si ya hubieran tenido lugar. Este recurso literario recalca de forma eficaz la certeza del cumplimiento de la profecía en cuestión (Apocalipsis 21:5-6).
La Escuela Isaiana
Sin embargo, parte de la crítica considera demostrado que toda una escuela de escribas se derivó de la prédica del Isaías histórico.[9] En Isaias 8:16;9:1, el mismo libro habla de la inteligencia de los discípulos del profeta en contraposición a la ignorancia de las masas populares que le respondían con la indiferencia.
La existencia de una «escuela isaiana» de escribas formados y conducidos por Isaías puede, entonces, entenderse como una solución intermedia al enigma de la autoría: ni un autor único ni tres autores independientes. La segunda y la tercera partes del Libro de Isaías muy bien pueden haber sido escritas por dos de sus discípulos luego de la muerte del profeta.
Esta teoría se apoya en la lógica y se encuentra actualmente muy extendida entre amplios sectores de los estudiosos.
Mensajes contenidos en el libro
El castigo de Jehová contra el pueblo infiel es una de las ideas centrales del Libro de Isaías. Es el único y verdadero creador del mundo y por lo tanto dueño del mismo; ha hecho una alianza indisoluble con el pueblo de Israel y, al verla traicionada, ha llamado con un silbido a los ejércitos egipcios y asirios —como se llama a un perro— para que castiguen en Su nombre a los impíos.
Los puntos fundamentales que recalca el libro son los siguientes:
- Dios es santo e Isaías su profeta;
- Las tribulaciones del pueblo son consecuencia de sus pecados;
- El verdadero judaísmo saldrá de los sobrevivientes a este castigo;
- Isaías canta para las generaciones sucesivas la gloria de este renacimiento;
- Solo Dios salvará a Israel y no las alianzas políticas;
- La injusticia social es repugnante a los ojos del Señor; y
- La justicia perfecta solo se logrará después de la llegada del Mesías.
Mesianismo en Isaías
Se trata del más mesiánico de los profetas: uno de los puntos centrales alrededor de los que giran sus ideas es que la verdadera paz, la justicia y la equidad solo serán accesibles al ser humano cuando llegue el Mesías.
La profecía isaiana habrá de cumplirse inexorablemente:
- El Mesías será descendiente de la Casa de David (Is. 9:6 y 11:1-10);
- Reinará sobre Judá (8:8;
- Nacerá de una virgen (7:14);
- Será Dios entre nosotros (7:14; 8:8-10;9;1-6); y
- Fundará un imperio de paz (11:1-9).
Influencia en el cristianismo
Algunos pasajes del libro de Isaías han conocido una gran fama debido a su uso en la teología cristiana. Son famosos, en particular:
- Isaías 11:2 es la cita preferida por católicos y ortodoxos para enumerar los Dones del Espíritu Santo.
- Isaías 54:1 es citado por San Pablo en Gálatas 4:27 y también en la Segunda epístola de Clemente.
Referencias
- ↑ a b c Hugues COUSIN: La Biblia griega, los Setenta, 81. Traducción de Alfonso Ortiz. Estella (Navarra): Verbo Divino, 1992.
- ↑ a b c Fred P. Miller: «The translation of the great Isaiah scroll».
- ↑ Fred P. Miller: «The great Isaiah scroll», 2001.
- ↑ a b Fred P. Miller: «The great Isaiah scroll» (column VI), 6:7 a 7:15.
- ↑ Ireneo de Lyon: Libro III, capítulo XXI.
- ↑ Origen Contra Celcus XXXV.
- ↑ «Analysis of the Biblical Hebrew of Isaiah 7:14».
- ↑ Fred P. Miller: «Assyrian destruction of Israel is not the end, God will bring the messiah to the same territory and the same restored people» (capítulos 7-8).
- ↑ a b c d R. De Vaux: «Introducción a los profetas. Isaías»; en la Biblia de Jerusalén: 987-988. Bruselas: Desclée de Brouwer, 1971.
- ↑ José Severino Croatto: «La inclusión social en el programa del tercer Isaías», en la Revista Bíblica (60): págs. 91-110, 1998.
- ↑ Sagrada Biblia (edición manual), traducida por Pedro Franquesa y José María Solé, misioneros claretianos. Barcelona: Editorial Regina, 1968.
- ↑ «This question can be considered dispassionately. It touches no dogma, or any religious principle in Judaism; and, moreover, does not materially affect the understanding of the prophecies, or of the human conditions of the Jewish people that they have in view» (rabino Joseph H. Hertz).
- ↑ Fred P. Miller: «The great Isaiah scroll» (columna XXXIII) 40:2 a 40:28.
Véase también
- Profeta Isaías
- Libro de Amós
- Libro de Oseas
- Evangelios
- Antiguo testamento
- Biblia
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