- Templo griego
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El templo griego (en griego antiguo ὁ ναός ho naós, ‘vivienda’; diferente semánticamente al latín templum,-i, ‘templo’) fue originalmente el edificio que contenía la imagen de culto en algunos santuarios griegos. No solía servir como lugar de culto, ya que la veneración del dios, así como los sacrificios a él dedicados, se realizaban al aire libre, si bien podía alojar bodegas sagradas o elementos de culto. Era el tipo de construcción más importante y más extendido de la arquitectura griega. No cuentan como templos griegos en el sentido estricto los erigidos en los territorios helenísticos del norte y este de África, y que siguieron las normas arquitectónicas locales, incluso aunque llegasen a adoptar algunos rasgos griegos. Deben recordarse en este contexto los edificios griego-partos, los templos bactrianos o los edificios de tradición egipcia del Imperio Ptolemaico.
En unos pocos siglos los griegos desarrollaron sus templos desde pequeños edificios de adobe de los siglo IX y VIII a. C. hasta monumentales edificios con dobles salas de columnas del siglo VI a. C., que alcanzaban fácilmente los 20 m de altura sin contar el tejado. Para el diseño recurrieron a los elementos decorativos constructivos específicos de distintos construcción órdenes arquitectónicos, diferenciando inicialmente entre el dórico y el jónico, a los que desde finales del siglo III a. C. se unió el corintio. Se desarrolló una multitud de diferentes opciones de diseño, que se combinaban con los nuevos órdenes arquitectónicos. A partir de siglo III a. C. decayó la construcción de grandes templos, con un breve florecimiento a finales del siglo II a. C. para sucumbir casi completamente en el transcurso del siglo I a. C. Se volvió a acometer solo tareas menores de construcción, renovación de templos más antiguos o continuación para su finalización.
El templo griego se diseñaba y construía siguiendo normas firmes, cuyos puntos de referencia clave eran el diámetro inferior de las columnas o las medidas de los cimientos. Los refinamientos estéticos se separaban de la rigidez casi matemática de los principios de diseño. Contrariamente a lo que sigue creyéndose popularmente, los templos griegos se pintaban, en tonos rojos y azules aparte del dominante color blanco. La decoración de figuras era extremadamente rica, con relieves y estatuas en las metopas situadas alternandose con los triglifos en el friso justo abajo del frontón. Aunque los griegos conocían el arco utilizaban una arquitectura arquitrabada o adintelada con cubierta a dos aguas, por lo que en los lados menores de las fachadas formaban un triángulo llamado frontón.
Los templos solían ser promovidos y financiados por las ciudades y por las administraciones de los santuarios, pero también algunos particulares, la mayoría de gobernantes helenísticos, los construyeron y poseyeron. Con el agotamiento de las fuentes de financiación del helenismo tardío y la incorporación de la cultura griega al Imperio romano, los funcionarios de la administración y los gobernantes aparecieron como nuevos clientes y finalizó la construcción de templos griegos. El resultado fueron los edificios que ahora forman parte de la arquitectura romana, que sirvieron a otros fines y tuvieron formas más desarrolladas.
Contenido
Distribución espacial
Los templos de la antigua Grecia tienen en común un espacio abierto que se encontraba en el centro del edificio llamado naos y ahora conocido como ‘nave’, este era el corazón del templo y en él se hallaban las esculturas o los altares correspondientes a la deidad patrona del templo, era este el lugar a donde solo podían acceder los miembros de la clase sacerdotal. El pronaos, era aquella sala o espacio comúnmente delimitado por columnas al frente del naos y por la que se accedía a tal sala. El opistodomo era el espacio opuesto al pronaos en el espacio trasero y podía o no tener comunicación con la naos.
El crepidoma o krepis es la plataforma del templo, en ella el estilóbato es una base sobre el cual descansan los templos griegos, a partir de él se elevan las columnas y a su vez descansa en los estereóbatos, que son los escalones que dan altura al templo (cuyo número cambia dependiendo del orden del templo).
En los templos griegos podían existir paredes en ocasiones, tales paredes podían estar formadas por pilastras o ser separaciones solo inducidas por la presencia de columnas.
Aunque es una creencia común el que todos los templos griegos tuvieran columnas que los rodean, no todos las tenían. A los templos sin columnas se les llama astilo y son de menor importancia. De aquí proviene la clasificación de los templos griegos.
El templo griego difiere de su equivalente romano en que la columnata forma con mayor frecuencia un peristilo alrededor de toda la estructura y no un mero porche en el frente, y también en que el griego no se eleva respecto al nivel del suelo sobre un alto podio, contando sólo con escalinatas en cada extremo (los estereóbatos). Los pilares son importantes en él porque sujetan el pesado techo de piedra.
A medida que los griegos se hicieron más adeptos a los edificios monumentales, los estilos arquitectónicos regionales cuajaron en lo que hoy conocemos como órdenes clásicos: dórico, jónico y corintio.
Templos griegos reconocidos
El Partenón, dedicado a Atenea, diosa de la sabiduría, es el templo griego más conocido. Sus fiestas se celebraban en él y a su alrededor cada año. El Partenón influyó fuertemente sobre la arquitectura romana. Después de que los romanos conquistasen Grecia, muchos turistas del país vencedor fueron a ver los templos griegos, y el Partenón pronto se convirtió en uno de los destinos turísticos más populares de Grecia. El Partenón es un típico templo griego octóstilo (fachada con ocho columnas).
También único era el templo de Apolo en Termón, del siglo VII a. C. que tenía en el frente cinco columnas, por lo que es llamado pentástilo. Pues salvo este templo, de los más antiguos estudiados, los templos griegos tenían un número par de columnas en la pronaos.
La mayoría de los templos griegos clásicos eran hexástilos (fachada con seis columnas). Otros ejemplos conocidos son:
- El grupo de Paestum, incluyendo el Templo de Hera (c. 550 a. C.), el Templo de Apolo (c. 450 a. C.), el primer Templo de Atenea («Basilica», c. 500 a. C.) y el segundo Templo de Hera (460-440 a. C.);
- El Templo de Afea, más tarde dedicado a Atenea en Egina (c. 495 a. C.);
- El templo E en Selinunte (465-450 a. C.), dedicado a Hera;
- El Templo de Zeus en Olimpia, actualmente en ruinas;
- El templo F o el llamado «Templo de la Concordia» en Agrigento (c. 430 a. C.), uno de los templos clásicos griegos mejor conservados, manteniendo casi todo el peristilo y el entablamento;
- El «templo inacabado» de Segesta (c. 430 a. C.);
- El Templo de Hefesto bajo la Acrópolis de Atenas, conocido mucho tiempo como «Templo de Teseo» (449-444 a. C.), el templo griego mejor conservado desde la antigüedad;
- El Templo de Poseidón en el cabo Sunión (c. 449 a. C.);
- El Templo de Apolo Epicurio en Basas (c. 450 a. C.).
A diferencia de los lugares de culto modernos, los templos griegos no se diseñaban para la adoración grupal sino más como dedicatoria para una deidad, lo que explica por qué la escultura que contenían estaba siempre en un lugar difícil de ver: se construían para complacer al dios, no a la gente.
Véase también
Enlaces externos
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- Dimensiones de los principales templos griegos hasta 480 a. C.
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