Hera

Hera
Para otros usos de este término, véase Hera (desambiguación).
La romana en mármol del original griego, siglo II (?).

Hera (en griego antiguo Ἥρα Hēra, o equivalentemente Ἥρη Hērē en jónico y griego homérico) legítima esposa de Zeus y una de las tres hermanas de Zeus en el panteón olímpico de la mitología griega clásica. Su principal función era como diosa de las mujeres y el matrimonio. Su equivalente en la mitología romana era Juno. Se le sacrificaban la vaca y más tarde el pavo real. Su madre era Rea y su padre Crono.

Se representa a Hera majestuosa y solemne, a menudo en el trono y coronada con el polos (una alta corona cilíndrica usada por varias de las Grandes Diosas), pudiendo llevar en su mano la granada, símbolo de la fértil sangre y la muerte, y sustituto de la cápsula narcótica de la amapola.[1] El investigador Walter Burkert escribió en Religión griega: «Sin embargo, hay registros de una representación anterior sin iconos, como una columna en Argos y una tabla en Samos.»[2]

Hera fue conocida por su naturaleza celosa y vengativa, principalmente contra las amantes y la descendencia de Zeus, pero también contra los mortales con los que se cruzaba, como Pelias. Paris, quien la ofendió al elegir a Afrodita como la diosa más bella, se ganó así su odio.

Contenido

Etimología

Afirma Burkert: «El nombre de Hera, la diosa del matrimonio, admite una variedad de etimologías mutuamente exclusivas; una posibilidad es relacionarlo con hora [ὡρα], ‘estación’, e interpretarlo como listo para el matrimonio.»[2] En una nota, registra los argumentos de otros investigadores «sobre el significado ‘Señora’ como femenino de Heros, ‘Señor’.» John Chadwick, un descifrador del lineal B, señala que «su nombre puede estar relacionado con hērōs [ἡρως], ‘héroe’, pero esto no es de ayuda, ya que también es etimológicamente obscuro.»[3] A. J. van Windekens[4] propone el significado ‘ternera’, que es consonante con su frecuente epíteto βοῶπις boôpis, ‘con ojos de vaca’. E-ra aparece en tablillas micénicas en lineal B.

Culto

Templo de Hera en Agrigento, Magna Grecia.

Hera puede haber sido la primera a quien los griegos dedicaron un santuario en un templo cerrado con techo, en Samos sobre el 800 a. C. Posteriormente fue reemplazado por el Hereo, uno de los mayores templos griegos de la historia. (Los altares griegos de la época clásica estaban frente a los templos, al aire libre.) Se construyeron muchos templos en ese lugar, por lo que las evidencias son confusas en cierta medida y las dataciones arqueológicas inciertas. Sabemos que el templo creado por el escultor y arquitecto Roico fue destruido entre 570 y el 560 a. C., siendo reemplazado por el templo de Polícrates entre el 540 y el 530 a. C. En uno de estos templos hubo un bosque de 155 columnas. Tampoco hay evidencias de losas en este templo, lo que sugiere que nunca fue finalizado o que estuvo abierto al aire.

Santuarios más antiguos, cuya dedicación es menos segura, eran del tipo micénico llamado «casas santuario».[5] Las excavaciones de Samos han descubierto ofrendas votivas, muchas de ellas de finales de los siglos VIII y VII a. C., revelando que Hera no fue simplemente una diosa griega local del Egeo: el museo de Samos contiene figuras de dioses, rogativos y otras ofrendas votivas procedentes de Armenia, Babilonia, Irán, Asiria y Egipto, testimonio de la reputación que este santuario de Hera disfrutó y de la gran afluencia de peregrinos. Comparado con esta poderosa diosa, que también poseyó el templo más antiguo de Olimpia y dos de los grandes templos de los siglos VI y V a. C. de Paestum, el Termagant de Homero y los mitos es una «figura casi cómica», según Burkert.[6]

Aunque el mayor y más antiguo templo independiente dedicado a Hera fue el Hereo de Samos, en el continente griego fue especialmente adorada, como ‘Hera Argiva’ (Hera Argeia), en su santuario situado entre las antiguas ciudades-estado micénicas de Argos y Micenas,[7] donde se celebraban en su honor unos festivales, las Hereas. «Tres son las ciudades que más quiero», declaraba la diosa celestial de ojos de buey:[8] «Argos, Esparta y Micenas, la de anchas calles.» Hubo también templos dedicados a Hera en Olimpia, Corinto, Tirinto, Peracora y la sagrada isla de Delos. En la Magna Grecia se construyeron dos templos dóricos a Hera en Paestum, sobre el 500 a. C. y el 450 a. C. Un de ellos, llamado durante mucho tiempo «Templo de Poseidón», fue identificado en los años 50 como un segundo templo de Hera.[9]

En Eubea se celebraba en ciclos de sesenta años el festival de la gran Daedala, consagrado a Hera.

La importancia de Hera en el período más arcaico queda atestiguada por el gran número de edificaciones erigidas en su honor. Los templos de Hera en los dos centros principales de su culto, el Hereo de Samos y el Hereo de Argos en la Argólida, fueron los primeros templos monumentales construidos por los griegos, en el siglo VIII a. C.

Importancia antigua de Hera

Tanto Hera como Deméter tenían muchos atributos característicos de la antigua Gran Diosa.[10] La diosa minoica representada en sellos y otros restos, a quien los griegos llamaban Potnia Theron, ‘Señora de los Animales’, muchos de cuyos atributos fueron luego también absorbidos por Artemisa, parece haber sido un tipo de diosa madre,[cita requerida] pues en algunas representaciones amamanta a los animales que tiene en brazos. A veces este papel delegado es tan claro como puede hacerlo una simple sustitución.[cita requerida] De acuerdo con el himno homérico III a Apolo Delio, Hera retuvo a Ilitía para evitar que Leto se pusiese de parto, pues el padre de los hijos que iba a tener, Artemisa y Apolo, era Zeus. Las demás diosas presentes en el parto en Delos enviaron a Iris a buscarla. En cuanto puso un pie en la isla empezó el divino nacimiento. En el mito del nacimiento de Heracles, es la propia Hera quien se sienta a la puerta, retrasando el parto de Heracles hasta que su protegido, Euristeo, nace primero.

El himno homérico a Apolo Pitio hace al monstruo Tifón descendiente de la Hera arcaica en su forma minoica, producido por sí misma, como una versión monstruosa de Hefesto, y nacido en una cueva de Cilicia.[11] Hera dio la criatura a Gea para que la criase.

En el Templo de Hera en Olimpia, la imagen de culto tradicional de Hera era más antigua que la imagen guerrera de Zeus que la acompañaba. Homero describía su delicada relación con Zeus en la Ilíada, en la que Hera declara a Zeus: «También yo soy una deidad, nuestro linaje es el mismo y el artero Crono engendróme la más venerable, por mi abolengo y por llevar el nombre de esposa tuya, de ti que reinas sobre los inmortales todos.»[8] Aunque Zeus es a menudo llamado Zeus Hereo, ‘Zeus [consorte] de Hera’, el tratamiento que Homero le dispensa es poco respetuoso, y en posteriores versiones anecdóticas de los mitos (ver más abajo) Hera aparecía dedicando la mayor parte de su tiempo a tramar venganzas contra las ninfas seducidas por su marido, pues defendía todas las antiguas reglas correctas de la sociedad y hermandad femenina helenas.

Matriarcado

Ha habido considerables investigaciones, desde las de Johann Jakob Bachofen a mediados del siglo XIX,[12] sobre la posibilidad de que Hera, cuya primitiva importancia en la religión griega está firmemente establecida, fuese originalmente la diosa de un pueblo matriarcal, presumiblemente habitantes de Grecia anteriores a los helenos. Desde este punto de vista, su función como diosa del matrimonio establecía el lazo patriarcal de su propia subordinación: su resistencia a las conquistas de Zeus se presenta como «celos» y forma el tema principal de las anécdotas literarias que recortaron su antiguo culto.[13]

En detrimento de esta teoría está sin embargo el hecho estadístico de que los matriarcados estrictos (esto es, una sociedad en la que las mujeres sean el único género con poder) no aparecen en culturas históricas o modernas.[14] [15]

La joven Hera

Hera fue más conocida como la diosa matrona, Hera Teleia, pero también presidía sobre los matrimonios. En los mitos y el culto, se conservan referencias fragmentarias y costumbres arcaicas del matrimonio sagrado de Hera y Zeus,[16] y en Platea había una escultura de Calímaco de Hera sentada como una novia, así como la Hera matrona de pie.[17]

Hera también fue adorada como virgen: había una tradición en Estinfalia (Arcadia) según la cual había un altar triple a Hera la Virgen, la Matrona y la Separada (Χήρη Chḗrē, ‘viuda’ o ‘divorciada’).[18] En la Argólida, el templo de Hera en Hermíone, cerca de Argos, estaba dedicado a Hera la Virgen;[19] y en la fuente de Canato, cerca de Nauplia, Hera renovaba su virginidad anualmente, en ritos de los que no se podía hablar (arrheton).[20]

Emblemas de la presencia de Hera

Copia romana de una Hera griega del siglo V del tipo «Hera Barberini» (Museo Chiaramonti).

En la imaginería helenística, la carreta de Hera era tirada por pavos reales, pájaros desconocidos para los griegos antes de las conquistas de Alejandro Magno, cuyo tutor, Aristóteles, alude a ellos como «pájaros persas». El motivo del pavo real resurgió en la iconografía renacentista que unificó a Hera y Juno, y en la que se centraron los pintores europeos.[21] Un pájaro que había sido asociado con Hera en un nivel arcaico, donde la mayoría de las diosas egeas estaban relacionadas con «su» pájaro, era el cuco, que aparece en fragmentos mitológicos acerca del primer cortejo de una virginal Hera por parte de Zeus.

Su asociación arcaica era principalmente con el ganado, como una Diosa Vaca que fue especialmente venerada en la «rica en ganado» Eubea. En Chipre, se han hallado yacimientos arqueológicos muy antiguos conteniendo cráneos de toro que fueron adaptados para ser usados como máscaras (véase «toro sagrado»). Su familiar epíteto homérico βοῶπις boôpis se traduce siempre como ‘con ojos de vaca’, pues, como los griegos clásicos, rechazamos su otra traducción natural como ‘con cara de vaca’ o al menos ‘de aspecto vacuno’. Una Hera con cabeza de vaca, como un Minotauro, estaría reñida con la imagen maternal del periodo clásico posterior. A este respecto, Hera tiene cierto parecido a la antigua deidad egipcia Hathor, una diosa maternal relacionada con el ganado.

La granada, un antiguo emblema de la Gran Diosa, permaneció como símbolo de Hera: muchas de las granadas votivas y cápsulas de amapola recuperadas en Samos están hechas de marfil, que sobrevive al enterramiento mejor que la madera, de las que debieron estar hechas las más comunes. Como todas las diosas, Hera puede ser representada llevando una diadema y un velo.

Epítetos

Hera ostentó diversos epítetos en la tradición mitológica, incluyendo:

  • Αἰγοφάγος Aigophágos, ‘comedora de cabras’ (entre los lacedemonios);[22]
  • Ἀκραῖα Akráia, ‘de las alturas’;[23]
  • Αλέξανδρος Aléxandros, ‘la que salva al guerrero’ (como fue adorada en Sición);[24] [25]
  • Ἀμμωνία Ammonia;
  • Ἀργεία Argéia, ‘de Argos’;
  • Βασίλεια Basíleia, ‘reina’;
  • Βουναία Bounáia, ‘del túmulo’ (en Corinto);[26] [27]
  • Βοῶπις Boṓpis, ‘con ojos de vaca’ o ‘con cara de vaca’;
  • Λευκώλενος Leukṓlenos, ‘la de brazos blancos’;
  • Παῖς Pais, ‘niña’ (en su papel de virgen);
  • Παρθένος Parthénos, ‘virgen’;
  • Τελεία Teléia (como diosa del matrimonio);
  • Χήρη Chḗrē, ‘viuda’;
  • Χρυσόθρονος chrysothronos, ‘la del trono dorado’.

Hera, sus hijos y sus amoríos

Hera preside sobre los correctos preparativos del matrimonio y es el arquetipo de la unión en el lecho nupcial, pero no destaca como madre. Los legítimos descendientes de su unión con Zeus son Ares (dios de la guerra), Hebe (diosa de la juventud), Eris (diosa de la discordia) e Ilitía (diosa de los partos). Enio, una diosa de la guerra responsable de la destrucción de las ciudades y ayudante de Ares, también es mencionada como hija de Zeus y Hera, aunque Homero la equipara con Eris. Hera estaba celosa de que Zeus alumbrase a Atenea sin recurrir a ella (en realidad con Metis), así que engendró a Hefesto sin él. Hera estuvo entonces disgustada con la fealdad de Hefesto y lo expulsó del Olimpo. En una versión alternativa, Hera engendró sola a todos los hijos normalmente atribuidos a su unión con Zeus, golpeando su mano contra el suelo, un acto solemne para los griegos.

Hefesto se vengó de Hera por haberle rechazado haciendo un trono mágico para ella que, cuando se sentó, no le dejaba levantarse de él. Los demás dioses rogaron a Hefesto que volviese al Olimpo para liberarla pero este se negó repetidamente. Dioniso le emborrachó y le llevó de vuelta al Olimpo a lomos de una mula. Hefesto liberó a Hera tras recibir a Afrodita por esposa.[28]

Hera, la enemiga de Heracles

Hera fue la madrastra y enemiga de Heracles, quien fue llamado ‘gloria de Hera’[29] en su honor. Heracles es el héroe que, más incluso que Perseo, Cadmo o Teseo, introdujo los hábitos olímpicos en Grecia.[1] Cuando Alcmena estaba embarazada de Heracles, Hera intentó evitar que este naciera atando las piernas de Alcmena en nudos. Sus planes fueron frustrados por Galantis, la sierva de Alcmena, quien dijo a Hera que ya había traído el niño al mundo. Hera la transformó en una comadreja.

Heracles estrangulando las serpientes enviadas por Hera, stamnos ática de figuras rojas, c. 480–470 a. C. De Vulci, Etruria.

Cuando Heracles era aún un infante, Hera envió dos serpientes para matarlo mientras dormía en su cuna. Heracles estranguló una serpiente con cada mano y su niñera le halló divirtiéndose con sus cuerpos flácidos como si fueran juguetes. Esta anécdota[30] parte de una representación del héroe asiendo una serpiente en cada mano, justo como las familiares diosas minoicas habían hecho alguna vez. «La imagen de un niño divino entre dos serpientes puede haber sido muy familiar para los tebanos, que adoraban a los Cabiros, aunque no era representada como una primera hazaña de un héroe.»[31] Más tarde volvió a las amazonas contra él cuando estaba en una de sus tareas.

Un relato[32] del origen de la Vía Láctea cuenta que Zeus había engañado a Hera para que amamantase al infante Heracles. Al descubrir quién era este, lo retiró de su pecho, y un chorro de su leche formó la mancha que cruza el cielo. A diferencia de los griegos, los etruscos representaban a un Heracles adulto y barbudo al pecho de Hera, lo que puede aludir a su adopción por ella cuando Heracles se volvió inmortal. Heracles le había herido antes gravemente en el pecho.

Hera encargó a Heracles trabajar para el rey Euristeo de Micenas. Intentó hacer casi todos los doce trabajos de Heracles más difíciles de lo que ya eran.

Cuando Heracles luchó con la hidra de Lerna, envió un cangrejo para que le picase los pies con la esperanza de distraerle. Cuando Heracles robó el ganado de Gerión, hirió a Hera en el pecho derecho con una flecha de tres puntas: la herida era incurable y dejó a Hera un dolor constante, como Dione le cuenta a Afrodita en la Ilíada.[33] Luego, Hera envió un tábano para picar a las reses, irritarlas y dispersarlas. Hera provocó entonces una inundación que elevó el nivel de un río tanto que Heracles no podía vadearlo con el ganado. Heracles apiló piedras en el río para hacer el agua menos profunda. Cuando logró llegar a la corte de Euristeo, el ganado fue sacrificado a Hera.

Euristeo también quería sacrificar el toro de Creta a Hera, quien rehusó el sacrificio porque reflejaba la gloria de este. El toro fue liberado y vagó hasta Maratón, pasando a ser conocido como el toro de Maratón.

Algunos mitos sostienen que al final Hera se hizo amiga de Heracles por salvarla de Porfirión, un gigante que intentó violarla durante la Gigantomaquia, y que incluso le dio a su hija Hebe como prometida. Cualquiera que fuese el mito fabricado para explicar una representación arcaica de Heracles como ‘hombre de Hera’, se consideró adecuado para los constructores del Hereo en Paestum, que representaron las hazañas de Heracles en bajorrelieves.[34]

Los celos de Hera

Eco

Según la reelaboración urbana del mito en Las metamorfosis de Ovidio,[35] durante mucho tiempo una ninfa llamada Eco tuvo el trabajo de distraer a Hera de las aventuras de Zeus hablándole incesantemente. Cuando Hera descubrió el engaño, maldijo a Eco a pronunciar sólo las palabras de los demás (de ahí nuestra palabra moderna «eco»).

Leto, Artemisa y Apolo

Cuando Hera descubrió que Leto estaba embarazada y que su marido, Zeus, era el padre, prohibió que Leto diera a luz en terra firma, es decir, el continente o cualquier isla del mar. Leto encontró la isla flotante de Delos, que no era el continente ni una isla real, y allí pudo dar a luz. Como gesto de gratitud, Delos fue sujetada con cuatro pilares. Más tarde la isla fue santificada a Apolo. Alternativamente, Hera secuestró a Ilitía, la diosa de los partos, para evitar que Leto diese a luz. Los demás dioses obligaron a Hera a dejarla ir. De cualquier forma, primero nació Artemisa y ésta ayudó a nacer a Apolo. Algunas versiones dicen que Artemisa ayudó a su madre a dar a luz a Apolo durante nueve días. Otra variante afirma que Artemisa nació un día antes que Apolo, en la isla de Ortigia, y que ayudó a Leto a cruzar el mar hasta Delos el día siguiente para dar a luz a Apolo.[36]

En otra versión, se afirmaba que Hera había enviado a Pitón en persecución de Leto. El viento Aquilón llevó a Leto hasta donde se encontraba Poseidón, que la salvó y cubrió la isla de Ortigia con sus olas mientras Leto daba a luz a Apolo y Artemisa. Más tarde la isla de Ortigia fue llamada Delos y Apolo mató a la serpiente Pitón para vengar los sufrimientos de su madre.[37]

Sémele y Dioniso

Cuando Hera supo que Sémele, hija del rey Cadmo de Tebas, estaba embarazada de Zeus, se disfrazó como su niñera y la persuadió para que le pidiese a Zeus que se mostrase en su auténtica forma. Cuando este se vio obligado a hacerlo, sus rayos y truenos la mataron. Zeus tomó al niño y completó su gestación cosiéndolo a su propio muslo. Otra versión es que Hera convenció a Sémele para obligar a Zeus a mostrarse en su forma real. Desafortunadamente, debía hacer lo que la princesa quería, al haber jurado por Estigia.[38] En otra versión, Dioniso era originalmente el hijo de Zeus con Deméter o Perséfone. Hera envió a sus Titanes a despedazar al niño, de donde fue llamado Zagreo (‘descuartizado’). Zeus, o según la fuente Atenea, Rea o Deméter, rescató el corazón de Dioniso.[39] Zeus usó el corazón para recrear a Dioniso e implantarlo en el vientre de Sémele, de ahí que conocido como «el nacido dos veces». Ciertas versiones insinúan que Zeus le dio a comer el corazón a Sémele para embarazarla.

Véase también el nacimiento de Dioniso para otras variantes de este mito.

Ío

Júpiter e Ío, por Giovanni Ambrogio Figino. El dios convierte a Ío en una ternera, pero eso no la salvará de la furia de Hera

Hera estuvo a punto de sorprender a Zeus con su amante la princesa argiva Ío, lo que este logró evitar convirtiéndola en una hermosa ternera blanca. Sin embargo Hera sospechó el engaño y pidió a Zeus que le diese la ternera como un regalo, a lo que este no pudo negarse.

Cuando Hera recibió a Ío, la dejó a cargo de Argos Panoptes para mantenerla apartada de Zeus. Este ordenó entonces a Hermes a matar a Argos, quien disfrazado de pastor logró que todos los cien ojos de Argos cayesen dormidos con historias aburridas, y entonces lo mató de una pedrada, rescatando así a Ío. En la interpolación de Ovidio, cuando Hera supo de la muerte de Argos, tomó sus ojos y los puso en el plumaje del pavo real, lo que explica los dibujos de su cola.[40] Hera envió entonces un tábano[41] para que la picase, obligándola a vagar sin rumbo por el mundo con forma de vaca. Finalmente Ío llegó a los confines del mundo, que los romanos creían que era Egipto, donde se convirtió en sacerdotisa de la diosa egipcia Isis.

Lamia

Lamia era una reina de Libia a quien Zeus amaba. Hera la transformó en un monstruo y mató a sus hijos. O, alternativamente, mató a sus hijos y fue el dolor lo que la convirtió en dicho monstruo. Lamia fue maldecida con la incapacidad de cerrar sus ojos, de forma que siempre estuviese obsesionada con la imagen de sus hijos muertos. Zeus le concedió el don de poder sacarse los ojos para descansar, y luego volver a ponérselos. Lamia sentía envidia de otras madres y devoraba a sus hijos.

Otras historias involucrando a Hera

Hera y Prometeo, tondo de un plato del siglo V de Vulci (Etruria).

Gerana

Gerana era una reina de los pigmeos que alardeaba de ser más bella que Hera. La iracunda diosa la transformó en grulla y decretó que los descendientes de este pájaro estarían eternamente en guerra con el pueblo pigmeo.

Cidipe

Cidipe, una sacerdotisa de Hera, iba de camino a un festival en honor de la diosa. Los bueyes que tiraban de su carro iban retrasados y sus hijos, Bitón y Cleobis, tiraron del carro el camino completo (45 estadios, 8 km). Cidipe quedó impresionada con la devoción hacia ella y su diosa y pidió a Hera que concediera a los niños el mejor regalo que un dios pudiera dar a una persona. Hera ordenó que los hermanos morirían cuando estuviesen dormidos.

Este honor concedido a los niños fue más tarde usado por Solón como prueba cuando trataba de convencer a Creso de que es imposible juzgar la felicidad de una persona hasta que haya muerto tras una vida gozosa.[42]

Tiresias

Tiresias era un sacerdote de Zeus que, de joven, encontró dos serpientes apareándose y las golpeó con un palo. Entonces fue transformado en una mujer. Como mujer, Tiresias se convirtió en sacerdotisa de Hera, se casó y tuvo hijos, incluyendo a Manto. Tras siete años como mujer, Tiresias volvió a encontrar dos serpientes apareándose, las golpeó con su bastón y se convirtió en hombre de nuevo. Zeus y Hera le pidieron que dicidiese la cuestión de con qué sexo, masculino o femenino, experimentaba más placer en sus relaciones sexuales. Zeus afirmaba que era como mujer, y Hera decía que como hombre. Cuando Tiresias estuvo de acuerdo en Zeus, afirmando que la mujer recibe nueve décimos del placer, Hera le cegó. Como Zeus no podía deshacer esta maldición, concedió a Tiresias el don de la profecía. Una versión alternativa y menos conocida de la historia cuenta que Tiresias fue cegado por Atenea tras encontrársela bañándose desnuda. Su madre, Cariclo, rogó a la diosa que deshiciera su maldición, pero Atenea no podía hacerlo y a cambio le concedió el don de la profecía.

Engaño de Zeus

Artículo principal: Engaño de Zeus

Hera, junto con varios de los olímpicos (Apolo, Atenea, Poseidón) intentaron una vez destronar a Zeus y adueñarse del Olimpo. Para eso encadenaron a Zeus a su lecho y alejaron de él su rayo. Mientras discutían quién gobernaría el Olimpo, el centímano Briareo liberó a Zeus, y el dios castigó a los usurpadores. Como castigo ejemplar, colgó a Hera desde el cielo, con sus brazos encadenados a argollas de oro y un yunque atado a cada pie. Los gritos lastimeros de Hera terminaron ablandando el corazón de Zeus, quien la liberó posteriormente.

La Ilíada

Según la Ilíada, durante la Guerra de Troya Diomedes luchó con Héctor y vio a Ares luchando en el bando troyano. Diómedes pidió a sus soldados que se retirasen lentamente. Hera, la madre de Ares, vio la injerencia de este y pidió permiso a Zeus, su padre, para alejar a Ares del campo de batalla. Hera animó a Diómedes a atacar a Ares y este arrojó su lanza contra el dios. Atenea guio la lanza hasta el cuerpo de Ares, quien rugió de dolor y huyó al monte Olimpo, lo que obligó a los troyanos a retirarse.

El vellocino de oro

Hera odiaba a Pelias por haber asesinado a Sidero, su madrastra, en un templo consagrado a ella. Convenció a Jasón y Medea para que lo matasen. El vellocino de oro era el objeto que Jasón necesitaba para liberar a su madre.

Las metamorfosis

En Tracia, Hera y Zeus convirtieron al rey Hemo y la reina Ródope en montañas,[43] los Balcanes y las montañas Ródope respectivamente, por su hibris al compararse con los propios dioses.

Véase también

Notas

  1. a b Ruck y Staples (1994).
  2. a b Burkert (1985) iii.2.2 (p. 131).
  3. Chadwick (1976) p. 87.
  4. A. J. van Windekens, Glotta 36 (1958) pp. 309–11.
  5. Nilsson, Martin Persson (1950). «House Sanctuaries». The Minoan-Mycenaean Religion and Its Survival in Greek Religion. Lund. pp. 77–116. 
    Catling, H. W. (1989). «A Late Bronze Age House- or Sanctuary-Model from the Menelaion, Sparta». BSA 84:  pp. 171–5. 
  6. Burkert (1998) p. 132.
  7. Su nombre aparece, junto a Zeus y Hermes, en una inscripción en lineal B (Tn 316) en Pilos (Micenas). Chadwick (1976) p. 89.
  8. a b Homero, Ilíada iv.50–67.
  9. Sestieri, P. C. (1960). Paestum, the City, the Prehistoric Acropolis in Contrada Gaudo, and the Heraion at the Mouth of the Sele. Roma. pp. 11 y sig.  «Es extraño que no hubiese un templo dedicado a Poseidón en una ciudad bautizada en su honor (Paestrum fue llamada originalmente Posidonia). Quizás hubiera uno en Sele, el asentamiento que precedió a Paestum», sugirió Sarantis Symeonoglou. (Symeonoglou, Sarantis (primavera de 1985). «The Doric Temples of Paestum». Journal of Aesthetic Education 19 (1):  p. 50. )
  10. «Las diosas del politeísmo griego, tan diferentes y complementarias, son sin embargo consistentemente similares en una etapa primitiva, con una u otra simplemente volviéndose dominante en un santuario o ciudad. Cada una es la Gran Diosa que preside una sociedad masculina; cada una es representada en su atuendo como Señora de las Bestias, y Señora del Sacrificio, incluso Hera y Deméter.» Burkert, Walter (1972). Homo necans: interpretationen altgriechischer Opferriten und Mythen. Berlín, Nueva York: De Gruyter. pp. 79 y sig. ISBN 9783110038750. 
  11. Homero, Ilíada ii.781–3.
  12. Bachofen, Johann Jakob (1861). Das Mutterrecht. Eine Untersuchung ub̈er die Gynaikokratie der alten Welt nach ihrer religiösen und rechtlichen Natur. Stuttgart: Krais & Hoffman. OCLC 16017530.  Traducida como ‘Derecho materno: una investigación del carácter religioso y jurídico del matriarcado en el mundo antiguo’, fue la semilla de la obra de Jane Ellen Harrison y otros estudiosos de los mitos griegos.
  13. Slater (1968).
  14. Goldberg, Steven (1973). The Inevitability of Patriarchy. William Morrow & Company. 
  15. Bamberger, Joan; The Myth of Matriarchy: Why Men Rule in Primitive Society, en Rosaldo, M.; Lamphere, L. (1974). Women, Culture, and Society. Stanford: Stanford University Press. pp. 263–80. 
  16. Farnell (1896), i.191.
  17. Pausanias (ix.2.7–3.3) explica esto contando el mito de las Dédalas.
  18. Farnell, i.194, citando a Pausanias viii.22.2. Píndaro (Olímpicas vi.88) alude a los «elogios de Hera Partenia» (‘virginal’).
  19. Casson, S. (1920). «Hera of Kanathos and the Ludovisi Throne». The Journal of Hellenic Studies 40 (2):  pp. 137–42.  Citando a Esteban de Bizancio, s. v. Ernaion.
  20. Pausanias ii.38.2–3.
  21. Seznec (1953).
  22. Pausanias iii.15.7.
  23. Clauss, James Joseph; Johnston, Sarah Iles (1997). Medea: Essays on Medea in myth, literature, philosophy, and art. p. 46. http://books.google.ca/books?id=480Wd8G6LPYC&pg=PA46. 
  24. Smith, W., ed. (1867), «Alexander», A Dictionary of Greek and Roman biography and mythology, Boston: Little, Brown & Co., i.110, OCLC 68763679 .
  25. Lewis, Richard Farnell (1896). The Cults of the Greek States. Oxford: The Clarendon Press. p. 197. http://books.google.com/books?id=LD876SQgGkIC. 
  26. Liddell, H. G.; Scott, R. (1940), «βουναία», A Greek-English Lexicon, Oxford: Clarendon Press, http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.04.0057:entry%3Dbounai/a 
  27. Schliemann, Heinrich (1881). Ilios: The city and country of the Trojans. p. 284. http://books.google.es/books?id=yj4TAAAAYAAJ&pg=PA284. 
  28. El regreso de Hefesto al Olimpo a lomos de una mula acompañado por Dioniso fue un tema de los pintores de vasijas áticos, cuya mercancía era favorecida por los etruscos. El regreso de Hefesto fue pintado sobre la tumba etrusca en la Grotta Campana cerca de Veii. (Identificado por Peterson; el «famoso tema» fue puesto en duda en este caso por Harmon, A. M. (enero–marzo de 1912). «The Paintings of the Grotta Campana». American Journal of Archaeology 16 (1):  pp. 1–10. )
  29. Pauly-Wissowa, Realencyclopädie der Classischen Altertumswissenschaft, s. v. Hera.
  30. Recogida en Apolonio de Rodas, Argonáuticas i.855; Píndaro, Píticas iv.253.
  31. Kerényi (1959) p. 134.
  32. Higino, Astronomía poética ii.43; Eratóstenes, Catasterismos 44; Aquiles Tacio, Introducción a Arato.
  33. Homero, Ilíada v.390.
  34. Kerényi (1959) p. 131.
  35. Ovidio, Las metamorfosis iii.341–401.
  36. Leto «alcanzó finalmente Delos y dio a luz a Artemisa, que entonces le ayudó a parir a Apolo. Artemisa se convirtió en una cazadora experta y permaneció virgen.» (Apolodoro, Biblioteca i.21.)
  37. Higino, Fábulas 140.
  38. Hamilton, Edith (1969). Mythology.
  39. Seyffert (1894).
  40. Ovidio, Las metamorfosis i.624 y sig., ii.531.
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Bibliografía

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