Juegos fúnebres

Los juegos conocidos como juegos fúnebres pertenecían éntrelos antiguos a los funerales o formaban parte de ellos y solían consistir en combates de gladiadores.

Esta costumbre bárbara era muy antigua pero no se observó siempre del mismo modo. En un principio, se degollaba a los esclavos o los cautivos al pie de una pira o de la tumba de aquél que se quería honrar y en obsequio del cual se desarrollaban los juegos como víctimas expiatorias y para aplicar sus manes.

Vemos en la Ilíada que Aquiles hizo celebrar juegos fúnebres en los funerales de Fatroclo. Eneas hizo otro tanto con los de Palas hijo de Evandro y en honor de su padre Anquises. César en sus comentarios de la guerra contra los galos refiere que éstos observaban esta costumbre. Andando el tiempo se introdujo la costumbre de hacer combatir a las víctimas entre sí con el objeto de que pudiesen defenderse y salvar algunos la vida.

Los juegos fúnebres pasaron de los griegos a los romanos entre los cuales se llamó munus, es decir, presente u obsequio. El primero que lo introdujo en Roma fue Junio Bruto en obsequio de su padre o según otros, Apio Claudio y Marco Fulvio durante su consulado.

Los magistrados y los particulares celebraban en ciertas ocasiones juegos fúnebres y en algunas ocasiones formaban parte de ciertas obras teatrales. El emperador Claudio mandó que se celebraran estos juegos en días fijos a expensas del Estado y que los ediles cuidaran de ellos pero poco tiempo después los abolió. Teodorico rey de los godos fue el que los abolió definitivamente en el siglo V.

Además de estos juegos se celebraban otros juegos o combates que no terminaban con la muerte. El pueblo asistía en ellos con trajes de luto y el funeral era seguido de un gran banquete en que los invitados se presentaban con trajes blancos.

Después de la caída del imperio y en la Edad Media reemplazaron a estos juegos otros que se resentían también del carácter de aquella edad en que los caballeros y paladines se adiestraban en varios ejercicios de la guerra representando diferentes simulacros. En ellos era donde hacían ostentación de su fuerza, de su agilidad y de su ingenio y en los que daban prueba de su amor y cortesía a sus damas que solían ser a veces, jueces de aquellas lides.

Referencias

Enciclopedia moderna: diccionario universal. Tomo III. Francisco de P. Mellado. 1851