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Batalla de Sluys
Batalla Naval de Sluys Parte de la Guerra de los Cien Años
Una miniatura de la batalla de las Crónicas de Jean Froissart.Fecha 24 de junio de 1340 Lugar Sluys, Países Bajos Resultado Victoria inglesa Beligerantes Inglaterra Francia Comandantes Eduardo III de Inglaterra Almirante Hugo Quiéret y condestable Nicolás Béhuchet Fuerzas en combate 250 buques 190 buques Bajas Desconocidas 20.000 muertos Batalla de Cadzand – Canal de la Mancha - Batalla de Sluys – Batalla de Saint-Omer – Batalla de Morlaix - Batalla de Auberoche – Batalla de Caen (1346) – Batalla de Blanchetaque – Batalla de Crécy – Sitio de Calais – Batalla de Neville's Cross – Batalla de Winchelsea – Batalla de Poitiers (1356)
La batalla naval de Sluys (24 de junio de 1340) fue el primer gran enfrentamiento armado entre ingleses y franceses en el marco de la interminable Guerra de los Cien Años. En ella, Inglaterra se adjudicó una primera e importante victoria bajo el mando del rey Eduardo IIIContenido
Origen del conflicto
Isabel de Inglaterra, hija de Felipe IV de Francia, era la madre del rey Eduardo III de Inglaterra y pertenecía a la dinastía Capeto. Por este motivo, el joven monarca de 16 años sostenía que le asistía el derecho sucesorio sobre el trono francés, ya que Felipe y sus tres hijos varones habían muerto sin descendencia. La corona francesa, en su teoría, debía pasar a su madre Isabel y luego a él mismo.
Los franceses no estaban de acuerdo: entregaron el trono a la familia Valois y evitaron que Inglaterra se adueñara de Francia por un accidente de la naturaleza.
Cuando el nuevo rey Felipe VI se anexionó Gascuña, Eduardo reclamó el reino de Francia y, ante la lógica negativa del rey galo, le declaró la guerra.
Comandos y elección del sitio
Sluys fue una de las dos únicas batallas que Eduardo III comandó en persona (la otra fue la de L'Espagnols-sur-Mer). La elección del sitio del ataque no fue fácil para el rey inglés: necesitaba una rada o caleta protegida, de boca amplia y lo suficientemente grande como para alojar la enorme flota que él planeaba llevar allí. El lugar elegido fue la bahía de L´Écluse (en francés; Sluys o Sluis en flamenco), un brazo de mar ubicado entre la costa de Flandes Occidental y la región holandesa de Zelanda.
Felipe VI estaba sobre aviso de que Eduardo III planeaba una gran invasión. Es posible que haya interceptado una carta del rey a su hijo Eduardo, Príncipe de Gales, llamado el Príncipe Negro por el color con que había pintado su armadura para facilitar a sus hombres individualizarlo y seguirlo en los combates. En ella, el rey afirma haber reunido una flota ofensiva de 200 buques. El francés hizo lo propio y puso la suya a las órdenes del almirante Hugo Quiéret y del abogado Nicolás Béhucet, tesorero de la corona. Parte importante de la flota francesa estaba formada por galeras genovesas al mando del italiano Egidio Boccanegra (el celebérrimo Barbanegra). La mayor parte de las tropas genovesas estaba formada por arqueros expertos, asistidos por numerosos ballesteros picardos.
Paridad de fuerzas
Si bien la dimensión de la flota inglesa está comprobada por la carta citada, algunos historiadores siguen discutiendo su monto. Muchos afirman que la flota de Eduardo era muy inferior en número, aunque se sabe con certeza que al zarpar el 22 de junio del puerto inglés de Orwell, en la desembocadura del Támesis, contaba como mínimo con 200 naves. En la costa belga de Flandes la esperaba el almirante del Mar del Norte, sir Robert Morley, con 50 navíos más por lo menos.
Iban a bordo de la flota inglesa más de 40.000 hombres entre marineros y soldados.
No todos los buques ingleses eran de guerra: había entre ellos muchos transportes de buena calidad, destinados a llevar a cierto número de damas inglesas, especialmente condesas, baronesas y numerosas esposas de los caballeros que se disponían a entrar en combate y que estaban a bordo de los buques de la flota. Fuentes inglesas denotan que Eduardo puso al cuidado de ellas a un cuerpo especial de 300 guerreros y 600 arqueros ingleses. Sin embargo, una de estas mujeres (una dama de honor de la reina) lamentablemente murió en la refriega que siguió.
La preparación para la batalla
La flota inglesa ancló en Blankenberge por la tarde del 23 de junio de 1340, y el rey envió una pequeña fuerza con intenciones de hacer un prolijo reconocimiento. Los espías reportaron al rey que dentro de la bahía habían tantos barcos que sus mástiles "semejaban un interminable bosque".
Entre los buques franceses, el capitán de la flota inglesa pudo señalarle a Eduardo multitud de buques normandos, varios de los cuales habían arrasado el puerto inglés de Southampton y capturado la anterior nave capitana inglesa, la "Christopher". El monarca manifestó que "durante mucho tiempo he deseado volver a encontrarme con ellos; ahora, si a Dios place y a San Jorge, lucharemos. En verdad me han hecho enorme daño, y, si fuera posible, trataré de vengarme de ellos".
Mientras esto sucedía, el genovés Boccanegra aconsejó a los capitanes franceses hacerse a la mar para evitar verse atrapados dentro de la bahía. Sin embargo, Béhucet, que ostentaba el rango de condestable y era en consecuencia el militar de más alto rango de la fuerza francesa, desestimó esta opinión y se rehusó a levar anclas. Es posible que su intención haya sido conservar y defender esa zona de la costa para proteger el camino real entre París y Brujas que pasaba por allí.
Los buques franceses se colocaron en la posición normal de las batallas navales de la Edad Media: formados en tres o cuatro líneas paralelas, estando cada buque atado con maromas a los vecinos de ambos lados. Las naves de mayor porte se ubicaron en la vanguardia, a fin de proteger a las más pequeñas que quedaban detrás.
Llegan los ingleses y comienza el combate
Eduardo entró con su flota en la bahía en la mañana del día 24, y de inmediato ordenó maniobrar para colocar sus buques a barlovento, formados en solo dos líneas. Una vez que estuvo en posición, hizo arriar las velas para que el sol —que estaba a sus espaldas— deslumbrara a los enemigos, y ordenó atacar.
El primer movimiento de los ingleses fue recuperar la "Christopher", tomada por los franceses un año antes. El buque se comportaba como insignia de la flota enemiga, por lo que, al ver el estandarte de Eduardo III, se dirigió de inmediato contra él. La nave fue recuperada en poco tiempo, y los soldados franceses que la tripulaban, masacrados. Eduardo hizo transbordar a la "Christopher" su cuerpo de trompeteros, y la lucha comenzó al ritmo de aires militares.
La primera línea inglesa hizo de vanguardia, atacando a su similar francesa, mientras que la segunda se escindió en dos secciones, que aparentemente flanquearon a la segunda y tercera líneas enemigas. Al igual que los franceses, Eduardo puso a los buques más poderosos al frente, haciendo que los arqueros treparan a las velas para tener una línea de fuego despejada y una mejor visión de las cubiertas enemigas. Entre cada dos naves de guerra se colocó un transporte de tropas lleno de hombres de armas. El resto de los arqueros quedaron en buques de retaguardia en calidad de reserva.
La batalla degeneró de inmediato (en consonancia con su época) en una sucesión de abordajes mutuos, que conllevaban salvajes batallas campales cuerpo a cuerpo sobre las cubiertas de los navíos.
La lucha fue feroz y la violencia, enorme. Sin embargo, Eduardo afirma en la carta antedicha que el enemigo "se defendió con nobleza durante todo ese día (el 24) y toda la noche siguiente".
Concluye la batalla
Aunque los flamencos eran, supuestamente, aliados de los ingleses, no existe mención documental alguna que permita afirmar que colaboraron en la batalla. Por consiguiente, el peso de la lucha cayó exclusivamente sobre los hombros del rey. El soberano afirma que no lo auxiliaron porque no pudieron llegar; los cronistas franceses dicen, en cambio, que se le unieron al anochecer del día de la batalla, con el combate en su punto álgido.
Según los ingleses, su rey se enfrentó sobre la cubierta de un buque con el comandante francés Nicolás Béhucet y resultó herido. Aunque esto sea probable (como queda dicho, un buque insignia acostumbraba a enfrentarse con su homólogo enemigo), no hay testimonios sobre tal suceso provenientes del otro bando.
La batalla terminó con la destrucción total de la flota francesa y un escalofriante recuento de víctimas. Según los comentarios de los testigos anglosajones, el número de bajas enemigas osciló entre 20.000 y 30.000 muertos. Las fuentes inglesas señalan que Hugo Quiéret murió en combate, mientras que Béhucet fue colgado del palo mayor por orden de Eduardo. El corsario italiano Boccanegra consiguió escapar a mar abierto, llevándose consigo un enorme botín: dos buques ingleses capturados, cargados de tesoros.
Con la situación dominada, Eduardo ordenó que gran cantidad de tropas desembarcaran para la caza y exterminio de los sobrevivientes franceses. Luego de la persecución, apenas unas decenas de normandos escaparon con vida.
Consecuencias
Después de la victoria, los buques ingleses permanecieron anclados durante varios días, lo que parece sugerir que los daños fueron mucho mayores de lo que dan a entender las fuentes inglesas, que manifiestan que la enorme destrucción del enemigo se logró a muy bajo costo material y con muy pocas bajas propias.
La destrucción prácticamente total de las fuerzas francesas en Sluys sirvió para que los ingleses lograran a continuación dos relevantes victorias, aprovechando la debilidad militar de los franceses: Crecy (1346) y Poitiers (1356). Tras esta batalla, y capturado el rey francés con toda su corte, Francia se vio obligada a firmar el para ella desastroso Tratado de Berigio (1360), que cedía a Eduardo todas las tierras que exigía excepto el ducado de Normandía.
Otra importante consecuencia de Sluys fue que los generales y almirantes franceses aprendieron a copiar la táctica de Eduardo, y contraatacaron sobre la costa inglesa con métodos similares. Desde 1360 en adelante, y por lo menos hasta 1401, las flotas francesas asolaron la costa meridional inglesa, provocando ingentes daños materiales e innumerables bajas, en especial entre la población civil.
Referencias
- Dunan, Marcel; Mosca, Roberto; et. al (dir): Historia Universal, Tº II, Noguer, Rizzolli, Larousse. Ed. Cast.: ANESA, Barcelona, 1974. ISBN 84-279-6646-6.
- Keen, Maurice: Historia de la guerra en la Edad Media, Machado, Madrid, 2005. ISBN 84-7774-239-1.
- Townson, Duncan: Breve historia de Inglaterra, Alianza, Madrid, 2004. ISBN 84-206-5814-6.
Véase también
- Guerra de los Cien Años
- Batalla de Crécy
- Combate de los Treinta
- Batalla de Poitiers
- Sluys
- Eduardo III de Inglaterra
- Felipe VI de Francia
- El Príncipe Negro
- Egidio Boccanegra
Enlaces externos
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