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Carmen Romero Rubio
María Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio y Castelló (Tula, Tamaulipas, 20 de enero de 1864 –Ciudad de México, 25 de junio de 1944). Segunda esposa del presidente de México, Porfirio Díaz. Se le conoció como “Carmelita”, su nombre en diminutivo.
Contenido
Juventud
La señorita Carmen Romero Rubio había nacido un 20 de enero de 1864 en Tula, Tamaulipas, procedente de una familia de abolengo y riqueza. Fueron sus padres Manuel Romero Rubio, abogado lerdista, y Agustina Castelló. Carmelita hablaba varios idiomas (frances e inglés), dominaba la música y el canto y realizaba bordados. Sus padres instruyeron con esmero a doña Carmelita e inculcaron en ella exquisitos modales. Vivió a lado se sus dos hermanas inseparables, Sofía (Chofa) y Maria Luisa (Huicha).
Matrimonio
Don Porfirio conoció a Carmelita en una recepción en la embajada estadounidense. Se acordó que ella le enseñaría a hablar inglés y fue ahí donde el oaxaqueño quedó perdidamente enamorado de ella y comenzó a cortejarla. A las siete de la noche del 5 de noviembre de 1881, don Porfirio contrajo matrimonio por lo civil con Carmelita, siendo testigo el presidente de la República y compadre de don Porfirio, Manuel González. Un día después se efectuó el religioso. El matrimonio recibió la bendición del arzobispo Antonio de Labastida. La luna de miel se llevó a cabo en Nueva York, Estados Unidos. Durante su matrimonio con el general Díaz nunca tuvieron hijos. Pero Carmelita trató a Luz, Amada y a Porfirio ("Porfirito"), hijos de Díaz, como si fueran sus propios hijos. Cuando a Luz y a "Porfirito" se les preguntaba sobre su madre, se referían a Carmen Romero Rubio como la suya (nunca olvidando a su madre biológica: Delfina Ortega).
Primera Dama de México
A un año y medio del fallecimiento de Delfina Ortega, esposa del Gral. Porfirio Díaz, doña Carmelita la suplió en el desempeño de su papel como Primera Dama de la Nación. La señora Romero Rubio supo cumplir con precisión y dedicación su trabajo como Primera Dama, asistiendo a eventos como la colocación de la primera piedra de alguna construcción o de alguna obra pública. Asistió a actos de tipo religioso, cívico y cultural. Formó y presidió juntas de socorro cuando algún accidente conmovía a la opinión pública y emprendió obras de beneficencia, como mandar construir una casa cuna anexa al templo de San Agustín y obsequiarles una casa a monjas francesas para que fundaran su comunidad. Además, la señora supo cumplir con sus deberes de esposa atendiendo a los hijos del general, ya que propios no tuvo, ocupándose de su educación en los mejores colegios y viendo que hicieran buenos matrimonios. Se dice que también influyó en los modales del caudillo. Doña Carmelita desempeñó el papel de Primera Dama por tres décadas, desde que el general Díaz asumió la presidencia el 1 de diciembre de 1884 hasta su renuncia acontecida el 25 de mayo de 1911.
El exilio, el regreso, últimos años y muerte
Acompañó a su esposo en su destierro a Francia en 1911. Vivieron en París y viajaron juntos por varios países europeos. Durante la enfermedad mortal de Díaz lo cuidó con esmero. Después de la muerte del general, se quedó unos años en Francia viviendo del dinero que le dejaban sus propiedades en México. Para 1931, doña Carmelita decide retornar a México. Radicó en una residencia situada en la Calle Quintana Roo de la ciudad de México. Al cuestionarla sobre su exilio, doña Carmelita pronunció su famosa frase:
“Yo de México no me he separado nunca”.
El 25 de junio de 1944, Carmen Romero Rubio y Castelló dejó de existir en la capital a los ochenta años de edad. La sepultaron en el panteón Francés, la misa fue oficiada por el arzobispo Luis María Martínez.
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