Evolucionismo (arqueología)

Evolucionismo (arqueología)

Evolucionismo (arqueología)

Esquema simplificado de la evolución humana

El Evolucionismo es un paradigma científico de la ciencia que se ha transmitido como teoría a la disciplina prehistórica desde sus orígenes, debido a la fuerte influencia de las ciencias naturales, como la Paleontología y, concretamente, de la obra de Darwin: El Origen de las Especies y El origen del hombre. Debido a que el Evolucionismo se basa en datos empíricos muy limitados, su desarrollo teórico ofrece muchas variantes, casi todas relacionadas con dos problemas fundamentales: la escala cronológica y el motor del cambio evolutivo. Por esta razón, este enfoque teórico se ha establecido en diferentes pardigmas científicos arqueológicos, siendo en algunos casos muy radical (los seres humanos pasan por una serie de estadio fijos e inevitables), hasta otros mucho más moderados (la evolución de cada grupo humano tiene particularidades propias, pero en sus fases se repiten características generales que suelen parecerse). Por otro lado, también puede diferenciarse el evolucionismo que cree ver que todos los cambios se dirigen hacia un destino concreto... (Teleología), frente a otras visiones que piensan que, dentro la inevitabilidad del cambio, éste no siempre supone un progreso y que, además, existe la regresión (involución) y diversos caminos posibles a tomar, a lo largo de la evolución.

Contenido

Desarrollo del Evolucionismo

El paradigma evolucionista clásico se basa en que la historia parece revelar un cierto propósito, y que tal propósito parece conducir a un fin predeterminado. Además, este finalismo es independiente del lugar, ya que se han constatado procesos similares que ocurren en momentos similares, en varios puntos a lo largo del globo. Esto es lo que se denominaría Evolucionismo Lineal, que entiende que el ser humano está obligado a recorrer un camino sin posibilidad de salir de él.

En muchos casos los que sostienen las ideas evolucionistas consideran a la Prehistoria incapaz de descubrir las leyes del cambio y se limitan a describir los hechos. Es decir, renuncian a ser científicos nomotéticos para convertirse en ideográficos. A lo sumo se dedican a establecer modelos de evolución basados en fases, por ejemplo: Thomsem con su sistema de las tres edades: edad de Piedra, edad de Bronce, edad de Hierro (1836), otro ejemplo, el sueco Sven Nilsson (1868) que estableció las fases del desarrollo humano en un primer estadio Pastoril, un segundo estado es el Silvestre, el tercer estado es el Agrícola y el último el de la Civilización. Esta idea fue desarrollada por Edward B. Tylor, como teoría de la progresión de la civilización, que abarcaba tres siguientes fases en el desarrollo humano: Salvajismo (cazadores recolectores), Barbarie (pastores y agricultores) y Civilización (aparición de la escritura). Tylor ponía en el extremo inferior del desarrollo a las tribus salvajes, y en el otro a las naciones europeas (Primitive Culture, 1871).

Aunque a finales del siglo XIX y principios del siglo XX los pasmosos descubrimientos arqueológicos del Oriente Medio hicieron retroceder la teoría Evolucionista frente al Difusionismo, los descubrimentos acaecidos en Mesoamérica (John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood) dieron alas al Evolucionismo,[1] que tuvo un importante defensor en el antropólogo Lewis H. Morgan. Éste, entusiasmado con la magnificencia de las ciudades Mayas, amplió los estadios de progresión humana a siete.[2] Debemos considerar a Morgan como uno de los responsables del desmoronamiento de la cronología bíblica (su obra, Ancient Socierty se editó en 1877, cuando la mayor parte de la gente, científicos incluidos, aceptaban os hechos narrados en el Génesis, aunque no es és su único mérito. Otro de los grandes integradores de ambas corrientes fue el geógrafo alemán Friedrich Ratzel, que, a pesar de partir en apariencia de las ideas de Darwin, defiende el intercambio cultural como algo inevitable y como motor del progreso humano.[3]

El Evolucionismo en la actualidad

Ya hemos visto que el evolucionismo fue atemperándose con el tiempo y los avances arqeológicos y etnográficos, los casos de Ratzel y Childe son ilustrativos de esa transición. En América, por su parte, el Evolucionismo tenía numerosos adeptos, pues esta teoría explicaba el progreso de las civilizaciones precolombinas. Sin embargo, sus argumentos fueron desmontados por Franz Boas, un antropólgo alemán instalado en Estados Unidos. En 1896, Boas atacó las bases del evolucionismo, argumentando sus excesos teóricos, su falta de datos detallados, la debilidad de las comparaciones y exigiendo que llas sociedades estudiadas fuesen tomadas como una totalidad, no sólo elementos seleccionados ad hoc. Boas defiendió un método más empírico y particularista que permitía obtener datos concretos e irrefutables que rebatían las tesis evolucionistas. Sin | autor = Scarduelli, Pietro | título = Introducción a la Antropología Cultural | año =1977 | editorial = Editorial Villalar (Madrid) | id = ISBN 84-7427-021-9 }} (Páginas 19-24)</ref>

Recientemente asistimos al resurgimiento del Evolucionismo, pero, asimismo, de las críticas hacia sus planteamientos. Tanto su defensa como sus críticas parten de paradigmas muy distintos, ya que e Evolucionismo se ha convertido en una teoría diversa, capaz de adaptarse a enfoques científicos muy variados.[4]

En casi todos los casos estas críticas se refieren a que la teoría es prácticamente incapaz de crear modelos en las estructuras o formaciones sociales, que se limita al nivel cultural, y que la única ley que parece emanar de ella es que el destino humano está determinado por fuerzas desconocidas de las que no puede escapar, es decir, el Evolucionismo es entendido como Determinista.

Muchos de los estudios evolucionistas están impregnados de cierta idea finalista: el ser humano se dirige a un destino fijado de antemano, por tanto, no sólo es Determinista, sino que, además, es teleológico. Lo cierto es que en el siglo XIX sí que existió, por parte de la burguesía occidental, un supuesto progresista en el Evolucionismo social, tomando como modelo de perfección el capitalismo industrializado (ya se ha comentado el caso de Tylor). Igualmente las primeras fases de la Arqueología marxista, la más ortodoxa, fueron influidas por el Evolucionismo finalista, al pensar en unas culturas o, mejor, modos de producción, que evolucionan, y acaban por desaparecer al ser superados por otros más simétricos, es decir, justos (desde el comunismo primitivo hasta el socialismo futuro), y, por tanto, con unas contradicciones sociales menores en su seno. Para el Marxismo, los conflictos internos de las sociedades serían el motor de la evolución histórica.

En ambos casos se trata de utilizar la teoría evolucionista a favor de una idea de superioridad de una determinada clase social: la burguesía o el proletariado (según el caso), pero este tipo de pensamiento ya ha sido descartado.

Sin embargo, el teórico español Alfonso López Borgoñoz sostiene que los Evolucionistas actuales no admiten el determinismo absoluto, sólo buscan efectos simples de Causa-Efecto y que el destino no existe; que el resultado final tiene múltiples posibilidades ya que no cree en la evolución lineal, sino ramificada; que no hay finalismo teleológico, en absoluto.[5] Es más, las fuerzas misteriosas que nos gobiernan no existen, se trata simplemente de necesidades, estímulos ante los que respondemos, eligiendo entre una serie de posibilidades, dentro de lo factible. En pocas palabras, no se trata de Determinismo, cuando de un condicionamiento posibilista. Si se conocen bien la ideas de las teorías de Darwin, veremos que ésta es una reacción lógica: Si advertimos que el Evolucionismo Cultural arqueológico era finalista, nos daremos cuenta de que se inspiran en las de Lamarck (que, aunque erróneas, se adaptan mejor al método histórico reaccionario que las de Darwin): la evolución se movería por un objetivo finalista (el progreso) y las innovaciones ya están inseminadas dentro de cada cultura, aunque de forma embrionaria, lo único que hacen es desarrollar sus posibilidades máximas. Al cntrario, el darwinismo niega la mayor, pues las mutaciones deben ser estocásticas, es decir, aleatorias y no dirigidas por misteriosas fuerzas hacia un mundo mejor; es la competencia intra e intercultural la que selecciona aquéllas que son realmente innovadoras o, mejor dicho, ventajosas.[6]

Marvin Harris, uno de los paladines actuales del Evolucionismo lo confiesa «…estas explicaciones deben considerarse provisionales y aproximativas, no obstante, se ajustan al principio común básico de la causalidad: bajo condiciones similares, las causas similares, producen efectos culturales similares».[7]

Modelo gráfico simplificado comparando la dimámica evolutiva unilineal con la multilineal

La Nueva arqueología ha defendido el Evolucionismo determinista, como respuesta al Difusionismo. Pero se trata de un Evolucionismo no teleológico, ni progresista, sino determinado por el medio natural. Se intenta ver la evolución de cada grupo social como una adaptación sistémica que no necesariamente implica mejora, sólo el ajuste a un entorno cambiante. En pocas palabras, el evolucionismo subyacente en la arqueología procesual sigue un determinismo económico, pero sigue siendo EL famoso lamarckiano (los únicos cambios estocásticos son los del medio): Los sistemas sociales adaptados al medio natural gracias a su tecnlogía sólo cambian ante alteraciones ambientales que, a su vez, desequilibran el sistema. Nuevos cambios tecnológicos, innovaciones quizá, readaptan el sistema social a nuevo entorno. Las variaciones, las innovaciones, sólo son adaptativas por voluntad del ser humano, no por la aleatoriedad darwiniana, lo que supone la asunción completa del determinismo.[6]

La teoría de sistemas aplicada a la arqueología suscitó, además el interés por otras teorías, como la dinámica evolutiva no lineal, propia de modelos complejos y abiertos. En ellos se rechaza el determinismo procesualista, al aceptar, por un lado, la heurística del ser humano y, por otro la posibilidad de cambios debidos a simples casualidades, que pueden ser o no beneficiosas. Si hay una contingencia afortunada, puede suponer progreso, en caso contrario provoca una regresión Y lo más normal es que deje escasas huellas porque será rechazada); pero determinarlo sería una cuestión empírica que debería evaluarse en cada caso concreto, y no según modelos generales (como sostiene la Nueva Arqueología).

Actualmente, apenas hay consenso sobre el Evolucionismo, en todo caso, parece imperar la idea de que las sociedades tienden a influirse mutuamente, y de esa relación surge, tarde o temprano, cierto acompasamiento. Así, dos grupos sociales distintos pueden tener una evolución paralela, aunque no necesariamente convergente.[5] El problema subsiste cuando, como ocurrió con el aislamiento de América, ese paralelismo no es explicable por relaciones culturales ni por similitudes ambientales. En esos casos se aduce que, aunque haya posibilidades de crear sistemas estables diferentes, al enfrentarse a los problemas de la supervivencia, los malos remedios son innumerables, pero las buenas soluciones, por muy accidentales que sean, son muy limitadas, lo que explica las aproximaciones. Por ejemplo, si un grupo humano recorre el campo en busca de comida, tendrá centenaes de especies vegetales inapropiadas, en cambio el número de plantas comestibles es limitado; si además introducimos una especialización, como el forrajeo, el conjunto se reduce aún más. Por último, si la especialización aumenta hasta convertirse en agricultura, es probable que nos hayamos quedado con una o dos especies, solamente. El determinismo finalista contraataca señalando que el mayor problema de un ejemplo, como éste, es que nos está explicando el cómo, en parte el porqué, pero no da con la razón última que impulsa al ser humano a cambiar. Por su parte, procesualistas y marxistas ven en la dialéctica del ambiente (natural unos, socioeconómico otros) la razón de tal impulso.

Notas

  1. Daniel, Glyn (segunda edición, 1973). El concepto de Prehistoria. Impresiones Star, para Editorial Labor, Buenos Aires. ISBN 84-335-5704-1. (página 62)
  2. Morgan, Lewis Henry (cuarta edición, 1980). «Razón del progreso humano», La socieda primitiva. Editorial Ayuso, Madrid. ISBN 84-336-0103-2. (páginas 99-125)
  3. Scarduelli, Pietro (1977). Introducción a la Antropología Cultural. Editorial Villalar (Madrid). ISBN 84-7427-021-9. (Páginas 19-24)
  4. Sanderson, Stephen K. (1997). «Evolutionism and its Critics» Journal of World-Systems Research. Vol. Volumen 3. n.º (páginas 94-114.
  5. a b López Borgoñoz, Alfonso (1998). «Evolucionsimo y Arqeuología: algunos de los últimos debates» Evolucionismo y Racionalismo. Vol. Molina, E; Carreras, A. y Puertas, J. eds.; Zaragoza, 1997. n.º páginas 201 a 218. Universidad de Zaragoza.
  6. a b Bernabeu, Joan; Aura Tortosa, Joan Emili y Badal, Ernestina (Segunda reimpresión de 1999). Al oeste del Eden. Editorial Síntesis, Madrid. ISBN 84-7738-182-8. (página 20-24)
  7. Harris, Marvin (1983). Introducción a la Antropología general. Alianza Editorial, Madrid. ISBN 84-206-8037-0. (página 545)
  • Hunter, Davis E. y Whitten Philip (1976). Enciclopedia de Antropología. Ediciones Bellaterra, Barcelona. ISBN 84-7290-026-6. (páginas 309-311)
  • Menéndez Fernández, Mario; Jimeno Martínez, Alfredo y Fernández Marínez, Victor M. (1997). Diccionario de Prehistoria. Alianza editorial, Madrid. ISBN 842062883. (páginas 340-341)

Véase también

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