- Félix Mejía
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Félix Megía Fernández-Pacheco (Ciudad Real, 1776 - Madrid, 1853), escritor, periodista, autor dramático, historiador español.
Biografía
Fue hijo de un propietario de mediana fortuna. Se licenció en Derecho, posiblemente en la Universidad de Toledo. Trabajó como notario eclesiástico de ese arzobispado recaudando diezmos. Entró en contacto con las ideas de la Ilustración por medio de su amistad con otro ciudarrealeño, el periodista licenciado en ambos derechos y abogado de los Reales Consejos Fernando Camborda, imbuido de las doctrinas escépticas y eclécticas del levantino Andrés Piquer y en contacto con la filosofía constitucionalista de León de Arroyal. Se casó con una prima, Josefa Megía, y tuvo varios hijos. Asistió al fracaso de las iniciativas ilustradas del Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana en Ciudad Real, y también a las trabas que el patriciado urbano puso al desarrollo de una Sociedad Económica de Amigos del País promovida por la nobleza de toga y el clero ilustrado de su ciudad natal. Cuando estalló la Guerra de la Independencia, participó como comisionado por la Junta Provincial recogiendo caballos y pertrechos y en la guerrilla como espía y al mando de una partida de dependientes de rentas reales, y participó en diversas acciones, como la batalla de Ocaña, algunas de ellas en compañía del mariscal liberal Luis Lacy. Fue perseguido varias veces por los franceses. Se puso a las órdenes de Juan Bautista de Erro, y con él marchó a Cádiz en 1811, donde publicó algún poema en el diario Tertulia Patriótica y reanudó su amistad con el mariscal Lacy. Pero también hizo una amistad poco provechosa con un estafador, que motivó que fuese a prisión acusado de ayudar a difundir vales reales falsos, aunque se demostró su inocencia y se le dejó libre en una de las numerosas amnistías de por entonces. En prisión conoció al secesionista de Venezuela, periodista, secretario y redactor de la Constitución venezolana de Francisco de Miranda, el médico gaditano Francisco José Vidal Iznardi.
Vuelto el monarca en 1814, tuvo lugar la reacción de los Persas y Félix Mejía fue represaliado impidiéndosele acceder al oficio de comisario de guerra, que pretendía; al efecto se envió un desfavorable informe por parte del corregidor de Ciudad Real. Entonces Félix Mejía marchó a Madrid para trabajar como agente de negocios, lo que hoy llamaríamos gestor, seguramente en el bufete de su amigo y coterráneo, el abogado Fernando Camborda. Estuvo, pues, escribiendo memoriales e informes sobre pleitos que se desarrollaban en Madrid hasta que estalló la insurrección liberal de Rafael del Riego en 1 de enero de 1820 y se proclamó la Constitución de Cádiz otra vez.
Entonces Mejía empezó a escribir con Camborda un periódico liberal, La Colmena, criticando la Inquisición y las instituciones del Antiguo Régimen y recordando la memoria de los liberales represaliados en el sexenio absolutista. Después, junto con Camborda, empezó a editar La Periodicomanía, una revista que criticaba el mal estilo, las inconsecuencias y los plagios de los periódicos de entonces, y avisaba de su pronta desaparición, publicación que, fuera de su importantísimo valor bibliográfico, posee el añadido de estar escrita en un estilo sumamente original, vivo y popular. Con Camborda empezó también otra publicación, Cajón de Sastre, donde insertaba cuentos populares y poemas críticos con el Antiguo Régimen. Mejía fue redactor también de otras publicaciones liberales como El Constitucional. Correo General de Madrid y fue uno de los fundadores de la revista El Cetro Constitucional junto con Manuel Eduardo Gorostiza y José Joaquín de Mora. A través de este último entró en contacto con la polémica sobre el Romanticismo. Al cerrarse todas estas publicaciones, Mejía decidió empezar con un periodismo más político y combativo y fundó y editó en 1821 junto con el cordobés Benigno Morales, antiguo guardia de corps, El Zurriago, periódico que sería el más influyente dentro del campo del liberalismo exaltado veinteno.
En El Zurriago atacó com malicia y sin piedad alguna a los liberales moderados, y también a los absolutistas encubiertos, empezando por el mismo rey, cuya hipocresía e incapacidad moral para gobernar no tardó en apercibir. El periódico, de dieciséis páginas y formato manual, era en realidad republicano, y su editor principal, Mejía, comunero en un principio y al final carbonario. Atacó principalmente a Francisco Martínez de la Rosa, "Rosita la pastelera", y al jefe político de Madrid, José Martínez de San Martín, "Tintín de Navarra", según la peculiar onomástica creada por el semanario, que llegó a ser muy popular. El periódico tuvo un éxito fulgurante, y llegó incluso a emitir más de seis mil ejemplares, cifra desmesurada para la época, teniendo además en cuenta que cada periódico era leído en voz alta frecuentemente y pasado de mano en mano en cafés y sociedades patrióticas. Su agresividad era insoportable para los liberales moderados, que impulsaron numerosos procesos contra sus editores; Mejía, pues, pasó más de un año en la cárcel por una prevaricación legal tras la cual salió absuelto; sus acusadores, sin embargo, fueron promovidos aceleradamente a más altos puestos. Igualmente fueron encarcelados otros colaboradores y redactores, e incluso un tercer editor, el librero José Sáenz Urraca. Mejía afrontó un intento de asesinato, por parte del turbio conspirador José Heceta, y varios desafíos a duelo (declarados ilegales durante el Trienio Constitucional).
Los análisis políticos de El Zurriago y de una segunda publicación que se encargó de dirigir (ya que su director, su amigo Atanasio Lescura, había tenido que huir a Grecia a causa de la persecución política y judicial), La Tercerola, creadora del periodismo de investigación y cuya función era publicar documentos comprometedores para los involucionistas, se mostraron tan acertados que los zurriaguistas llegaron a adivinar e incluso predecir el golpe absolutista preparado por la camarilla del rey Fernando VII el siete de julio de 1822, fracasado tras un baño de sangre en Madrid. Los familiares de Fernando VII intentaron entonces sobornar a los editores, pero no accedieron. El prestigio desde entonces de El Zurriago fue enorme. Pero la Sociedad del Anillo y en particular la Masonería, instigada por Antonio Alcalá Galiano, repartieron una circular cuyo propósito era desencadenar una campaña de descrédito en la prensa contra Félix Mejía y además alguien impulsó su secuestro a fines de 1822; el agente involucionista del Rey Regato, filtrado entre los mismos comuneros que apoyaban a Mejía, ayudó además a desacreditarle finalmente. Liberado en enero y muy enfermo, Mejía siguió escribiendo cuando ya se vislumbraba la reacción de la Santa Alianza y siguió al gobierno a Sevilla y más tarde a Cádiz cuando entraron los Cien mil hijos de San Luis; en Sevilla su casa fue allanada y se tuvo que refugiar de la persecución de los liberales moderados; perdió todos sus bienes en el motín absolutista de esa ciudad. Llegado a Cádiz, logró montar una imprenta y editar una segunda época de El Zurriago con el nombre de El Zurriagazo.
Pero fue detenido por los liberales y mandado al presidio de la isla de El Hierro, la más alejada de la Península en el archipiélago de las Islas Canarias, con otros periodistas exaltados molestos y con el degenerado corruptor de menores padre Ostolaza, antaño educador de Fernando VII. En aquella época eso significaba prácticamente condenarlo a muerte al dejarle a merced de sus enemigos. Logró sin embargo fugarse en un barco norteamericano y llegar a Filadelfia con otros periodistas liberales.
Llegado a los Estados Unidos en 1824, Mejía recibió la protección de la Masonería bonapartista y del antiguo rey de España José I, que vivía refugiado allí, en Filadelfia. Entró en contacto con sus compañeros carbonarios y con los liberlaes y conspiradores hispanoamericanos y se dedicó a escribir la historia de la revolución durante el Trienio Constitucional. Editó así una tragedia sobre la muerte de Rafael del Riego, Rafael del Riego o La España en Cadenas, y otras tragedias de contenido histórico y político, como Guillermo Tell o La Suiza Libre y Pizarro o Los peruanos. También alabó la revolución norteamericana en la pieza teatral Lafayette en Monte Vernon, que se editó traducida también al inglés. Por otra parte, gracias a los medios que puso a su disposición el francés naturalizado norteamericano Charles Lebrun, logró imprimir sin nombre de autor, por precaución, y bajo el de Lebrun, dos obras históricas donde se denigraba a Fernando VII, la Vida de Fernando VII y los Retratos políticos de la revolución de España, ambas obras de 1826. También publicó anónima su novela histórica en clave Jicotencal, también ese mismo año, en dos volúmenes, sobre la conquista de la república de Tlascala por Hernán Cortés; se trata de una novela de doble lectura que describe también entre líneas la caída del sistema liberal en España tras la invasión de los Cien Mil hijos de San Luis. También compuso otros opúsculos de similar contenido político.
Sin embargo, al llegar a Filadelfia del ministro plenipotenciario de Guatemala Juan de Dios Mayorga logró convencerle de que marchase a su país en plena guerra civil con El Salvador (ambos estados formaban parte de un estado supranacional denominado Unión Centroamericana o Provincias unidas de Centroamérica) para ayudar a sostener la causa liberal del presidente Arce con la pluma. Allí marchó con éste y ambos fundaron el Diario de Guatemala a fines de 1827. Andando el tiempo empezó a trabajar en Hacienda bajo las órdenes del liberalísimo presidente Mariano José de Gálvez, y fundó varios periódicos más. Fue nombrado asimismo juez segundo de primera instancia en Guatemala y se dedicó al comercio; no dejó la actividad política, y fundó además una choza carbonaria y participó en todo tipo de actos en defensa del estado liberal; la dictadura del general Carrera, sin embargo, acabó con esta situación y tuvo que emigrar en 1838 a Puerto Rico y a Cuba.
En Cuba entró en contacto con el poeta y antiguo periodista liberal Ignacio Valdés Machuca, e imprimió o estrenó varias obras dramáticas en 1841; por ejemplo, Gemma de Vergy, La dama de León, La cruz de fuego, La mujer fuerte y El pescador y el barquero, estas dos últimas obras melodramas estrenados pero perdidos. En ese mismo año desembarcó en Santander y volvió a pisar España. Fundó una segunda época de El Zurriago en Madrid, pero al cabo tuvo que atender sus negocios en La Habana y volvió a Cuba. Se desconoce cuando volvió a España, pero el caso es que desde 1847 ya está en Madrid y estrena otras obras dramáticas, aunque se niega a colaborar en la prensa. Viudo, se casó otra vez con una tal Manuela Echeverría y quedó arruinado; enfermó gravemente y murió dejó a su esposa y a sus dos hijos prácticamente en la miseria; una colecta entre los periodistas de Madrid logró pagarle el entierro y sus manuscritos fueron vendidos.
Fuentes
- Tesis doctoral inédita de Ángel Romera Valero.]]
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