Julius Evola

Julius Evola
Julius Evola
Nacimiento 19 de mayo de 1898
Bandera de Italia Roma, Italia
Defunción 11 de junio de 1974, 76 años
Bandera de Italia Roma, Italia
Seudónimo Julius Evola
Ocupación Filósofo, escritor
Nacionalidad Italiano
Período Siglo XX
Género Tradicionalismo

Julius Evola (Roma, 19 de mayo de 1898 – ibídem, 11 de junio de 1974), seudónimo del barón Giulio Cesare Andrea Evola, fue un esoterista e ideólogo de la derecha italiana.

Contenido

Biografía

Gran figura aristocrática de la derecha tradicionalista italiana, Giulio Cesare Andrea Evola (que adoptará el nombre de Julius por admiración por la Roma antigua), nace en el seno de una familia de la pequeña nobleza siciliana. Iníciado en los estudios de ingeniería, rápidamente renuncia a ellos para consagrarse a las artes y al estudio de las grandes doctrinas filosóficas. A los 16 años, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, Evola parte para el frente de combate para ocupar el puesto de oficial de artillería. Aprovecha esos breves momentos de libertad para estudiar la obra de Nietzsche, Otto Weininger, Carlo Michelstaedter, sin olvidarse de los filósofos franceses (Blondel, Lagneau, Lachelier...). Terminada la guerra, frecuenta de forma apasionada diversos movimientos culturales italianos donde se mezclan poetas, pintores, etc.

Al período artístico (1915–1923) le sucede un período filosófico (1923–1927). Es de esta forma que, en 1925, aparece su primer ensayo, Ensayo sobre el idealismo mágico, seguido de El hombre como potencia, en 1926 (rebautizado en 1949 como El yoga tántrico, sobre el cual Marguerite Yourcenar dirá: «Compré una de aquellas obras que durante años nos alimentan y, hasta un cierto punto, nos transporta») Evola consagra dos obras a su visión antropológica del mundo: Teoría del individuo absoluto (1927) y Fenomenología del individuo absoluto (1930). Entre ambas publicaciones aparece Imperialismo pagano (1928). Obra violentamente anticristiana y editada en el momento en que Benito Mussolini y el régimen fascista intentan fuertes relaciones con la Iglesia que culminarán con la firma de los Pactos de Letrán en 1929.

René Guénon

Después y a luz de la obra de René Guénon, Evola juzga el Imperialismo pagano como excesivamente anticristiano, esperando que el mismo no sea reeditado en cuanto él esté vivo, a pesar de continuar crítico en relación al cristianismo, sin por eso caer en un anticlericalismo ridículo. Antes de la aparición de Imperialismo pagano, Evola ya se había ilustrado en la revista Critica Fascista de Giuseppe Bottai por un anticristianismo radical y un paganismo militante que no tenía agradado al, muy oficial, Osservatore Romano. Por el contrario, el catolicismo medieval tiene siempre su favor por allí encontrar una espiritualidad heroica, solar, viril, integradora de los mejores elementos del antiguo paganismo romano.

Director de la revista Ur y posteriormente de La Torre, se integra en un grupo de esoteristas: el Grupo de Ur. Practica magia operativa, esto es, la ciencia experimental del yo. Es en estos años que Evola comienza a hacer las peligrosas caminatas de montaña. Se convierte rápidamente en un alpinista de alto nivel. La Torre, inspirada en esas tesis de Guido de Giorgio, autor de la Tradición romana, deja de aparecer el 15 de junio de 1930 por orden de algunas jerarquías fascistas, después de la publicación de 10 números.

Manteniendo el interés por el esoterismo, Evola publica en 1931 La tradición hermética. Esta obra apasionante es un estudio riguroso sobre la corriente que se perpetuó en la Edad Media, tras las apariencias de la búsqueda alquímica.

En 1932 surge el ensayo Máscaras y rostros del espiritualismo contemporáneo, que denuncia lo que Oswald Spengler llama «segunda religiosidad» y René Guénon «contrainiciación», esto es, «espiritualidad de pacotilla» (ocultismo de supermercado, sectas...). La teosofía, la antropología, el espiritismo y el psicoanálisis son las críticas evolianas: Leer las obras espiritualistas, frecuentar los lugares de los teósofos, meditar sobre el «huésped desconocido» de Maeterlinck, hacer enérgicamente los 20 minutos de meditación cotidiana, llenarse de fe en la reencarnación que permitirá a cada alma proseguir su evolución en una nueva existencia donde alcanzarán los frutos de buen karma humanitario, todo esto es, a decir verdad, un régimen de auto-ayuda muy cómodo. Un libro visionario.

Rebelión contra el mundo moderno

Dos años más tarde (1934), la publicación más importante del barón Evola, Rebelión contra el mundo moderno, provoca gran agitación. Las reacciones son muchas. En cuanto el filósofo hegeliano Giovanni Gentile historiador y fascista convencido —considerado como el filósofo del régimen— emitía una opinión hostil sobre la obra —por causa del pesimismo aristocrático que allí aparecía— el rumano Mircea Eliade habla de un libro importante y profético. El poeta alemán Gottfried Benn, en la época adherente del nacionalsocialismo, felicita al autor y no duda en declararse transformado.

Rebelión contra el mundo moderno es un estudio crítico de la modernidad juzgada a la luz de los principios eternos de la Tradición. El libro tiene dos partes. La primera, «El mundo de la Tradición», que define las categorías y principios fundamentales y esenciales de las sociedades tradicionales (la realeza, el símbolo polar, la Ley, el Estado y el Imperio, la virilidad espiritual, la iniciación y lo sagrado, la caballería, las castas, etc) La otra, «Génesis y rostro del mundo moderno», que desenvuelve una metafísica de la historia fundamentada sobre la polaridad masculino-femenino, tomando las palabras de Philippe Baillet, autor del prefacio, traductor de la reedición y especialista incontestable de Julius Evola y del tradicionalismo integral. Esta parte expone la doctrina de las cuatro edades, el antagonismo tradición-antitradición, nacionalismo-colectivismo, americanismo-bolchevismo. Rebelión contra el mundo moderno es una obra de referencia para aquellos que quieran romper definitivamente con el progresismo burgués.

Segunda Guerra Mundial

El año de 1937 es marcado por la aparición de dos obras: El misterio del Graal, en la que Evola estudia los principales fundamentos históricos de la tradición gibelina, y El mito de la sangre, que constituye una antología de las teorías racistas. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Evola se instala en Viena. En 1941 publica Síntesis y doctrinas de la raza, libro que intenta definir positivamente una raza del espíritu por oposición a los criterios biológicos de la época. Ahí afirma: «Las razas puras, en el sentido absoluto,no existen actualmente sino en raros individuos. Eso no impide que el concepto de raza pura sea tomado como un punto de referencia, sino en términos de ideal y de objetivo a realizar».

Estas ideas no son del agrado de los dirigentes del Partido Nacional Fascista y de la revista Difesa della razza —de la cual el jefe de redacción es Giorgio Almirante, futuro Secretario General del Movimiento Social Italiano (MSI)— que exalta a la raza italiana en una concepción estrictamente biológica. Benito Mussolini se declara en sintonía con las ideas de Evola. Sin embargo, la oposición del racismo evoliano (racismo de espíritu) al racismo biológico es ambivalente. A través de algunos artículos de postguerra, Evola critica a los pueblos de la África negra, el mestizaje racial y la negritud americana.

La ambivalencia proviene del hecho que Evola, según los textos y las circunstancias, se refiere a veces a la tradición universal pregonada por los pensadores de la Tradición como René Guénon, Ananda Coomaraswamyu o Frihjof Schuon o únicamente por la tradición europea. Si Evola tiene razón en estigmatizar la indiferencia, también debía, en coherencia, desear que los países del tercer Mundo se preserven de la occidentalización mercantilista americana. No solo no hace eso sino que cae en la armadilla de un etnocentrismo racial europeo que no tiene su razón de ser en una filosofía tradicional donde se debe exaltar no a la espiritualidad para sí, sino la espiritualidad en sí. La universalidad obliga. En el mismo año, la editora vienesa Scholl, publica una pequeña obra con una conferencia pronunciada en alemán por Evola, el 7 de diciembre de 1940 en el Palacio Zuccari de Roma con el título de La doctrina de lucha y de combate por la victoria.

En 1943 se junta a la República de Saló, más por fidelidad a Benito Mussolini que por coincidencia ideológica. En ese año publica una obra sobre el budismo La doctrina del despertar. Para él, el budismo se caracteriza por una intensidad espiritual infranqueable, una «voluntad de poder», para retomar la expresión nietzschiana, que lleva a la paradoja de la metafísica conocedora. Dos años más tarde, todavía en Viena, escapa por poco de la muerte, durante un bombardeo, quedando paralizado de los dos piernas. A Evola le gustaba decir frecuentemente: «Nunca esquivarse y buscar el peligro casi en el sentido de una silenciosa interrogación del destino».

Crítica al nacionalsocialismo

Fue desde un principio sumamente crítico, en especial respecto a la figura del mismo Hitler, a quien acusaba, «en razón de su demagogia populista» (algo que Evola despreciaba), de ser, antes que una alternativa a la decadencia del Occidente, una de las últimas partes de su proceso moderno disolutivo. Es decir, Hitler no era el salvador de Alemania que venía a purificar al pueblo —y al mundo ario— trayendo una Weltanschauung renovadora, sino que era la última piedra que venia a hundir aún más a los hombres. Para él, el movimiento nacionalsocialista (principalmente su racismo) fue el «ultimo zarpazo» que el nefasto mundo decadente —que llamaba genéricamente moderno— dio a los hombres. Postura que sostuvo hasta su muerte. Evola atacó a todos los teóricos del nacionalsocialismo, apuntando con extraño y persistente ahínco hacia la doctrina racial, pretendía disolver los fundamentos de la incipiente cosmovisión natural y científica.

Evola consideraba al nacionalsocialismo como «vulgar», «demagogo», «aberrante», «incoherente», «nefasto», «arrogante», «deforme mental por su cientificismo», «iluso», «paranoico», «obseso», «diabólico», «histérico», «abominable», prácticamente no le faltó ningún epíteto. Consideró al nacionalsocialismo como «totalmente ajeno a la Derecha tradicional» que él representaba. No obstante, rescataba solamente algunos puntos que tenían en común con su doctrina, como por ejemplo el elitismo de la SS. En su intento de destruir las bases del nacionalsocialismo no dudó en atacar algunas de sus fuentes. Criticó desmedidamente a Richard Wagner (el maestro y compositor que dio la mayor inspiración artística, ideológica y espiritual a Hitler), de llevar la mitología nórdica a lo que el llamaba una «desviación» a través del arte, convirtiéndose este arte en «un instrumento de perversión moderna». Llega al extremo de decir que el maestro Wagner es un «despreciable producto moderno» especialmente en el campo ideológico racista y mitológico nórdico, afirmando que «deforma» lo que él (subjetivamente) entiende por espiritual y tradicional. Esto es extraño ya que Wagner encarnaba la restauración tradicional y la promovía a través del Arte y las ideas, es por esto que cautivó a Hitler quien afirmó «convertiré a Parsifal en un movimiento político espiritual». En cuanto a la música de Wagner, la criticaba llamándola melodramática, mientras a la de Beethoven la designaba como trágico-patética. Criticó duramente a los padres del racismo y el revival ario, como a Chamberlain y Gobineau, y a todos los que siguieron ideológicamente a Wagner como así también a los principales teóricos racistas del III Reich. Es decir, pretendió desmantelar todos los orígenes profundos de la revolución ario-racista en Europa. De esta manera, pensaba que atacando a Richard Wagner y a los precursores del racismo ario, descalificaría de raíz todo el Nacionalsocialismo en su esencia y cosmovisión racista.

Después de la guerra

Evola regresa a Roma en 1948. En 1950 aparece Orientaciones. Esta pequeña y entusiasta obra que fue ampliada y rectificada por una segunda edición en 1970, estaba dirigida a la juventud europea. Los temas abordados son los más variados: interrogatorio contra la primacía de la economía, condena de las democracias mercantiles (Estados Unidos) y populares (Unión Soviética), crítica implacable del materialismo marxista-liberal, rechazo del nacionalismo, fidelidad a la Idea y, finalmente, adopción de un discurso tradicionalista elitista que se centraba en la formación de un hombre nuevo.

Siempre dispuesto a desempolvar las ideas y de dar una doctrina seria, rigurosa y sin concesiones a los jóvenes del MSI, Evola escribe en 1953 Hombres entre las ruinas, donde propone una doctrina de Estado basada en la idea de organicidad. Este Estado orgánico esta en las antípodas del individualismo liberal y del socialismo colectivista: las hipótesis de la acción revolucionaria conservadora dependen esencialmente en la medida en la cual la idea propuesta, esto es la idea tradicional, aristocrática y antiproletaria, puede, también ella, juntarse a este plano existencial para dar origen a un nuevo realismo y, moviéndose como «visión del mundo» modelar un tipo específico de antiburgués, sustancia celular de las nuevas élites; para más allá de la crisis de todos los valores individualistas e irrealistas. Hombres entre las ruinas no tuvo una gran influencia en la juventud de la derecha radical italiana. Por el contrario, no tuvo ninguna incidencia en las instancias dirigentes del MSI, inclinadas más a una esclerosis anclada en el pasado y romántica del fascismo histórico.

En 1958 aparece publicado Metafísica del sexo. Evola estudia la función significativa del sexo masculino y femenino a la luz de las doctrinas tradicionales de Oriente y de Occidente. La tesis analizada por Evola es que el mundo moderno quebró las verdaderas potencialidades trascendentes del hombre y de la mujer. Trata de rehabilitarse la verdadera metafísica del sexo, o sea, reencontrar la unidad en la diferenciación ontológica de los sexos y de la verdadera sexualidad. Argumentado sobre sólidas lecturas que tratan de la sexualidad —el mencionado Sexo y carácter de Otto Weininger—, Metafísica del sexo representa una de las obras capitales de Julius Evola.

En los inicios de los años 60, aparece el libro peor comprendido de Evola: Cabalgar el tigre. Como muy bien escribió su amigo Adriano Romualdi: Cavalgar el tigre es un breviario de aquel que tiene que vivir en un mundo que no es el suyo sin dejarse influenciar por él, seguro de su invulnerabilidad. Evola expone la idea según la cual no solo es necesario impedir al tigre de que nos salte a la garganta, pero también, estando subidos sobre el animal, tener finalmente razón. No se trata entonces para el hombre diferenciado huir del peligro (el tigre), sino de montarlo para anularlo (domesticarlo). Evola predica un nihilismo activo que tiene poco que ver con lo reaccionario conservador de Hombres entre las ruinas. Marxismo, democracia liberal, existencialismo, racionalismo, nacionalismo patriotero, feminismo emancipatorio, jazz y música pop, crispación burguesa en el casamiento y en la familia moderna, son algunos de los temas que Evola estudia y critica a la luz de la educación doctrinal del pensamiento tradicional.

Sus memorias autobiográficas son en realidad las memorias autobibliográficas, porque practicando la impersonalidad activa se muestra poco, apareciendo en 1963 bajo el título de El camino del cinabrio. Allí evoca sus varios libros, influencias y encuentros que lo marcaron.

En 1964 aparece El fascismo visto desde la Derecha, seguido de Notas sobre el Tercer Reich. Sin ningún romanticismo nostálgico y sentimentalista, esta crítica del fascismo no quiere defenderlo ni atacarlo sistemáticamente. Combatiendo los ideales de 1789 en nombre de la grande tradición política europea, Evola lamenta que el fascismo no se haya inspirado en los principios que hubiesen servido para la elaboración de una verdadera contra-revolución integral. El fascismo le parece lleno de elementos burgueses, populistas, centralistas y totalitarios. Rechaza la idea de un partido único que es, según él, un Estado dentro del Estado y que no tiene razón de existir en un régimen auténticamente antidemocrático. Es preciso recordar para la pequeña historia que Evola nunca perteneció a ningún partido y que, por causa de eso, su pedido para ir a combatir al bolchevismo, en el frente Este, fue rechazado. Evola se muestra también muy crítico del materialismo biológico llevado por el nacionalsocialismo.

Siguiendo infatigablemente su trabajo doctrinario, Evola escribe numerosos textos que serán posteriormente publicados sobre la forma de colecciones de textos. Por ejemplo: Escritos sobre la francomasonería, El arco y la flecha, Elementos para una educación racial, Ensayos políticos, etc.

Fallece el 11 de junio de 1974 con 76 años, en su domicilio de Corso Vittorio Emanuele, en Roma.

Bibliografía

  • Rebelión contra el mundo moderno
  • Los hombres y las ruinas
  • Más allá del fascismo (2ª edición ampliada)
  • La raza del espíritu (2ª edición ampliada)
  • La doctrina del despertar, ensayo de ascesis budista
  • El camino del cinabrio
  • Domar al tigre
  • El arco y la flecha
  • Imperialismo pagano
  • Doctrina y Ética Aria
  • La tradición nórdico-aria
  • Jerarquía y democracia (junto a René Guénon)
  • Escritos sobre el judaísmo
  • El Estado tradicional
  • Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo
  • Ensayos sobre idealismo mágico
  • El Tao-tê-king de Lao-tsé
  • La tradición romana
  • La superación del Romanticismo
  • Más allá del Fascismo (2ª edición ampliada)
  • El mito de la sangre
  • Escritos sobre la masonería
  • Oriente y Occidente
  • Grupo de Ur y otros, La magia como ciencia del espíritu (tomos I–VII)

Otros

  • Atilio Mordini, El católico gibelino
  • M. Vâlsan, Juana de Arco
  • Emanuel Malynski, La guerra oculta
  • Marcos Ghio, En la era del paria
  • René Guénon, Precisiones necesarias

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