- Alonso de Mendoza
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Alonso de Mendoza
Alonso de Mendoza fue el capitán que había sido designado por el “Pacificador”, para fundar la ciudad que conmemoraría su acción, imponiendo la paz en las colonias. Era español, natural de Garrovillas, en Cáceres, o de La Garrovilla (Badajoz) de los que salieron de la península atraídos por las noticias acerca de las riquezas que atesoraba el llamado “nuevo mundo”, las aventuras de Pizarro y Almagro que habían conquistado un imperio edificado sobre oro y sobre lo mucho que había, todavía, por recorrer, descubrir y aprovechar, para beneficio propio.
Debió nacer Alonso de Mendoza entre 1480 a 1490, pasando a Indias en los primeros años del siglo XVI, estableciéndose en Cuba, siendo Gobernador Velázquez. Aparece un Alonso de Mendoza en un documento de Guanuco (Cuba) en 1520, pero según las enciclopedias Alonso luchó en Alemania e Italia antes de pasar a Cuba. Estuvo en México con Hernán Cortés, se estableció en S. Esteban del Puerto, de donde fue desterrado por levantisco y alborotador.
Llegado de las islas caribeñas, se dirigió sin vacilaciones al Perú, donde prontamente, su natural inteligencia, su don de gentes y su simpatía personal, le abrieron las puertas de los cuarteles de Pizarro, entonces en guerra con su socio Diego de Almagro. Combatió en las Salinas, contra el propio Almagro; en Chupas, acción en la que pereció “Diego el Mozo” y en muchos otros hechos de armas que le llevaron hasta Chuquisaca en los que mostró su valor y su valía.
Después de varias vicisitudes, intrigando contra el cuarto Pizarro, Gonzalo Pizarro y dándole las espaldas para marcharse junto al primer Virrey del Perú; acomodándose en uno y otro lado, sin escrúpulo alguno, se incorporó, a las filas de Francisco de Carvajal, el “Demonio de los Andes”, quien le asignó el grado de Capitán y le confió misiones diferentes en una larga campaña contra el realista Diego Centeno.
Luego de increíbles y peligrosas andanzas, el capitán Mendoza dio otro volteo espectacular al ponerse a las órdenes de Pedro de la Gasca, quien le confió un grupo de caballería con el que asistió a la batalla inconclusa de Sacsahuamán.
Logrados sus propósitos, el enviado del Rey notificó al diligente Capitán, el 7 de abril de 1548, que había sido designado para fundar una nueva ciudad, proporcionándole, además, una nómina de quienes concurrirían con él a la solemne ceremonia.
La misión que se le confiaba era importante en sumo grado. Satisfacía la vanidad del guerrero y sus ansias de figuración.
En ese tiempo, también, se había posesionado de productivas minas de oro en la región de Tipuani, que le dieron satisfacciones en cuanto a su ambición material se refiere.
Pedro de la Gasca, cuya misión en el Perú había concluido con la solución de los conflictos creados por los llamados conquistadores, que habían desatado una sangrienta guerra entre sí, para luego prolongarla contra el gobierno monárquico, esta vez en alianza con los dueños de las tierras, no tenía el propósito de permanecer mucho tiempo más en territorio americano, ni como presidente de la Real Audiencia de Lima, ni como Virrey, alto cargo que se había negado a aceptar al encargarse, exclusivamente, de la dura tarea de pacificar el enorme y problemático territorio colonial.
Buscó al hombre señalado para la difícil empresa de fundar una ciudad y gobernarla por lo menos los primeros años y no dudó ni un momento más, cuando llegó a la conclusión de que el señalado y apto para la misión era el capitán Alonso de Mendoza, con el que decidió las condiciones y el sitio, donde se edificaría la población proyectada, que debía recordar por siglos y siglos, el cumplimiento de la importante misión que se le había confiado y el feliz logro alcanzado.
Laja es un poblado indígena ubicado en la inmensidad del altiplano andino, el lugar es árido y frío, es posible que por esta razón Alonso de Mendoza decidiera cambiar de lugar para fundar la ciudad de La Paz.
Por entonces, muchos de los funcionarios del Virreinato del Perú, muchos encomenderos y soldados, sacerdotes y comerciantes, habían pasado ya por el altiplano kolla; habían podido observar y admirar, para solaz de su espíritu y para sus planes colonizadores, la belleza impresionante que ofrecía esa profunda depresión, ese pozo gigantesco como abierto a pico, accidentado e irregular, en cuyo fondo podía admirarse el paso de una corriente de agua, rápida y cantarina –el Choqueyapu– que se precipitaba caudaloso y raudo por acentuada pendiente, en cuya cuenca, verde y florida, todo era paz; todo invitaba al placer de ese contacto íntimo con la naturaleza y la meditación; teniendo al frente, por donde nace el Sol, esa majestuosa montaña que era como el fondo adecuado de una pintura eglógica: el Illimani.
Visión que impresiona a la par que cautiva por el imponente conjunto cercado de cerros y precipicios, de vegetación y maleza, en cuya planicie central, sin embargo, se levantaba un grupo de pequeñas y ordenadas casas-vivienda.
Eso era Chuquiago Marca, la ciudad de la “Lanza Capitana”, cuya importancia y valor radicaba, no tanto en la belleza de su paisaje ni en el cálido abrigo que ofrecía, protegiendo al viajero de los fríos vientos altiplánicos en el obligado camino de Lima a Potosí, la mina de plata más rica del mundo, ciudad a la que todos dirigían su pasos; era, el trayecto único en la ruta que se dirigía a los yacimientos de oro de Tipuani, y a la zona subtropical de Los Yungas, productora de casi todos los frutos que puede ofrecer la naturaleza pródiga, de excepcional e incomparable calidad, así como de producción suficiente para abastecer a todo el virreinato y más allá de él.
Es indudable que el sitio había sido bien elegido; no solamente porque ofrecía todas las facilidades y ventajas como etapa de una ruta principal, sino también porque era “pascana” agradable y acogedora, para solaz del viajero agobiado por las largas distancias y los malos caminos.
Justo es dejar constancia que fueron tres sacerdotes, Francisco Morales, Francisco Laroca y Francisco Alcocer, quienes influyeron en el enviado, para que optara por Chuquiago Marca como la ciudad que perpetuaría su labor reconciliadora, ofreciéndole además el plano bajo cuyas normas se levantaría la ciudad. Fue entonces que partió encabezando una respetable caravana, con dirección al altiplano andino; pero, muchas razones impidieron la llegada de la comitiva oficial hasta la hoyada kolla, por lo que, todos de acuerdo, resolvieron dar curso a la fundación, provisional de la nueva ciudad en el pueblito de Laja, el día señalado de antemano: 20 de octubre de 1548 años, decisión que corrigió al encontrar un lugar con más agua y menos frío, tres días después el 23 de octubre, levantándose acta de fundación el 20 de octubre de 1548, aunque no se decidirían a ir edificando la ciudad hasta 1549.
En ese mismo año Alonso de Mendoza tuvo que actuar contra un levantamiento de indios en Potosí. Se ignora si fundada la población de La Paz volvió al gobierno de Chuquisaca, pues en mayo de 1550 parece que murió en su encomienda de Tipuani.
En 2003 se inauguró una estación con su nombre en la Línea 12 del Metro de Madrid.
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