- Francisco de Carvajal
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Francisco de Carvajal
Francisco de Carvajal
Conquistador del PerúMaestre de campo Años de servicio ¿1512? – 1544 Lealtad España Participó en Conquista del Imperio Inca
Guerra civil entre los conquistadores del PerúNacimiento 1464
Rágama, Provincia de Salamanca, España.Fallecimiento 10 de abril de 1548
Jaquijahuana, cerca del Cuzco, Perú.Francisco de Carvajal (*Rágama, Salamanca, España, 1464 – †Jaquijaguana, cerca de Cuzco, actual Perú, 1548) fue un conquistador español que actuó en México y Perú, y durante la guerra civil entre los conquistadores del Perú. Fue un gran estratega, incansable soldado aún durante los años de su vejez, y a la vez hombre muy cruel y sarcástico, por lo que fue conocido como “El demonio de los Andes”. Terminó por rebelarse contra el monarca español y sus autoridades enviadas a América, siendo apresado tras la batalla de Jaquijahuana y finalmente ejecutado; tenía entonces 84 años de edad.
Contenido
Primeras armas
Nacido en Rágama de Arévalo, entonces en la diócesis de Ávila en Castilla la vieja, siendo su verdadero nombre Francisco López Gascón. Pese a que su familia pertenecía a la villanía, fue enviado a estudiar a la Universidad de Salamanca. Pero él se dedicó al dispendio y la diversión, retornando al pueblo para escándalo de su padre y hermanas con un mozo llamado Moreta, una ramera, una vihuela, una mula y una mona.
Expulsado de su casa y desheredado, se enroló en las tropas destinadas a Italia, bajo las órdenes del Gran Capitán, participando como Alférez en la batalla de Rávena (1512). Estuvo después en la batalla de Pavía, memorable encuentro donde fue derrotado y capturado el rey de Francia Francisco I (1525); y luego en el llamado Saco de Roma (1527), a las órdenes del condestable Carlos III, octavo duque de Borbón, acciones todas donde se destacó por su valor.
Cuenta el Inca Garcilaso de la Vega que en Roma, como buen soldado que era, Carvajal se mantuvo peleando hasta el fin de la lucha, mientras que otros se dedicaban al saqueo. A final vio que no quedaba ya nada de qué apropiarse en la ciudad y entonces se le ocurrió llevarse el copioso archivo de uno de los principales notarios de la ciudad, haciéndolo cargar sobre acémilas. El notario, que no imaginó que alguien podría robarle su archivo, valioso solo para él, hizo pesquisas para encontrarlo. Enterado Carvajal fue y le devolvió los documentos, a cambio de un rescate de más de mil ducados; con dicho dinero emprendió viaje al Nuevo Mundo.
Empieza la “carrera de Indias”
Atraído pues, por las conquistas indianas, pasó a México, acompañado por la viuda Catalina de Leytón, con quien se casó a instancias del Virrey Antonio de Mendoza.
Permaneció algún tiempo en México y luego pasó al Perú en circunstancias oscuras. Se afirma que llegó en aquellos contingentes que fueron enviados por el Virrey de México en auxilio de Francisco Pizarro acosado por la rebelión indígena de Manco Inca en 1536. Destinado a Charcas (actual Bolivia), Carvajal hizo su marcha por la costa y entró en Arequipa, donde por no conocer a nadie permaneció algunas horas en la intemperie con su esposa y tres criados. Un vecino llamado Miguel Cornejo le acogió en su casa (según cuenta Garcilaso). Reprimida la rebelión de Manco Inca, Pizarro recompensó los servicios de Carvajal con una encomienda en la jurisdicción de Cuzco. Llegó a ser alcalde de dicha ciudad en 1541. Ya por entonces tenía fama de gran soldado.
Durante la guerra de Chupas
Al comenzar las guerras civiles entre los conquistadores respaldó la causa del Rey contra los rebeldes almagristas. Hubo, no obstante, un momento como Alcalde de Cuzco, en que tuvo que aceptar por presión de los rebeldes a Diego de Almagro el Mozo como Gobernador del Perú (1541). Sin embargo, en la primera ocasión tomó el partido contrario y plegándose al capitán Perálvarez Holguín marchó a Huaylas, uniéndose allí al ejército de Cristóbal Vaca de Castro, quien lo hizo su Sargento mayor. Como tal concurrió a la batalla de Chupas (16 de septiembre de 1542), haciéndose célebre en ella porque ante los estragos causados por los cañones enemigos se decidió a capturarlos, para lo cual se quitó el morrión y las coracinas, y desmontando se lanzó al ataque alentando a voces a los suyos, añadiendo que arriesgaran sus cuerpos pues él, por ser gordo, lo arriesgaba el doble. Su actuación decidió la victoria sobre los almagristas. Pasada la victoria regresó al Cuzco con fama de hombre viejo y claro ingenio, conocedor de las cosas de la guerra y gran habilidad política.
Frustrado intento de volver a España
Sin embargo, viéndose rico y temiendo perderlo todo en las disputas entre conquistadores, decidió regresar a España. Ya por entonces era fama que las encomiendas de los conquistadores no serían heredadas por sus hijos en virtud de lo dispuesto en las Leyes Nuevas.
Carvajal se presentó ante el gobernador Vaca de Castro y le expresó que renunciaba a su vecindad del Cuzco a cambio de cualquier recompensa, pues se iba a su España a descansar, por lo que se ofrecía a llevarle cartas al Rey e incluso presentarse ante el monarca para exponer la inaplicabilidad de las Leyes Nuevas. Vaca de Castro le entregó cartas para la península y también para Lima, donde debería recibir otros papeles. Pero como en la capital lo retuvieron y no le dieron nada, tomó a su mujer y sus criados, y se marchó al sur en busca de un navío que lo llevase a Panamá o México, pues los existentes en el puerto del Callao estaban retenidos. Gonzalo Pizarro, que se hallaba en el Cuzco haciendo planes para la Gran Rebelión, al saber que Carvajal quería irse del Perú, mandó a traerlo. Dicen que a estas alturas fue que, mirando al cielo, Carvajal juró que se quedaba en el Perú, pero que su nombre no lo olvidaría la historia. Ya por entonces había llegado al Perú el virrey Blasco Núñez Vela, con la firme intención de hacer cumplir las ordenanzas reales.
Maese de campo de Gonzalo Pizarro
Carvajal abrazó entonces la causa de los encomenderos rebeldes junto a Gonzalo Pizarro, quien le hizo su maese de campo. Al frente de un nutrido ejército salieron del Cuzco y marcharon a Lima. Mientras tanto los oidores de la Audiencia de Lima apresaban al virrey y lo embarcaban rumbo a España.
Carvajal se adelantó y entró a Lima donde hizo ahorcar a tres prominentes vecinos: Pedro del Barco, Juan de Saavedra y Martín de Florencia. Luego se produjo la entrada triunfal de Gonzalo, el 28 de octubre de 1544. Presionados por Carvajal, los oidores reconocieron a Pizarro como Gobernador.
Cuando el Virrey Núñez Vela reapareció por el norte, avanzando hasta Piura, Carvajal marchó en su persecución, pero extrañamente lo dejó replegarse hasta Quito a pesar que ya casi lo tenía en sus manos. Se dijo que lo hacía para prorrogar la guerra y obtener así mayor ganancia. Esto molestó tanto a Gonzalo que se dice que estuvo a punto de hacer cortar la cabeza de su maese de campo. Lo cierto es que en vísperas de la batalla de Iñaquito, donde sería muerto y derrotado el virrey, Gonzalo nombró a Carvajal Capitán General del Ejército del Sur, con ordenes de sofocar los brotes realistas existentes en el sur del Perú y partir hacia el Alto Perú, donde el capitán Diego Centeno había levantado un ejército para apoyar la causa realista. Muy contrariado, Carvajal partió hacia el sur acompañado de sólo doce hombres y amparado en su temeridad y fama.
El cronista Francisco de Jerez afirma que ya tenía fama de “mala y cruel condición, que por cualquier sospecha mataba a quien le parecía que no le estaba muy sujeto”. En San Miguel mandó dar garrote a un regidor y pidió 4,000 pesos a los vecinos, bajo la amenaza de incendiar la ciudad. Saqueó los fondos reales de Trujillo y pasó a Lima, donde incrementó su fuerza y "robó las cajas del Rey, de los difuntos y de los depósitos públicos". Siguió a Huamanga, donde cobró otro tributo para sostener la guerra de los rebeldes y dio garrote a otros españoles a los que acusó de conspirar contra su persona. Regresó entonces a Lima donde, según el mismo Jerez, impuso “nuevas derramas y se partió de los Reyes habiendo hecho bendecir sus banderas e intitulado su campo 'El Felicísimo Ejército de la Libertad contra el tirano Diego Centeno’”. Esta vez salió nuevamente en persecución de Centeno, pasando por Cuzco, donde ahorcó a cuatro vecinos y cometió otras atrocidades.
Acosado por tan infatigable adversario, Centeno no se atrevió a presentar batalla y dispersó sus fuerzas en Paria, cerca de Oruro (abril de 1546); luego huyó de Carvajal haciendo un largo recorrido hasta Arequipa, donde se escondió en una cueva viviendo así un año de la caridad de los indios.
Luego Carvajal enfrentó al realista Lope de Mendoza, quien con 25 amigos se había aliado con el capitán Nicolás de Heredia que volvía de la entrada de Tucumán con 125 soldados. Carvajal los desbarató en Pocona (agosto de 1546) e hizo un cruel escarmiento: Mendoza y Heredia fueron decapitados, además de otros que tuvieron la desventura de ser apresados. Enseguida entró triunfalmente en la Villa de la Plata y volvió a realizar otro ajusticiamiento masivo de realistas. Recogió también la plata de Porco y Potosí, cuyas minas acababan de descubrirse. Fue entonces cuando se le llamó “El demonio de los Andes”, pues su figura infundía terror a todos. Sus soldados le seguían fielmente aunque sufrieran su maltrato y los realistas temían sus venganzas, que eran muy desalmadas. Pero se mostraba más cruel con los llamados “tejedores”, es decir aquellos que militaban en uno y otro bando de acuerdo a las circunstancias políticas. Tenía 80 años de edad, podía cabalgar días enteros y luego dormir al raso junto con sus soldados.
Derrota y muerte
Al llegar el Pacificador Pedro de la Gasca con la promesa de la revocación de las ordenanzas causantes del descontento y el perdón para los rebeldes que se entregaran, surgieron disensiones entre Carvajal y Gonzalo Pizarro. Carvajal opinó que lo más sensato era aceptar la oferta del Rey, a lo que se opusieron otros consejeros de Gonzalo, como el famoso oidor Diego Vásquez de Cepeda. Al final su opinión fue desechada.
Pese a todo Carvajal siguió al lado del caudillo rebelde. Tuvo otro momento de gloria cuando derrotó a su porfiado adversario Diego Centeno en la batalla de Huarina (20 de octubre de 1547), donde su arcabucería, equipada por él mismo, causó estragos en las fuerzas enemigas, decidiendo el desenlace a su favor. Pero el bando gonzalista se hallaba ya desmoralizado y muchos desertaron para sumarse a las fuerzas realistas de La Gasca, que había establecido su campamento en Jauja.
Al final el ya mermado ejército de Gonzalo y Carvajal se encontró con el ejército de La Gasca en las cercanías del Cuzco. Se libró la batalla de Jaquijahuana (9 de abril de 1548, pero más que batalla fue una escaramuza breve donde se produjo una enorme desbandada de los rebeldes, que se pasaron al campo realista. Conservando su característico humor aun en tal instante, Carvajal se puso a canturrear: “Estos mis cabellicos, madre, / de dos en dos se los lleva el aire”.
Gonzalo Pizarro se entregó, mientras que Carvajal huyó, pero su caballo tropezó en una ciénaga quedando aprisionado una de sus piernas por el peso del animal. Aprovechando esa situación, lo capturaron sus propios hombres y lo entregaron a La Gasca, quien lo remitió a la justicia del oidor Andrés de Cianca y de su maese de campo Alonso de Alvarado.
Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal fueron considerados culpables de sus delitos y sentenciados a ser ejecutados. La sentencia se cumplió en el mismo campo de batalla, el día 10 de abril. A Gonzalo lo decapitaron y a Carvajal lo ahorcaron, aunque previamente, para mayor escarnio, lo arrastraron por el campo metido en una petaca tirada por un caballo. Se dice que tal situación el condenado se puso a cantar: “Niño en cuna / qué fortuna / qué fortuna / niño en cuna”.
Su cuerpo fue descuartizado y sus miembros repartidos por todos los caminos de Perú. Su cabeza y la de Gonzalo fueron puestas en una picota dentro de una jaula y exhibidas en la Plaza Mayor de Lima, a perpetuidad (aunque años después los cráneos fueron robados). La Casa de Carvajal en Lima fue allanada y su solar sembrado de sal.
Descripción de Carvajal por Agustín de Zárate
“Era hombre de mediana estatura, muy grueso y colorado, diestro en las cosas de la guerra, por el gran uso que de ella tenía. Fué mayor sufridor de trabajo que requería su edad, porque a maravilla no se quitaba las armas de día y de noche, y cuando era necesario tampoco se acostaba ni dormía más de cuanto, recostado en una silla, se le cansaba la mano en que arrimaba la cabeza. Fué muy amigo de vino; tanto que cuando no hallaba de lo de Castilla, bebía de aquel brebaje de los indios más que ningún otro español que se haya visto. Fué muy cruel de condición; mató mucha gente por causas muy livianas, y algunos sin ninguna culpa, salvo por parecerle que convenía así para conservación de la disciplina militar, y a los que mataba eran sin tener de ellos ninguna piedad, antes diciéndoles donaires y cosas de burla, y mostrándose con ellos muy bien criado y comedido. Fué muy mal cristiano, y así lo mostraba de obra y de palabra.”
Fuente
- Del Busto Duthurburu, José Antonio:
- Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú. Tomo I. A-CH. Lima, Librería STUDIUM S.A., 1986.
- La conquista del Perú. Lima, Librería STUDIUM S.A., 1984.
- La pacificación del Perú. Lima, Librería STUDIUM S.A., 1984.
- Inca Garcilaso de la Vega: Historia general del Perú. Tomo II y III. Lima, Editorial Universo S.A., 1972.
- Enciclopedia Universal DVD ©Micronet S.A. 1995-2006
- Mendiburu, Manuel: Diccionario histórico-biográfico del Perú. Parte primera que corresponde a la época de la dominación española. Tomo II. Lima, 1876.
- Ficha en Biografías y Vidas
Enlaces externos
- Wikisource contiene obras originales de o sobre El Demonio de los Andes.
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