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Palacio Real de Valencia
El Palacio del Real de Valencia fue el antiguo palacio de los Reyes de Valencia en el "Cap i Casal" (cabeza y casa común) del Reino, como se conocía a la ciudad. También conocido como Palacio de las 300 llaves en alusión al número de habitaciones que llegó a tener.
Desde el siglo XI al XIX fue sede regia para los reyes tanto de la taifa valenciana, como para los monarcas de la Corona de Aragón, los Austrias y los Borbones, si bien por estos últimos no fue tan apreciado.
Su origen lo encontramos en el siglo XI en una finca de recreo o almunia musulmana, de los reyes de la Taifa de Valencia, donde se retiraban para descansar. Se encontraba situado extramuros de la ciudad, al otro lado del río Turia. Fue mandada construir para descanso del rey Abd al Aziz.
El arabista Henri Pérès que describe el Palacio como una Alhambra primigenia del siglo XI,
El palacio fue destruido en la Guerra de la Independencia española, en uno de los sitios de Valencia en 1810, por las tropas españolas que defendían la ciudad.
Durante todos estos siglos, el Palacio Real de Valencia padeció el paso del tiempos, sufrió asaltos durante guerras, destrucciones, reconstrucciones, y ampliaciones. una de las últimas y más importantes fue la llevada a cabo por Pedro IV el Ceremonioso o del Punyalet, que lo llamaba “alberg delitós” y lo rehabilitó con todo su esplendor, haciendo honor a su rango de lugar real, después del saqueo de las tropas castellanas en 1364.
Contenido
Construcción extramuros
Según apuntan algunos historiadores, la construcción de sus palacios en lugares un tanto alejados era lo habitual entre los príncipes andalusíes, que gustaban disponer de un lugar a una distancia premeditada para poder controlar la capital y a la vez defenderse de las revueltas. Pero también era importante su gusto por los albergues con amplios y grandiosos jardines.
El Palacio
Nació como finca de recreo musulmana, continuó como palacio de los reyes de Aragón y Valencia, tras la unión dinástica de Aragón y Castilla sería residencia oficial de los virreyes de Valencia, para acabar siendo Capitanía General hasta su destrucción en 1810.
Según los planos rescatados por el profesor Giner Boira, se trataba de un gran edificio, su fachada principal llegó a alcanzar los 200 metros, dispuso de varias torres bien fortificadas, algo imprescindible debido a que el estar extramuros de la ciudad, lo que lo hacia fácilmente vulnerable en caso de guerra. Fue conocido como el Palacio de las 300 llaves en alusión al número de habitaciones que llegó a tener.
Boira lo describe integrado por dos cuerpos el llamado palacio viejo y el palacio nuevo. El palacio viejo era la antigua almunia musulmana reformada y adaptada a las nuevas necesidades, y el llamado palacio nuevo sería una ampliación de nueva planta del viejo.
Fue reedificado por Pedro el Ceremonioso (1336-1387) y posteriormente ampliada por el rey Alfonso el Magnánimo (1416-1458). En el 1363 durante las guerras entre Castilla y Aragón, el palacio fue incendiado por las tropas castellanas en su sitio de la ciudad.
El palacio viejo, en una de sus dependencias albergaba la capilla del palacio, disponía de cuatro torres, en las esquinas, durante años sirvió como dependencias de uso exclusivo para la reina, pero con el tiempo sería un espacio destinado a viviendas del alcaide y el personal de servicio.
La parte nueva integraba dos patios, en el mayor estaba la escalera principal por la que se accedía a los salones principales. El patio pequeño también disponía de una escalera que daba acceso a una nueva capilla, dedicada a Santa Catalina. Los salones estaban dedicados al servicio de los reyes, audiencias, fiestas, recepciones, etc.
El rey tenía sus aposentos en la torre principal, conocida como de los Ángeles y reconocible en los grabados antiguos a simple vista, en ella se encontraba un gran escudo real.
Ya en el siglo XVII se acometió una gran transformación en el palacio, modificando la estructura interna y la externa, se añadió una galería con arcos en la fachada principal y se eliminaron las ventanas góticas.
Las ilustraciones que se conservan muestran el palacio en este momento histórico.
Maestros canteros
Entre los maestros canteros cuyos nombres han llegado hasta nosotros y que trabajaron en el palacio podemos encontrar a Joan Franch (siglo XIV), que trabajó también en las obras del Convento de Santo Domingo y al "piquer" Mateu Teixidor, que trabajó en la construcción del Puente de la Trinidad.
Habitantes ilustres
La quinta de recreo "Omunya" conocida como "Rahal", construida en el siglo XI por el Rey Moro Abd Al-Aziz, para su uso y de sus descendientes, fue transformada en Alcázar Regio y ampliada por Don Jaime I el conquistador. En el palacio, conocido como del Real y reedificado por Pedro IV de Aragón, se alojaron Juan I, Martín el Humano, Alfonso el Magnánimo y su esposa la reina Doña María, entre otros monarcas, fue una de sus residencias favoritas; ocasionalmente se alojaron Carlos I, Felipe II y Felipe III, a cuyas bodas con Margarita de Austria sirvió de marco admirable.
Hasta su derribo fue residencia oficial de los virreyes, primero, y de los capitanes generales después.
La Corte Virreinal
El momento de esplendor de esta época lo encontramos ya a finales del Siglo de Oro valenciano. El Palacio del Real fue el centro neurálgico del Reino de Valencia, allí la reina Germana de Foix y especialmente su segundo esposo el duque de Calabria, ejercieron de mecenas de la cultura, convirtiéndose en entrada y centro neurálgico del Renacimiento español. No podemos pese ello olvidar su papel en la represión de las Germanías.
Se considera a la reina doña Germana una mujer de su tiempo, criada en la corte de Luis XII y Ana de Bretaña, familiarizada con un mundo renacentista y con fuertes vínculos italianos. Gustaba del lujo pero, también de la conversación ingeniosa y espiritual.
Ambiente cortesano
Su formación cultural, fue decisiva para crear un ambiente cortesano en la Valencia del siglo XVI ya que, si bien la corte imperial de Carlos V, nieto de su primer esposo, era itinerante, en Valencia y bajo la protección de la última reina de Aragón, se creó una corte estable siguiendo el ejemplo de las italianas de su momento; floreció entre damas y caballeros la poesía, el humanismo, la diversión, incluso los problemas políticos tomaron un cierto tinte cultural.
Esta fue una de las claves para situar a Valencia en la órbita europea de su época, y para que la corte virreinal se relacionara con otras cortes europeas.
Carlos I facilitó la boda de Fernando de Aragón, hijo del rey Federico I de Nápoles, con la reina Doña Germana, ambos entraron por la puerta de San Vicente en Valencia como virreyes el 28 de noviembre de 1526 y en la Catedral juraron su cargo.
La formación y personalidad de ambos hizo que el Palacio Real de Valencia fuera una de las residencias más ricas de España. Así los elogios que dedica el alemán Jerónimo Münzer en 1494, describiendo de la belleza de sus jardines, alcázar y numerosas estancias, se quedaron cortas ante las reformas y abundantes cambios introducidos por el matrimonio Germana-Calabria.
Al morir la destronada reina de Nápoles, Isabel de Balzo, madre del duque de Calabria, llegaron las infantas Julia e Isabel y, con ellas toda una corte de damas que aunque no tuvieran una gran influencia en la corte, representaban con su lengua y costumbres una influencia forastera en las gentes y ambiente.
Poco a poco la corte valenciana era un hervidero de intelectuales y cortesanos.
Hay que destacar entre otras muchas cosas, la enorme biblioteca que reunió el Duque y de la que da fe Claude de Bronseval 1532:
“... el virrey que estaba entonces en su estudio lo recibió con cortesía. Había allí más de doscientos volúmenes, pues era extraordinariamente amante de la literatura...”.Los fondos fueron saqueados por algunos de los que habían participado en su destrucción, como el propio arquitecto a las órdenes del general Joaquín Blake, y también por los franceses tras su entrada en la ciudad.
En la corte se hablaban distintas lenguas además de las autóctonas, así encontramos a Don Luis Milán destacado además de por su faceta de músico, por sus obras. La obra más importante de Milán, relacionada con la corte del duque de Calabria y Doña Germana, es la que en 1561 imprimió Juan de Arcos en Valencia; se trata del Libro intitulado El Cortesano, donde exponen "lo que debe tener por reglas y práctica, repartido por jornadas", inspirada en El Cortesano de Baltasar de Castiglione. Dedicada a Felipe II, el autor manifiesta su propósito de dar consejos tanto en al forma de hablar como de presentarse todos los personajes de aquella corte virreinal.
“haciendo que hablen en nuestra lengua valenciana como ellos hablaban, pues muchos que han escrito usaron escribir en diversas lenguas, para bien representar el natural de cada uno”; se trata del mejor testimonio de aquella vida cortesana en la Valencia del XVI.Encontramos también a Juan Fernández de Heredia, alguna de cuyas composiciones figuran en el Cancionero General de Hernando del Castillo (Valencia, 1509), y que versificaba igualmente en castellano y valenciano; El poeta Francisco Gilabert de Fenollet, más conocido por Francesc Fenollet, amén de un sinfín de cortesanos que aparecen en las obras citadas, a los que habría de añadirse el complemento de toda corte: dos bufones: el catalán que se hacía llamar “canonge Ester”, ocurrente y siempre en continua riña con “Gilot”, el otro bufón.
Los jardines
Además del extenso jardín del palacio, existía ya en el siglo XV una importante colección zoológica compuesta de leones, osos, ciervos, faisanes, pavos reales etc.
La otra denominación con que se conoce a los Jardines del Real, los Viveros, procede de la huerta del Vivel, nombre tomado de la laguna o vivero que los regaba, y que se viene utilizando desde que en 1903 este parque fue donado al ayuntamiento para plantel o viveros de árboles. Anteriormente había pertenecido a la Diputación Provincial, a la que había sido cedida por el Real Patrimonio en 1869.
Su utilización como vivero está documentada ya en 1560, fecha en que Felipe II dispuso le fuesen remitidos de la Almaciga del Real de Valencia infinidad de naranjos y limoneros así como más de cuatro mil plantas florales para embellecimiento de los jardines de su Palacio de Aranjuez.
Derribo
Oficialmente su demolición en la Guerra de Independencia, 12 de marzo de 1810, fue una supuesta estrategia militar para no permitir un bastión desde donde se pudieran hacerse fuertes las tropas napoleónicas invasoras, y bombardear la ciudad. Si bien de poco sirvió, pues atacaron por otro flanco y las tropas españolas terminaron entregando la ciudad sin luchar, a cambio de poder marchar a Alicante, todo ello pese a que en el primer sitio, el 28 de junio de 1808, los valencianos derrotaron a los franceses dirigidos por Moncey en las Torres de Quart, que con multitud de bajas fueron obligados a retroceder a Madrid.
Si bien algunas fuentes consideran discutible esa concepción táctica, y dicen lo contrario, que el Palacio podía ser un punto desde donde batir a los atacantes de la muralla.
Para una parte de los investigadores pudo ser una forma de terminar con los vestigios que aun quedaban del antiguo régimen derrotado en Almansa.
Así Teodoro Llorente nos habla de la “incomodidad política” del Palacio Real en unos tiempos en los que se imponía la uniformidad borbónica que terminaría convirtiendo los antiguos reinos en meras provincias.
El mismo Llorente dice:
“¿Qué fue de ti, Palacio Real? Noble mansión de los monarcas valencianos, centro y símbolo de nuestro antiguo y glorioso reino (...) Desaparecido todo, con las instituciones que representabas, la autonomía ilustre de aquel reino del que fuiste cabeza...”Unos años después de su demolición, parece ser que hubo un intento de reconstruirlo por parte del general Elío, nombrado capitán general de Valencia por Fernando VII. Según Vicente Vidal Corella en cita recogida en el libro La Valencia de otros tiempos:
“al encontrarse ante los escombros del Palacio Real, derribado durante la Guerra de la Independencia, pensó en reedificarlo, pero ante los inconvenientes que se le opusieron, ordenó reunir los restos del memorable y glorioso monumento, formando con ellos dos montículos inmediatos, que las gentes denominaron “les montanyetes d’Elio”.Josep Vicent Boira, en el libro El Palau Reial de Valencia. Els plans de Manuel Cavallero (1802) editado por el Ayuntamiento de Valencia, apunta:
“Podríem pensar que el derrocament va obeir a una conjunció de factors: una fallida estratégia militar podia estar present, pero també intervendría la necessitat economica de la Junta de Defensa i la percepció de ser el simbol per excelencia del passat, vist a ulls de les forces burgueses i lliberals que sorgien en aquell moment”.(Podíamos pensar que el derribo obedeció a una conjunción de factores: una fallida estrategia militar podía estar presente, pero también intervendría la necesidad económica de la junta de defensa y la precepción de ser un simbolo por excelencia, visto a ojos de las fuerzas burguesas y liberales que surgían en aquell momento)Vestigios
En 1810, solamente se salvó de su grandiosa fábrica algún fragmento de artesonado conservado en el Archivo del Reino de Valencia.
En 1814 el capitán general de Valencia, don Francisco Javier Elio, ordenó amontonar los escombros del derribado palacio real en los jardines, y formó con ellos dos pequeños montículos ("Les montanyetes d'Elio") que rodeó de macizos sustentantes, sombreados de arbusto y de flores.
En los mismos jardines se puede observar unas escalinatas que según la tradición, respaldada por las posteriores investigaciones arqueológicas, pertenecieron al palacio
De otros restos pequeños se tiene constancia en Sevilla y otros lugares.
Las ruinas
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