Pedro García de Galarza (Bonilla, Cuenca, 1538- Cáceres, 1604) Obispo de Coria, desde 1579 hasta su muerte.

Biografía

Estudió, según propio testimonio, artes en Alcalá de Henares y teología y cánones en Sigüenza y en el colegio de San Bartolomé de Salamanca, desempeñando durante un corto período de tiempo cátedra en las dos últimas universidades. En Salamanca coincidió con otro conquense ilustre, fray Luis de León y con los extremeños Arias Montano y Sánchez de las Brozas (El Brocense). Durante esta etapa de su vida, discente y docente, adquirió una amplia y sólida formación humanística, plasmadas todas estas cualidades en una veintena de obras, impresas unas y manuscritas otras, todas ellas significativas y de desigual valor. Siendo canónigo magistral de la catedral de Murcia fue preconizado obispo de Coria en el citado año de 1579, circunstancia que añadió a su polifacética personalidad su carácter de gran reformador, con el Concilio de Trento como telón de fondo y guía. García de Galarza es una de las grandes glorias del episcepológico cauriense. Incluso Felipe II llegó a contar con él en un par de ocasiones en misiones político-diplomáticas.

Normalizadas las relaciones del prelado, mediante concordias, con el Duque de Alba, Señor de Coria, a causa del ejercicio del derecho de patronato de éste y logrado otro tanto con su propio cabildo, mediante la promulgación de los Estatutos Capitulares (Statuta Ecclesiao Cauriensis), en vigor hasta el siglo XIX, y con el siempre polémico enclave religioso-militar de la Orden de Alcántara, en el partido del mismo nombre, los primeros esfuerzos del obispo Galarza se dirigieron a poner fin a la vida mundana, por medio de la clausura de las beatas de su diócesis, especie abundante y floreciente en la época, particularmente en los beaterios de San Pablo y de Jesús de Cáceres, cosa que logró a pesar de la leonina resistencia y reiterados recursos de las implicadas a las más altas instancias político-religiosas.

De la vida global de su obispado Galarza se ocupó en sendos sínodos, uno de ellos celebrado en Cáceres en 1594 y el otro en Coria, en 1596, cuyas constituciones, como escribiría su sucesor el obispo Carvajal, eran "unas solamente y están de mano sin averse impresso", pero fueron incorporadas en parte, al igual que las de otros obispos "de buena memoria", Bobadilla Mendoza y Daza, a las hechas y compiladas en el sínodo de 1606 y publicadas en 1608 y que constituyeron la Carta Magna del gobierno diocesano de Coria-Cáceres en los tiempos modernos. Ya al final de su vida, en 1603, el obispo Galarza fundó el colegio-seminario de San Pedro de Cáceres, "en el ejido de la villa que llaman Las Parrao", para cuyo fin dejó unas casas que tenía en los arrabales de la ciudad y donó diez mil ducados, impuestos sobre los propios de Alcuéscar. Dicho seminario había de regirse por las Constituciones del de Sigüenza.

Obispo celoso pastoralmente, caritativo en vida y en muerte, Galarza fue finalmente un mecenas renacentista. En efecto, bajo su mandato se reedificó el viejo palacio episcopal de Cáceres, dándole entrada por la plaza de Santa María y se construyó de nueva planta la capilla antigua de las reliquias en la catedral de Coria, que labraron el escultor Lucas Mitata y Juan Bravo. Pero lo más significativo es el sepulcro de mármol del propio obispo García de Galarza, que se hizo construir en vida, sito en el muro del Evangelio del Altar Mayor de la catedral de Coria y al que fueron trasladados sus restos mortales en 1604. Espléndida obra renacentista en la que se ve la estatua orante del prelado, arrodillada, con las manos juntas. En el neto del basamento, esculpido, el escudo epicopal, leyéndose, bajo el capelo, lo que fue su lema: "Ex alto", y en la banda "Ave María", y grabados en letras unos versos latinos, laudatorios de su persona, que comienzan: GARSIA SUB HOC SAXO JACET INCLITUS ILLE GALARZA...; en dos medallones, por el costado izquierdo, en el intrados del arco, se lee: "HIZOSE/ESTA/OBRA/ANNO/DE/1506". Estos monumentos entre otros, así como la Plaza de García de Galarza en Cáceres, perpetúan la memoria, digna de recuerdo del ínclito Galarza.

Entre sus obras, a las que se ha hecho mención, merecen destacarse: Institutionum Evangelicarum libri VII (Madrid, 1579) y De clausura monialium controversia (Salamanca, 1589).