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Real Biblioteca de Madrid
La Real Biblioteca se encuentra ubicada en el Palacio Real de Madrid (España). Ocupa el ángulo noroeste del palacio y consta de dos plantas, amuebladas con librerías de caoba. Sus colecciones constan de libros, medallas y monedas en número de 300.000 obras impresas, 4.000 manuscritos, 3.000 obras musicales, 3.500 mapas, 200 grabados y dibujos y alrededor de 2.000 monedas y medallas.
Historia
La Real Biblioteca tiene su origen en la que sirvió como biblioteca privada a los reyes de la Casa de Borbón desde la llegada de Felipe V, llamada Real Particular o de Cámara. A esta institución debe oponerse el término de Real Pública, con que se distinguió de la Privada la que hoy es Biblioteca Nacional. Ambas instituciones tuvieron un origen común y su separación definitiva se produjo en 1836, año en el que la Real Pública pasó a manos del Estado y a ser gestionada por el Ministerio de la Gobernación.
En la constitución del fondo original de la Real Biblioteca es perceptible el afán por reproducir un Gabinete de Bellas Artes en el que diferentes colecciones, no solo bibliográficas, compartiesen el mismo espacio. Así, instrumentos musicales, medallas y monedas, utensilios de dibujo y aparatos empleados para la investigación científica y matemática, convivieron con manuscritos, impresos, mapas y partituras musicales.
La Biblioteca Particular de los reyes siguió creciendo y desplazándose con sus propietarios durante los años que duró la construcción del nuevo palacio tras el incendio del Alcázar de los Austrias en 1734. Los inventarios conservados de época de Carlos III revelan el predominio del libro impreso en la biblioteca si bien se debe a la iniciativa de este monarca la incorporación a la Real Biblioteca de la colección de manuscritos de lenguas de América reunidos por Celestino Mutis en 1787.
Las adquisiciones de libros más notables corresponden al reinado de Carlos IV. Entre las colecciones que ingresaron entonces cabe destacar las bibliotecas particulares de ilustrados como Mayans y Siscar y Francisco de Bruna, Oidor de la Audiencia de Sevilla y amigo personal de Gaspar Melchor de Jovellanos. A estos fondos se añaden los muy numerosos libros procedentes de las bibliotecas particulares del conde de Mansilla y del conde de Gondomar. De este último conserva la Real Biblioteca no solo su magnífica colección de libros impresos y manuscritos sino una copiosa correspondencia que asciende a más de 20.000 cartas. Por su especial condición de Librería de la Corona, ingresaron también en la Real fondos de carácter archivístico procedentes del Archivo General de Simancas y de la Secretaría de Gracia y Justicia. De tal ministerio se trajeron, en virtud de Real Orden de 1807, los manuscritos de Francisco de Zamora, Manuel José de Ayala, Areche y la colección Muñoz.
El incremento de libros en la colección real fue constante desde el nacimiento de la Biblioteca. Herencia de su fundador, Felipe V, fue también el propósito renovado por sus sucesores de enriquecer la librería con cosas «singulares, raras y extraordinarias». Consecuencia de esa secular tradición que tiende a reunir la biblioteca y el museo es el ingreso en la Real de los magníficos álbumes de Historia Natural y de Antropología de Vilella en época de Carlos IV; o el aumento, secundado por todos los monarcas, de la colección de partituras musicales manuscritas e impresas, tan vinculada a la reina Bárbara de Braganza, o la incorporación del Monetario de Baldiri en tiempo de Fernando VII. A la muerte de este rey la biblioteca se había enriquecido con una exquisita serie de encuadernaciones y los libros, cada vez más numerosos, se trasladaron al lugar que actualmente ocupa la Real Biblioteca.
Los vaivenes políticos del siglo XIX produjeron un abandono de los proyectos culturales de ámbito nacional promovidos por la corona, no pocas veces planificados por los bibliotecarios más sobresalientes, lo que no obstante derivó en el favor particular de escritores, artistas y editores que correspondieron a la protección real con el envío de sus libros.
El arreglo material de la Biblioteca y la catalogación científica de sus fondos se inicia con el reinado de Alfonso XII. Desde entonces, la principal preocupación de la Real Biblioteca ha sido conservar adecuadamente su patrimonio, aumentarlo selectivamente y difundirlo mediante catálogos generales y específicos, algunos, como el de Crónicas generales de España o el de Manuscritos de América, de obligada referencia entre los especialistas. La automatización del fondo bibliográfico y la edición de un nuevo catálogo general de manuscritos e impresos es el último gran empeño emprendido por la Real Biblioteca en 1992.
Encuadernaciones históricas
La Real Biblioteca alberga una de las mejores muestras de encuadernación histórica que pueden verse hoy día en Europa. Desde el clasicismo dieciochesco hasta las propuestas del art decó, las representaciones son numerosas y eminentes.
En cuanto a la selección, el punto de partida ha sido el listado de las encuadernaciones con autoría registrada en el campo correspondiente de la Base de Datos del Patrimonio Bibliográfico de Patrimonio Nacional (IBIS). Por cuestiones prácticas y de coherencia de la colección se restringió la selección a los volúmenes localizados en la Real Biblioteca. Predomina la encuadernación de los siglos XVIII y XIX, aunque hay también están representadas las centurias anteriores desde el siglo XVI.
A partir de 1993 se reanudó una práctica ligatoria muy característica del fondo de la Real Biblioteca: las encuadernaciones de arte con la cifra real. Los libros elegidos para vestirse con estas galas son los procedentes del fallo anual del premio «Reina Sofía de Poesía Iberoamericana». Los encuadernadores son artistas cuyo nombre ya es parte de la historia de la encuadernación contemporánea: los hermanos Galván, Manuel Bueno, José Luis García, Ramón Gómez Herrera, Antolín Palomino, Andrés Pérez Sierra o Ana Ruiz Larrea. Este hábito, además de dar continuidad a la tradición de encuadernaciones valiosas conservadas en la Biblioteca, recupera el sentido de copia de presentación que tradicionalmente se ha dado en las bibliotecas reales a los libros realizados bajo el patrocinio intelectual o económico de la corona.
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