- Redemptor Hominis
-
Redemptor Hominis
Redemptor Hominis
(latín: Redentor del hombre)
Carta encíclica del papa Juan Pablo IIHumanae vitae ◄ ► Dives in Misericordia Fecha 4 de marzo de 1979 Argumento Al principio del Ministerio Pontifical Encíclica numero 1 de 14 del pontífice Texto en latín
en españolRedemptor Hominis (latín: El Redentor del Hombre) es el nombre de la primera encíclica escrita por el papa Juan Pablo II. Con ella, marca una senda para su pontificado al explorar los problemas contemporáneos del hombre y proponer soluciones basadas en una más profunda comprensión del ser humano. La encíclica fue promulgada el domingo 4 de marzo de 1979, menos de 5 meses después de su instalación como papa.
Resumen de la encíclica
Esta primera encíclica del papa Juan Pablo II examina los principales problemas que atribulan al mundo en la actualidad. Juan Pablo II comenzó su papado en medio de una crisis de duda y autocrítica al interior de la Iglesia Católica. Se ocupa de aludir a esta crisis en el prólogo de la encíclica, manifestando su confianza en que el nuevo movimiento de la vida en la Iglesia es mucho más fuerte que los síntomas de la duda, separación y crisis.
Redemptor Hominis propone como solución a estos problemas un proceso de total comprensión y entendimiento de la persona, tanto de la persona humana como la de Cristo. En este sentido, esta primera encíclica hace hincapié, repetidas veces, en el auspicio del papa a la filosofía del personalismo; tendencia que mantendrá durante todo su papado.
La encíclica también prepara a la Iglesia para el inminente tercer milenio, llamando a los años que quedan del siglo XX como temporada del nuevo Adviento, temporada de expectativas, a manera de preparación para el nuevo milenio.
La Humanidad en el misterio de la Redención
Juan Pablo II señala las doctrinas centrales de la Encarnación y de la Redención como la mayor evidencia del amor de Dios por la Humanidad: El Hombre no puede vivir sin amor... ésta es la razón por la cual Cristo el Redentor se revela completamente al Hombre. Como respuesta a ello, cualquier ser humano, sin importar cuán débil esté, que desee entender plenamente su propia persona, debe "asimilar por entero la realidad de la Encarnación y la Redención con la finalidad de encontrarse a sí mismo".
Crítica a los gobiernos ateos
Sin nombrarlo explícitamente, Redemptor Hominis muestra la oposición de Juan Pablo II al comunismo ateo, tal como se encuentra en su Polonia natal: "un ateísmo programado, organizado y estructurado como sistema político". Juan Pablo II encuentra así al comunismo, en el plano filosófico, inherentemente inhumano. Citando las palabras de San Agustín Tú nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón no descansará hasta descansar en ti, sostiene que la búsqueda del Hombre a Dios (a través de cualquier religión) es la principal medida de la Humanidad. Así, establece, sistemas como el comunismo, que desconoce ese aspecto esencial de la naturaleza humana están fundamentalmente dañados y son incapaces de satisfacer los más profundos deseos para la máxima expresión de la vida humana. Esto deja un sostén filosófico para las propias acciones exitosas confrontando el comunismo en el campo politica incluyendo sus viajes.
Él denuncia, específicamente, gobiernos opuestos a la libertad religiosa, como un ataque a la dignidad inherente del hombre: " La limitación de la libertad religiosa de las personas y las comunidades no es sólo una experiencia dolorosa, es sobre todo un ataque a la dignidad misma del hombre."
Mensaje misional y libertad religiosa
Adelantándose a su éxito notable muchos viajes de todo el mundo, Juan Pablo insiste en la necesidad de hacer llegar el mensaje de Dios a "todas las culturas, todos los conceptos ideológicos, todas las personas de buena voluntad" con una correcta "actitud misionera." Esta actitud, insiste, debe comenzar con un buen sentido de "lo que está en el hombre", subrayando una vez más el tema personalista. Subraya que una adecuada expresión de la actitud misionera no es destructiva, más bien se inicia con la construcción de lo que ya existe.
Juan Pablo usa esto como una fundación a otro de los temas centrales de su papado: el de la libertad religiosa. Basándose en la declaración del Concilio Vaticano II en Dignitatis humanae(Declaración sobre la Libertad de Religión), el Papa Juan Pablo enseña que cualquier labor misionera de la Iglesia debe comenzar con un "Profunda estima por el hombre, por su inteligencia, su voluntad, su conciencia y su libertad." El orador pasa a la Iglesia Católica como la verdadera depositaria de la libertad humana. Destacando al mismo tiempo la Iglesia de otras religiones, este es un reproche implícito a los gobiernos comunistas que suprimen la libertad de culto.
La unión de Cristo con cada persona
Continuando con el tema personalista, el Papa escribe que no es suficiente hablar de la unión de Cristo con el hombre como si fuera una unión impersonal de Cristo con la humanidad, entendida como una multitud indiferenciada: "No se trata del hombre «abstracto» sino real, del hombre «concreto», «histórico». Se trata de «cada» hombre..."
Por el contrario, insiste en que Cristo se acerca a cada persona singularmente. De ese modo, cada persona puede andar el camino de su propia vida, y alcanzar su pleno potencial, a partir de esa experiencia del amor de Cristo por ella en su singularidad. De la misma manera, la misión de la Iglesia debe también ser la de acercarse personalmente a todas y cada una de las personas: "Siendo pues este hombre el camino de la Iglesia, camino de su vida y experiencia cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser, de manera siempre nueva, consciente de la «situación» de él."
Los miedos del Hombre
El Santo Padre escribe que algunos de los mayores miedos del hombre son resultado de sus propias creaciones: el daño ecológico causado por una explotación indiscriminada de la Tierra, y el miedo que produce el continuamente creciente poder militar, que trae consigo la amenaza de una destrucción global, "una inimaginable autodestrucción, comparados con la cual todos los cataclismos y catástrofes de la historia parecen desvanecerse".
John Paul points out that although man's technological and material accomplishments certainly stand as authentic signs of man's greatness, they provoke a disquieting question: "Does this progress, which has man for its author and promoter, make human life on earth 'more human' in every aspect of that life? Does it make it more 'worthy of man?'" Yet again, the human person is made to be the measure of what is good, not just mere accomplishment and accumulation. The encyclical teaches that even if contrary to its intention, a system that is purely materialistic, that essentially ignores the human person, in the end condemns man to being a slave of his own production.
Denouncing the imbalance of economic resources, another oft-repeated theme of his papacy, John Paul encourages an increased concern for the problems of the poor. Once more, he stresses that the key to this is an increased moral responsibility built on a deeper understanding of the dignity of the human person, as taught by Christ himself in his description of the Last Judgment in the Gospel of Matthew.
La misión de la Iglesia como Madre y Maestra
Anticipating a theme that he would develop at much greater length in his 1993 encyclical Veritatis Splendor, John Paul emphasizes the responsibility of the Church in its prophetic mission to teach the truth to the world. He also indicates the importance of catechesis—teaching the doctrines of the faith—which found fruit in his papacy, most notably in his promulgation of the Catechism of the Catholic Church.
Los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia
The encyclical reaches its final sections with a section on the Eucharist, yet another theme that would mark John Paul's papacy. Stressing that "the Eucharist is the centre and summit of the whole of sacramental life," John Paul stresses the familiar Catholic theme of personal union with Christ brought so intimately through the reality of Christ's own person being offered in to person through the Eucharist.
John Paul also brings the personalist theme in his manner of responding to a controversy of the post-Vatican II Church: the issue of communal penance. In some cases, the sacrament of Penance at the time was being offered to groups of people together, without individual confession. John Paul insists against this that confession as an individual is "man's right to a more personal encounter with the crucified forgiving Christ."
María
Iniciando un patrón que regirá toda su escritura encíclica, Juan Pablo II se enfoca en la Virgen María en la sección final. En particular, invita a la Iglesia (es decir, todos los fieles católicos) a tomar a María como madre y modelo a seguir en pro de la felicidad del mundo.
Véase también
- Personalismo
- Lista de encíclicas del papa Juan Pablo II
Referencias
Weigel, George, Witness to Hope: The Biography of John Paul II, Harper Collins, Nueva York, 1999, ISBN 0-06-093286-4.
Enlaces externos
Categoría: Encíclicas de Juan Pablo II
Wikimedia foundation. 2010.