- Retrato de la Marquesa de Santa Cruz
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Retrato de la Marquesa de Santa Cruz
Retrato de la Marquesa de Santa Cruz Francisco de Goya, 1805 Óleo sobre lienzo - Neoclasicismo 124,7 cm × 207,9 cm Museo del Prado, Madrid, España El Retrato de la Marquesa de Santa Cruz (1805) es un óleo sobre lienzo de Francisco de Goya que se encuentra en el Museo del Prado tras ser adquirido por dicha institución en 1986.
Análisis
El cuadro retrata a Joaquina Téllez-Girón, marquesa de Santa Cruz, que recibió dicho título tras su boda en 1801 con José Gabriel de Silva y Walstein, Marqués de Santa Cruz y primer director del Museo del Prado. Fue hija de los novenos duques de Osuna y una mujer culta que participaba en las tertulias ilustradas de la época. Goya la conocía desde niña y la incluyó en un retrato familiar, Los duques de Osuna y sus hijos, también en el Prado.
Aquí está representada tumbada en un canapé rojo y sosteniendo un instrumento musical, que parece una lira pero que según el Museo del Prado es realmente una guitarra imitando su forma. La dama luce un vestido blanco y va tocada con una corona de pámpanos y racimos de uvas. La iconografía la figura como la nereida Erato, musa de la lírica amatoria, en alusión a sus inquietudes poéticas. La sorprendente esvástica pintada en el instrumento no es un añadido posterior; este símbolo de origen celta o anterior fue incluido por Goya seguramente como alusión mitológica.
El vestido es típico de la moda imperio de la época de Napoleón, con un escote muy bajo y una cintura alta, ceñida bajo el pecho, el cual realza. Esta vestimenta, décadas después, fue considerada demasiado atrevida y se cuenta que el cuadro era llamado por la familia propietaria «el de la abuela en camisón», si bien hay que insistir que el vestido es de fiesta o uso formal, y no un camisón para dormir.
Este cuadro es un ejemplo de la asimilación por parte de Goya del segundo estilo neoclásico o Estilo Imperio, surgido en los años iniciales del siglo XIX. En él el artista aragonés supera los moldes del neoclasicismo hispánico e italiano representado por Antón Raphael Mengs y los Tiépolo para entrar de lleno en los nuevos modelos franceses surgidos tras la Revolución francesa, en la línea de la la Paolina Borghese de Antonio Canova, realizada por estas mismas fechas.
La técnica pictórica combina pinceladas pastosas en la zona del muslo derecho, que avivan la intensidad lumínica del blanco y otras más diluidas con las que se da forma a las telas granates, púrpuras y violáceas del canapé y a las cortinas. En estas zonas hay un sutil tratamiento de la veladura que produce en todo el cuadro una sensación de textura de gasas, delicadas y relacionadas con la sensualidad y erotismo que transmite la belleza de la joven.
Exportación ilegal y recuperación
El cuadro alcanzó singular resonancia en los años 80, al descubrirse que había sido exportado ilegalmente de España. No fue la primera peripecia que vivió.
Durante el siglo XIX y principios del siguiente perteneció a una colección aristocrática de Madrid. Según versiones no muy bien documentadas, en 1940 fue elegido por el dictador Francisco Franco para ser regalado a Hitler en la famosa Entrevista de Hendaya. La razón de esta elección podría ser la presencia de una esvástica en la lira que porta la marquesa. Este símbolo, ahora tristemente asociado al nazismo, tiene en realidad un origen celta o anterior y Goya hubo de pintarlo como una alusión mitológica. Esta esvástica no es, como puede pensarse, un añadido moderno.
Por causas no muy claras, la pintura finalmente no fue entregada a Hitler y se comenta que quedó en la aduana de Hendaya. Posteriormente pasó a la colección Valdés de Bilbao, una ilustre colección privada. A principios de la década de 1980, la colección se desmembró entre diversos herederos, y el cuadro de Goya fue vendido.
Se contó que hacia 1983, la pintura fue llevada desde Mallorca al extranjero por mar. Pasó a Suiza y fue adquirida por un noble inglés, Lord Wimborne, quien decidió subastarla en Londres en 1986. Al anunciarse la venta, el gobierno español interpuso una demanda, alegando que la obra había sido exportada ilegalmente. De haber seguido los trámites legales, seguramente la pintura no hubiese salido al extranjero al ser declarada Bien de interés cultural.
El litigio concluyó con la suspensión de la subasta y la recuperación del cuadro, que se adscribió al Museo del Prado, aunque se tuvo que indemnizar a Lord Wimborne con el precio estimado, unos 600 millones de pesetas de la época, ya que se entendió que él desconocía el origen dudoso de la obra pues la compró a un intermediario. Para cubrir dicha cifra, el gobierno español hubo de reunir dinero aportado por diversas empresas. Se cuenta que pidió ayuda al barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, pero la respuesta fue negativa pues el barón prefería adquirir la pintura para su propia colección. A pesar de ello, este primer contacto fue fructífero a la larga, pues dio paso a las negociaciones para la fundación del Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid.
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