Museo Thyssen-Bornemisza

Museo Thyssen-Bornemisza
Museo Thyssen-Bornemisza
Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid) 06a.jpg
Museo Thyssen-Bornemisza
Información geográfica
Coordenadas 40°24′58″N 3°41′42″O / 40.41611, -3.695Coordenadas: 40°24′58″N 3°41′42″O / 40.41611, -3.695
País Bandera de España España
Ciudad Bandera de Madrid.svg Madrid
Información general
Construcción 1805–1806
Inauguración 1992
Director Guillermo Solana
Información visitantes
Visitantes/año 978.064 (2007)[1]
Dirección Paseo del Prado, 8 (Palacio de Villahermosa)
Sitio web www.museothyssen.org

El Museo Thyssen-Bornemisza es una pinacoteca de viejos maestros y del siglo XX ubicada en Madrid (España). Su existencia se debe al acuerdo de arrendamiento (1988) y a la posterior adquisición, por parte del Gobierno español (julio de 1993), de una amplia selección de la colección privada reunida por la familia Thyssen-Bornemisza a lo largo de siete décadas. Este fondo artístico aportó numerosos autores extranjeros ausentes del circuito museístico español, desde el gótico (Duccio, Jan van Eyck) hasta el pop art y los años 80 (Tom Wesselmann, Lucian Freud), por lo que vino a complementar a los dos principales museos estatales, el Prado y el Reina Sofía. Inaugurado en 1992, el Museo Thyssen-Bornemisza conforma con ellos el llamado Triángulo del Arte, acaso la concentración pictórica más importante de Europa. Es uno de los museos españoles de mayor éxito; en 2009 recibió más de 800.000 visitas, ocupando el puesto 56º entre los museos más visitados del mundo.

La institución, gestionada por una fundación bajo control público, tiene su sede en un edificio histórico, el Palacio de Villahermosa, donde custodia más de 700 obras. Gracias a un anexo sumado posteriormente ha ampliado su exhibición con unas 300 piezas más, prestadas por Carmen Thyssen; además mantiene depositadas unas 60 propias en el MNAC de Barcelona. Por otro lado, la fundación colaborará con otros dos nuevos centros: el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza (Málaga) y otro proyectado en San Felíu de Guixols (Gerona), ambos promovidos por la viuda del barón Thyssen.

Contenido

Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

La sede del museo es el Palacio de Villahermosa, en la esquina del Paseo del Prado con la Carrera de San Jerónimo. Hacia 1805 este edificio del siglo XVIII fue ampliado y reformado en estilo neoclásico por Antonio López Aguado, por encargo de María Pignatelli y Gonzaga, esposa del duque de Villahermosa. Décadas después fue una de las mansiones más prestigiosas de la ciudad, conocida por sus fiestas y veladas artísticas; acogió dos recitales de piano de Franz Liszt en 1844.

Retrato de Giovanna Tornabuoni, de Domenico Ghirlandaio.

El palacio conservó sus suntuosos interiores, que incluían salón de baile y capilla privada, hasta bien entrado el siglo XX, como atestigua un reportaje fotográfico de 1966 [1] en la revista Blanco y Negro. Todo ello se perdió en 1973 cuando el edificio se convirtió en una sucursal de la banca López Quesada; sufrió una agresiva reforma que dividió los grandes salones en oficinas. Tras la quiebra del banco, el edificio pasó a manos del Estado en 1980 y albergó varias exposiciones temporales del vecino Museo del Prado, entonces acuciado por necesidades de espacio; incluso se pensó en adscribirlo a la pinacoteca nacional como segunda sede.

Sin embargo, como parte del acuerdo entre el Estado español y la familia Thyssen, el edificio fue destinado al nuevo museo. Su rehabilitación como pinacoteca fue diseñada por Rafael Moneo. Las mejoras más elogiadas fueron la reordenación interior en salas amplias, la importancia otorgada a la luz natural, con lucernarios controlados mediante sensores, y el cambio del acceso principal, que volvía de la Carrera de San Jerónimo a la fachada posterior tal como era en origen. Se entendió que esta entrada era más adecuada para acoger al público ya que contaba con jardín propio.

La elección de mármol para los suelos y de estuco en color tostado para las paredes se debe a la baronesa Thyssen, Carmen Cervera, y a pesar de algunas críticas suele elogiarse porque da más calidez y prestancia a las salas. El museo ofrece una atmósfera de cierta ostentación que recuerda a las mansiones-museo norteamericanas de origen privado; en el atrio cuelgan retratos de los barones Thyssen y de los reyes de España Juan Carlos I y Sofía, junto a un gran tapiz con el escudo familiar, esculturas de Rodin y macetas con ficus y palmeras.

Ampliación del museo en los dos edificios Goyeneche, con nueva fachada recubriendo su antigua trasera.

El museo se inauguró el 8 de octubre de 1992, con la presencia de los reyes. En 2004 se amplió para albergar el núcleo más valioso de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza mediante la suma de dos edificios colindantes, pertenecientes a la familia Goyeneche, el primero de ellos mandado construir por el Conde de Guaqui y el segundo por la Duquesa de Goyeneche. Estos edificios fueron reformados por Manuel Baquero y Francesc Plá, y se conectan por un ángulo al Palacio de Villahermosa. Su nueva fachada orientada al jardín es de estilo vanguardista si bien las salas siguen, en colores y materiales, la estética del primer edificio. Tras cinco años de exhibición por separado, en diciembre de 2009 se anunció que ambas colecciones (la de propiedad estatal y la de Carmen Thyssen) se fusionarían en un despliegue unitario en 2010, si bien ello se está demorando y queda pendiente de resolución el futuro de la segunda colección.

Los interiores tanto del Palacio de Villahermosa como de los dos palacios Goyeneche habían sido alterados en el pasado, por lo que carecían de valor histórico-artístico y pudieron reformarse en profundidad, incorporando la tecnología más moderna. La nueva fachada del bloque Goyeneche era previamente una trasera sin atractivo, por lo que a raíz de la ampliación pudo remodelarse con un diseño minimalista en color blanco.

Historia de la Colección Thyssen-Bornemisza

El fondo artístico empezó a formarse hacia 1920, como colección privada del I barón, Heinrich Thyssen-Bornemisza (1875-1947). Ya anteriormente, hacia 1906, su padre August Thyssen (1842-1926) había encargado varias esculturas de mármol a Auguste Rodin. De ellas, cuatro pasaron a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza y se exhiben en el museo [2].

Joven caballero en un paisaje, gran cuadro de Vittore Carpaccio.

En muy pocos años (1926-34) los Thyssen sumaron varios de sus mejores cuadros, de autores como Durero, Jan van Eyck, Caravaggio y Vittore Carpaccio. Se dice que la compra de tantas obras maestras fue posible por la gran actividad que vivía el mercado del arte, por el crack del 29 y la difícil situación en Europa entre las dos guerras mundiales. Muchos aristócratas europeos y magnates americanos tuvieron que vender sus colecciones, y los Thyssen pudieron adquirir obras muy raras a precios razonables. Sin embargo, hay que desmentir que la colección se beneficiase por una presunta proximidad al régimen nazi. Los Thyssen-Bornemisza no residieron en Alemania sino en Holanda y Suiza; la confusión se explica por la existencia de otra rama de la saga Thyssen, ajena a los Bornemisza y también dedicada a la industria, que sí colaboró activamente con el Tercer Reich.[2]

El crecimiento de la colección fue tan rápido, que ya en 1930 mereció una exposición en Múnich. Constituyó una revelación, ya que el I barón compraba discretamente mediante intermediarios. Así encubría su identidad y evitaba los precios abusivos. En 1932 adquirió una mansión en Lugano, Villa Favorita, que pasó a ser su residencia habitual, y le sumó un pabellón o galería para exhibir su colección. Inauguró este incipiente museo (privado) en 1937 pero tuvo que cerrarlo muy pronto, al estallar la Segunda Guerra Mundial; lo reabriría su hijo una década después.

El segundo barón, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (1921-2002), popular en España gracias a su matrimonio con Carmen Cervera, prosiguió la actividad coleccionista de la familia, tanto con arte antiguo como especialmente con arte impresionista y posterior, hasta entonces excluido por los gustos conservadores de su padre. Su primer objetivo fue reunificar la colección, que había sido repartida entre los hermanos. Esta tarea la prolongó hasta la década de 1980, cuando recuperó la Madonna de la humildad de Fra Angelico (MNAC de Barcelona), que poseía una hermana suya. Otras piezas, pertenecientes a la llamada Colección Bentinck-Thyssen, no tuvieron igual suerte; se subastaron y dispersaron en 1995. Entre ellas se contaba un Cupido pintado por Rembrandt [3], actualmente en el Museo Liechtenstein de Viena.

A las obras maestras heredadas y recuperadas el barón unió muchas otras a partir de 1956, en una intensa actividad compradora que llegó a cien piezas por año y que no se limitaba a cuadros. El conjunto artístico de los Thyssen-Bornemisza sumaba además dibujos y acuarelas, esculturas, tallas en marfil, objetos de plata, muebles y alfombras. Se trataba de una de las colecciones privadas más valiosas del mundo y posiblemente de la más variada y completa en cuanto a pintura, pero su misma envergadura planteaba el problema de asegurar su futuro. El mismo barón confesaría que desde principios de la década de 1980 le había preocupado dejar atada la pervivencia de la colección.

De colección a museo

En 1985 Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza se casó con la española Carmen Cervera, con quien compartió su afición por el arte. Acudían juntos a subastas y exposiciones, y la influencia de Carmen sería decisiva para el futuro de la colección en España, pues los Thyssen tenían una imagen difusa del país y fue Carmen quien les introdujo en sus círculos sociales. De este modo, cuando el magnate empezó a pensar el destino definitivo de la colección, incluyó a España entre las opciones posibles.

El barón mantenía su colección repartida en varias casas, por lo que se planteó reunirla y darle un estatus de museo estable ampliando para ello la galería de Villa Favorita, que exponía sólo unas 300 obras. Se inclinó por un proyecto diseñado por el arquitecto James Stirling pero resultaba muy costoso, las autoridades suizas no aportaban ayuda económica, y el flujo de visitas se veía limitado por los malos accesos; muchos de los turistas tenían que llegar en barco atravesando el Lago de Lugano. El barón terminó descartando la ampliación y decidió trasladar la colección a otro lugar, por lo que inició una sagaz campaña de «seducción» para captar ofertas y elegir la más favorable.

La Anunciación de El Greco.

La Colección Thyssen-Bornemisza gozaba ya entonces de un notable prestigio entre los expertos, pues sus obras maestras participaban en exposiciones (la National Gallery de Londres les había dedicado una antológica ya en los 60), eran citadas en múltiples libros y además el barón publicaba lujosos catálogos sobre ellas. En la década de 1980 Hans Heinrich Thyssen redobló su difusión presentando selecciones en museos tanto de Norteamérica como de Europa, e inclusó colaboró con la Unión Soviética en los años de la Perestroika, intercambiando exposiciones. Una muestra de los Thyssen itineró por nueve ciudades de Estados Unidos, la Royal Academy de Londres mostró sus mejores tesoros, y en España la Academia de San Fernando y la Biblioteca Nacional mostraron amplios grupos de obras antiguas y modernas, respectivamente, en 1986-87.

La noticia de que el barón «cedía» sus cuadros saltó a los medios de comunicación y propició ofertas y contactos más o menos publicitados. Bonn y Londres mostraron su interés por la colección, París sugería como sede el Petit Palais, también se rumoreó sobre una oferta japonesa, y la Fundación Getty de Los Ángeles ofreció una cifra récord por su compra; se habló de 300.000 millones de pesetas. Incluso el parque Disneyworld de Orlando (Florida) se interesó por ella. Los expertos comentaban que era la mayor colección aristocrática que subsistía en Europa junto con la Royal Collection británica, y al contrario que ésta, buscaba nueva sede. Su valor y atractivo eran indudables: junto a pinturas de Picasso y de casi todos los impresionistas, encarecidos exageradamente en los años 80 por el boom del mercado del arte, la Colección Thyssen-Bornemisza contaba con ejemplos de primera calidad de viejos maestros que raramente salían a la venta, como Ghirlandaio y Hans Holbein el Joven. Para los países interesados, ésta era la última oportunidad de reunir a tantos genios, y no comprándolos uno a uno (más caros) sino en una sola operación.

Sin embargo, el barón fijaba condiciones muy particulares que no se solventaban sólo con dinero: la Colección Thyssen-Bornemisza debería preservarse como tal, en un museo propio y manteniendo su nombre y su perfil de colección familiar. Ello excluía de inmediato la oferta millonaria del Museo J. Paul Getty, que simplemente pretendía añadir los cuadros a su propio repertorio. Además el barón Thyssen rechazaba cualquier acuerdo con el Getty porque habían sido enemigos en las subastas, pujando por las mismas obras; él entendía que si accedía a ese trato, la saga Getty le derrotaba como coleccionista.

Tabla izquierda del Díptico de la Anunciación de Jan van Eyck.

Finalmente, el gobierno español obtuvo la cesión de la colección al ofrecer condiciones difíciles de mejorar: aceptó las que fijaba el barón, y ofreció como sede del museo el Palacio de Villahermosa, un céntrico edificio de valor histórico, vecino al Museo del Prado. Se garantizaba así una importante afluencia de público y una proyección internacional. El acuerdo contemplaba que un grupo de obras se depositase en Barcelona, en respuesta a un convenio cerrado entre el barón y el alcalde Pasqual Maragall en 1986.

El protocolo suscrito en 1988 entre el barón Thyssen-Bornemisza y el Gobierno español fue tan atípico por sus condiciones económicas que originó un debate en la prensa internacional. Este acuerdo estipulaba el préstamo de una amplia selección de la colección, en régimen de arrendamiento pagado (500 millones de pesetas al año), para un plazo máximo de nueve años y medio. Dicho plazo no era casual: en España las obras de arte importantes se registran como bienes de interés cultural (BIC) si permanecen diez años en el país, lo que impide su exportación. Los Thyssen fijaron un plazo algo inferior, por si el acuerdo se extinguía y los cuadros tenían que regresar a Suiza. Afortunadamente no fue así, ya que el objetivo real de ambas partes era que la colección se quedase definitivamente como museo estatal. La premier británica Margaret Thatcher lamentó el acuerdo español como su mayor fracaso en materia cultural, pues deseaba instalar la colección en los Docklands (muelles) de Londres para revitalizar esa zona deprimida de la ciudad. Dicen que el barón rechazó su oferta porque no le gustaba ese lugar.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid abrió sus puertas al público en octubre de 1992, y ya en septiembre de 1993 se inauguró en el Monasterio de Pedralbes la exhibición destinada a Barcelona. El contrato de alquiler fue una fórmula provisional para comprobar la idoneidad del museo, de modo que tras apenas un año de funcionamiento los Thyssen accedieron a suscribir con el gobierno español la venta de la parte sustancial de la colección: 775 piezas, entre ellas todas las importantes (el llamado «core» indivisible) por un precio de 350 millones de dólares (unos 42.000 millones de pesetas de la época). De esa cifra se restaban las cantidades ya abonadas como alquiler. La elevada suma provocó discrepancias en el Congreso de los Diputados, si bien la valoración de la colección era muy superior (según algunas fuentes, el triple). En contra de lo que algunos suponían, el propósito del barón no era lucrarse económicamente pues al vender las obras juntas y no subastarlas una a una, perdía dinero. Según explicó, su deseo era garantizar la pervivencia de la colección unida, y de hecho el dinero recibido lo repartió entre sus herederos a modo de compensación; así eliminaba posibles reclamaciones como las ocurridas al morir su padre. Junto con la colección adquirida, tanto el museo de Madrid como la subsede de Barcelona expusieron otras piezas aún propiedad de la familia, cedidas en depósito; destaca entre ellas una estatua de mármol de Bernini: San Sebastián (h. 1617).

En el anexo inaugurado en 2004 se instaló una selección de aproximadamente 300 obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en una modalidad similar de préstamo con opción de compra, y se dio énfasis a la función educativa y de investigación del Museo, creándose EducaThyssen, la marca que reúne todas las acciones educacionales de la institución, dependiente del Área de Investigación y Extensión Educativa del Museo. Paralelamente, el conjunto artístico depositado en Pedralbes fue trasladado al MNAC de Barcelona, con lo que captaba más público y reforzaba dicho museo en sus secciones más débiles.

Colecciones

Retrato de Enrique VIII, por Hans Holbein el Joven.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid muestra más de mil obras en orden cronológico, desde el gótico italiano del siglo XIII hasta el arte de mediados del siglo XX, tanto abstracto como figurativo, por lo que ofrece una panorámica sin interrupciones de los viejos maestros y de prácticamente todas las vanguardias entre el impresionismo y el pop art, caso inusual en los museos europeos.

De perfil casi enciclopédico, puede ilustrar por sí solo la evolución de la pintura europea y norteamericana, aunque entraña especial importancia en el contexto artístico de Madrid por las secciones que complementan al Prado y el Museo Reina Sofía, sobre todo en pintura medieval italiana, renacimiento alemán, barroco holandés, y corrientes internacionales a partir del realismo. Las secciones de impresionismo, expresionismo alemán y otros movimientos de vanguardia son únicas en la oferta museística de Madrid. De hecho, muchos de los artistas extranjeros del Thyssen, tanto antiguos como modernos, se hallaban ausentes de los museos españoles, del mismo modo que la pintura española anterior al siglo XX cuenta con una corta presencia en este museo.

Renacimiento italiano, siglos XIII-XVI

El recorrido, circular y de arriba a abajo, arranca en la Planta 2 con el ciclo que va del Gótico y el Renacimiento hasta el Clasicismo del XVII. En las primeras salas, destacan Cristo y la samaritana de Duccio, una Adoración de los Magos de Luca di Tommè, dos tablas de Bernardo Daddi (una Virgen con el Niño y una pequeña Crucifixión) y el San Pedro de Simone Martini (depósito de Carmen Thyssen). Otras piezas importantes de esta época se hallan depositadas en el MNAC de Barcelona; se deben a autores como Taddeo Gaddi, Lorenzo Monaco y Fra Angelico (La Madonna de la humildad).

El Quattrocento italiano cuenta con ejemplos de numerosos maestros ausentes en el Prado, como Domenico Ghirlandaio con el Retrato de Giovanna Tornabuoni, de 1489-90. Hay pinturas (por lo general de pequeño tamaño) de Benozzo Gozzoli, Piero della Francesca (Retrato de Guidobaldo de Montefeltro), Paolo Uccello (Crucifixión entre santos), Cosimo Tura, Ercole de'Roberti, Bramantino (Cristo resucitado), Antonello da Messina, Alvise Vivarini, Francesco Botticini... El Joven caballero (1510) de Vittore Carpaccio es una joya clave y se considera el primer retrato de cuerpo entero pintado en Europa. Preside una sala con memorables obras de Gentile y Giovanni Bellini, Palma el Viejo (La bella), Fra Bartolommeo, Bernardino Luini, Piero di Cosimo, Bartolommeo Veneto, Domenico Beccafumi, Sebastiano del Piombo (Ferry Carondolet y sus secretarios)...

Cristo entre los doctores, de Durero.

Renacimiento alemán: Durero, Holbein...

El renacimiento alemán cuenta con más de 40 piezas, un conjunto más rico que el del Prado que incluye a Durero (Cristo entre los doctores), Lucas Cranach el Viejo (La ninfa de la fuente), el famoso Retrato de Enrique VIII de Hans Holbein el Joven, El entierro de Cristo de Hans Burgkmair y dos importantes ejemplos de Hans Baldung Grien (Adán y Eva y un raro Retrato de mujer). Esta sección incluye además un amplio muestrario de efigies pintadas por otros artistas: Albrecht Altdorfer (la única que se conoce de él), Hans Holbein el Viejo, Christoph Amberger, Michael Wolgemut, Bernhard Strigel, etc.

Países Bajos, siglos XV y XVI: Van Eyck, Memling...

Los primitivos flamencos no igualan la riqueza del Prado, aunque aquí se custodia el único ejemplo de Jan Van Eyck en España: Díptico de la Anunciación. Destacan también una pequeña Virgen con el Niño de Rogier van der Weyden, otra de Petrus Christus, una Adoración de los Magos de Robert Campin y un soberbio retrato de Hans Memling, con un inusual jarrón de flores con el anagrama de Cristo en el reverso. Ya dentro del siglo XVI, se puede citar a Juan de Flandes (Supuesto retrato de Catalina de Aragón), Jan Gossaert (Adán y Eva), Ambrosius Benson, Joachim Patinir, Joos van Cleve, Jan van Scorel, Jan Mostaert, Marinus van Reymerswaele (La vocación de san Mateo), Martin van Heemskerck (Mujer hilando), Lucas van Leyden (La partida de cartas) y Bernard van Orley.

De Rafael a Caravaggio y Rubens

Una galería con vistas al Paseo del Prado está dedicada a retratos: Rafael, Bronzino, Paris Bordone, Veronés, Correggio, François Clouet (La carta)... Se exhibe también El rapto de Europa, gran lienzo de Simon Vouet. Salas próximas albergan obras destacadas como un San Jerónimo de Tiziano, dos lienzos de Tintoretto, otro de Bassano, cuatro de El Greco (Cristo con la cruz a cuestas, La Inmaculada Concepción y dos Anunciaciones), Lot y sus hijas de Orazio Gentileschi y la famosa Santa Catalina de Caravaggio, entre otros. De los barrocos españoles, destacan dos lienzos de José de Ribera, uno de Murillo y un bodegón de Juan van der Hamen; rivalizan con autores extranjeros como Guercino, Sebastiano Ricci, Mattia Preti, Carlo Maratta, Bernardo Strozzi, Giulio Carpioni, Francesco Maffei, Antoine Le Nain, Claudio de Lorena, Sébastien Bourdon, Jacques Linard...

Santa Catalina, obra de Caravaggio exhibida en el museo.

El fondo flamenco del XVII es relativamente reducido, aunque incluye ejemplos de Rubens como un Retrato de joven dama con rosario y una Venus ante el espejo copiada de Tiziano. Es también relevante el Retrato de Jacques Le Roy de Van Dyck, y además hay obras de Cornelis de Vos, Jan Fyt (Bodegón con espárragos), Jan Brueghel el Viejo (Tormenta en el mar de Galilea), David Teniers el Joven...

Barroco holandés: Rembrandt, Frans Hals...

En las últimas salas de la Planta 2 arranca, con un pequeño óleo de Joachim Wtewael, el despliegue de la riquísima colección de pintura holandesa, liderada por Frans Hals y Rembrandt. Un Autorretrato de este último, que se marginaba como copia, fue autentificado como original suyo. Le rodean autores próximos a su estilo, como Ferdinand Bol y Govert Flinck, así como una pareja de retratos de Gerard Ter Borch. En una sala anexa se reúnen autores tenebristas: Mathias Stomer, Gerrit van Honthorst (Violinista con copa), Hendrick Terbrugghen (Esaú vendiendo su primogenitura)...

La sección holandesa prosigue en la Planta 1, con el gran Grupo familiar y criado negro en un paisaje, de Hals. Le siguen especialistas en escenas de género como Adriaen van Ostade y Jan Steen (Autorretrato), bodegones de Willem Kalf, paisajes de Jacob Ruysdael, y otros nombres como Pieter de Hooch (La Sala del Consejo del Ayuntamiento de Ámsterdam), Meindert Hobbema, Pieter Jansz Saenredam, Nicolaes Maes...

Del rococó al realismo

Las Plantas 2 y 1 albergan las obras del Rococó con Watteau, Boucher (El tocador), Nicolas Lancret, Fragonard, Hubert Robert, Jean-Marc Nattier, Chardin (Bodegón con gato y raya y otras dos obras), Giambattista Tiepolo (La muerte de Jacinto), Canaletto, Bernardo Bellotto y Pietro Longhi (Las cosquillas) así como pinturas inglesas, de Thomas Gainsborough, Thomas Lawrence, Johann Zoffany...

Tres retratos de Goya (El pintor Asensio Juliá, Fernando VII y El tío Paquete) marcan la transición hacia el romanticismo, con pequeños cuadros de Delacroix (El jinete árabe), Géricault y Caspar David Friedrich, realismo con Courbet...

Retrato del pintor Asensio Juliá, por Goya.

Impresionismo: de Manet a Van Gogh

El panorama del siglo XIX culmina con el impresionismo, del que incluye a casi todos los maestros destacados: Manet (Amazona de frente [4]), Renoir, Monet (El deshielo), Degas (Bailarina de verde [5]), Pissarro, Bonnard, Berthe Morisot... Van Gogh cuenta con cuatro obras de distintas etapas, como La aldea de Les Vessenots en Auvers [6] y el grabado Los comedores de patatas, mientras que Gauguin sólo está presente con un paisaje de sus primeros años, si bien el préstamo de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza aporta un conjunto muy relevante de este artista, con ocho pinturas más y una curiosa escultura en gres. Toulouse-Lautrec está presente con dos gouaches y un raro óleo, La pelirroja con blusa blanca.

Pintura norteamericana del XVIII y XIX

Es llamativo el conjunto de pintura norteamericana de los siglos XVIII y XIX, un área de la Historia del Arte poco conocida en Europa. Incluye ejemplos de Gilbert Stuart, John Singleton Copley, Winslow Homer y John Singer Sargent. El Barón Thyssen reunió estas obras en pocos años, antes de que se elevase su valor; se dice que actualmente resulta difícil sumar ejemplos similares.

Siglo XX: de Kandinsky a Lucian Freud

La sección del siglo XX tiene un protagonismo notable en el Museo Thyssen; cubre amplias lagunas del panorama artístico de Madrid y hay que reiterar que fue enteramente conformada por el Barón Hans Heinrich.

El muestrario del fauvismo es muy reducido, con algún ejemplo menor de Henri Matisse (Las flores amarillas) y un paisaje londinense de André Derain, pero tanto el cubismo como el constructivismo ruso y el expresionismo alemán cuentan con una presencia apabullante.

La aldea de Les Vessenots en Auvers, óleo de Van Gogh.

Hay que destacar la abundante muestra de expresionistas como Ernst Ludwig Kirchner (Callejón con mujer de rojo), Emil Nolde, Max Beckmann (Autorretrato con la mano alzada y Quappi vestida de rosa), Franz Marc, Ludwig Meidner, Erich Heckel, etc. La joya de este conjunto es posiblemente Metropolis, obra maestra de George Grosz que fue defenestrada por el régimen nazi como arte degenerado. Por suerte no fue destruida y su autor la recuperó.

La planta baja cambia el color salmón de las paredes por el blanco, para dedicarse por entero al siglo XX, desde el cubismo hasta el Pop Art. Los ejemplos del cubismo analítico de Picasso (Hombre con clarinete, 1911-12) y Georges Braque (Mujer con mandolina, 1910) son muy cotizados, al igual que El fumador de Juan Gris [7]. Destacan otras obras maestras de Picasso desde su etapa azul a los años 30, como Arlequín con espejo [8], el famoso grabado La comida frugal y una Corrida de toros.

El surrealismo cuenta con una generosa presencia, así como las vías figurativa y abstracta de mediados de siglo. El despliegue concluye con obras de 1960-80, de autores como Richard Lindner (Luna sobre Alabama [9]), David Hockney, Tom Wesselmann (Gran desnudo nº 1) y Roy Lichtenstein (Mujer en el baño). Un retrato del Barón Thyssen pintado por Lucian Freud a principios de los 80 es la obra más reciente; es una de las cuatro que posee el museo de este cotizadísimo autor.

La nómina de artistas reunidos incluye a Edvard Munch, James Ensor (El baile de máscaras), Paul Klee, Kandinsky, Oskar Kokoschka, Egon Schiele, Lyonel Feininger, August Macke, Otto Dix, Albert Gleizes, František Kupka, Gino Severini, Fernand Léger, Liubov Popova, Alexandra Exter, Natalia Goncharova, Mijaíl Larionov, Laszlo Moholy-Nagy, El Lissitzky, Francis Picabia, Yves Tanguy, Piet Mondrian, Theo van Doesburg, Max Ernst, Marc Chagall (La casa gris), Edward Hopper (Habitación de hotel [10]), Joan Miró (Campesino catalán [11]), Salvador Dalí (Sueño causado por una abeja... [12]), Kurt Schwitters, Balthus (La partida de cartas), Paul Delvaux, Magritte, Clyfford Still, Arshile Gorky, Mark Rothko, Willem de Kooning, Jackson Pollock, Ronald Kitaj, Alberto Giacometti, Lucio Fontana, Francis Bacon, Roberto Matta, Richard Estes, Robert Rauschenberg (Express), Frank Stella, Hans Hofmann... Muchos de ellos son muy raros en el circuito español de museos, por lo que para ver obras suyas, hay que visitar el Museo Thyssen-Bornemisza.

Véase también

Referencias

Enlaces externos


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