Sarcófagos de Carajía

Sarcófagos de Carajía

Sarcófagos de Carajía

Aunque la costumbre de los chachapoyas de usar para enterrar a sus muertos sarcófagos, ataúdes cuya forma sigue el contorno de la figura humana, fue ya mencionada en el "Mercurio peruano" (1791) y mereció la atención de Louis Langlois (1939) y de los arqueólogos Henry y Paule Reichlen (1950), esta particularidad de funeraria fue prácticamente olvidada en los años siguientes. Una expedición conducida por Federico Kauffmann Doig, en 1985, logró localizar, en el sitio de Carajía, el más importante grupo de sarcófagos hasta entonces conocido, el cual permanecía intacto. LLegaron al lugar gracias a las referencias proporcionadas por Carlos Torres Mas.

Los sarcófagos de Carajía son únicos en su género por su tamaño colosal, que llegas hasta los 2,50 metros de alto y por su cuidadosa elaboración. El hecho de que estuvieran emplazados en lo alto de un barranco de difícil acceso, ha permitido que se conserven a salvo de manos extrañas y de depredadores.

Gracias al apoyo prestado por miembros del Club Andino Peruano, a los arqueólogos les fue posible escalar 24,00 metros de pared rocosa vertical y acceder a la gruta donde están emplazados los sarcófagos, que se encontraba más de 200,00 metros del fondo de la quebrada. Carajía-1 está constituido por siete sarcófagos. El octavo se derrumbó probablemente durante el sismo de 1928, desapareciendo en el abismo. Como quiera que los sarcófagos están lateralmente unidos unos a otros, el que se desplomó abrió forados en los costados de los contiguos. Este hecho permitió reconocer en detalle el contenido de estos sarcófagos y determinar el de los restantes, que de esta manera no tuvieron que ser violentados y permanecen intactos. En el interior del sarcófago abierto se encontrata una momia, sentada sobre un pellejo y envuelta en telas mortuorias. Objetos de cerámica y ofrendas diversas acompañaban al difunto. La datación obtenida por radiocarbono al analizar los restos orgánicos, ofreció la fecha de 1460 d. C. Roedores y aves de rapiña habían disturbado el entierro. El sarcófago estaba vacío por haber sido devorado y retriradas del lugar la momia y sus pertenencias. Los sarcófagos están conformados por grandes cápsulas antropomorfas hechas de arcilla mezclada con palos y piedras. Sólo la cabeza y parte del pecho son compactos. Tanto cuerpo como cabeza están decorados con pintura roja de dos tonos, aplicada sobre una base blanca.

Consideramos que estos sarcófagos son evocaciones de la forma típica del fardo funerario costeño y cordillerano correspondiente al período Tiahuanaco-Wari. En efecto, en uno como en otro caso, la forma antropomorfa ha sido dada sólo en cuanto al contorno del cuerpo humano, sin que se evidencien las formas correspondientes a las extremidades. Hay que remarcar que la cabeza del sarcófago ha recibido tratamiento escultórico, y que el rostro es el resultado de copias en arcilla de máscaras funerarias originalmente hechas de una tabla recortada en forma de media luna para representar la mandíbula.

Los rostros de los monolitos de Recuay, de los cuchimilcos de Chancay y aún el del ser representado en el Tumi de Lambayeque, tienen en común con las figuras representadas en los sarcófagos de Carajía la característica de una mandíbula prominente.

Otros varios grupos de sarcófagos, como los de Tingorbamba y Chipuric, presentes en las inmediaciones de la comarca, han sido prolijamente documentadas por las expediciones Antisuyo. Estas expediciones estuvieron dirigidas por Federico Kauffmannn Doig y por Gían Carlo Ligabue.

Véase también

Obtenido de "Sarc%C3%B3fagos de Caraj%C3%ADa"

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