Batalla del monte Graupius

Batalla del monte Graupius

Batalla del monte Graupius

Batalla del monte Graupius
Calgacus.JPG
Dibujo del siglo XIX en el que se representa el discurso de Calgaco a los caledonios al principio de la batalla de Mons Graupius.

Fecha 84
Lugar Caledonia (Escocia), no completamente localizado
Resultado Victoria romana
Beligerantes
Caledonia (tribus pictas) Imperio Romano
Comandantes
Calgaco Cneo Julio Agrícola
Fuerzas en combate
30.000 20.000
Bajas
10.000 360

La llamada batalla de Mons Graupius (o del monte Graupius, para algunos) tuvo lugar en el año 84, en la zona de los montes Grampianos, en Escocia, en el marco de la conquista romana de Britania. En dicha fecha, un ejército romano formado por unos 20.000 hombres, al mando de Cneo Julio Agrícola (gobernador de Britania), venció a unos 30.000 miembros de las tribus caledonias, al mando del jefe Calgaco, causándoles unas diez mil bajas (según recoge el historiador Cornelio Tácito, fuente principal de las informaciones sobre la batalla y yerno y biógrafo de Agrícola) a cambio de tan sólo 360 bajas propias. En concreto, el relato de Tácito aparece en su obra De vita et moribus Iulii Agricolae.

Las hipótesis más habituales sobre el lugar en que se produjo el episodio bélico lo sitúan en el páramo de Murdoch, en la zona de los montes Grampianos, aduciendo para ello el hallazgo en el lugar de restos arqueológicos correspondientes a romanos y a britanos, así como dos túmulos funerarios.

La batalla del monte Graupius supuso el espaldarazo definitivo a la conquista romana de Britania, aunque posteriormente el poder de Roma no se extendiese al territorio escocés, debido esencialmente a motivos económicos y de política interna romana.

Tras el resultado victorioso de la batalla, el gobernador Agrícola fue llamado a Roma por el emperador Domiciano, que temía el aumento de la popularidad de Agrícola entre el Senado de Roma y la plebe de la ciudad. Formalmente, sin embargo, la excusa para la llamada era el excesivo coste económico de la campaña.

Contenido

Antecedentes

Desde el 26 de agosto del año 55 a. C., en que César desembarcó con sus tropas en la isla hoy llamada Gran Bretaña y que en la Antigüedad era conocida como Britania se dio inicio a un lento pero constante proceso expansivo del poder político y militar de Roma en la isla, que tuvo sin embargo algunos momentos de retroceso.

Las primeras campañas de César, en los años 55 y 54 a. C. tuvieron lugar en el extremo más meridional de la isla, contra Casivellauno, pero su objetivo era únicamente evitar el apoyo de los habitantes de las islas a las tribus celtas con las que César se estaba enfrentando en la Guerra de las Galias. Por este motivo, se contentó, acuciado además por su enfrentamiento con Pompeyo y los optimates, con exigir el pago de tributos y un juramento de fidelidad a Roma.

No es sino hasta el siglo I de nuestra era, concretamente el año 43, cuando el emperador Claudio, inmerso en una ampliación de los dominios del Imperio, ordenó a un Ejército romano formado por cuatro legiones al mando de Aulo Plaucio la conquista y sumisión de la isla.

Mapa de las campañas de Agrícola en Britania
en los años 78-84.

Esta acción abrió paso a una larga y sangrienta campaña, con constantes luchas con Cimbelino y sus hijos Caractato y Tugodumno, que lideraron una confederación de tribus britanas con capital en Camolodunum, la actual ciudad inglesa de Colchester. Hasta el año 49, con la entrega de Caractato a los romanos por la reina de los brigantes, Cartimandua, no se alcanzó una precaria situación de equilibrio.

Nuevamente se desencadenó la lucha en el año 61, con la rebelión de Boadicea, reina de los icenos, que recibió apoyo de numerosas tribus y que llegó a conquistar la colonia romana de Londinium, poniendo en muy serios aprietos al procónsul romano Cayo Suetonio Paulino. Fue la ocasión en que los britanos tuvieron más próxima la posibilidad de arrojar a los romanos de la isla.

Sin embargo, con la derrota de la rebelión y la sumisión de la mitad sur de la isla de Britania (la mayor parte de la actual Inglaterra), se abría paso a un nuevo avance hacia el norte y el oeste (básicamente los actuales País de Gales y Escocia).

Antes de dicho nuevo paso hacia el norte, se procedió a la construcción de una calzada, que permitiría el adecuado contacto con la retaguardia romana, asegurando la posibilidad de recibir refuerzos y suministros. Esa fue una de las misiones del nuevo gobernador romano, Cneo Julio Agrícola, que sustituía a Sexto Julio Frontino, junto con la de ampliar al territorio sometido a control del Imperio Romano.

Agrícola optó inicialmente por suprimir la posible amenaza para su flanco izquierdo que podía suponer la tribu de los ordovicos, asentada al norte del actual País de Gales e insumisa ante el poder de Roma.

Posteriormente, a lo largo de un total de seis campañas de carácter anual, consolidó el control sobre el norte de la actual Inglaterra, llegando a consolidar una línea dotada de fortificaciones defensivas tan al norte como el Firth of Forth, ya en en interior de Escocia. Adicionalmente, ante la posibilidad de un desembarco de las tribus de Hibernia (la actual Irlanda) se establecieron puestos defensivos a lo largo de la costa oeste de Britania, frente a las costas irlandesas.

De este modo, durante su sexta campaña, en el año 83, las legiones de Agrícola entraron en contacto con los caledonios o pictos, que reaccionaron asaltando el campamento que había construido en su territorio la IX Legión romana, la Legio IX Hispana. A pesar de que los caledonios fueron rechazados, estaba claro que no iban a aceptar fácilmente la sumisión a Roma, con lo que Agrícola planificó para el año 84 una campaña contra ellos.

La campaña incluyó una exploración de las costas norte de la isla, con el fin de confirmar que se trataba de una isla y de que no se unía a Europa, y su finalidad era la pacificación definitiva de la isla, lo que permitiría una posible futura conquista de Hibernia y la liberación así de parte de los recursos militares, que ya empezaban a ser necesarios en la línea del río Rin, frente a los germanos.

Iniciado el avance, que contaba con el apoyo de la flota de guerra romana, las tropas de Agrícola penetraron de nuevo en territorio de los pictos, haciendo avanzar a la infantería romana acompañada de sus auxiliares britanos, con la clara intención de hacer alarde de su potencia militar, hasta hallar un fuerte ejército picto desplegado en defensa de un lugar que Tácito denomina mons Graupius, y que la historiografía no ha podido identificar con seguridad.

A lo largo de la campaña, las legiones vieron cómo, de forma sistemática, los pictos eludían los enfrentamientos directos con las tropas, ya que eran conscientes de su inferioridad en términos militares. Sin embargo, en esta ocasión los caledonios se vieron forzados a entablar batalla, ante la amenaza de quedar aislados de sus propias fuentes de aprovisionamiento, a pesar de que disponían en sus almacenes alejados de los recursos suficientes. Del relato de Tácito se desprende que, en la manera que era habitual entre los celtas y otros pueblos antiguos, los pictos combatían acompañados de sus familias, lo que incrementaba la carga sobre sus recursos.

En cualquier caso, siguiendo a Tácito, podemos suponer que el ejército romano rondaba la cifra de 20.000 combatientes, entre legionarios romanos y tropas auxiliares (en su mayor parte britanas), mientras que la masa combatiente caledonia puede estimarse en unos 30.000 combatientes.

Desarrollo de la batalla

Cneo Julio Agrícola colocó en el centro de su dispositivo a unos 8.000 soldados auxiliares de infantería, ocupando una ladera montañosa, protegidos en sus alas por unos 3.000 auxiliares de caballería, a la vez que mantenía a las tropas legionarias (la Legio XX Valeria Victrix) como reserva, junto a los muros del campamento fortificado. Al frente de sus líneas había una red de zanjas, para protegerlas de los caledonios.

Por su parte, Calgaco dispuso a los guerreros pictos en otra ladera al frente, en posición más elevada, con la caballería más abajo y la infantería desplegada detrás.

Viendo el despliegue caledonio, y temiendo un asalto frontal a la vez que un envolvimiento por sus alas, habida cuenta de la superioridad numérica de sus enemigos, Agrícola tomó la decisión de extender sus líneas para dificultar su envolvimiento, asumiendo el riesgo calculado de debilitar su frente defensivo.

En las primeras fases de la batalla, se produjo un intercambio de disparos de lanzas (el pilum para los legionarios) y flechas, sin descartar el lanzamiento de piedras por parte de los caledonios, que provocó pocos efectos en ambas partes.

Agrícola reforzó entonces sus primeras líneas con cinco Cohors quinquagenaria peditata formadas por auxiliares batavios y tungrios, a los que dio orden de tomar contacto con los pictos, haciendo uso de su superioridad en cuanto armamento, llegando a la lucha cuerpo a cuerpo, para así poder golpear en el rostro a sus enemigos con el borde de sus escudos, ya que las heridas en la cara eran particularmente temidas por los guerreros pictos de la época.

Efigie figurada de Tácito, el autor del relato sobre la batalla.

Cuando las primeras líneas pictas iniciaron un repliegue, Calgaco envió al combate a su caballería y a sus carros, en los que combatía la nobleza caledonia. Sin embargo, la caballería romana logró ahuyentar a los atacantes, que se vieron además entorpecidos por la fragosidad del terreno y por la red de zanjas y defensas romanas, hasta el punto de que el ímpetu de su carga quedó completamente aniquilado.

Viendo la oportunidad de atacar ventajosamente las líneas romanas, excesivamente desplegadas tras el ataque, el grueso del ejército caledonio, que hasta ese momento se mantenía a la expectativa en la cima de la colina, se lanzó contra el flanco izquierdo romano, logrando dispersar a la caballería que cubría dicho flanco. Agrícola envió entonces al sector a cuatro turmas o escuadrones de caballería que tenía en reserva, con lo que, según el relato de Tácito, los caledonios se replegaron en desorden, contagiando su desmoralización a todo el ejército caledonio, no sólo en el sector sino a lo largo de toda la línea. Así, el ejército caledonio dejó de ser un grupo cohesionado de combate, quedando indefensos ante la caballería romana.

De este modo, la caballería romana pudo concentrarse en acabar con los últimos núcleos de resistencia, mientras que los caledonios supervivientes huían para refugiarse en los bosques cercanos. Algunos grupos de guerreros caledonios lanzaron cargas suicidas contra los romanos, que empezaron a capturar un gran número de prisioneros, hasta el punto de que, ante el temor de no poder manejar con seguridad a una masa tan numerosa de ellos, empezaron la matanza de parte de los mismos.

Tácito cuenta que la matanza tan sólo concluyó entrada la noche, con los romanos cansados de matar y el campo cubierto de cadáveres y de sangre caledonia. Se estima que unos 10.000 caledonios murieron en el combate, por únicamente 360 soldados romanos.

Consecuencias de la batalla

En principio, habida cuenta de que se trataba, según las indicaciones de Tácito, de una victoria aplastante, todo parecía indicar que la primera consecuencia de la batalla y de toda la campaña del año 84 en la zona sería la incorporación de la actual Escocia al Imperio Romano. Pacificado el territorio, se abriría paso a su romanización y a la fundación de colonias romanas en el territorio, a lo que se añadiría la construcción de las correspondientes vías de comunicación.

Sin embargo, según sigue refiriendo Tácito, Cneo Julio Agrícola fue llamado a Roma por el emperador Domiciano, aparentemente preocupado por los gastos económicos de las sucesivas campañas, pero en realidad molesto y celoso por la popularidad alcanzada por Agrícola que, a su regreso a Roma, vivió en una situación de retiro a la vida privada, en una especie de exilio interior hasta su fallecimiento en el año 93, muerte que Tácito insinúa fue provocado encubiertamente por Domiciano, que seguía recelando de alguien a quien la opinión pública veía como el único militar capaz de enderezar la delicada situación en Germania. El historiador Dión Casio, por su parte, indica explícitamente que Agrícola fue asesinado por Domiciano (66.20).

Iguamente, parte de las legiones desplegadas en el norte de Britania fueron retiradas del lugar, para ser transferidas a la Galia, la línea del río Rin u otros lugares del Imperio en que se pensaba eran necesarias, debilitando las posibilidades romanas en Caledonia.

Para sustituir a Agrícola se envió a un sustituto, posiblemente Salustio Lúculo, antiguo gobernador de la Hispania Bética, lo que permitió a los pictos reorganizarse y superar la crisis padecida con motivo de las campañas de Agrícola, perdiendo así la iniciativa estratégica. El Ejército romano abandonó los puestos avanzados en el interior de la Caledonia para ya nunca más intentar ocupar la actual Escocia.

Polémicas sobre la batalla

Polémicas sobre su importancia

Polémicas sobre su localización

El discurso de Calgaco

"Cada vez que examino las causas de la guerra y las dificultades que nos ocasiona, tengo la gran esperanza en que en este día vuestra unión dará lugar a la independencia para toda Britania. Las batallas anteriores, donde hemos luchado contra los romanos con diversa fortuna, nos dejaban esperanza y reserva, porque para nosotros, que no hemos sido esclavizados a ninguna de las orillas, la mancha de la opresión no enturbiaba nuestras miradas. Situados en los confines del mundo y de la libertad, este alejamiento y lejanía nos ha defendido y cubierto nuestro nombre. Pero hoy Britania está abierta al enemigo...los romanos, cuya insolencia intentaremos evitar en vano con la sumisión y la reserva. Salteadores del mundo que, tras devastar todo, ya no tienen tierras que saquear y buscan en el mar; ávidos de poseer, si el enemigo es rico, de dominar si es pobre, ni Oriente ni Occidente les ha saciado...Robar, masacrar, arrebatar, esto es lo que llaman autoridad, y vacías territorios para establecer la paz.

Cada cual tiene como lo más queridos a sus hijos y allegados: la naturaleza lo ha querido; los nuestros son raptados para sufrir la esclavitud en otros lugares ; si nuestras mujeres y hermanas escapan a la brutalidad enemiga, son mancilladas, en el nombre de la amistad y la hospitalidad.Bienes y rentas para impuestos, tierra y cosecha para las prestaciones frumentarias, ¿Qué digo? Cuerpos y brazos para el acondicionamiento de los pantanos y los bosques bajo golpes e insultos; lo agotan todo. Los esclavos de nacimiento son vendidos una sola vez y, además, sus dueños les alimentan; Britania compra cada día su servidumbre, cada día la mantiene.Y así como, en el ámbito doméstico, los esclavos comprados últimamente son la mofa de sus mismos camaradas, en esta vieja esclavitud del universo, nos toman a nosotros para exterminarnos; porque no tenemos ni campos, ni minas, ni puertos para cuya explotación seamos reservados. Y además el arrojo y la fogosidad indomable de los súbditos disgustan a los que mandan; el alejamiento y el aislamiento por sí mismos son más sospechosos cuanto mejor nos protegen.

Además, como no se nos disculpa nada, tened coraje por fin, según consideréis como esencial o la vida o la gloria. Los brigantes, guiados por una mujer, han sido capaces de incendiar una colonia, de tomar un campamento militar, y si el éxito no les hubiese entumecido, habrían podido rechazar el yugo.Nosotros, que somos inviolados e insumisos, nosotros que vamos a llevar al combate el espíritu de la Independencia, y no el de las quejas, mostremos desde el primer momento qué hombres se ha reservado Caledonia.

Son nuestras disensiones y desacuerdos los que les dan ventajas, los defectos de sus enemigos los que sirven a la gloria de su ejército; esta amalgama de pueblos, unidos ante los éxitos se disocian ante los reveses; a no ser que, por casualidad, los galos, germanos y muchos de los bretones, que pueden prestar su sangre a la tiranía del extranjero, mientras fueron mucho tiempo sus enemigos más que sus esclavos.Temor y terror son débiles lazos para la amistad...Todo lo que me anima para vencer está de vuestra parte; los romanos no tienen esposas para quemarlas, ningún pariente que les reproche la huida; muchos no tienen patria, o son de otra patria que no es Roma. Poco numerosos, desorientados, no ven a su alrededor más que objetos desconocidos: este cielo, este mar y estos bosques, nos han sido entregados por los dioses, y nos encarcelan y encadenan...Entre las filas enemigas encontraremos apoyos para nuestra causa; los bretones reconocerán su causa propia; los galos se acordarán de su independencia pasada; los mismos que cuando poco los usupios dejaron a los romanos, todos los otros germanos los abandonaron.Y después de esto, nada más que añadir: fortines evacuados, colonias de viejos, municipios debilitados y desunidos; de un lado la obediencia forzada: del otro, la autoridad injusta.

Ahí está su jefe, ahí está su ejército; ahí están los impuestos, las minas y los otros castigos de los esclavos; sufrirlos para siempre, o vengaros enseguida: este campo de batalla lo decidirá. Por tanto, en el momento de caminar al combate, pensad en vuestros antepasados, pensad en vuestros descendientes"

Tácito,"Vida de Agrícola",30-32

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