- Clima de Cantabria
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En Cantabria tanto la costa como la montaña comparten un clima atlántico húmedo, con abundantes y persistentes precipitaciones a lo largo del año, influenciado por la proximidad al mar y por la orografía anteriormente descrita. Esta cercanía del Mar Cantábrico actúa como un amortiguador térmico impidiendo el excesivo aumento de temperaturas durante el día y una caída exagerada durante las noches. Del mismo modo, la Corriente del Golfo contribuye a suavizar las temperaturas respecto a las que le correspondería realmente según la latitud a que se encuentra la comunidad autónoma. Todo esto hace que las temperaturas en la región no suelan superar valores máximos de 30ºC con medias que se mantiene por debajo de los 20ºC y una amplitud térmica que se sitúa entre los 8 y los 15ºC.
Se puede decir pues que el rasgo más característico de Cantabria son sus precipitaciones regulares, que se sitúan entre los 1.000 y 1.200 mm anuales en su mayor parte, y que hacen de esta una región nubosa y húmeda. No obstante cabe señalar diferencias entre las diversas comarcas naturales anteriormente descritas.
Las tierras bajas de La Marina próximas a la costa disfrutan de un clima templado con una relativa homotermia a lo largo de los años, las temperaturas invernales no suelen ser excesivamente bajas y es raro que desciendan a valores negativos, teniendo unas medias de 10ºC. Del mismo modo durante el estío estas no suelen sobrepasar los 30ºC, estando por lo regular próximas a los 20ºC. Las precipitaciones medias anuales se sitúan entre los 800 y los 1000 mm.
A medida que nos internamos en el interior de la región la suavidad térmica desaparece, habiendo un mayor contraste entre el invierno y el verano en función de la altitud y las condiciones locales. Así, en los valles altos es frecuente descender a temperaturas de -5ºC en invierno, sin que por otra parte en verano se alcance temperaturas más altas que en el litoral. Al contrario que en las tierras bajas próximas a la costa, donde no existe ningún mes de heladas seguras (aunque sí hay dos meses de heladas probables), en las tierras de montaña hay dos, tres y hasta cuatro meses de heladas seguras. Esto hace que en las partes más altas del sector más montañoso de la región (1200 m. en adelante) buena parte de las precipitaciones son en forma de nieve entre los meses de marzo y octubre, siendo ya un clima de montaña.
Una vez rebasada la Cordillera Cantábrica pasamos a un clima de clara influencia continental, en la zona de Campoo, con veranos muy frescos e inviernos prolongados y fríos. Debido al efecto Foehn se produce una menor nubosidad y mayor insolación. En lugares como Reinosa la precipitación media anual es de 980 mm y el verano, aunque no se puede considerar seco (menos de 300 mm/mes), se acerca.
Más al sur, en el valle del Ebro, el clima pasa a ser mediterráneo extremo y las precipitaciones desciende aún más, situándose en los 800 mm anuales en su extremo sur. Los inviernos son fríos y largos, con heladas frecuentes. El verano es seco y cálido pero no extremado (la media de las temperaturas máximas diarias del mes de agosto, el más cálido, no superan los 30ºC). Debido al Embalse del Ebro en invierno son frecuentes las nieblas.
Excepción térmica lo constituye el valle de Liébana. Ubicada a los pies de los Picos de Europa en una hoya rodeada de farallones calcáreos, este impresionante muro crea un microclima que difiere del resto de la región. De este modo, en el fondo del valle persiste un clima mediterráneo atenuado que se transforma progresivamente a un clima atlántico húmedo a medida que se asciende. Sus temperaturas medias anuales son de 28ºC para las máximas y 8ºC en las mínimas con una pluviometría de 800 mm anuales.
Vientos
La destacable influencia de la geografía física de Cantabria, con su fuerte relieve, sobre su clima es la causa principal de fenómenos atmosféricos peculiares como son las llamadas suradas, propiciadas por el mencionado efecto Foehn. El viento del sur sopla fuerte y seco, aumentando la temperatura a medida que nos acercamos a la costa. Esto provoca una llamativa disminución de la humedad relativa del aire y la ausencia de precipitaciones. Condiciones que contrastan con las de la vertiente sur de la cordillera donde el viento es más fresco y húmedo y puede estar lloviendo. Estas situaciones son más frecuentes en otoño e invierno, registrándose unas temperaturas anormalmente altas de más de 28ºC. Son frecuentes los incendios causados por este viento, como el que arrasó la ciudad de Santander en el invierno de 1941. Así mismo, tiene fama en la región de influir en el comportamiento de las gentes, al deparar cefaleas y estados depresivos.
Por otro lado, el viento húmedo del noroeste, conocido en la región como gallego, es el que deja las lluvias. Las zonas costeras suelen estar sometidas a vientos constantes del Océano Atlántico, que frecuentemente llegan a ser fuertes. En condiciones muy particulares, más propicias en los meses de abril-mayo y septiembre-octubre, los vientos del noroeste pueden alcanzar magnitudes de galerna.
La triada de vientos se completa con el viento del nordeste, el cual despeja los cielos pero hace bajar las temperaturas.
Bibliografía
- Santiago Pastrana (2000). «Geografía de Cantabria» (en español). Consultado el 12-04-2007.
- Comisión Europea (1999). «Cantabria en la Comunidad Económica Europea.» (en español). Consultado el 12-04-2007.
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