- Corriente del Golfo
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La corriente del Golfo es una corriente oceánica que desplaza una gran masa de agua cálida procedente del golfo de México y que se dirige al Atlántico Norte. Alcanza una profundidad de unos 100 m y una anchura de más de 1000 km en gran parte de su larga trayectoria,[1] lo que da una idea aproximada de la enorme cantidad de energía que transporta y de las consecuencias tan beneficiosas de la misma. Se desplaza a 1,8 m/s aproximadamente y su caudal es enorme: unos 80 millones de m³/s.
La circulación de esta corriente asegura a Europa un clima cálido para la latitud en que se encuentra e impide la excesiva aridez en las zonas atravesadas por los trópicos en las costas orientales de América (por ejemplo: México y las Antillas).[1] También, determina en buena parte la flora y la fauna marina de los lugares por los que pasa (por ejemplo, los artrópodos y cefalópodos arraigan peor en las costas del País Vasco que en otras como las de Galicia, donde su influencia es mayor.[1] )
Es provocada por la acción combinada de los vientos globales, especialmente, de los vientos del oeste, vientos constantes o planetarios en la zona templada del Hemisferio Norte, de la alta concentración salina de sus aguas y de la baja temperatura de la misma cuando llega a latitudes próximas al polo (lo cual se denomina circulación termohalina) y del movimiento de rotación del planeta.
El descubrimiento por parte de los europeos de la corriente del Golfo data de 1513, año de la expedición de Juan Ponce de León. A partir de dicha fecha fue ampliamente utilizada por los barcos españoles en su viaje de vuelta del Caribe a España.[2]
El primero que publicó descripciones detalladas y mapas de la corriente del Golfo en detalle fue Benjamin Franklin en su obra de 1786 Sundry Maritime Observations.[3]
Circulación oceánica en el Atlántico Norte
En el Atlántico Norte, la corriente del Golfo vendría a compensar el circuito en sentido inverso que conforman dos corrientes: en primer lugar, la corriente de las Canarias, de aguas frías, las cuales emergen de ciertas profundidades oceánicas tanto por estar junto a la costa africana debido a la acción de los vientos alisios (del este), que empujan las aguas superficiales hacia el oeste y suroeste, como por la misma acción del talud continental africano sobre las aguas abisales del océano Atlántico. Y en segundo lugar, la corriente Ecuatorial del Norte, que viene a ser la continuación superficial de esta corriente de aguas frías que surgen desde grandes profundidades debido también al empuje del talud continental. Esta corriente ecuatorial va calentándose a medida que avanza en este trayecto de miles de kilómetros hasta las costas sudamericanas. Desde comienzos de la Edad Moderna se supo comprender la enorme ventaja de este circuito de navegación en el Atlántico Norte: de Europa a América, por la ruta meridional, y en sentido inverso, por la ruta norte. Con ello se aprovechan, no sólo las corrientes nombradas, sino la dirección de los vientos planetarios.
Referencias
- ↑ a b c » ¿Calor o nueva edad de hielo? - El País, 15/06/2008.
- ↑ Fernandez-Armesto, Felipe (2006). Pathfinders: A Global History of Exploration. W.W. Norton & Company. pp. 194. ISBN 0-393-06259-7.
- ↑ 1785: Benjamin Franklin's Sundry Maritime Observations, NOAA Ocean Explorer.
Enlaces externos
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