- Compromiso de Caspe
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El compromiso de Caspe fue un pacto establecido en 1412 por representantes de los reinos de Aragón, Valencia y el principado de Cataluña para elegir un nuevo rey ante la muerte en 1410 de Martín I de Aragón sin descendencia y sin nombrar un sucesor aceptado. Supuso la entronización de Fernando de Trastámara y con él de la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón.
Contenido
Antecedentes
El 25 de julio de 1409 fallece a los 34 años Martín el Joven, el único hijo sobreviviente del rey de Aragón, Martín I, y de la difunta María de Luna. Martín el Joven, casado con María de Sicilia primero y Blanca de Navarra después, no había dejado hijos legítimos, por lo que su padre contrajo un nuevo matrimonio con la joven Margarita de Prades con la esperanza de concebir un hijo que asegurara la línea sucesoria.
El fracaso que supuso la no concepción de un nuevo heredero llevó a Martín I a pensar en reconocer a Fadrique de Luna, hijo ilegítimo de Martín el Joven y la noble Tarsia Rizzari, como su sucesor, pero la falta de apoyos le hizo desistir públicamente de esta posibilidad.
En esta coyuntura nombró a Jaime II de Urgel procurador y gobernador general, cargo que antes había ostentado Martín el Joven. Este nombramiento era considerado como un reconocimiento a su virtual condición de heredero a la corona. Pero, en Aragón, este nombramiento se encontró con la enconada oposición de la Diputación del General del Reino de Aragón (controlada por la miembros y partidarios del clan de los Urrea, enfrentada al bando de la familia Luna, a quien Jaime de Urgel había prestado apoyo en su período como gobernador del reino) y del arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia. También estaban en contra los Centelles de Reino de Valencia (enemigos de los Vilaragut, aliados de Jaime) y la burguesía catalana, especialmente la de Barcelona.[1] Ante el rechazo generado, Martín I revocó el nombramiento.
El 31 de mayo de 1410, fallecía Martín I sin descendencia legítima y sin nombrar sucesor al trono (había pactado con el Papa Luna, Benedicto XIII, una bula para legitimar a Fadrique de Luna, pero en el momento de morir no estaba del todo preparada). Durante sus últimas horas de agonia el rey fue visitado, supuestamente, en su lecho de muerte por el consejero de Barcelona Ferrer de Gualbes, el cual le dirigió unas palabras que al final le fueron repetidas en forma de pregunta: "Senyor, plau-vos que la successió dels dits vostres regnes e terres, après obte vostre, pervinga a aquell que, per justícia, deurà prevenir, e que'n sia feta carta pública?" ("¿Señor, le place a usted que la sucesión de los dichos reinos y tierras, después de su muerte, sean heredados por aquél que, por justicia, deba, y que se haga carta pública?"). A la cual el rey Martín, ya moribundo, solo fue capaz de responder "Hoc!" ("Si!" en occitano).[2] Esto provocó una peligrosa situación, ya que, al surgir hasta seis pretendientes al trono vacante, se podría desembocar en una guerra civil que acabara con la Corona de Aragón.
Los candidatos al trono de Aragón
Los seis candidatos a la sucesión fueron:
- Fadrique de Luna, conde de Luna, hijo bastardo de Martín I de Sicilia, legitimado en parte por Benedicto XIII.
- Jaime II de Urgel, conde de Urgel, hijo de Pedro, nieto de Jaime y bisnieto de Alfonso IV de Aragón, esposo, además de Isabel, hija de Pedro el Ceremonioso y de Sibila de Fortiá, su cuarta mujer.
- Alfonso de Aragón y Foix, conde de Denia, y Ribagorza, marqués de Villena y duque de Gandía, nieto, por línea masculina, de Jaime II de Aragón. Murió poco antes de la reunión de Caspe y fue reemplazado por su hermano Juan de Prades.
- Luis de Anjou, duque de Calabria, nieto, por su madre Violante, de Juan I de Aragón.
- Juan de Prades, conde de Prades, hermano de Alfonso, el duque de Gandía.
- Fernando de Trastámara, el de Antequera, infante de Castilla, nieto, por su madre Leonor la regente de Castilla, de Pedro IV de Aragón.
La presencia de estos candidatos suscitaba un debate sobre si el nuevo monarca debía de ser el pariente de mayor grado del fallecido (en cuyo caso sería Alfonso de Aragón y Foix el más legitimado, pues era su tío segundo) o si, de entre los parientes posteriores a él, se debía primar la cercanía de parentesco (Fernando de Trastámara) o la cercanía de parentesco exclusivamente masculina (Jaime de Urgel). En Cataluña primaba la línea masculina, pero en Aragón, aunque las mujeres no podían reinar de hecho, sí que podían ostentar pasivamente los derechos y transmitirlos (como ocurrió en el caso de Petronila y Alfonso II).
Árbol genealógico de los candidatos al trono (los aspirantes van en cursiva, los reyes de Aragón en negrita).
El interregno
Muerto Martín I, se produjo una situación de gran inestabilidad. En Aragón se formaron dos parlamentos (en Mequinenza los fieles a Jaime de Urgel y en Alcañiz los de Luis de Anjou) y en Valencia ocurrió igual (en Vinaroz y Traiguera). Sólo las Cortes catalanas, en Tortosa, reunieron a ambas tendencias, de ahí que fuese allí donde los diferentes candidatos presentaron alegatos.
Los dos candidatos con mayores posibilidades, dada la importancia de sus apoyos, eran Jaime de Urgel (apoyado por gran parte de la nobleza catalana y los importantes bandos nobiliarios de los Luna en Aragón y los Vilaragut en Valencia) y Luis de Anjou (apoyado por los Urrea en Aragón, los Centelles en Valencia y buena parte de los sectores burgueses catalanes).
Ante esta situación, se reunieron en febrero de 1411 en Calatayud las Cortes de Aragón bajo la presidencia del arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia. Tortosa presentó una propuesta consistente en que el sucesor de Martín I sería elegido en un Parlamento General de la Corona. Fernández de Heredia encabezó la oposición a esta propuesta y consiguió que no fuese aceptada. A su regreso, el arzobispo fue asesinado en La Almunia de Doña Godina, a manos de una cuadrilla dirigida por Antón de Luna, jefe del bando urgelista aragonés. Antón de Luna justificó ante las cortes catalanas el suceso diciendo que se había encontrado con el arzobispo de forma casual y que él lo había llamado aparte para hablar. Supuestamente, el encuentro se habría vuelto cada vez más tenso debido a las grandes diferencias políticas que les separaban y ambos habrían llegado finalmente a las manos, seguidos por sus respectivos criados y acompañantes. En el tumulto que siguió, Fernández de Heredia habría sido derrotado y, ante su contumaz negativa a dejarse arrestar, habría merecido la muerte que tuvo.[2] Sin embargo, los embajadores que el reino de Aragón envió dieron una versión muy diferente, acusando al de Luna de haber llamado al arzobispo a hablar y, aprovechando que éste (confiado como estaba en la tregua oficial entre facciones) se le acercó con pocos criados, se avalanzó sobre él con sus hombres y le dio muerte por su propia mano.[2]
Este asesinato provocó que tanto Jaime de Urgel como Luis de Anjou, a quien el prelado apoyaba en sus pretensiones al trono y que no podía proteger militarmente a los suyos desde Nápoles, perdieran fuerza en sus candidaturas a obtener el trono aragonés, apareciendo entonces como principal candidato para obtener la corona Fernando de Trastámara, regente plenipotenciario en la vecina Castilla.
Fernando, que ya había empezado a acantonar tropas en la frontera castellano-aragonesa en espera de acontecimientos y tenía entabladas negociaciones con Francia (adalid de la causa de Luis de Anjou),[3] no tardó nada en responder al llamado del gobernador Gil Ruiz de Líbori y los demás anti-urgelistas e hizo entrar a 3000 de sus soldados en Aragón para "velar por la seguridad".[4]
En enero de 1412, llegó a las cortes catalanas una propuesta del rey de Francia, Carlos VI, que se ofrecía para expulsar a los castellanos de Aragón y a donar el condado de Provenza y el ducado de Anjou a la Corona de Aragón a cambio de que Luis de Anjou fuese nombrado rey.[3] La propuesta fue rechazada.
El parlamento reunido en Alcañiz contó con el apoyo de la Iglesia y especialmente del papa Benedicto XIII, quien estaba enemistado en esos momentos con Luis de Anjou y Francia (que apoyaban al Papa de Pisa, aunque en la propuesta anterior dejaban abierta la posibilidad de cambiar) y con Jaime de Urgel (bajo la obediencia del de Papa Roma). En contraste con estos candidatos, Fernando de Antequera, tal como hacía Castilla, prestaba obediencia a Aviñón.[3] Benedicto XIII, que en un primer momento se posicionó por Fadrique de Luna, decidió mediar en la crisis sucesoria promulgando, el 23 de enero de 1412, una bula en la que establecía que el estudio de los derechos al trono de los diferentes pretendientes al trono fuera realizado por compromisarios de los distintos territorios peninsulares (Mallorca fue excluida por expresa petición de los aragoneses).[5]
La Concordia de Alcañiz
El 15 de febrero de 1412, Cataluña y Aragón firman la Concordia de Alcañiz en la que establecen que nueve compromisarios, tres por reino y otros tres por Cataluña, reunidos en la localidad aragonesa de Caspe, deliberen sobre los derechos de los pretendientes y decidan cuál debe ocupar el trono, siempre y cuando el elegido obtenga un mínimo de seis votos y al menos uno de cada reino. Aragón rápidamente eligió a nueve compromisarios, en tanto que en las cortes catalanas no se pudo, debido a las tensiones internas entre la mayoría urgelista y la importante minoría trastamarista, dar una lista alternativa con la que poder negociar.
El 27 de febrero de ese mismo año el virrey de Valencia Arnau Bellera, del bando urgelista, puso rumbo a Morella para encontrarse allí con un ejército enviado desde Cataluña por el conde y tomar juntos la ciudad. Pero desde Aragón se enviaron tropas castellano-aragonesas que, en colaboración con las fuerzas reunidas por los Centelles en Requena, salieron al paso de Bellera en Morvedre (actual Sagunto) y le derrotaron. Con el urgelismo valenciano deshecho tras la batalla, los trastamaristas tomaron el control del reino y se adhirieron a la Concordia de Alcañiz, que las Cortes Catalanas de Tortosa no tuvieron ya más remedio que aceptar tal y como la había planificado Aragón.
Compromisarios
La elección de los nueve compromisarios, pues, fue encomendada por el Parlamento de Aragón a Gil Ruiz de Libori, gobernador de Aragón, y a Juan Jiménez Cerdán, Justicia Mayor del reino, quienes designaron a:
- Por Aragón:
- Domingo Ram, obispo de Huesca.
- Francisco de Aranda, antiguo consejero real y enviado de Benedicto XIII.
- Berenguer de Bardají, jurista y letrado general de las Cortes de Aragón.
- Por Cataluña:
- Por Valencia:
- Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja de Portaceli.
- Vicente Ferrer, dominico valenciano.
- Ginés Rabassa, ciudadano de Valencia experto en derecho. Su yerno, Francisco de Perellós, denunció que su salud mental no era óptima y, tras ser examinado por los demás compromisarios, éstos llegaron a la conclusión de que era mentalmente inestable[3] y le sustituyeron por el jurista Pedro Beltrán.
Caspe
Representación actual de la proclamación de Fernando de Trastámara como rey de Aragón.La villa de Caspe fue elegida para acoger la reunión debido a su posición relativamente central con respecto a las tres entidades participantes. Para asegurar una deliberación tranquila, se vetó el acceso a forasteros y se reforzó la vigilancia interna para evitar altercados.
El 22 de abril de 1412 se inician las deliberaciones de los compromisarios, que dispondrían de un plazo temporal de dos meses (con posibilidad de prorrogar el asunto dos meses más) para obtener un resultado. En un primer momento, los representantes de los catalanes se mostraron indecisos, mientras los aragoneses y los valencianos, más vinculados al comercio de la lana y otros intereses económicos castellanos, optaban por Fernando. Durante las votaciones fue relevante la opinión de San Vicente Ferrer, que fue uno de los impulsores de la reunión celebrada en Caspe para solucionar el conflicto.
Necesitarán dos días más del plazo establecido para conseguirse un acuerdo, ya que, tras la votación del 24 de junio, seis compromisarios (los tres aragoneses: Ram, Aranda y Bardají; dos valencianos: los Ferrer; y un catalán: Gualbes) respaldaron la candidatura de Fernando de Trastámara, en tanto que los otros dos compromisarios catalanes votaron por Jaime de Urgel; el tercer compromisario valenciano, Beltrán, se abstuvo diciendo que no había tenido tiempo suficiente de deliberar debido a su llegada tardía. Así pues, Fernando de Trastámara fue proclamado rey el 28 de junio de 1412 como Fernando I de Aragón, quien el 5 de agosto entró en Zaragoza, donde juró su título ante las Cortes junto a su hijo Alfonso, concediendo a la nobleza aragonesa los fueros especiales de Teruel y Albarracín. Luego repitió el juramento en Barcelona y Valencia.
Mientras se encontraba en las cortes catalanas, Jaime de Urgel, que le había jurado previamente fidelidad (por medio de representantes) a cambio del ducado de Montblanc y 105.000 florines, se rebeló sorpresiva e insensatamente contra él. Los parlamentarios catalanes se sumaron masivamente a la causa de Fernando (a cambio de que éste concediera a la Generalitat un enorme poder de autogobierno) y condenaron duramente al conde por su acción, declarando embargados todos sus bienes.[3] La rebelión urgelista fue finalmente vencida en Casteforite y Montearagón y Jaime de Urgel, tras estar sitiado en el castillo de Balaguer, fue apresado y pasó el resto de su vida encarcelado.
El Compromiso de Caspe trajo consigo la introducción en el trono aragonés de una dinastía castellana. El castellano pasó a ser el idioma de la corte, y el idioma aragonés quedó para la clase baja, comenzando a desaparecer paulatinamente en favor del castellano.
Desde hace algunos años, se viene celebrando con notable éxito, a finales de junio, la fiesta de Conmemoración del Compromiso en Caspe.
Referencias
- ↑ VALLA, Lorenzo: Historia de Fernando de Aragón, Santiago López de Moneda editor, Madrid, 2002, 3a ed., ISBN 84-460-1309-6, pp. 146)
- ↑ a b c SOLDEVILA, Ferran: El compromís de Casp (Resposta al Sr. Menéndez Pidal), Rafael Dalmau editor, Barcelona, 1994, 3a ed., ISBN 84-232-0481-2, pp. 31 - 35)
- ↑ a b c d e ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel: Historia de España de la Edad Media, Barcelona, 2008, 3a ed., ISBN 978-84-344-6668-5, p. 711)
- ↑ RÁBADE OBRADÓ, María del Pilar: La dinámica política, Madrid, 2005, Editorial Istmo, ISBN 84-7090-433-7, p. 459)
- ↑ RIVERO, Isabel: Compendio de la historia medieval española, Madrid, 1981, 1a ed., ISBN 84-7090-125-7, p. 261)
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