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Magister dixit
Magister dixit es una locución latina, que significa literalmente El maestro lo dijo. La idea subyacente detrás de este aforismo, es que todo conocimiento sólo puede proceder de los maestros y de la enseñanza tradicional. Es, por lo tanto, un argumento de autoridad además de un tópico literario.
En la Edad Media, el término solía referirse a Aristóteles. En un mundo donde se admitía que el conocimiento venía inspirado por Dios, el corpus intelectual debía considerarse como inamovible. Por tanto, contradecir a Aristóteles casi era contradecir a Dios.
El magister dixit fue utilizado por la Escolástica medieval, bajo la forma de la expresión "Roma locuta, causa finita" ("Roma ha hablado, la cuestión está terminada"). Es decir, habiendo la Iglesia Católica definido una determinada verdad de manera dogmática, debía seguirse ésta sin mayor cuestionamiento, debido a que se entendía que había sido suficientemente analizada. Además, este análisis había sido hecho bajo la guía e inspiración divina, fundamento último de legitimidad de todo el conocimiento dogmático que produce el Papa. De ahí que muchas polémicas teológicas medievales terminaran cuando uno de los polemistas conseguía que se considerara hereje a su contrario, tal y como ocurrió por ejemplo con Pedro Abelardo, quien en el siglo XI, durante la querella de los universales, fue calificado como tal por su antagonista intelectual Bernardo de Claraval. El magister dixit era también parte de la enseñanza científica medieval en las universidades, en donde se estudiaban determinadas materias por el manual que hubieran escrito ciertos autores antiguos, como Galeno en medicina o Tolomeo en astronomía.
Formalmente, el magister dixit configura una falacia, relacionada con el argumento de autoridad, el Ipse dixit y con el argumentum ad verecundiam. En ambos casos, se trata de derrotar al oponente utilizando el prestigio o autoridad de quien tiene un determinado parecer, en vez de defender la propia posición por medio de su análisis lógico.
Actualmente, la expresión se usa a menudo con un sentido irónico, para burlarse de quien intenta dar sus argumentos como verdaderos por su autoridad, supuesta o real, o cita a alguien de poca autoridad.
Véase también
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