- Soledad Orozco
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Soledad Orozco
1 de diciembre de 1940 – 30 de noviembre de 1946 Predecesor Amalia Solórzano Sucesor Beatriz Velasco
Datos personalesNacimiento 13 de octubre de 1904
México, ZapopanFallecimiento 28 de agosto de 1996, 91 años
México, Ciudad de MéxicoCónyuge Manuel Ávila Camacho (1925-1955) Profesión Primera Dama de México, servidora pública Religión Católica Romana Ana Soledad Orozco García (13 de octubre de 1904 – 28 de agosto de 1996) fue la esposa del presidente Manuel Ávila Camacho y Primera Dama de México entre 1940 y 1946.
Primeros años y matrimonio
Soledad Orozco nació en la villa de Zapopan, estado de Jalisco. Fue hija de Antonio Orozco Hernández y de Eva García Álvarez de Castillo, originarios de la comunidad de Arandas. Como era hija de un matrimonio de buena posición económica, doña Soledad se formó en las mejores escuelas.
La familia Orozco se trasladó al sur de Jalisco, al municipio de Sayula. Fue ahí donde doña Soledad conoció al gran amor de su vida, el general Manuel Ávila Camacho, quien en ese tiempo se encontraba por ese lugar formándose como militar. La ceremonia religiosa tuvo lugar el día 16 de diciembre de 1925 en Sayula. Él tenía veintinueve años, ella veintiuno. El matrimonio no procreó hijos, pero siempre los mantuvo unidos un fuerte amor. La familia de ella no estaba de acuerdo con que su hija se casara con un militar, que tan mala fama tenían, por lo que la mamá de doña Soledad no asistió al enlace. Una vez casados, se instalaron en la ciudad de México, en una residencia en el lujoso fraccionamiento de las Lomas de Chapultepec. El afable carácter de doña Soledad le permitió granjearse el afecto de dos mujeres que también fueron primeras damas: Amalia Solórzano de Cárdenas y Beatriz Velasco de Alemán. El 4 de abril de 1937, las mujeres del Consejo Nacional del Sufragio Femenino, que en esos momentos lo encabezaba Esther Chapa, postularon a doña Soledad como candidata a diputada por León, Guanajuato. Sin embargo, el PNR designó a otros candidatos. Esto no las detuvo y, pese a no tener apoyo partidista, continuó con su campaña hasta junio de ese año.
Primera Dama de México
La Primera Dama se dedicó por entero a atender su hogar y a su marido, a quien cariñosamente llamaba “Manolo”. Doña Soledad asistía a casi todos los actos oficiales, acompañaba al presidente en las giras por los estados de la República y aparecía con frecuencia en la sección de sociales de los periódicos, vestida con finos trajes y cubierta de pieles que mucho le gustaban; también usaba sombreros llamativos, exagerados en tamaño, con adornos de flores y plumas que daban lugar a chistes y curiosas anécdotas.
La señora Orozco no sólo participó en actos oficiales y sociales, también encabezó las labores asistenciales para mujeres, niños, ancianos y discapacitados. Se construyó un hospital militar, se apoyó a las escuelas militares de ingeniería y medicina, se abrieron las llamadas escuelas de “hijos del ejército”, y los altos mandos recibieron jugosas concesiones, así como el manejo de gasolineras de PEMEX.
Doña Soledad fue muy activa en la realización de visitas a guarderías, escuelas, y hospitales. Asimismo participó en varias campañas importantes como la de alfabetización, la de legalización de matrimonios y la de educación vial para los escolares. Pero, sobre todo, le encantaba organizar y presidir repartos de regalos a soldados, niños y madres humildes.
Desde 1922, el periódico Excélsior había propuesto que el 10 de mayo se dedicara a la celebración de las madres. La idea ya se había aplicado en otros países, y aprovechaba el sentimentalismo de los mexicanos para combatir la fuerza que adquirían los movimientos feministas. Por ello, la iniciativa contó con el apoyo de las “buenas familias”, la Iglesia Católica y doña Soledad Orozco, que ese día regalaba a las madres humildes estufas de petróleo, planchas de carbón y otros utensilios domésticos de bajo precio. Lo que más revuelo causó fue que el 10 de mayo el gobierno pagaría las boletas que en el Monte de Piedad amparaban máquinas de coser y menaje de casa.
Otro asunto que marcó el sexenio fue cuando se le puso un taparrabo a la estatua de la Diana Cazadora, ubicada en una glorieta del Paseo de la Reforma. La estatua, elaborada por Juan Fernando Olaguíbel, había llamado mucho la atención por sus opulentas y voluptuosas formas. La Liga Nacional de la Decencia insistió tanto al arzobispo Martínez y a doña Soledad, que lograron cubrir un poco las turgencias de la estatua. En 1967, siendo presidente Gustavo Díaz Ordaz, la escultura fue devuelta a su estado original y, pese a que la ceremonia se efectuó de madrugada, congregó a numeroso público de intelectuales y artistas, quienes aplaudieron la desnuda belleza del monumento.
La vida del matrimonio Ávila Orozco era tranquila. A diferencia de su hermano Maximino, el general Manuel Ávila Camacho era un hombre sensato y sereno. Doña Soledad, era alegre y dinámica. Como no tuvieron hijos, varios sobrinos se fueron a vivir a la casa presidencial y fueron educados por ella. Acostumbraban invitar todos los días gente a comer y gustaban mucho de los deportes. La señora Orozco era muy buena en el tenis, sus sesiones se prolongaban, a menudo, hasta las dos de la tarde. La verdadera pasión de doña Soledad, que compartía con su esposo, eran los caballos finos. La señora salía a cabalgar en hermosos ejemplares que le regalaba don Manuel. Asimismo, el matrimonio disfrutaba del cine. A ella le gustaban las películas que contienen un fondo educativo y humano, con valores familiares. En cuanto a él, las cintas de muñecos animados eran de su agrado.
Años posteriores y muerte
Al término del periodo presidencial, don Manuel y doña Soledad se retiraron completamente de la política a su residencia en "La Herradura", amueblada a todo lujo con cuadros, vajillas, candiles y platería importada de Italia, España e Inglaterra. Aquí llevaron una intensa vida social, pues empezaba a surgir el jet set, y ellos recibían en su hogar a personalidades y artistas o políticos, nobles europeos y muchos intelectuales de todos los matices.
La muerte sorprendió al general Ávila Camacho en 1955. Desde entonces y hasta su muerte, acontecida en agosto de 1996, a los noventa y un años de edad, doña Soledad se dedicó a presidir actos en memoria de su marido. Año con año, vestida de riguroso luto, recibió a los cada vez menos avilacamachistas sobrevivientes que se presentaban el día de la efemérides a homenajear al don Manuel Ávila Camacho. Están enterrados juntos en el Panteón Francés de San Joaquín.
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