- Batalla de Fraga
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Batalla de Fraga
La lucha entre cristianos y musulmanes en la Península Ibérica duro siete siglos. El episodio de Fraga ilustra el desequilibrio entre las fuerzas que se enfrentaron entonces para reconquistar los territorios ocupados por el Islam.
Entre los siglos VIII y XV, la Península Ibérica estuvo dividida en dos territorios de superficie desigual. El primero, muy extenso, estaba en manos de los musulmanes; se extendía de Gibraltar a las orillas del Duero y del Ebro y se llamaba al-Ándalus (de donde procede el nombre de Andalucía, la región que tenía Córdoba como capital). Este territorio limitaba con la parte norte, que estaba a su vez dividida en varios estados o reinos. Allí se refugiaron los cristianos descendientes de los visigodos tras la invasión musulmana. La región de Asturias estaba animada de un intenso espíritu nacionalista que iba más allá de todas las disensiones existentes entre las familias nobles ávidas de poder. Hubo que esperar siete siglos de lucha entre cristianos y musulmanes para que el califato de Córdoba, por entonces debilitado internamente, terminase por abandonar el lugar. Éste es el proceso que se conoce con el nombre de Reconquista. Siete siglos de incursiones a uno y otro lado de la frontera; tomas de plazas fuertes, reconquistas de las mismas plazas, sometimientos e insurrecciones sucesivas, alianzas y promesas no respetadas…
Contexto
Desde la segunda mitad del siglo XI, los reyes de Aragón y los condes de Barcelona y de Urgel trataron con obstinación de conquistar las plazas fuertes fronterizas musulmanas de la Marca Superior, es decir, la llanura del Ebro, una región rica y muy activa con salida al Mediterráneo, cuyas ciudades más importantes eran Zaragoza, Huesca y Lérida. A unos cincuenta kilómetros de esta última, Fraga, capital del Andalus oriental, estaba rodeada de numerosos pueblos donde se cultivaba el azafrán. Como signos manifiestos de la inseguridad de la región, las fortalezas eran numerosas en la zona y cada granja poseía una torre de vigía (burdj) y un refugio subterráneo (sirdad), donde sus ocupantes se protegían en caso de ataque.
La batalla
En octubre de 1134, Alfonso el Batallador, rey de Aragón –a quien los musulmanes llamaban “Ibn Rudmir” o “al-Farandji- sitió Fraga con sus tropas, entre ellas 12.000 hombres a caballo. La respuesta no se hizo esperar: el emir de Córdoba, hijo del califa, equipó una tropa de 2.000 hombres a caballo con todos los víveres necesarios; por su parte, el emir de Murcia y Valencia armó 500 caballeros y el gobernador de Lérida otros 200. Una vez reunidas estas tropas, llegaron a la vista de la ciudad asediada con el fin de socorrerla. Alfonso el Batallador, consciente de su superioridad numérica, menospreció la fuerza de esta tropa: “Id a recibir el regalo que nos tren estos infieles”. Fue el gobernador de Lérida, Ibn ‘Iyad, el que efectuó la carga. Las filas adversarias se rompieron bajo el asalto y los cristianos se encontraron a partir de ese momento con verdaderas dificultades. No obstante, todavía seguro de su superioridad, el Batallador se puso por fin a la cabeza de sus tropas. Se topó con la caballería del emir de Murcia, Yahya ben Ghaniya, que, junto con la de Ibn ‘Iyad, diezmó a los cristianos. Entonces los habitantes de Fraga, la mayoría de origen árabe, realizaron una salida hacia el campamento de las tiendas enemigas; los hombres mataban y las mujeres saqueaban. Se llevaron las provisiones hacia el interior de las murallas. Fue el momento escogido por el emir de Córdoba para atacar con su caballería y acabar de desmantelar las tropas cristianas. Habiendo perdido a la mayor parte de sus hombres, a Alfonso el Batallador no le quedó otra solución que huir, y así lo hizo para refugiarse en Zaragoza. Veinte días más tarde –con toda probabilidad angustiado por la vergüenza de su derrota y apesadumbrado- moría Alfonso el Batallador.
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