- Climas mediterráneos en España
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El clima mediterráneo abarca en España casi el 80% del territorio. Es así el país con más extensión de clima mediterráneo.
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Climas mediterráneos
Aun cuando todo el territorio peninsular, excepto la zona catalogada como de influencia atlántica, pertenece al ámbito mediterráneo, sin embargo aplicaremos esta denominación sólo a la estrecha franja que va desde el noreste gerundense hasta Punta Sabinar en el Golfo de Almería. Los contrastes existentes bajo esta denominación son grandes como veremos seguidamente, pero hay algunas características que nos permiten homogeneizar la zona. Enumeremos algunas de ellas:
Las lluvias son siempre escasas y de carácter intensivo y llegan durante los equinocios, con un claro predominio otoñal. Conviene recordar que éste es el único clima existente en el que las precipitaciones no van asociadas al período de más calor, de ahí la gran importancia que adquiere la sequía estival en toda la orla mediterránea.
Las temperaturas medias anuales son elevadas y oscilan entre los 15,1° de Gerona y los 18° de Almería. Los inviernos son suaves (1012°) y los veranos superan los 22°. Con respecto a la fachada atlántica, ésta ofrece unos rasgos menos acusados en los dos solsticios, es decir, que ni los inviernos son tan suaves como los mediterráneos ni los veranos tan calurosos. Los contrastes a que se ha hecho alusión más arriba nos permiten distinguir tres zonas: mediterráneo suavizado, seco y árido.
El mediterráneo suavizado o catalán
(Cfa) se extiende desde el Cabo de Creus hasta las costas del macizo de Garraf. Es el más húmedo de los mediterráneos con precipitaciones que superan siempre los 600 mm. La sequía no hace acto de presencia en ningún mes y el máximo pluviométrico tiene lugar en otoño con un secundario en primavera. Aun siendo las temperaturas más suaves que las del resto de la franja costera, el mes de agosto rebasa los 22°, de ahí la letra a en la clasificación de KÖppen. Se trata de un clima de transición que recibe influencias del clima submediterráneo continental propio del prepirineo oriental y cuencas internas (Vic, Osona) en forma de distribución equinocial de las precipitaciones y suficiente entidad de las estivales tal de favorecer por doquier masas de roble y otras especies caducifolias o semicaducifolias poco resistentes a la aridez estival.
La reducida extensión de la zona no impide la existencia de fuertes contrastes entre la costa y el interior o entre el extremo nororiental y la desembocadura del Llobregat. Las causas hay que buscarlas tanto en el relieve, en sentido zonal, como en la penetración norte-sur de las advecciones atlánticas que atraviesan Francia en sentido oeste-este y ceñidas a las tierras bajas de la vertiente norte pirenaica. La más beneficiada por aquéllas es la comarca ampurdanesa, cuyas masas boscosas en nada tienen que envidiar a las atlánticas del oeste.
Los días de lluvia oscilan entre los 60 y los 80 y las heladas entre los menos de 5 en los lugares más resguardados de la costa y los más de 75 y hasta más de 100 en los macizos del noreste (Montseny, Guilleries) y los valles con inversión térmica insertos en esta zona. Finalmente es famosa la tramontana, un viento invernal frío y seco que sopla del norte o del noreste, y el levante, que llega desde el este y noreste acompañado por fuertes lluvias y un mar encrestado y violento. A diferencia de los climas mediterráneos litorales típicos al sur del Ebro, se llegan a registrar episodios de nevadas frecuentemente en invierno, con al menos 1 día de nieve al año en la costa y hasta 10 en los márgenes interiores y de media montaña de esta zona climática. La combinación de su posición mediterránea proclive al estancamiento de borrascas con mucha carga higrométrica y potencialmente muy inestables con su posición septentrional ha colocado a esta zona en una posición clave para registrar temporales de nieve excepcionales (de más de 100 cm. de nieve en el suelo durante 24 horas) en el contexto mediterráneo. Se recuerdan especialmente la Nevada de la Navidad de 1962 -con Barcelona paralizada por espesores de entre medio metro y un metro); el temporal del 30 de enero de 1986 (con espesores cercanos al metro en Gerona y la comarca de la Selva) y el más reciente del 14 de diciembre de 2001 que, más por los espesores, destacó por la persistencia de la nieve en el suelo durante más de 15 días en el prelitoral y sierras interiores.
Mediterráneo seco o levantino-balear
(Csa). Abarca desde las costas de Garraf hasta el Cabo de la Nao alicantino. Con respecto al anterior, las precipitaciones van disminuyendo ostensiblemente de norte a sur hasta situarse por debajo de los 500 mm (Castellón de la Plana y Valencia 426 mm). Sin embargo existen fuertes contrastes debido al relieve, pues las montañas del interior rebasan ampliamente dicha cantidad, convirtiéndose en un aljibe indispensable para los regadíos costeros. El máximo pluviométrico se sitúa en otoño y el secundario en primavera. Ningún mes sufre sequía total como ocurre más al sur, pero sí hay un descenso notable en los meses de verano. Las advecciones atlánticas del oeste o no llegan o lo hacen muy debilitadas tras cruzar la Península y rebasar el murallón de la Cordillera Ibérica. Toda la región sufre consecuentemente un gigantesco y continuado efecto föhen.
Pocas, intensas y mal repartidas podría ser el contraeslogan para definir el tipo de precipitaciones de este clima. Su escasez se deja sentir durante todo el año y especialmente en el estío. La intensidad con que suelen llegar las lluvias rebasa todos los límites y supone una experiencia insólita para los paisanos del interior. En noviembre de 1987 cayeron sobre Oliva (Valencia) 817 mm en 24 horas, o sea, lo que llueve durante dos años normales. Finalmente, que están mal repartidas a lo largo de los 12 meses resulta obvio: Valencia recibe 8 mm en julio frente a los 87 mm de octubre y los días de lluvia son unos 40 al año.
Las temperaturas, al contrario que las precipitaciones, aumentan de norte a sur. La media anual está en tomo a los 16-17°, la del mes de enero es de 11° y la de agosto 26°. Según estos datos la amplitud térmica resulta moderada, 15°. El calor veraniego alcanza su vértice en agosto, mes en el que el cielo llega al mínimo de nubosidad. El invierno no es propiamente una estación fría; puede ser incluso una de las más agradables por sus días soleados y frescos, siempre y cuando no sople y hasta zarandee el cierzo del noroeste que baja por el valle del Ebro. En la franja costera los días de helada son alrededor de 5, incrementándose rápidamente su número hacia los relieves interiores. Pero con ser tan escasos resultan catastróficos para los hortales y plantaciones de naranjos y limoneros.
Las islas Baleares, cuyo clima coincide a grandes rasgos con el descrito, presentan algunas peculiaridades por su carácter insular, escasa extensión y ausencia de relieves, excepto la zona norte de Mallorca. La insularidad, esa omnipresencia marina, supone una humedad relativa más elevada que en el continente y un número de días nubosos más abundante, aunque los totalmente cubiertos sean pocos. Los 5.014 km² de superficie no dan de sí para muchos contrastes climáticos, que sin embargo aparecen allí donde el relieve se eleva unos cientos de metros. Tal es el caso de la Tramuntana, que acapara más de 1.000 mm mientras las tierras meridionales no alcanzan los 400 mm. En cualquier caso, la norma general es que las precipitaciones descienden progresivamente de norte a sur. Éstas se caracterizan por tener el máximo principal en otoño y el secundario en invierno y no en primavera como sucede en el Levante. El número de días con precipitación se alarga hasta los 75 y aun los 100, lo que supone un reparto más equitativo de la misma a lo largo del año. La intensidad sigue siendo alta, por lo que son frecuentes las lluvias torrenciales. Por último, las temperaturas medias anuales y de enero no presentan diferencia alguna con las levantinas. Sí son ligeramente más suaves las de agosto y también aumentan al descender en latitud.
Mediterráneo árido o subdesértico
(Bsh). Es el terreno de los climas mediterráneos y se alarga desde el Cabo de la Nao hasta Punta Sabinar al sur de Almería. Corresponde a la zona más árida de la Península y de todo el continente europeo y la precipitación del Cabo de Gata está por debajo de la media del Sahara en su conjunto. Según la fórmula de Kiippen/Patton, esta zona es catalogada como un clima de estepa con verano cálido (Bsh), excepto dos enclaves, uno en Torrevieja (Alicante) y otro desde el sur de Cartagena hasta el Cabo de Gata, que presentan caracteres desérticos (Bw).
La fórmula es: e = 20t 490 - 7ppw.
- e = necesidad de agua
- t = temperatura anual media
- PPW = porcentaje de las lluvias caídas entre octubre y marzo (ambos inclusive) sobre el total anual en milímetros.
Cuando las precipitaciones anuales son < e, estamos ante un clima subdesértico o estepario. Si dicho total pluviométrico es < que la mitad de e, el clima es desértico. Veamos un ejemplo de cada.
a) Alicante tiene una temperatura media de 18º y sus precipitaciones anuales totalizan 335 mm, de los que 172 caen entre octubre y marzo, cantidad que representa el 51,3%. Según ello: e = 20 x 18 = 360 + 490 = 850; 7 x 51,3 = 359,1; 850 -359,1 = 490,9. La necesidad de agua (e) es superior al total de la precipitación. Estamos ante un clima estepario (Bsh).
b) Águilas (Murcia) tiene 19,1° de media y 177 mm de precipitación anual, de los que 110 corresponden al periodo referido. Tras las oportunas operaciones resulta que e = 437 mm, cantidad que duplica ampliamente la precipitación anual. Será un clima desértico (BW).
Las precipitaciones de la zona, según hemos visto, quedan por debajo de los 400 mm o incluso de los 200 mm en los enclaves más áridos. Tienen carácter equinocial, con predominio de las otoñales. Las de primavera se van debilitando en favor de las invernales según avanzamos hacia el suroeste, hacia la influencia del Atlántico. Si consideramos genéricamente como mes seco el que recibe una precipitación inferior a los 30 mm, Alicante tiene 7 meses deficitarios, Murcia 8, Cartagena 9, Almería 10, Águilas 11 y Cabo Tiñoso los 12.
La lluvia, después de largos meses de ausencia y traída por los vientos mediterráneos del este o del sureste, suele caer de forma torrencial descarnando las laderas agrietadas y desnudas de vegetación. Los vientos atlánticos del oeste y suroeste también arrastran lluvias, pero las dejan en la vertiente norte de las Béticas para alimentar los cursos altos de los ríos Sangonera, Segura y otros. El relieve es, pues determinante para la pluviosidad de la zona y también para alimentar de derrubios las llanuras costeras, donde ríos y barrancos han formado huertas de suelos profundos y feraces.
Bibliografía
- Geografía física de España. Tomás Franco Aliaga. UNED pags 173 - 176; ISBN 84-362-3362-X
Véase también
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