Francisco Ríos González

Francisco Ríos González

Francisco Ríos González

Tumba de El Pernales y El Niño del Arahal en Alcaraz.

Francisco Ríos González llamado el Pernales (Estepa, Sevilla, 23 de julio de 1879 - Villaverde de Guadalimar, Albacete, 31 de agosto de 1907) fue un bandolero español que actuó en Andalucía.

Contenido

Biografía

Francisco de Paula José Ríos González nació el 23 de julio de 1879 en Estepa (Sevilla) situado entre Puente Genil y Osuna. Francisco apenas fue a la escuela, aprendió a leer y escribir de forma precaria y, desde los cinco años, trabajaría en el campo. Concretamente, sería cabrero con su padre en Calva, aunque dos años más tarde ambos regresaron a Estepa. Debido al hambre, tuvo que empezar a cometer una serie de robos en los vecinos campos, lo que les llevó a tener sus primeros encuentros con la Guardia Civil. En uno de estos hurtos, el padre del joven Francisco fue sorprendido por los miembros de la Benemérita. Uno de los guardias le golpeó en la cabeza y a consecuencia de este golpe poco después moriría, por lo que su hijo Francisco juró vengarse de este benemérito cuerpo. Después del fallecimiento de su padre, el Pernales abandonó el trabajo y siguió con la vida de delincuencia, incluso ayudó alguna vez a su tío Antonio Ríos el Soniche, posible maestro suyo en el arte del bandolerismo. El 25 de diciembre de 1901 se casó en la iglesia de Santa María de Estepa con María de las Nieves Pilar Caballero, cinco años mayor que él, con la que tuvo dos hijas, aunque años más tarde esta lo abandonó al parecer por los malos tratos que recibían ella y sus hijas de Pernales.

Inicio del bandolerismo

Inició sus andanzas bandoleriles con Antonio López Martín, el Niño de la Gloria y Juan Muñoz el Canuto, a los que se uniría más tarde Antonio Sánchez el Reverte. Comenzaron entonces los asaltos en los cortijos y a exigir dinero a las gentes acaudaladas, incluso tuvieron algunos enfrentamientos a tiros con los miembros de la Benemérita lo que hizo que fuera cogiendo gran fama. Se cuenta también que llegaron a ser apresados por las fuerzas de la autoridad en una ocasión, pero misteriosamente escaparon.

A partir de ese momento, Francisco Ríos empezó a crear su fama y empezó a gestarse el mote. En un principio, se le empezó a llamar Pedernales debido a la dureza de sus sentimientos, como así demostró con sus hijas a las que se dice que quemó molestado por su llanto, o violando a una mujer en el cortijo de Cazalla. Igualmente fue implacable matando al dueño del cortijo de Hoyos, cerca de La Roda, que al parecer había intentado envenenarlo junto a su tío el Soniche y otro miembro de la banda. Finalmente este nombre derivó en Pernales que es como se le llamaría desde entonces.

Solían actuar por los campos de Marchena, Puebla de Cazalla, Osuna, La Roda, Santaella, Lucena, Morón, Écija y todo el valle del río Genil. Habitualmente, sus servicios eran requeridos por gañanes y gente humilde, víctimas de injusticias permanentes, ayuda que él no rehusaba. Incluso solía repartir algunos cigarros y algún duro entre los campesinos que se cruzaba por los caminos, de donde tal vez le venga la fama de repartir el dinero entre los pobres. A cambio éstos le prometían fidelidad y veían en él un aliado contra los ricos, un defensor de sus derechos, además de saber que si lo traicionaban su venganza sería terrible.

Por otra parte Pernales era un consumado jinete que sabía escapar rápidamente a cuantas emboscadas le tienden a lomos de su caballo Relámpago, que superaba en velocidad a cualquier otro caballo. Sus robos consistían en solicitar a la persona elegida amablemente una cantidad de dinero (generalmente mil pesetas) cantidad que solía entregar, conocedora de su fama y para evitar males mayores. Estos robos fueron en aumento y las autoridades de Madrid empezaron a preocuparse ante sus fechorías, incluso se dice que llegó a asaltar al gobernador de Córdoba al que en persona le solicitó mil pesetas. Solo robaba a quien tenía dinero suficiente, por lo que las personas humildes estaban de su parte; de esta forma en las tierras andaluzas por donde actuaba se sentía seguro y protegido.

Por esta época se enamoró de una moza de poco más de veinte años llamada Concha Fernández Pino, vecina de un pueblo llamado El Rubio, por la que es correspondido. Pero ante el aumento de guardias civiles en la zona decidió cambiar de ambiente y empezar a operar en la provincia de Málaga. En mayo de 1907, se uniría a la banda un nuevo miembro llamado Pedro Ceballos, el Pepino y en una una finca de Arahal, cerca de Sevilla, se les uniría otro bandolero que entraría en la leyenda Antonio Jiménez Rodríguez, el Niño de Arahal. Sin embargo la buena suerte que habían tenido los bandidos hasta ahora, se quebró el 31 de mayo de 1907 al ser sorprendidos por la Guardia Civil entre los pueblos de Alcolea y Villafranca, en la provincia de Córdoba. En el tiroteo que se produjo fue herido el Niño de la Gloria, que poco después murió, y otro miembro de la pandilla, el Reverte, fue hecho prisionero.

Animados por la captura de un miembro de la banda de Pernales y por la muerte de otro, las autoridades decidieron dar el golpe definitivo para capturar al bandido. De distintos puntos de España llegaron guardias civiles de forma que, unidos a los ya existentes, eran ya varios cientos los que iban tras sus pasos. Pero su movilidad impedía conocer con exactitud donde se encontraba, pues cuando los miembros de la autoridad lo creían en Sevilla, éste aparecía en Córdoba, en Sierra Morena o en la Serranía de Ronda, lugares todos ellos que conocía a la perfección además de sentirse arropado por los campesinos. Por esta época empezaron a aparecer falsos Pernales que usaban su nombre para asaltar los caminos, incluso se dice que el mismo Pernales fue asaltado por uno de estos bandoleros apócrifos. Sin saber cómo, el bandido perdió su caballo Relámpago y desde entonces se le vería encima de un macho castaño.

El 24 de julio de 1907 Conchilla “la del Pernales” dio a luz una niña, fruto de sus amores con el bandido. Éste se reunió con su novia y al parecer le pidió que marchase a Valencia, donde se reunirá con ella más tarde, posiblemente con la idea de partir para América, ya que aquellos aires no eran muy saludables para él. En realidad éste sería el último encuentro con su amada. Aún siguieron un tiempo las correrías del estepeño con su inseparable compañero, el Niño de Arahal. Uno de sus últimos golpes conocidos fue en Mancha Real, aunque se duda que fuera el auténtico Pernales. Pero sus movimientos eran cada vez más reducidos y el encuentro con los guardias iba en aumento. Entonces decidió por fin escapar y reunirse con su querida Conchilla en Valencia; si no lo hacía ahora luego tal vez fuera demasiado tarde pues toda aquella zona era un auténtico hervidero de guardias civiles. El Niño de Arahal no quiso abandonarlo y decidió marcharse con él hasta Valencia.

La muerte de Pernales

El bejarano Florentino Hernández Girbal nos dice en su libro Bandidos Célebres Españoles, que Pernales y el Niño de Arahal atravesaron entonces parte de la provincia de Jaén y el 29 de agosto se les vio por el Puente de los Aceiteros, a cuatro kilómetros de las Navas de San Juan, al norte de Úbeda. Sin embargo no tiene mucho sentido los lugares por donde cuenta que pasaron después. Lo que sí tiene más sentido y se da como probado es que a las nueve de la mañana del sábado 31 de agosto, el guarda forestal Gregorio Romero Henares, retirado de la Guardia Civil, se encontró con los bandidos en las inmediaciones del puerto del Bellotar, al noroeste de Villaverde.

Por aquí pasaba una vereda, hoy día ya perdida, que por lo alto de la montaña venía de Villarrodrigo, en la provincia de Jaén, y se dirigía hacia Los Picarazos, bajo el pico de La Sarga. Este guarda forestal debió sospechar algo de estos dos hombres que venían tan armados y que, por las ropas que vestían, sabía de otras tierras. Enseguida se dirigió a Villaverde y dio cuenta del encuentro con estos sospechosos al juez municipal, don Miguel Serrano, quien de acuerdo con el alcalde decidió enviar al alguacil Eugenio Rodríguez Campayo para dar aviso al teniente de la Guardia Civil. Éste se encontraba en el caserío de El Sequeral, a seis kilómetros al sur de Villaverde, entre la Venta del Tabaquero (cerca de la antigua Resinera de Cotillas) y El Parrizón.

El segundo teniente Juan Haro López, jefe de la línea de Alcaraz, cuenta en el informe que realizó al ministro de la Gobernación (lo que hoy sería el ministro del Interior) que informado de la existencia de los dos sospechosos, salió en su busca con el cabo Calixto Villaescusa Hidalgo, el guardia primero Lorenzo Redondo Morcillo, y los guardias segundos Juan Codina Sosa y Andrés Segovia Cuartero. En Villaverde se enteraron que los sospechosos se encontraban en el cortijo del Arroyo del Tejo, donde se detuvieron a comer bajo la sombra de una noguera, aunque sobre esto existen otras versiones. Después de hablar con varias personas ya mayores que han vivido en el cortijo del Arroyo del Tejo, éstas aseguran que sus padres y otros vecinos que vivían allí cuando murió Pernales les habían contado que los bandidos se detuvieron en realidad a comer en La Casica, un pequeño refugio de pastores que hay más arriba del cortijo anterior. Por orden del oficial de la Guardia Civil el cabo Villaescusa y el guardia Segovia se dirigieron por el Prado de la Rosinda hasta El Portillo y desde aquí siguieron el camino que se dirige por Las Morricas hacia el arroyo del Mesegar con dos prácticos (paisanos que conocían la zona). Este camino se divide a su vez en otros dos al llegar al citado arroyo: uno va hacia la derecha hasta el cortijo del Mesegar y otro hacia la izquierda a Riópar pasando bajo la falda del Padroncillo. El teniente se dirigió con los guardias Redondo y Codina hacia el cortijo del Arroyo del Tejo con un práctico, pero los bandidos ya se habían ido. Pernales y el Niño llegaron, según el informe del teniente, hasta 8 pasos de donde estaban apostados el cabo Villaescusa y el guardia Segovia quienes les dieron el alto, a lo que respondieron los bandidos disparando. Este lugar donde murió Pernales es una pequeña elevación de terreno con dos grandes piedras detrás, donde seguramente se ocultaron los guardias. La senda, que todavía hoy se distingue perfectamente, es muy estrecha por lo que Pernales iría delante y detrás el Niño, que así pudo escapar de una nueva descarga, aunque finalmente fue abatido ya que tropezó con el teniente Haro, el guardia Redondo y el guardia Codina, este último al parecer fue quien le alcanzó con un disparo, pues así lo afirmaba el oficial en su informe: “Al referido Pernales le dispararon a la vez el cabo Villaescusa y el guardia Segovia, aunque quizás un poco antes el guardia, sin que se pueda precisar quien lo mató, pues los dos creen haberlo herido. Al Niño de Arahal, puedo asegurar que, en un disparo hecho por el guardia Codina fue cuando se vio caer al bandido...El que debe ser Pernales, por los documentos que se le han ocupado y coincidir las señas facilitadas por la superioridad, aparenta ser de unos veintiocho años, de 1,49 metros de estatura, ancho de espaldas y pecho, algo rubio, quemado por el sol, con pecas, color pálido, ojos grandes y azules, pestañas despobladas y arqueadas hacia arriba; vestido con pantalón, chaqueta corta y chaleco de pana lisa, color pasa...El que aparenta ser el Niño de Arahal es de unos veintiséis años de edad, de 1,61 metros de estatura, de pocas carnes, pelo rubio, barbilampiño, cara afeitada, viste igual que el anterior...”

Al Pernales se le ocupó, según el informe del teniente Haro, un macho castaño oscuro, una escopeta de dos cañones de fuego central de retroceso, un revólver sistema Smith de seis tiros, un anteojo de larga vista, un reloj sistema Roskof, una cartera de bolsillo con tres billetes de 100 pesetas, una pluma para escribir, una carta con un sobre que se dirigía a Carmen Morales González, calle Alcoba, Estepa, participándole a su madre que tenía un hijo más, firmándola Francisco Ríos y otra carta en un sobre, sin dirección, proponiendo a una tal Mariana que asistiera a una entrevista para llevársela al campo, entre otras cosas. Al Niño de Arahal se le ocupó una yegua castaña clara, un revólver sistema Smith, una navaja de muelles de grandes dimensiones, fabricada en Albacete y una cartera de bolsillo con cuatro billetes de 100 pesetas, entre otras cosas. Una vez muertos los bandidos fueron llevados por los prácticos hasta Villaverde donde quedaron expuestos toda la tarde en la plaza a la curiosidad pública. Al día siguiente día 1 de septiembre los cadáveres fueron trasladados en un carro a Alcaraz, donde fueron depositados en el antiguo convento de Santo Domingo. Allí se les practicó la autopsia y quedaron a la espera de que llegasen las personas que debían identificarles. Fue numeroso el público que acudió al lugar para ver los cadáveres de los bandidos que estaban expuestos encima de unas mesas.

Las personas designadas para identificar a los bandidos procedentes de Andalucía llegaron a Alcaraz el lunes día 2 a las siete de la tarde. De estas personas, 5 afirmaron que se trataba de Pernales, aunque 2 dijeron no estar seguros pues según decían no tenía el mechón de pelo que llevaba siempre sobre la frente. La autopsia practicada a los bandidos demostró que Pernales había recibido un disparo en cada ingle rompiéndole la arteria femoral y astillándole el fémur y que el Niño de Arahal había recibido un tiro en el corazón. La muerte de los bandidos se produjo, según esta autopsia entre las dos y las tres de la tarde del citado día 31. La tumba de Pernales se encuentra situada en la parte nordeste del cementerio de Alcaraz.

El Pernales entra en la leyenda

Después de la muerte de Pernales las gentes del campo andaluz sintieron una rabia enorme por la pérdida de su héroe, aunque muy pronto ésta cambió en alegría pues un pastor de Estepa, que había dudado ante las autoridades cuando fue llamado a identificar el cadáver, afirmaba esta vez ante sus paisanos que ninguno de los muertos de Alcaraz era el famoso bandido. Se llegó a decir incluso que el muerto de la Sierra de Alcaraz era en realidad otra persona, un anónimo malhechor con quien las autoridades ocultaron sus reiterados fracasos en el intento de captura del verdadero bandido. Algunos, con una imaginación más inventiva, dijeron que Pernales había conseguido huir a México donde murió pocos años después de una vulgar pulmonía. Todavía existe en Alcaraz una leyenda según la cual el espíritu de Pernales sale de vez en cuando de su tumba para robar a las personas más ricas del pueblo. Así cuando alguien es robado culpan todavía al bandido, que según dicen lleva el producto del robo a alguna persona de humilde condición. Si estas personas acaudaladas no quieren ser víctimas de sus robos, deben subir al cementerio, situado en el viejo castillo, y depositar algunas flores frescas en su tumba, motivo por el que a Pernales nunca le faltan flores.

Su tumba se encuentra en el cementerio de Alcaraz, en Albacete. A su muerte, se creó un mito en torno a él, considerado como un nuevo Robin Hood, que robaba a los ricos para repartirlo entre los pobres, con lo que fue convertido en un héroe popular. Una copla dedicada a su memoria decía:

Ya mataron al Pernales.
Ladrón de Andalucía.
El que a los ricos robaba.
Y a los pobres socorría..

Véase también

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