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Guerra colonial portuguesa
Portugal
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Se denomina Guerra Colonial Portuguesa, o Guerra do Ultramar, al periodo de enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Portuguesas y las fuerzas organizadas por los movimientos de liberación de las antiguas colonias portuguesas de Angola, Guinea Bissau y Mozambique entre los años 1961 y 1974. En cada uno de esos territorios al conflicto suele llamársele guerra de independencia.
La expresión guerra colonial era rechazada por el gobierno portugués, ya que los territorios ultramarinos portugueses tenían el estatuto de provincias y no de colonias. Las Naciones Unidas, sin embargo, consideraban que sí eran colonias, porque los derechos de los indígenas africanos eran distintos a los de los colonos blancos y los africanos asimilados. Por otra parte, debido a que las operaciones militares eran consideradas de seguridad interna por las autoridades portuguesas, el término guerra tampoco era utilizado. Por estas razones el término utilizado generalmente por los medios militares portugueses era el de Campañas Ultramarinas.
El inicio de este periodo de la Historia de Portugal tuvo lugar en Angola el 4 de febrero de 1961 en la zona que pasaría a denominarse Zona Sublevada do Norte (Zona Rebelde del Norte), que corresponde a los distritos de Zaire, Uige e Cuanza Norte. La Revolución de los Claveles en Portugal el 25 de abril de 1974 supuso su fin. Con el cambio del rumbo político del país, los intentos de las fuerzas armadas portuguesas dejaron de tener sentido. Los nuevos dirigentes anunciaron la democratización del país y estaban dispuestos a aceptar las reivindicaciones de Independencia de las colonias— por lo que pasaron a negociar las fases de transición con los movimientos de liberación que se encontraban en lucha armada.
A lo largo de su desarrollo fue necesario aumentar progresivamente la movilización de las fuerzas portuguesas, en los tres escenarios de operaciones, de forma proporcional al aumento de los frentes de combate que, a principios de la década de los 70 llegarían a su momento crítico. Por parte portuguesa, la guerra se sustentaba por el principio político de defensa de aquello que se consideraba territorio nacional, basándose en el principio ideológico de nación pluricontinental y multirracial. Por otro lado, los movimientos de liberación se justificaban en base al principio inalienable de autodeterminación e independencia, en un marco internacional de apoyo e incentivo de la lucha.
Contexto político-social
En las colonias europeas siempre existieron movimientos de oposición y resistencia a la presencia de las potencias coloniales. Por eso, a lo largo del siglo XX, el sentimiento nacionalista; fuertemente impulsado por la primera y Segunda Guerra Mundial — era patente en todos los movimientos europeos, por lo que no era sorprendente que se notase también en las colonias, ya que también muchos de sus nativos participaban en ellas, exponiendo la paradoja de la celebración de la victoria en la lucha por la liberación, en territorio colonial, aún sometido y dependiente. Por otro lado, también las grandes potencias emergentes de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y Unión Soviética alimentaban — tanto ideológicamente como materialmente — la formación de grupos de resistencia nacionalista, en su disputa por las zonas de influencia. Es en este contexto en el que tiene lugar la Conferencia de Bandung en 1955, donde se dará por primera vez voz propia a las colonias, que se enfrentaban a los mismos problemas y buscaban una alternativa al simple alineamiento en el conflicto bipolar que confrontaba a las dos grandes potencias. Éstas, estarían llamadas a considerar con otra legitimidad las reivindicaciones del llamado Tercer Mundo, que para mantener el equilibrio en las relaciones internacionales de la Guerra Fría, debían canalizar los sentimientos autonomistas para su beneficio, como zona de influencia. La influencia externa en las colonias perdía la orientación meramente separatista y desestabilizadora, y caminaba hacia un apoyo efectivo en las relaciones con los países colonizadores.
A finales de la década de los 50, las fuerzas armadas portuguesas tuvieron que enfrentarse a la paradoja de la situación política generada por el Estado Novo, que se habían implantado y sustentaban desde 1926: por un lado, la política de neutralidad portuguesa durante la II Guerra Mundial colocaba a las fuerzas armadas portuguesas al margen de un eventual conflicto este-oeste, por otro, aumentaba, en la perspectiva del régimen, la responsabilidad en el mantenimiento de la soberanía sobre los vastos territorios ultramarinos, donde la tensión de la posguerra avecinaba luchas independentistas en las colonias de la Europa imperial. Por lo tanto, los mismos dirigentes que separaron a Portugal de la lucha por la liberación europea, optaban por integrar al país en la estructura militar de la OTAN, en un sutil deseo de aliarse a los vencedores, en detrimento de la preparación para las amenazas en las colonias, que el propio régimen consideraba imprescindibles para la supervivencia nacional.
Este ingreso de Portugal en la Alianza Atlántica formaría una élite de militares que se tornaría indispensable para la planificación y la conducción de las operaciones militares en la guerra colonial. Esta "generación OTAN" ascendería rápidamente a los cargos políticos más altos así como a los altos cargos militares, sin necesidad de probar la fidelidad al régimen. La Guerra Colonial establecía así, incompatibilidades entre la estructura militar — fuertemente influenciada por las potencias occidentales de régimen democrático — y el poder político. Algunos analistas consideran que el llamado «golpe de Botelho Moniz» marcó el inicio de esta ruptura, bien como el origen de una cierta desconfianza del régimen en relación al mantenimiento de un único centro de comando, debido a la amenaza de una confrontación armada. Esta situación provocaría, como se verificaría más tarde, la descoordinación entre los tres Estados Mayores (ejército de tierra, fuerza aérea y marina).
Oposición
Contrariando lo que el estado pretendía transmitir, es decir, que las colonias formaban parte de la unidad nacional, los comunistas fueron los primeros en oponerse a los combates. De hecho, el Partido Comunista Portugués fue la primera organización en manifestarse publicamente contra la guerra pidiendo la independiencia inmediata y pacífica de las colonias en 1957 durante su V Congreso.
Sin embargo, la censura del régimen obligó al PCP a representar dos papeles: el de partido político y el de fuerza de cohesión entre los sectores de la oposición, con los cuales acordó programas que no reflejaban sus posiciones anticolonialistas; siguiendo la misma línea de orientación, durante las elecciones presidenciales celebradas durante el Estado Novo con los candidatos de cohesión Norton de Matos (1949), Quintão Meireles (1951), Humberto Delgado (1958), y lo mismo los candidatos apoyados por el PCP: Ruy Luís Gomes y Arlindo Vicente.
Después del fraude electoral de 1958, Humberto Delgado formó el Movimento Nacional Independente (MNI) que, en octubre de 1960, defendía la necesidad de preparar a las colonias, antes de concederles el derecho de autodeterminación. No obstante, no planteaba ninguna fecha o plan.
La oposición se va a formar poco a poco, al compás de la lucha armada segundo se hace evidente de que el conflicto iba a durar mucho tiempo. En 1961, el nº8 de la Tribuna Militar tenía como título, "Pongamos fin a la guerra de Angola". Sus autores estaban ligados a las Juntas de Acción Patriótica (JAP), partidarias de Humberto Delgado y responsables del ataque al cuartel de Beja. El Frente Patriótico de Liberación Nacional (FPLN), creado en diciembre de 1962, contradecía las posiciones conciliadoras. La línea oficial del estado portugués se mantenía: Portugal poseía derechos inalienables y legítimos sobre las colonias y era eso lo que transmitían los medios de comunicación y propaganda del régimen salazarista.
En abril de 1964, el Directorio de Acción Democrata-Social reclamó una solución política, no militar. En sintonía con esta iniciativa, en 1966, Mário Soares sugirió la convocatoria de un referendum sobre la política colonial a seguir por Portugal, precedido por un debate nacional a realizar durante seis meses.
Ni la muerte de Salazar hizo que el panorama político cambiase. Las elecciones legislativas de 1969 verificarían una radicalización de la situación política, especialmente entre las nuevas generaciones, que se sentían víctimas por la continuación de la guerra. Las universidades desempeñarían un papel fundamental en la difusión de esta postura. Surge, así, las publicaciones Cadernos Circunstância, Cadernos Necessários, Tempo e Modo, y Polémica. En este ambiente la Acción Revolucionaria Armada (ARA) y las Brigadas Revolucionarias (BR) se convierten en una importante forma de resistencia contra el sistema colonial portugués, dirigiendo sus ataques, principalmente, contra el ejército.
La ARA, vinculada al PCP, inició sus acciones militares en octubre de 1970, manteniéndolas hasta agosto de 1972. Se destacaron entre sus acciones el ataque a la Base Aérea de Tancos contra equipamiento de la Fuerza Aérea, el 8 de marzo de 1971,y el atentado contra las instalaciones del cuartel general de Comiberlant, en Oeiras, en octubre del mismo año. Las BR, a su vez, iniciaron sus acciones armadas el 7 de noviembre de 1971, con el sabotage de la base de la OTAN de Pinhal de Ameiro y finalizaron el 9 de abril de 1974, contra el navío Niassa que se preparaba para zarpar de Lisboa transportando tropas para Guinea-Bissau. Las BR llegaron, incluso, a actuar en las colonias, colocando una bomba en la Comandancia Militar de Bissau, el 22 de febrero de 1974.
También el posicionamiento de los sectores financieros y empresariales, clases medias y movimientos obreros constituyó un importante punto de inflexión en la contestación a la política del régimen, en 1973.
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