- Guerras de los Castores
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Las Guerras de los Castores, llamadas Guerras Iroquesas o Guerras Franco-Iroquesas, se refieren comúnmente a una brutal serie de conflictos librados a mediados del siglo XVII en el este de Norteamérica. Alentados y armados por sus socios comerciales ingleses y holandeses, los iroqueses intentaron expandir su territorio y monopolizar el comercio de pieles entre los mercados europeos y las tribus al oeste de la región de los Grandes Lagos. El conflicto enfrentó a las naciones de la Confederación Iroquesa, dirigidas por los mohawk, contra los franceses, respaldados en gran medida por las tribus de habla algonquina de la región de los Grandes Lagos.
Las guerras fueron extremadamente brutales y son consideradas uno de los episodios más sangrientos de la Historia de América del Norte.[1] La ampliación resultante del territorio iroqués reajustó la geografía tribal de Norteamérica, destruyendo varias de las grandes confederaciones de tribus —incluyendo a los hurones, neutrales, erie y conestoga— y empujó a algunas tribus orientales al oeste del río Misisipi. El Territorio de Ohio y la Península Inferior de Míchigan fueron prácticamente desalojadas de pueblos indígenas, que como refugiados huyeron hacia el oeste escapando de los guerreros iroqueses (esta región sería repoblada por los mismo pueblos de Ohio no mucho después, aunque en general en multiétnicas "repúblicas" indígenas, en vez de homogéneas y discretas "tribus").
Las sociedades algonquina e iroquesa se vieron profundamente afectadas por estos enfrentamientos. El conflicto disminuyó al perder los iroqueses a sus aliados holandeses en la colonia de los Nuevos Países Bajos, y con el creciente deseo francés de tener a los iroqueses como aliados contra la invasión inglesa. Posteriormente, los iroqueses se convertirían en socios comerciales de los británicos, convirtiéndose en un componente crucial de su ulterior expansión utilizando las conquistas iroquesas como una pretensión sobre el Viejo Noroeste.
Contenido
Orígenes
Los registros escritos sobre el Valle de San Lorenzo comienzan con los viajes de Jacques Cartier en la década de 1540. Cartier habla de sus encuentros con los iroqueses de San Lorenzo, conocidos como laurencianos o stadaconanos, que ocupaban varios pueblos fortificados, entre ellos Stadacona y Hochelaga. Cartier escribió que los stadaconanos estaban en guerra con otra tribu conocida como los tudomanos, que habían destruido uno de sus fuertes el año anterior, lo que originó 200 muertos. Las guerras y políticas continentales los distrajeron de la colonización francesa en el Valle de San Lorenzo hasta comienzos del siglo XVII. Cuando los franceses regresaron, se sorprendieron al encontrar que los sitios de Stadacona y Hochelaga habían sido abandonados y destruidos por un enemigo desconocido.
La tradición oral iroquesa, recogida en las Relations des Jésuites de la Nouvelle-France, habla de una guerra entre los iroqueses mohawk y una alianza de los conestoga y algonquinos en algún momento entre 1580 y 1600. Así, cuando los franceses reaparecieron en la escena en 1601, el Valle de San Lorenzo ya había sido testigo de generaciones de sangrienta guerra al estilo feudal. De hecho, cuando Samuel de Champlain desembarcó en Tadoussac, él y su pequeña compañía de aventureros franceses fueron inmediatamente contratados por los montagnais, algonquinos y hurones para ayudarles a atacar a sus enemigos.
Antes de 1603, Champlain había formado ya una alianza ofensiva contra los iroqueses. Su razón era comercial, pues los indios canadienses eran la fuente de peletería de los franceses, y los iroqueses interferían en el comercio. El primer encuentro fue una batalla en 1609, librada por iniciativa de Champlain. Él escribió: "No había llegado con otra intención que la de hacer la guerra".[2] Champlain combatió acompañado de sus aliados algonquinos en una batalla campal contra los iroqueses a las orillas del Lago Champlain. El mismo Champlain mató a tres jefes iroqueses con un arcabuz. En 1610, Champlain y su compañía de arcabuceros ayudaron a los montagnais, hurones y algonquinos a derrotar a un gran destacamento de incursores iroqueses.[3] Mientras los montagnais y algonquinos tomaron el control del área quitada a los iroqueses los hurones fueron alentados por los franceses a expandir su territorio más hacia el oeste.[3] En 1615 Champlain se unió a una incursión hurona y tomó parte en el asedio de una ciudad iroquesa, probablemente perteneciente a los onondaga. Un prolongado ataque finalmente falló, y Champlain resultó herido en el intento.[4]
En 1610, los holandeses establecieron un puesto comercial en el borde del territorio iroqués, en el valle del río Hudson, dándoles acceso directo a los mercados europeos, eliminando su necesidad de dependencia de los franceses y las tribus que funcionaban como intermediarios en el comercio de mercancías. El nuevo puesto les ofrecía valiosas herramientas que los iroqueses podrían recibir a cambio de pieles de animales. Así empezó la caza a gran escala de pieles iroquesa.[5]
En este momento el conflicto comenzó a crecer rápidamente entre los iroqueses y los indios apoyados por los franceses. Los iroqueses habitaban la región de la actual Nueva York, al sur del lago Ontario y al oeste del río Hudson. Las tierras iroquesas comprendían una isla étnica, rodeada por todos lados por naciones de habla algonquina, incluyendo a los shawnee, al oeste del Territorio de Ohio, así como por las confederaciones hurona y neutral, de habla iroquesa, que vivían en la orilla sur del lago Hurón y la orilla occidental del lago Ontario, respectivamente, y que no eran parte de la Confederación Iroquesa.
Para 1610 a 1615 mientras aún estaban en conflicto con sus vecinos septentrionales (hurones, montagnais y algonquinos) los mohawk atacaron a los conestogas, con apoyo de los holandeses que creían que los franceses apoyaban a estos últimos. Los mohicanos entonces empezaron a cobrar tributo a los holandeses para cruzar por sus tierras lo que llevo a los mohawk a declararles la guerra. Pero aquello afecto negativamente el comercio holandés y estos arreglaron una tregua en 1613. Cuatro años después estallo un nuevo conflicto entre mohicanos y mohawk que obligo a los holandeses a abandonar Fort Nassau, cerca de la actual Albany, en 1618 logrando establecer finalmente una nueva paz ese mismo año.[3]
La paz entre mohawk y mohicanos no duró mucho y en 1624 se reinicio la guerra con una ofensiva de los primeros, en esta ocasión los holandeses no fueron capaces de frenar el conflicto.[3] En 1628, después de que los mohawk derrotaran a los mohicanos expulsandolos al este del Hudson y monopolizaran el comercio con los holandeses de Fort Orange, los iroqueses, y en particular los mohawk, confiaron en el comercio para adquirir armas de fuego y otros bienes europeos para su supervivencia. Hacia los años 1630, los iroqueses ya disponían de armas de fuego suficientes para armarse totalmente gracias a su comercio con los neerlandeses, y empezaron a crecer en experiencia con el arcabuz en sus constantes guerras con los algonquinos, los hurones y otros enemigos tradicionales. Los franceses, por su parte, prohibieron el comercio de armas de fuego a sus aliados, aunque de vez en cuando se ofrecían arcabuces como regalo a los individuos que se convertían al cristianismo. Aunque el foco inicial de los ataques iroqueses eran sus enemigos tradicionales (algonquinos, mohicanos, montagnais y hurones), la alianza de estas tribus con los franceses acabó en un feroz y sangriento conflicto con los colonizadores europeos mismos.
La introducción de armas de fuego, sin embargo, aceleró el declive de la población de castores, tanto que en 1640 estos animales habían casi desaparecido del Valle de Hudson. La respuesta a la agresividad iroquesa puede hallarse en la progresiva desaparición del castor en las tierras controladas por esta nación a mitad del siglo XVII. El centro del comercio de pieles por tanto se desplazó hacia el norte, a las regiones más frías de lo que hoy es el sur de Ontario, en territorio de los neutrales, así como por los hurones, que eran estrechos socios comerciales de los franceses en Nueva Francia. Los iroqueses se encontraron desplazados en el comercio de pieles por otras naciones de la región. Amenazados por las enfermedades y con una población disminuyente, los iroqueses iniciaron una agresiva campaña con objeto de ampliar su área de control.
En 1629 los británicos empezaron a participar de los conflictos que se desarrollaban en esta región con la toma de Quebec que resulto con la expulsión de los franceses de la zona hasta 1632, año en que les fue devuelta. Este acontecimiento resulto decisivo ya que durante dicho período los algonquinos y montagnais fueron vulnerables a los ataques que realizaron los mohawk al no tener acceso a las armas de fuego que les vendían sus aliados franceses, considerándose a veces como el inicio de las Guerras de los Castores.[3] Rompiéndose de este modo la paz acordada en 1627 entre iroqueses y sus rivales septentrionales. Frente a los hurones que eran más numerosos y poderosos que las tribus iroquesas estas últimas les ofrecieron un acuerdo comercial que los primeros rechazaron consientes de su ventaja. El conflicto definitivo estalló tras el asesinato de un cazador iroqués por guerreros hurones dentro de un territorio en disputa entre ambas confederaciones.[3]
El Conflicto
La fuente iroquesa de pieles empezó a declinar a finales de los años 1630 en favor de sus vecinos más pequeños. En 1636 y 1637 lanzaron dos ofensivas separadas y obligaron finalmente a los algonquinos y montagnais a retirarse hacia el norte. Al año siguiente los senecas infligieron una importante derrota a los hurones[3] y los wenros fueron atacados y sus territorios tomados por los iroqueses. Los restos de su tribu huyeron a refugiarse entre los hurones. Los wenros habían servido como estado tapón entre los iroqueses y la tribu neutral y sus aliados erie. Las dos tribus eran considerablemente más grandes y poderosas que los iroqueses, haciendo imposible expandirse hacia el oeste en aquel momento, por lo que los iroqueses dirigieron su expansión al norte,[7] donde los hurones se hallaban debilitados debido a una serie de epidemias que los afectaron entre 1637 y 1641, matando a muchos de sus principales líderes y casi a la mitad de su población, perdiendo así su ventaja numérica.[3] Los iroqueses eran alentados por los holandeses de los Nuevos Países Bajos a continuar este tipo de acciones. En esos tiempos, los neerlandeses eran los únicos socios comerciales europeos de los iroqueses, cuyas mercancías descendían por los puestos de comercio en el río Hudson y desde allí volvían a Europa. Como la fuente de pieles iroquesa había empezado su decadencia, los ingresos de los puestos habían disminuido.[8]
Un nuevo participante se unió cuando en 1638 los suecos fundaron una colonia en el río Delaware. Buscando compensar su tardía llegada a la región vendieron sin restricciones armas a los conestogas lo que llevo a sus rivales iroqueses a comprar aún más armas a los neerlandeses y a partir de 1640 también de los británicos, aumentando drásticamente el grado de violencia de los conflictos tribales. Destacando, por ejemplo, las grandes batallas sucedidas en el valle del Ottawa desde 1642 hasta 1643 entre iroqueses contra hurones y franceses.[3]
Otro factor que complico a los franceses fue el conflicto entre sus aliados montagnais y los sokoki (abenakis occidentales) que llevo a estos últimos a aliarse a los mohawk y a los mohicanos (aliados de los iroqueses desde 1628). En 1645 una fuerza combinada de las tres tribus ataco a la principal aldea de los montagnais, cerca de Quebec. Para escapar de la influencia iroquesa los wappinger o wiechquaeskeck y las bandas de lenapes hackensack y tappan migraron al sur, a la isla de Manhattan y Nueva Jersey, durante el invierno de 1642-1643, aliándose con los lenapes munsee y los metoac pero también entrando en conflicto con los colonos holandeses que pidieron ayuda a los mohicanos y mohawk (los lenapes habían sido derrotados y sometidos por los conestogas, rivales de los iroqueses, en 1634).[9] Tras la firma un tratado formal de alianza los indios aliados de los neerlandeses sometieron a sus rivales y pasaron a controlar la mitad occidental de la isla en disputa en 1645. Los munsee trataron de rebelarse poco después pero fueron sometidos sangrientamente por los mohawk.[3]
En cuanto a los algonquinos, en 1642 entraron en conflicto con los iroqueses que enviaron una gran fuerza en su contra al año siguiente. Un gran número de fuertes y aldeas de los algonquinos fueron arrasados por lo que en 1644 migraron y cruzaron el Ottawa.[3]
En 1641, los mohawk viajaron a Trois-Rivières, en Nueva Francia, a proponer la paz con los franceses y sus tribus aliadas, y pidieron a los franceses que crearan un puesto comercial en Iroquesia. El gobernador Montmagny rechazó la propuesta, ya que hubiera supuesto el abandono de sus aliados hurones. La guerra comenzó formalmente a principios de los años 1640 con ataques iroqueses a las aldeas huronas fronterizas a lo largo del río San Lorenzo, con la intención de perturbar su comercio con los franceses. La interrupción llegó a tal nivel que los franceses pidieron a las tribus negociar juntos un tratado con el que poner fin a la guerra. Dos líderes iroqueses, Deganaweida y Koiseaton, viajaron a Nueva Francia para tomar parte en las negociaciones.[10] Los franceses estuvieron de acuerdo con la mayoría de las demandas iroquesas, entre ellas la concesión de derechos de tráfico en Nueva Francia. Al verano siguiente, una flota iroquesa de ochenta canoas cargadas de pieles navegó a los dominios franceses con intención de venderlas. Al llegar, los franceses se negaron a comprar las pieles, y en su lugar se dijo a los iroqueses que se las vendieran a los hurones, que actuarían como intermediarios. Los iroqueses estaban indignados y la guerra se reanudó.[10]
Los franceses estaban inquietos por el reciente estallido de la guerra, y decidieron participar directamente en el conflicto. Los hurones y los iroqueses tenían similares recursos humanos, con una población estimada entre 20.000 y 30.000 miembros para cada confederación.[11] Para obtener superiores fuerzas los hurones y los conestoga formaron una alianza contra la agresión iroquesa en 1647. Esta nueva combinación los hacía mucho más numerosos que los iroqueses. Los hurones intentaron romper la Confederación Iroquesa negociando por separado la paz con los onondaga y los cayuga, pero las otras tribus interceptaron a sus mensajeros, poniendo fin a las negociaciones. El verano de 1647 vio varias pequeñas escaramuzas entre las tribus. En 1648 se libró una gran batalla cuando dos tribus algonquinas intentaron pasar un convoy de pieles a través de un bloqueo iroqués. Su intento tuvo éxito y los iroqueses tuvieron numerosas bajas.[12]
Los iroqueses utilizaron los años inmediatos que siguieron en fortalecer su confederación trabajando más estrechamente juntos bajo un liderazgo central efectivo. Aunque el funcionamiento de sus gobiernos sigue siendo en gran medida desconocido, en los años 1660 las cinco naciones iroquesas dejaron de luchar entre sí. Llegaron a ser capaces de coordinar planes económicos y militares entre las cinco tribus, fortaleciendo con ello sus intentos de conseguir un gobierno más avanzado que el de las tribus de los alrededores, con un control más descentralizado.[13]
Aunque estas incursiones no fueron de ninguna forma constantes, cuando se producían eran terribles para los habitantes de Nueva Francia, e inicialmente los colonos se sentían impotentes para evitarlos. Algunos de los héroes francocanadienses del folclore popular fueron personas que resistieron este tipo de ataques, como Dollard des Ormeaux, que murió en mayo de 1660, mientras hacía frente a una fuerza de ataque iroquesa en Long Sault, en la confluencia del río San Lorenzo y Ottawa. Según la leyenda, logró salvar Montreal con su sacrificio. Otro héroe (heroina en este caso) fue Madeleine de Verchères, que en 1692, con 14 años, llevó la defensa de la granja de su familia contra un ataque iroqués. Los franceses se negaron a hacer la paz con los iroqueses, ya que cada vez los veían más como peones de holandeses e ingleses.
Derrota de los hurones
En 1648, los holandeses autorizaron la venta directa de armas a los mohawk y no a través de comerciantes, después de que hubieran sido vendidas aproximadamente cuatrocientas. Para usar las nuevas armas, los iroqueses enviaron mil guerreros en secreto por el bosque a territorio hurón. Una vez llegó el invierno, los guerreros se reunieron y lanzaron un devastador ataque al corazón de las tierras de los hurones, destruyendo varias aldeas y matando a miles de sus habitantes. Entre las víctimas estaban los misioneros Juan de Brébeuf, Carlos Garnier y Gabriel Lalemant, los cuales son considerados mártires por la Iglesia Católica Romana. Tras estos ataques, el resto de los hurones huyeron de su territorio en busca de ayuda de la Confederación Anishinaabeg, al norte de los Grandes Lagos, dejando la Nación Odaawaa (Ottawa), que fue capaz de contener de forma temporal la expansión iroquesa hacia el noroeste. Con los hurones dominados, ya no había asentamientos de tribus nativas entre los iroqueses y los franceses de Canadá, y los iroqueses controlaban ahora una región rica en pieles.[14]
Las enfermedades europeas hicieron estragos entre los iroqueses y sus vecinos en los años anteriores a la guerra, y sus poblaciones habían disminuido drásticamente. Para remediar el problema, y para reemplazar la pérdida de guerreros, los iroqueses trabajaron para integrar a muchos de sus enemigos capturados en sus propias tribus. Se trabajo diligentemente para mantener a sus enemigos capturados felices, lo que incluía invitar a los jesuitas a su territorio para mostrar a los que se habían convertido al cristianismo. Un sacerdote recordaba: "Por lo que puedo ver, es el plan de los iroqueses capturar a todo los hurones... matar a sus jefes... y con el resto formar una nación y un país". Los jesuitas trabajaron rápido entre los iroqueses, convirtiendo a muchos al catolicismo, un papel que desempeñaría una importante función en los años siguientes.[15]
A principios de los años 1650, los iroqueses comenzaron a atacar a los franceses. Algunas de las naciones iroquesas, en particular los oneida y onondaga, tuvieron relaciones pacíficas con los colonos, pero estaban bajo el control de los mohawk, la nación más fuerte de la Confederación, y se mostraban hostiles a la presencia francesa. Después de un fallido tratado de paz arbitrado por el jefe Canaqueese, partidas de iroqueses se movilizaron hacia al norte, a Nueva Francia, a lo largo de la cuenca del lago Champlain y el río Richelieu, atacando y bloqueando Montreal. Normalmente lanzaron incursiones en granjas o asentamientos aislados moviéndose de manera rápida y silenciosa por los bosques, y armados con un tomahawk y un cuchillo de escalpar atacaban a los habitantes. En muchos casos, los prisioneros eran llevados a la tierra natal iroquesa e incorporados a las naciones.
Derrota de los neutrales y los erie
Utilizando una estrategia de ataques sigilosos similares a los que tuvieron éxito contra los hurones, los iroqueses lanzaron un ataque contra los neutrales en 1650, y a finales de 1651 ya habían expulsado completamente a la tribu de sus tierras, matando y asimilando a miles de ellos.[14] En ese momento, los neutrales habitaban el territorio de la presente península de Niágara. En 1654 un ataque idéntico se produjo contra los erie, con menos éxito. La guerra entre los erie y los iroqueses se prolongó durante dos años, hasta que en 1656 los iroqueses destruyeron casi por completo la Confederación Erie, que se había negado a retirarse al oeste. El territorio erie se localizaba en la costa sureste del lago Erie y se cree que en 1650 contaba con 12.000 miembros.[16] Los iroqueses habían sido en gran medida superados en número por las tribus que habían sometido, y fue sólo gracias a las armas de fuego compradas a los holandeses como vencieron con tanta facilidad a sus vecinos[14] y a que al acordar la paz con los franceses estos se negaron a vender armamento tanto a los neutrales como a los erie.[3]
Derrota de los conestoga
Con las tribus del norte y oeste destruidas, los iroqueses dirigieron su atención hacia el sur, hacia los conestoga. 1660 trajo el cenit del poder militar iroqués, poder que utilizarían en las décadas posteriores.[17] Los conestoga se habían aliado con la colonia inglesa de Maryland en 1661. Los ingleses temían a los iroqueses, y esperaban que una alianza con los conestoga ayudara a bloquear su avance en las colonias inglesas. En 1663 los iroqueses enviaron un ejército de ochocientos guerreros al territorio conestoga. El ejército fue rechazado fácilmente, pero la agresión obligó a Maryland a declarar la guerra a los iroqueses. Los ingleses suministraron artillería a los fuertes conestoga, lo que hacía imposible el triunfo iroqués por armas superiores. Los conestoga tomaron la delantera e iniciaron una serie de incursiones en territorio iroqués, causando daños significativos. Esto continuó hasta 1674, cuando los ingleses cambiaron su política india negociando la paz con los iroqueses y rompiendo su alianza con los conestoga. En 1675 las milicias de Virginia y Maryland capturaron y ejecutaron a los jefes conestoga, temiendo el poder que habían llegado a tener. Los iroqueses se hicieron rápidamente con el resto de la nación.[18]
Contraataque francés
Los iroqueses siguieron controlando los campos de Nueva Francia, llegando en sus incursiones a las murallas de los asentamientos de Quebec y Montreal. En mayo de 1660, una fuerza de 160 guerreros iroqueses atacó Montreal, capturando a 17 colonos. Un segundo ataque a la ciudad, esta vez por 250 guerreros, capturó otros 10.[19] Se produjeron varias razias en 1661 y 1662 contra los abenaki, aliados de los franceses. Este peligro en el corazón de Nueva Francia fue un importante factor para que la Corona francesa decidiese cambiar el gobierno de Canadá. Se creó una pequeña fuerza militar para contrarrestar los ataques iroqueses, formada por franceses, hurones y algonquinos. Al trasladarse al campo fueron atacados por los iroqueses. Sólo 29 de los franceses sobrevivieron y escaparon. Cinco fueron capturados y torturados hasta la muerte por los iroqueses en represalia por el ataque. A pesar de su victoria, la batalla provocó un alto número de bajas en los iroqueses, lo que llevó a algunos de sus dirigentes a considerar hacer la paz con los franceses.[20]
La marea de la guerra en Nueva Francia llegó a mediados de los años 1660, con la llegada de un pequeño contingente de tropas regulares desde Francia, el uniformado de marrón Regimiento Carignan-Salières, el primer grupo de soldados profesionales que puso pie en lo que hoy es suelo canadiense. La administración de Nueva Francia cambió en este periodo su política hacia sus aliados indios, principalmente a través de la venta directa de armas y otras formas de apoyo militar directo. En 1664, los aliados holandeses de los iroqueses perdieron el control de los Nuevos Países Bajos en favor de las colonias inglesas del sur. El apoyo europeo a los iroqueses menguó en los años inmediatos a la derrota holandesa.[19]
En enero de 1666, los franceses invadieron la patria iroquesa. La primera fuerza invasora fue dirigida por Daniel de Rémy, señor de Courcelle. Sus hombres se encontraban en desventaja numérica ante los iroqueses y se vieron obligados a retirarse antes de que tuviese lugar alguna acción importante. Una segunda fuerza fue mandada por el aristócrata Alexandre de Prouville, "marqués de Tracy" y virrey de Nueva Francia, encontró poca resistencia al invadir Iroquesia, ya que muchos de sus guerreros se hallaban luchando contra los conestoga. A pesar de que la incursión fue abortada, el jefe Canaqueese fue tomado prisionero.[21] Con la ayuda europea cortada, los iroqueses pidieron la paz, propuesta con la que Francia estuvo de acuerdo.
Territorios de Ohio e Illinois
Una vez se estableció la paz con los franceses, los iroqueses llevaron sus conquistas al oeste en un intento de hacerse con el control de las tierras entre los algonquinos y los franceses. Como resultado de la expansión iroquesa y su guerra con la Confederación Anishinaabeg, las naciones del este, como los lakota, se vieron empujadas a cruzar el Misisipi hacia las Grandes Llanuras, adoptando la vida nómada que los haría conocidos más tarde. Otros refugiados inundaron el área de los Grandes Lagos, resultando en conflictos con las naciones existentes. En el Territorio de Ohio, los shawnee y los miami eran las tribus dominantes. Los iroqueses velozmente invadieron las posesiones shawnee en el centro de Ohio, obligándolos a huir al territorio miami. Los miami eran una tribu poderosa, y reunieron en una confederación a sus aliados, incluidos los vecinos potawatomi, que habitaban la moderna Míchigan, y los illinois, que habitaban la región homónima. Aun así, la mayoría de los combates fueron entre la Confederación Anishinaabeg y la Confederación Iroquesa.[22]
Los iroqueses mejoraron en sus técnicas de ataque con sigilo, ya que siguieron atacando mucho más lejos de sus hogares. Disponían de una gran flota de canoas, y podían descender el río a gran velocidad en la oscuridad, hundirlas cargándolas de rocas y esperar en los bosques a sus objetivos. Luego, a una hora determinada disparaban desde el bosque para causar el mayor pánico posible entre sus enemigos. Antes de que les pusieran una resistencia significativa huían a sus barcas y regresaban por donde habían venido.[23] Sin armas de fuego, las tribus algonquinas se encontraban en una grave desventaja. A pesar de su mayor número, no pudieron resistir a los iroqueses. Varias tribus huyeron más allá del oeste del río Misisipi, dejando la mayor parte de Indiana, Ohio, el sur de Ohio y de Míchigan despobladas, aunque quedaron en el lugar algunas fuerzas militares anishinaabe, que se numeraban en miles al norte de los lagos Hurón y Superior, y que se mostrarían decisivas para hacer retroceder a las avanzadillas iroquesas.[24] En el oeste del Misisipi, empezaron a armarse grupos de entre los pueblos desplazados para intentar recuperar sus hogares.
A partir de los años 1670 los franceses comenzaron a explorar los territorios de Ohio e Illinois. Allí descubrieron a las tribus algonquinas de la región, que estaban en guerra con los iroqueses. Los franceses crearon un puesto en Tassinong para el comercio con las tribus occidentales, pero dicho puesto fue destruido por los iroqueses, que insistían en controlar el comercio entre las tribus y los europeos. En 1681, René Robert Cavelier de La Salle negoció un tratado con las tribus miami e illinois.[25] Ese mismo año, Francia levantó la prohibición de venta de armas a las tribus nativas. Rápidamente se distribuyeron a las tribus algonquinas, disminuyendo la ventaja de los iroqueses sobre sus enemigos.
Durante una incursión en el Territorio de Ilinois en 1689, los iroqueses tomaron un gran número de prisioneros y destruyeron un importante asentamiento miami. Los miami pidieron ayuda a otros miembros de la Confederación Anishinaabeg, y un gran ejército acudió en socorro suyo. Utilizando las nuevas armas de la Confederación, tendieron una emboscada a los iroqueses en el actual South Bend (Indiana), donde atacaron y destruyeron la mayoría del ejército iroqués.[26] Auque una gran parte de la región estaba despoblada, los iroqueses fueron incapaces de establecer una presencia permanente. Su propia tribu carecía de recursos humanos para colonizar el área.[27] Tras estos reveses, y después de que las tribus locales consiguieran armas de fuego, el breve control iroqués de la región se esfumó y los antiguos habitantes volvieron.[28]
Reanudación de la guerra con Francia
Cuando los ingleses comenzaron a colonizar el antiguo territorio holandés, comenzaron a estrechar vínculos con los iroqueses y a tratar de utilizarlos de la misma forma que los holandeses, como un amortiguador y una fuerza de obstaculización de la expansión colonial francesa. Pronto empezaron a suministrar a los iroqueses más armas de fuego que los neerlandeses y les alentaron a perturbar los intereses franceses. Con la reanudación de las hostilidades, las milicias de Nueva Francia se vieron fortalecidas en 1683 por la llegada de una pequeña fuerza de tropas regulares de la marina francesa, las Compagnies Franches de la Marine. Esta acabó constituyéndose como la más antigua unidad de fuerzas regulares francesas en Nueva Francia. Sus hombres llegaron a identificarse con la colonia a través de los años, mientras que el cuerpo de oficiales se canadanizó completamente. Así pues, en cierto sentido estas tropas pueden identificarse como la primera fuerza armada permanente en Canadá. Las comisiones de los funcionarios, tanto en la milicia como en las Compagnie Franches ascendió a muchos entre las posiciones socialmente elevadas de la colonia. Las milicias, junto con miembros de las Compagnie Franches, vestidos a la manera de los algonquinos, llegaron a especializarse en la guerra rápida y móvil, a la que llamaban petite guerre, que se caracterizaba por ser largas y silenciosas expediciones por los bosques y por sus repentinos y violentos descensos contra los campamentos y asentamientos enemigos, el mismo tipo de guerra que practicaban los iroqueses contra ellos.
En septiembre de 1687 se lanzó otra invasión, con tres mil milicianos y regulares. Descendieron el río Richelieu y marcharon a través del territorio iroqués por segunda vez. No encontraron al ejército iroqués, por lo que recurrieron a quemar sus cultivos y casas, destruyendo unos 1,2 millones de celemines de maíz. Muchos iroqueses morirían de hambre al invierno siguiente. En 1689 los iroqueses marcharon a Nueva Francia para lanzar una serie de ataques de represalia, incluyendo el que se conoce como la Masacre de Lachine. Los iroqueses lograron abrir una brecha en las puertas de Montreal, mataron a varios colonos y quemaron grandes almacenes de bienes antes de retirarse a los campos.[29] La guerra entre franceses e iroqueses se había reanudado en 1683 después de que el gobernador Louis de Buade, conde de Frontenac, intentara enriquecerse aplicando un agresivo comercio de pieles en el oeste, lo que afectaba a la actividad iroquesa en la zona. Esta vez la guerra duró diez años y fue más sangrienta que la primera vez.
Durante la Guerra del Rey Guillermo, los franceses instaron a los indios a atacar a los asentamientos coloniales ingleses de la misma forma que los ingleses lo hacían con los iroqueses. Uno de los más notables de estos ataques en 1690 fue la Masacre de Schenectady, en la Provincia de Nueva York, en Salmon Falls (Nuevo Hamphsire) y en Portland (Maine). Al igual que en las incursiones iroquesas, los habitantes fueron asesinados indiscriminadamente o hechos prisioneros.
La Gran Paz de Montreal
A finales de 1698, los iroqueses empezaron a ver que los ingleses se estaban convirtiendo en una amenaza mayor que los franceses. Los ingleses habían empezado a colonizar Pensilvania en 1681, y la continuación del crecimiento colonial comenzó a inmiscuirse en la frontera sur del territorio iroqués.[8] La política francesa cambió de opinión ante los iroqueses. Después de cincuenta años de guerra habían visto que era imposible destruirlos, por lo que decidieron que la amistad con los iroqueses sería la mejor forma de asegurar su monopolio en el comercio de pieles en el norte y ayudarlos a detener la expansión inglesa. Tan pronto como los ingleses oyeron hablar del tratado intentaron evitar que se llegara a un acuerdo, pues perderían el monopolio del comercio de pieles con los iroqueses en Albany, además de la protección de su flanco norte, y las colonias inglesas estarían abiertas a un ataque francés. Sin embargo, a pesar de la injerencia de los británicos, el tratado llegó al ansiado acuerdo.[30]
El tratado de paz, la Gran Paz de Montreal, fue firmado en 1701 por 39 jefes indios, los franceses y los ingleses. En el tratado, los iroqueses aceptaban parar a los merodeadores y a permitir a los refugiados volver del este a la región de los Grandes Lagos. Los shawnee recuperaron el control del Territorio de Ohio y la parte baja del río Allegheny. La tribu miami volvió a controlar la moderna Indiana y el noroeste de Ohio. Los potawatomi volvieron a Míchigan, y los illinois a Illinois.[30] Con los holandeses eliminados de América del Norte, los ingleses se habían vuelto tan poderosos como los franceses. Los iroqueses mantendrían el equilibrio de poder entre las dos potencias europeas, y utilizarían su posición en su beneficio en las próximas décadas. Su sociedad comenzó a cambiar rápidamente cuando las tribus se centraron en la construcción de una nación fuerte, mejorando su tecnología agrícola y la educación de su población. La paz sería duradera y no sería hasta los años 1720 cuando su territorio volvió a estar amenazado por los europeos.[31]
Consecuencias
A través de diversos tratados europeos, el control inglés sobre los iroqueses y sus territorios, reconocido durante la guerra, había terminado. Debido a esto, los ingleses exageraron la extensión de los dominios iroqueses en el oeste como un medio de disputar a los franceses el control de Illinois y Ohio.[27] En 1768 varias colonias consiguieron la "reclamación iroquesa" para los territorios de Ohio e Illinois. Las colonias crearon la Indiana Land Company para reivindicar todo el Noroeste, y mantuvieron su reclamación de la región alegando el derecho sobre las conquistas iroquesas hasta que la compañía fue disuelta por la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1798.[32]
A causa de que gran parte del conflicto entre las tribus se llevó a cabo mucho más allá de las fronteras y en lugares que aún no habían tenido contacto con los europeos, la medida y el impacto de la guerra son desconocidos. La mayor parte de del conocimiento de las zonas occidentales pasa por las cuentas de los exploradores franceses y las tribus que se les enfrentaron durante los primeros años de la exploración. Incluso los efectos en las regiones orientales no son completamente conocidos, pues grandes partes de ellas todavía estaban sin explorar y las tribus que las habitaban no tenían contacto directo con los europeos.[33]
El coste demográfico para las tribus nativas de estas guerras fue enorme, al que se suman las migraciones forzadas y las víctimas causadas por las epidemias. Por ejemplo, los neutrales sufrieron la muerte de 9.000 de sus integrantes por consecuencias directas de las guerras hasta 1651, los hurones por su parte otros 10.000 y los petunes 8.000 mientras que los eries a 18.000 hasta 1658. Los sobrevivientes eran usualmente expulsados o integrados dentro de los propios iroqueses que deseaban compensar las altas bajas que sufrían por estos conflictos.[34]
A la par del debilitamiento de las naciones indígenas se sumó como otra consecuencia indirecta el desarrollo y expansión de las colonias europeas en América del Norte aunque de modo muy distinto según la metrópolis. Mientras que el modelo de colonización francés fue de un tipo "integrador" buscando evangelizar y cooperar con los indios dispersando a sus colonos convirtiéndolos en cazadores o comerciantes el inglés era de ocupar las tierras indígenas (independiente del método usado) y fundar en ellas sus colonias, concentrando a su gente en granjas y ciudades.
De este modo rápidamente los colonos ingleses pasaron a superar en número a sus rivales galos buscando así compensar su desventaja estratégica frente a las colonias españolas y francesas. Además mientras los británicos enviaban a sus minorías religiosas junto delincuentes, vagabundos y aventureros a poblar esas colonias los franceses solo permitieron a católicos convertirse en colonos impidiéndoselo a grupos como los hugonotes por miedo a rebeliones. Las cifras señalan que de este modo por cada colono francés llegado a América los británicos enviaban a cuatro y por cada soldado galo llegaban diez ingleses. Esta disparidad seria una de las claves en la imposición final del dominio británico durante la Guerra Franco-india (1754-1763).[35]
Véase también
Referencias
Notas
- ↑ «Beaver Wars (1642-1698)» (en inglés). The Patriot Files. Consultado el 07-26-2009.
- ↑ Jennings, pág. 42
- ↑ a b c d e f g h i j k l Mapahumano de Etnias, Pueblos y Culturas - Las guerras del Castor - mapahumano.fiestras.com
- ↑ Bruce G. Trigger (1987). The Children of Aataentsic: A History of the Huron People to 1660. Kingston y Montreal: McGill-Queen's University Press. ISBN 0-7735-0626-8. Págs. 312-315
- ↑ Hine, pág. 67
- ↑ Jennings, págs. 15 y 26
- ↑ Wallace, pág. 100
- ↑ a b Jennings, pág. 9
- ↑ F. Jennings, 2000, p. 117
- ↑ a b Wallace, pág. 101
- ↑ Johansen, pág. 147
- ↑ Wallace, pág. 102
- ↑ Jennings, pág. 8
- ↑ a b c Wallace, pág. 103
- ↑ Hine, pág. 68
- ↑ Lupold, pág. 11
- ↑ Barr, pág. 58
- ↑ Wallace, pág. 104
- ↑ a b Barr, pág. 60
- ↑ Barr, pág. 59
- ↑ Wallace, págs. 104 y 105
- ↑ Funk, pág. 12
- ↑ Barr, pág. 16
- ↑ Schmalz, Peter S. (1991). The Ojibwa of Southern Ontario. University of Toronto Press. ISBN 0-8020-2736-9.
- ↑ Michigan Pioneer and History Collections (1774), tomo 10, capítulo The Road from Detroit to the Illinois, pág. 248
- ↑ Thompson, págs. 38 a 40
- ↑ a b Jennings, pág. 11
- ↑ Jennings, págs. 12 y 13
- ↑ Wallace, pág. 105
- ↑ a b Wallace, pág. 106
- ↑ Jennings pág. 23
- ↑ «The naming of Indiana» (en inglés). Indiana Historical Bureau. Consultado el 09-29-2008.
- ↑ Jennings, págs. 28 y 29
- ↑ FDI - Iroquois
- ↑ La guerra Franco-India 1754-1763 - Univision Foro - Forum
Fuentes
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- Funk, Arville (1964). A Sketchbook of Indiana History. Christian Book Press. ISBN B-0010-RBCA-4.
- Hine, Robert V. y Faragher, John Mack (2000). The American West: A New Interpretive History. Yale University Press. ISBN 0-3000-7835-8.
- Lupold, Harry Forrest y Haddad, Gladys (1988). Ohio's Western Reserve. Kent State University Press. ISBN 0-8733-8372-9.
- Jennings, Francis (1984). The Ambiguous Iroquois Empire. W. W. Norton & Company. ISBN 0-8733-8372-9.
- Jennings, Francis (2000). The Ambiguous Iroquois Empire. W. W. Norton & Company (original de 1990). ISBN 0-393-01719-2.
- Johansen, Bruce E. (2006). The Native Peoples of North America. Rutgers University Press. ISBN 0-8135-3899-8.
- Schmalz, Peter S. (1991). The Ojibwa of Southern Ontario. University of Toronto Press. ISBN 0-8020-2736-9.
- Salvucci, Claudio R. y Anthony P. Schiavo, Jr. (2003). Iroquois Wars I: Excerpts from the Jesuit Relations and Primary Sources 1535-1650. Evolution Publishing. ISBN 1-889758-37-X.
- Salvucci, Claudio R. y Anthony P. Schiavo, Jr. (2003). Iroquois Wars II: Excerpts from the Jesuit Relations and Other Primary Sources. Evolution Publishing. ISBN 1-8897-5834-5.
- Thompson, Maurice (1898). Stories of Indiana. American Book Company. ISBN 1-4371-1068-1.
- Wallace, Paula W. (2007). Indians in Pennsylvania. DIANE Publishing Inc. ISBN 1-4223-1493-6.
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