- Incorruptibilidad cadavérica
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Incorruptibilidad es la propiedad de un cádaver (generalmente humano) de no descomponerse después de la muerte a pesar de no haber sido embalsamado o preservado de ninguna manera.
Cuerpos incorruptos de santos
La Iglesia católica, entre otras, ha considerado tradicionalmente la incorruptibilidad cadavérica de determinados personajes, particularmente santos y beatos, como un signo milagroso de su santidad, y por esta razón son muchos los cuerpos llamados incorruptos que se veneran en santuarios de esta religión. La idea del cuerpo incorrupto suele dar pie a la idea de que estos cadáveres se mantienen en mayor o menor medida tal y como eran en el momento de la muerte. Los cuerpos expuestos suelen estar recubiertos de capas de cera que ayudan a enfatizar la idea de la incorruptibilidad. Es el caso de los cuerpos de Bernadette Soubirous [1], Juan XXIII [2], el Beato Sebastián de Aparicio [3] (que se conserva en la Ciudad de Puebla, México) o Juan María Vianney [4], mientras que cuerpos como los de San Isidro [5], Santa Catalina de Bolonia [6] se exponen en su estado natural y es apreciable el deterioro de los mismos. Existen igualmente cuerpos incorruptos que no han recibido tratamiento y se conservan bien. Y otros en los que se han corrompido algunas partes y otras han perdurado (como los casos de San Antonio de Padua - del cual permanece la lengua- , Santa Catalina de Siena - que se 'conserva' la cabeza, Santa Margarita -de la que persiste el cerebro- )
Algunos han producido fragancias u otros fenómenos que sus fieles consideran milagrosos. Los cuerpos incorruptibles usualmente despiden olores dulces. En los países católicos y ortodoxos, esta propiedad es generalmente tomada como señal que el individuo es un santo.
Lista de algunos santos, beatos y venerables considerados incorruptos[1]
- Beato Alessio de Riccione.
- Beato Aloysius Stepinac. Obispo mártir. Cuerpo con baño de cera.
- Beata Ana María Taigi. Laica, terciaria Trinitaria. Con baño de cera.
- Santa Angela Merici. Su cuerpo fue expuesto por treinta días antes de ser sepultado.[2]
- Beato Angelo de Acri, religioso capuchino. Con una mascarilla de cristal para proteger el rostro.
- San Anselmo da Baggio. Sin tratamiento alguno, cuerpo seco.
- Santa Aurelia. Revestida de cera.
- Beato Juan Bautista Scalabrini, obispo italiano (n. Milán, 8 de julio de 1839 - m. Piacenza, 1 de junio de 1905). Ordenado sacerdote en 1862, fundó en 1887, la Congregación de Hermanos Misioneros de San Carlos Borromeo (conocidos como Scalabrinianos), fue Nuncio Apostólico en Argentina (1898) y posteriormente, Arzobispo de Piacenza (1902-1905), en cuya diócesis murió en 1905, a la edad de 66 años, y fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1997. Sus restos incorruptos yacen en la cripta bajo el altar de la Catedral de Piacenza.
- San Bernardino de Siena. Su cuerpo sangró por muchos días después de muerto y fue expuesto por veintiséis días.
- Santa Bernadette Soubirous, vidente de la Virgen de Lourdes. Murió en 1879. El cuerpo incorrupto de esta santa se venera en la capilla del convento de Nevers, Francia, dentro de un féretro de cristal.
- San Juan Bosco. Con baño de cera. Muere el 31 de enero de 1888, su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica de María Auxiliadora en Turín, Italia.
- Santa Catalina de Bolonia. Religiosa clarisa.
- Santa Catalina Labouré. Vidente de la Virgen de la Medalla Milagrosa, con tratamiento de cera, está en la capilla de las apariciones en la Rue du Bac, París.
- Santa Catalina de Siena, con tratamiento en siglo XX y muy maltratada por la caza de reliquias.
- Venerable Catalina de Jesús. Religiosa carmelita. Sin tratamiento de cera.
- Santa Clara de Asís, fundadora de las Clarisas, con tratamiento de cera muchísimos años después de su muerte. Murió el 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla fuera aprobada por el Papa. En la Basílica de santa Clara de Asís está su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.
- Santa Clara de Montefalco. Su cuerpo y su corazón incorruptos se veneran en Montefalco, Italia.
- San Ricardo Pampuri. Hermano hospitalario de San Juan de Dios y médico cirujano.
- San Diego de Alcalá. Su cuerpo incorrupto se expone cada año el 13 de noviembre en la catedral de Alcalá de Henares, España.
- San Eduardo el Mártir. Rey de Inglaterra. La canonización de san Eduardo tuvo lugar en 1161.
- Santa Fortunata. Virgen y mártir romana. Cuyo cuerpo auténtico se encuentra en una urna en la Catedral de la ciudad de Moquegua en el sur del Perú a donde fue trasladado, en calidad de obsequio pontificio, desde Roma en 1798. Su rostro ha sido tratado con una fina capa de cera de abeja. Posee además un Vaso Sanguinem conteniendo su sangre.
- San Francisco Javier. El cuerpo se conserva en Goa, India; fue muy maltratado por la caza de reliquias.
- San Ignazio de Laconi. Con fina capa de cera.
- Santa Imelda.
- Santa Inés (mártir). Santa de los tiempos de los primeros mártires cristianos.
- Beata Jacinta Marto. Un de las videntes de Fátima. Murió el 20 de febrero de 1920. Su cuerpo reposa junto con el del beato Francisco Marto, en el crucero de la Basílica de Fátima.
- Santa Josefina Bakhita.
- San Juan de la Cruz Su cuerpo permanece perfectamente flexible.
- San Juan Newman. Sin tratamiento alguno de cera. Obispo de Philadelphia, USA.
- San Juan Vianney. Con baño de cera. Murió el 4 de agosto de 1859. Su cuerpo se conserva en la Basílica de Ars, Francia.
- San Liberato. Mártir de Isernia.
- Santa Lucía. Mártir.
- Santa Luisa de Marillac. Con fina capa de cera.
- Santa Margarita María Alacoque. Con capa de cera. Reposa en su convento de Paray-le-Monial, Francia.
- Santa Margarita Redi. Monja dominica.
- Beata María de san José. Fundadora de las Agustinas de Santa Rita. Con baño de cera.
- Santa Narcisa de Jesús. Laica y catequista ecuatoriana.
- Beata Osanna de Mantua. Monja dominica. Sin tratamiento de cera.
- Don Orione Su corazón incorrupto se encuentra en Argentina.
- Santa María Francisca de las Cinco Llagas.
- Venerable María de Jesús de Ágreda. Con fina capa de cera y color.
- Santa María Mazzarello. Con fina capa de cera.
- Beata Mattia Nazarei.
- San Pío X. Con máscara de plata que cubre su rostro.
- Santa Olga de Kiev, reina de Ucrania.
- Santa Rita de Casia. Religiosa agustina, con tratamiento muy posterior de cera. Muríó en 1457. Nunca fue enterrada. El ataúd de madera que tenía originalmente fue reemplazado por uno de cristal y ha estado expuesta así desde entonces.
- Beato Stéfano Bellesini. Con baño de cera tanto el cuerpo como el hábito siglos después.
- Beato Sebastián de Aparicio. Parece un hombre de 60 años. Murió en el 1600 a los 93 años de edad. Está en urna de cristal, en el convento franciscano de Puebla de los Ángeles, México.
- Santa Eustaquia Calafato. Monja clarisa.
- San Sylvano Mártir. De la época de Diocleciano, con capa de cera.
- Santa Verónica Giuliani, franciscana.
- San Vicente de Paúl. Con fina capa de cera. Murió el 27 de septiembre de 1660.
- Santa Vittoria. Mártir de la persecución de Diocleciano. Con tratamiento de cera.
- San Pío de Pietrelcina. Fue canonizado por Juan Pablo II, que le conoció personalmente. Revestido de cera.
- Beata Mariana de Jesús. Religiosa mercedaria, su cuerpo permanece incorrupto, flexible y exhalando un dulce aroma en el convento de don Juan de Alarcón de Madrid. Sin tratamiento de cera.
- María de León Bello y Delgado. Conocida en Tenerife y en el resto de Canarias como "La Siervita de Dios" y "Sor María de Jesús". Sin tratamiento de cera.
- Beata Madre María de San José. Laura Evangelista Alvarado Cardozo, conocida como la Madre María de San José, o simplemente como Madre María, (Choroní, Aragua, 25 de abril de 1875 — Maracay, Venezuela, 2 de abril de 1967) es una Beata de la O.S.A de la Iglesia Católica originaria del entonces Estado Guzmán Blanco, en Venezuela. Fueron numerosos los casos introducidos ante el Vaticano, desde 1983, a fin de iniciar el proceso de virtudes de la Madre María. Ello permitió el que fuera declarada Venerable, el 7 de marzo de 1992. Con ello quedó abierta las posibilidad de su beatificación y debido a ello, una vez cumplidos los requisitos de ley, procedieron a la exhumación de sus restos el 19 de enero de 1994. La mayor sorpresa fue ocasionada por el hecho de hallar su cuerpo incorrupto, en medio de una urna de madera prácticamente destruida debido a la humedad del subsuelo. En ese mismo año es trasladado su cuerpo incorrupto al sarcófago de cristal para la veneración de sus hijas espirituales y fieles. El día 7 de mayo de 1995 se realiza en La Plaza de San Pedro la ceremonia de su Beatificación.
Fenómenos que en algunos casos acompañan a la incorruptibilidad
El papa Benedicto XIV, tomando todas las precauciones que la Iglesia mantiene en estos casos, incluyó dos largos capítulos titulados "De Cadaverum Incorruptione" en su trabajo sobre la beatificación y canonización de los santos.[3] Las únicas preservaciones que él deseaba considerar como extraordinarias son aquellas que mantienen una flexibilidad, color y frescura semejantes a cuando los santos estaban vivos, sin intervención deliberada. Estos estrictos requerimientos son cumplidos por una gran cantidad de santos incorruptos.
Olor
En Toledo, España, el cuerpo de la Venerable María de Jesús, compañera de santa Teresa de Ávila, exuda un perfume descrito como aroma de rosas y jazmines. El cuerpo de san Juan de la Cruz estaba fragante muchos años después de su muerte, y el cuerpo del Beato Ángelo de Borgo san Sepolcro despedía aún un dulce perfume ciento setenta y seis años después de su muerte. La misteriosa fragancia que se notó sobre el cuerpo de santa Teresa Margarita del Sagrado Corazón, se encontró también en todos los objetos que ella había usado durante su vida.
Los observadores presentes en la exhumación de san Alberto Magno, que se llevó a cabo doscientos años después de su muerte, quedaron asombrados por el perfume que despedían las reliquias del santo.
La dulzura del aroma sobre el cuerpo de santa Lucía de Narni se quedaba en todos los objetos con que reverentemente tocaron la reliquia durante su exposición durante cuatro años después de su muerte. El olor que frecuentemente se notaba alrededor de santa Teresa de Jesús durante su vida, fue notado también por las hermanas de su convento en Alba de Tormes durante la última exhumación de su cuerpo en 1914, más de trescientos años después de su muerte.
El cuerpo de santa Rita de Casia está también fragante después de más de quinientos años. El perfume que se sintió en el cuerpo de san Vicente Pallotti al momento de su muerte persistió por un mes en el cuarto en que falleció, a pesar de que se encontraba abierta la ventana. Similar es el caso de san Juan de Dios, excepto que la fragancia que permaneció en el cuarto de su muerte por varios días, fue renovada allí durante muchos años en cada sábado, el día en que ocurrió su fallecimiento.
Flexibilidad
En los cuerpos conservados por momificación, ya sea ésta natural, o artificialmente provocada, no se observa el fenómeno de la flexibilidad. Son cuerpos duros y rígidos. La rigidificación de los miembros comienza pocas horas después de la muerte. La mayoría de los santos incorruptos no sufrieron esta rigidez, permaneciendo muchos de ellos flexibles por varios siglos. Así, el beato Alfonso de Orozco, cuyo cuerpo estaba flexible doce años después de su muerte; san Andrés Bobola, cuarenta años, y santa Catalina Labouré, cincuenta y siete años después de su muerte.
El cuerpo de santa Catalina de Bolonia estaba tan flexible doce años después de su muerte que pudo ser colocado en posición sentada, forma en que aún permanece. El cuerpo de la beata Eustoquia Calafato también fue colocado en la misma posición, ciento cincuenta años después de su muerte. El cuerpo de san Juan de la Cruz, muerto en 1591, todavía está perfectamente suave.
Sangre fresca
Otro fenómeno que desafía las explicaciones científicas es la emanación de sangre fresca que procede de una buena cantidad de estos cuerpos, muchos años después de su muerte. Fue observado ochenta años después de la muerte de San Hugo de Lincoln, cuando se separó la cabeza del cuello. Nueve meses después de la muerte de San Juan de la Cruz, fluyó sangre fresca de la herida resultante de un dedo amputado.
Durante la exhibición del cuerpo de san Bernardino de Siena, que duró veintiséis días después de su muerte, una cantidad de brillante sangre roja salió por su nariz durante el día veinticuatro, como observó y registró san Juan de Capistrano. Durante el examen médico del cuerpo de san Francisco Javier un año y medio después de su muerte, uno de los médicos insertó su dedo en una herida del cuerpo y lo retiró con sangre, la cual, como declaró, estaba "fresca e impoluta". La herida mortal sobre la frente de san Josafat sangró veintisiete años después de su muerte.
Cuarenta y tres años después del fallecimiento de san Germán de Pibrac, mientras unos trabajadores preparaban la tumba para otro ocupante, una herramienta que estaban utilizando se resbaló y dañó la nariz del santo, haciéndola sangrar.[4] Y finalmente, cuarenta años después de la muerte de San Nicolás de Tolentino, un hermano lego separó secretamente los brazos de la reliquia. Fue encontrado y seriamente reprendido cuando un copioso flujo de sangre delató el acto sacrílego,[5] suceso que fue aceptado como milagroso por el papa Benedicto XIV.
Luces
Aunque no contribuyó en nada a la preservación de estas reliquias, la aparición de luz en los cuerpos y tumbas de algunos de estos santos señaló dónde se encontraban. La santidad de San Guthlac fue afirmada por muchos testigos que vieron la casa en que murió envuelta con una luz brillante, la cual procedía desde allí y se dirigía hacia el cielo.[6] El perfume que procedía de la boca de san Luis Bertrand en su lecho de muerte fue acompañado por una intensa luz que iluminó su humilde celda por varios minutos. Muchos otros santos fueron favorecidos con esta iluminación, incluyendo a san Juan de la Cruz, san Antonio de Stroncone, y santa Juana de Lestonnac.
Tal vez la manifestación más impresionante ocurrió en la tumba de San Charbel Makhlouf. Muerto en 1898, una luz, que brilló fuertemente por cuarenta y cinco noches en su tumba, fue presenciada por muchos lugareños y finalmente terminó en la exhumación de su cuerpo, perfectamente conservado.
Otros fenómenos
El aceite que fluye cada cierto tiempo, durante siglos, del cuerpo del Beato Matías Nazzarei de Matelica, fallecido en 1320. El mismo fenómeno se registra en el cuerpo incorrupto de la Beata Mariana de Jesús.
Historias de santos incorruptos
Se intentó deliberadamente la rápida destrucción de los cuerpos de tres santos poniendo cal en sus ataúdes: san Francisco Javier, san Juan de la Cruz y san Pascual Baylón; la cal deja los huesos limpios en pocos días. En los dos primeros casos se intentó acelerar la descomposición con cal para que su traslado pudiera llevarse a cabo más conveniente, e higiénicamente, queriendo transportar solo sus huesos, en lugar de cuerpos medio podridos.[7] En los tres casos la preservación triunfó. De hecho, en el caso de san Francisco Javier, a pesar de su tratamiento inicial, de varios traslados, de amputación de miembros, y el rudo trato de su cuerpo cuando fue forzado a entrar en una tumba demasiado pequeña para su tamaño, estaba todavía en buen estado de conservación, ciento cuarenta y dos años después.[8]
La humedad en la bóveda de la tumba de san Carlos Borromeo, en la Catedral de Milán, fue tal, que ésta causó la corrosión y podredumbre de las dos tapas de su ataúd, llegando la humedad al cuerpo, pero sin descomponerlo. Los restos de san Pacífico de San Severino fueron enterrados sin ataúd directamente en tierra por indicación de la regla de su orden, como en el caso de santa Catalina de Bolonia.[9] Sin embargo, ambos se mantuvieron en perfectas condiciones.
El cuerpo de santa Catalina Labouré fue encontrado perfectamente blanco y natural cincuenta y seis años después de su muerte; aunque su triple ataúd se encontraba muy corroído. Fue tanta la humedad que penetró, que parte de su hábito se deshacía marchito hacia su mano, como observaron los médicos examinadores. El cuerpo de santa Catalina de Siena también soportó los abusos de la humedad, pero fue encontrado inafectado después de haber sido colocado en un cementerio donde el Beato Raymundo de Capua dijo que "estaba muy expuesto a la lluvia". La ropa sufrió severos deterioros.[10]
San Charbel Makhlouf fue enterrado sin ataúd, como está recomendado en la regla de su orden religiosa. Su cuerpo fue encontrado flotando en barro dentro de una tumba inundada, durante la exhumación llevada a cabo cuatro meses después de su muerte, tiempo suficiente como para permitir al menos una destrucción parcial. Su cuerpo, que se ha preservado perfectamente como cuando estaba vivo, y flexible por más de setenta años, emite constantemente un bálsamo perfumado.[11]
La conservación del cuerpo de san Colomán es bastante notable debido a que su cuerpo permaneció suspendido de un árbol en el cual había sido colgado por un período tan largo que los pobladores lo hallaron francamente milagroso. Un cuerpo expuesto de esta manera se descompone ocho veces más rápido que los enterrados, por la actividad de los microorganismos del aire
San Andrés Bobola fue parcialmente desollado vivo, sus manos fueron cortadas y su lengua fue arrancada. Tras horas de torturas y mutilaciones, lo mataron cercenando su cabeza con una espada. Su cuerpo fue rápidamente enterrado por católicos en una bóveda bajo la iglesia jesuita de Pinsk, donde fue encontrado cuarenta años después perfectamente preservado, a pesar de las heridas abiertas, que normalmente favorecen y aceleran la corrupción. Aunque su tumba estaba húmeda, causando que sus vestimentas se pudrieran, y en la proximidad de otros cuerpos en descomposición, sus restos estaban perfectamente flexibles, su carne y músculos estaban suaves al tacto, y la sangre que cubría las numerosas heridas se encontraba como la sangre fresca que es congelada. La condición del cuerpo fue debatida por sucesivos Promotores de la Fe y de Postuladores de su Causa en 1739 y 1830, y finalmente aceptado oficialmente en su incorruptibilidad por la Congregación de Ritos en 1835 como uno de los milagros requeridos para su beatificación. Su cuerpo permanece incorrupto después de trescientos años.[12]
La exudación de perfumes es el fenómeno más frecuentemente reportado como suceso del todo extraño a un cadáver. Por mencionar sólo unos pocos santos que lo presentan, los casos de santa María Magdalena de Pazzi,[13] santa Julia Billiart, san Hugo de Lincoln[14] , santa Inés de Montepulciano, santa Teresa de Ávila, san Camilo de Lellis, san Pascual Baylón.
De algunos santos no incorruptos se han hecho réplicas de cera para contener las reliquias de sus huesos. Así, por ejemplo, san Pascual Baylón; la actual representación es copia de lo que fue su cuerpo incorrupto, reproducido gracias a fotografías, dado que su cuerpo fue profanado e incinerado durante la Guerra Civil Española; o el cuerpo de santa Inocencia o Santa Colette, que son imágenes de cera y semejan cuerpos humanos, pero en realidad son relicarios que conservan en su interior los huesos de estas santas.
En el caso del papa Beato Juan XXIII, se realizó cierto tratamiento de embalsamamiento para que soportara el velatorio y las ceremonias fúnebres, y hay testimonios del médico-científico que lo realizó. Sin embargo es extraordinario que el cuerpo se preserve tantos años.
Creencia de la Iglesia Católica sobre los santos incorruptos
"Los cuerpos de los santos mártires y otros que viven ahora con Cristo, cuerpos que eran sus miembros y templos del Espíritu Santo, que un día se levantarán por Él y serán glorificados en la vida eterna, pueden ser venerados por los creyentes. Dios da muchos beneficios a los hombres a través de ellos." (Concilio de Trento).
Creencia de otros credos sobre los santos incorruptos
Si bien estos casos son menos conocidos en Occidente, también existen cadáveres incorruptos en el budismo, los cuales también se presentan con cierta frecuencia, pero tratándose de comprobados casos de momificación, producto de el ascetismo [cita requerida]. A diferencia de los católicos, los budistas creman los cuerpos algún tiempo después de su muerte, en concordancia con sus ritos y tradición.
Lectura relacionada
- "La santa" de Gabriel García Márquez en Doce cuentos peregrinos (1992)
Referencias
- ↑ Lista compilada en su mayor parte por fray Pío de Jesús Crucificado, quien atestigua que son tales por leer los documentos y testimonios, o incluso poseer vídeos. Algunos, no todos, permanecen en la actualidad incorruptos.
- ↑ "... cuando los venerados restos de santa Ángela Merici fueron sacados de la urna, el venerado cuerpo se presentaba admirablemente preservado e intacto, sin ningún tipo de químico...". Esta cita fue tomada del Verbals of Recognition, que fue firmado por el Rev. Canciller y por Mons. Gaffuri y muchos testigos presenciales. Esta información fue suministrada por la 'Casa Santa Ángela' en Brescia, Italia.
- ↑ De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione, (1734-1738)
- ↑ Annales de Sainte-Germaine de Pibrac. Redaction et Administration: M. le Curé. Pibrac. Junio y octubre de 1968
- ↑ El monasterio agustino y los archivos del Obispo de Camarino poseen numerosos documentos confiables y autorizados sobre las reliquias de San Nicolás de Tolentino, y los fenómenos relativos a las mismas.
- ↑ 'Héroes y santos Anglosajones'. Clinton Albertson, S.J. Fordham University Press. Nueva York. 1967
- ↑ 'El santo de la Eucaristía'. L. A. de Porrentruy. 1905.
- ↑ 'San Francisco Javier'. The Wicklow Press. Nueva York, 1952.
- ↑ La información obtenida fue tomada del material suministrado por el santuario de la santa, Monasterio del Corpus Domini, Detto Della santa, Bologna.
- ↑ 'La vida de Santa Catalina de Siena'. Beato Raimundo de Capua. P.J. Kenedy & Sons. Nueva York.
- ↑ 'San Charbel, la Ermita del Líbano de la Orden Maronita Libanesa'. Monasterio de San Marón. Annaya, Líbano.
- ↑ (8) 'La vida de San Andrés Bobola de la Sociedad de Jesús, Mártir'. Cesare Moreschini. Bruce Humphries, Inc. Boston. 1939.
- ↑ 'Serafín entre ángeles. La vida de Santa María Magdalena de Pazzi'. Sor María Mínima. La Prensa Carmelita. Chicago. 1958.
- ↑ 'La vida de San Hugo de Lincoln’. Herbert Thurston, S.J. Bensinger Brothers, Nueva York, 1898.
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