- Muerte
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La muerte es, en esencia, un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida. El proceso de fallecimiento -aunque está totalmente definido en algunas de sus fases desde un punto de vista neurofisiológico, bioquímico y médico-, aún no es del todo comprendido en su conjunto desde el punto de vista termodinámico y neurológico y existen discrepancias científicas al respecto. Adicionalmente no se ha definido científicamente en qué parte del proceso está el umbral en que se pasa de la vida a la muerte.
Otras definiciones de la muerte
No es fácil definir la vida. Por eso tampoco es fácil definir la muerte. Así como se habla del momento del comienzo de la vida (determinado por el momento de la fecundación), también se ha de hablar del momento de la muerte, que en el hombre es uno de los momentos biográficos. La muerte es la separación del principio vital (llámese alma, psique, etc.) y del cuerpo, en la concepción filosófica clásica. Para Sócrates, la muerte es parcial, pues el alma no puede ser envenenada por la cicuta. Para Schopenhauer, la descomposición del cuerpo en la muerte puede verse de forma analógica como la eliminación de las heces, como una excreción. También se ha dado una definición muy impersonal de la muerte: es la extinción del sistema individual. O también: es la supresión del metabolismo. Pero todo el mundo sabe que la muerte es personal. El hombre es el único animal que conoce que va a morir, y siente que la muerte es como el último tono de la melodía de la vida. Es hacia los tres o cuatro años de edad, cuando el niño tiene la experiencia de la yoidad, cuando aparece la angustia de la muerte. Tal angustia se atenúa o desaparece si el individuo piensa que la muerte no es más que un momento de la biografía, biografía que continúa, de otro modo, pasado tal instante. Para Rilke, la hora de la muerte no es más que una de nuestras horas. Por otra parte, el fenómeno es inexplicable bajo el punto de vista de la experiencia, ya que el individuo vivo no tiene noción de lo que pueda ser la terminación de su vida. Por eso, el miedo a morir es normal en todos los seres humanos, y sobre todo si se trata de una muerte dolorosa, dramática; en tales casos, el posible deseo y petición de la muerte puede interpretarse en el sentido de que ese individuo pide ayuda médica, consuelo moral, compañía, calor humano, ayuda espiritual (Medicina Paliativa), medios todos ellos que hacen digna la muerte.
Evolución de las estimaciones del estado de muerte
Hasta no hace un siglo, la muerte se definía como el cese de la actividad cardíaca (ausencia de pulso), ausencia de reflejos y de la respiración visible, con estas estimaciones muchas personas fueron inhumados estando en estado de vida latente o afectadas por periódos de catalepsia. Posteriormente, gracias a los avances tecnológicos y al mejor conocimiento de la actividad del cerebro, la muerte pasó a definirse con un electroencefalograma en el que se acusa la ausencia de actividad bioeléctrica en parte del cerebro. Aún esto demostró ser insuficiente más tarde ya que eventos posteriores demostraron que este proceso en algunos casos muy excepcionales podía ser reversible, como era en el caso de los ahogados y dados por fallecidos en aguas al borde del punto de congelación.
La muerte como evento médico, neurofisiológico y bioquímico
Se puede definir como un evento obtenido como resultado de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Dada la degradación del ácido desoxirribonucleico (ADN) contenido en los núcleos celulares, la réplica de las células se hace cada vez más costosa. Desde el punto de vista médico es el cese global de funciones sistémicas en especial de las funciones bioeléctricas cerebrales, y por ende de las neuronales.
Concepto biológico y médico de la muerte
Biológicamente, la muerte es la pérdida irreversible del orden orgánico, de la capacidad de autorregulación; del funcionamiento del organismo como un todo. Se pueden considerar tres niveles: La muerte celular, de todo el organismo, como consecuencia de la destrucción de todas las células, lo que sería la muerte biológicamente total. La muerte orgánica, de los órganos, o muerte clínica. La muerte del individuo como un todo, por pérdida de la capacidad de autorregulación. Esta muerte se produce antes que la muerte orgánica y ésta antes que la celular. De lo dicho anteriormente se deduce que en la muerte del individuo el organismo no funciona como un todo, y sin embargo, algún órgano u órganos pueden seguir funcionando (durante un tiempo), y las células pueden seguir manteniendo su funcionamiento (durante un tiempo). Para que la vida se mantenga es necesaria la nutrición y la respiración (la glucosa, el oxígeno); y la circulación es necesaria para distribuir los nutrientes y el oxígeno por el organismo. La función nerviosa es la que integra y coordina las anteriores funciones. De ahí que las tres funciones (respiratoria, circulatoria, nerviosa) estén íntimamente entrelazadas, de modo que el cese de una de ellas determina el acabamiento de las otras dos en un plazo breve. Además, hay que considerar que el cerebro es el órgano crítico cuyo fallo determina irreversiblemente la muerte, ya que su eliminación impide la capacidad de funcionar el organismo como un todo. Pudiera pensarse que hasta que no está desarrollado el sistema nervioso central el ser en gestación no es humano, ya que el sistema nervioso es el principal responsable del funcionamiento del organismo como un todo; sin embargo, hay que decir que el funcionamiento como un todo se da desde el principio, desde la formación del cigoto, sin necesidad de que el sistema nervioso esté formado; lo que ocurre es que poco a poco, de forma progresiva, va desplazándose al sistema nervioso tal responsabilidad en la coordinación e integración, a medida que éste va desarollándose; es una consecuencia de la progresiva y continua diferenciación celular y de los tejidos. Los términos de muerte real y muerte aparente no se utilizan hoy día. Sin embargo, conviene saber qué se entiende por tales términos. La muerte real se correspondería con el momento en que se produce la terminación de la vida, lo que no se puede determinar con exactitud. La muerte aparente tendría que ver con los signos externos, detectables por el observador. Lógicamente, la muerte aparente precedería a la muerte real. De todas formas, habrá que guiarse por una serie de datos externos para determinar si un individuo está muerto realmente o no. Esto nos lleva al concepto de muerte clínica, que viene a ser equivalente a la muerte orgánica. Los datos o síntomas clásicamente admitidos son los relacionados con las tres funciones vitales imprescindibles referidas más arriba, es decir, el cese de la función respiratoria (falta de movimientos torácicos, ausencia de aire espirado, etc.), cese de la función circulatoria (silencio cardíaco, ausencia de pulso, etc.) y cese de la función nerviosa (pérdida de la conciencia, dilatación pupilar, ausencia de reflejos, etc.). Otros signos son el enfriamiento, la rigidez, la aparición de manchas cutáneas, la putrefacción, etc.
En 1959 Mollaret y Goulon daban a conocer un cuadro clínico que denominaron “coma dépassé”, en el que la autopsia revelaba la existencia de una masa necrótica en el interior del cráneo. Pronto aparecieron descripciones similares y empezó a hablarse de muerte cerebral. Se vio que podía seguir el corazón latiendo y los pulmones respirando (con ayuda), pero el cerebro había dejado de funcionar. Con ello, perdía vigencia el atender exclusivamente a los signos clínicos de parada cardiorrespiratoria para decir que un individuo estaba muerto. Entre otras estructuras del encéfalo, son muy importantes la corteza cerebral y el tronco del encéfalo. La corteza cerebral está implicada de forma relevante en los procesos de consciencia; el electroencefalograma (EEG) revela sobre todo la actividad eléctrica cortical. En el tronco del encéfalo se encuentran, entre otros, los centros nerviosos cardiorrespiratorios. La integridad del tronco del encéfalo es esencial para el mantenimiento de la vida del individuo. Su destrucción impide el funcionamiento del organismo como un todo. Su destrucción no impide que la corteza cerebral siga funcionando, aunque por poco tiempo. Por eso, la existencia de un EEG plano (es decir, la ausencia de actividad eléctrica de la corteza cerebral) no puede constituir un criterio suficiente para el diagnóstico de la muerte; sería un criterio más, coadyuvante, pues hay que atenerse a más datos. Por otra parte, en las intoxicaciones con barbitúricos se observa un silencio electroencefalográfico que puede recuperarse incluso después de muchas horas.
En 1968, el Comité de la Universidad de Harvard estableció una serie de criterios para hablar de forma cierta de muerte cerebral, entre ellos, la ausencia de respuestas corticales, la ausencia de movimientos inducidos y espontáneos, de respiración espontánea, de reflejos dependientes del tronco del encéfalo, y todo ello durante al menos 24 horas. Pero a estos criterios se le han añadido actualmente otros, como la hipotermia, la poliuria, la hipertensión endocraneal, la dilatación pupilar, etc. Certeza absoluta de que un individuo ha muerto no puede haber. Hay certeza absoluta de muerte cerebral cuando se sabe que todo el tejido encefálico está destruido. En las demás situaciones, si el médico hace cuidadosamente las exploraciones pertinentes, tiene en cuenta cada caso particular, y se atiene a los criterios más arriba mencionados, puede llegar a diagnosticar con seguridad que un individuo ha muerto. Esto es importante, para realizar un trasplante de órganos. Si persisten dudas, es mejor actuar como si tal persona estuviese viva.
Algunos han ampliado el concepto de muerte cerebral a los anencéfalos, a los enfermos en estado vegetativo persistente y a los dementes graves. La anencefalia es una situación en la que hay un gran fallo en el desarrollo de la corteza cerebral (y de otras estructuras nerviosas); estos niños presentan un defecto en el cierre de los huesos de bóveda craneal, con la exposición al exterior del tejido encefálico. Los enfermos en estado vegetativo persistente mantienen sus funciones cardiorrespiratorias, pero no tienen consciencia, como ocurre cuando se ha destruido la corteza cerebral (en este caso también se habla de estado de coma apálico). Los dementes graves están inconscientes, pero conservan el funcionamiento del tronco del encéfalo. Por lo tanto, hay que decir que en los tres casos no se puede hablar de muerte cerebral pues el tronco del encéfalo funciona, y el organismo funciona como un todo.
Personalidad humana, cerebro y muerte
La muerte no puede llevar adjetivos (muerte clínica, muerte cerebral, etc.), ya que una persona está viva o está muerta. Un individuo muere cuando su cerebro deja de funcionar irreversiblemente (y deja de funcionar a consecuencia de un fallo cardiaco, de un fallo respiratorio, o directamente por un fallo cerebral), pero no podemos decir que el individuo humano es sólo cerebro. Esto nos lleva a considerar qué relaciones existen entre la personalidad humana y el cerebro. Todo lo que constituye la vida psíquica superior tiene relación necesariamente con el cerebro. En el cerebro se encentra el sustrato físico (neurológico) de conductas adquiridas como es el lenguaje, movimientos intencionales, etc. Ya hemos dicho antes que la corteza cerebral es muy importante en relación a la actividad mental; en efecto, las neuronas de la corteza incrementan su actividad en los procesos mentales, se ponen en marcha sus neuronas, aunque el individuo en concreto no sabe qué neuronas en esa situación particular se ponen a funcionar. La iniciativa parte de la persona; la descarga neuronal se realiza como consecuencia de la voluntad del sujeto, pero no se sabe cómo pueda ser esto. Para explicarlo, algunos alegan que la corteza cerebral humana es muy complicada, mucho más que la de los animales; y en efecto, es más compleja que la de un animal, e inmensamente más complicada que un ordenador; pero tal complicación no explica el por qué del proceso según el cual la voluntad (y por lo tanto, de forma libre) puede hacer desencadenar determinados movimientos, determinados pensamientos, determinados deseos, y al mismo tiempo, en relación con todo ello, se desencadenan los procesos fisiológicos, materiales, correspondientes. Cajal, en relación a los procesos de la memoria, en un artículo titulado “Mecanismo anatómico de la ideación”, decía que el conjunto de neuronas que intervienen en la percepción de un sonido o de una imagen visual sería el que “bajo la solicitación de la voluntad” elaboraría el recuerdo de estas sensaciones.
Fue Platón el primero que afirmó el carácter necesario pero no suficiente de los elementos corporales para explicar la realidad del dinamismo humano; sin embargo, en su pensamiento no quedaba esclarecido el carácter unitario del hombre. Será Aristóteles el que afirme que el cuerpo está constituido por un conjunto de elementos materiales sistematizados y estructurados por un principio inmaterial informador (el alma, la psique, o el principio vital). Fue a partir del siglo XV, y sobre todo a partir de las últimas décadas del siglo XIX, con el progreso de las neurociencias y de la psicología, cuando se formula la idea de que los pensamientos no serían más que una función del cerebro. De hecho, hoy día, algunos creen que el pensamiento es como una secreción de las neuronas. Por ejemplo, Francis Crick sostiene que la conciencia podría surgir a partir de ciertas oscilaciones de las neuronas de la corteza cerebral, al dispararse de forma sincronizada 40 veces por segundo. Sin embargo, la actividad material de las neuronas no explica el fenómeno de la conciencia, del pensamiento, de la voluntad, de la libertad, etc. También existen corrientes dualistas, al estilo de Descartes, aunque dentro de un planteamiento más elaborado. Así, Eccles, dice que la mente necesita de la corteza cerebral para establecer el enlace, y en concreto habla de zonas o áreas muy localizadas de la corteza donde se establece la actuación de la mente. Popper, en cambio, dice que la mente es un emergente del cerebro. Sin embargo, a pesar de sus opiniones diversas, ambos autores han escrito conjuntamente un libro cuya lectura resulta deliciosa. El problema, atacado de forma biológica, médica o física no ha sido resuelto. Ello es porque el objeto y los métodos de la biología, de la medicina y de la física atañen a aspectos materiales, y no a aspectos inmateriales (también reales) como es la consciencia, la voluntad, etc., aspectos todos ellos específicos de la persona humana. No podemos dividir la persona. Por eso resulta arduo, y lleva a contradicciones, estudiar de forma global al ser humano bajo un sólo punto de vista.
Muerte instantánea
La muerte instantánea sobreviene de manera abrupta con la invalidación instantánea de uno o más organos esenciales para el sustento de la vida, un fulminante derrame cerebral, un síncope cardíaco agudo, o por medio de un suceso violento abrupto (onda expansiva de una explosión) o accidente con mucha energía desarrollada.
La muerte como contraste
Es el fin de la vida, opuesto al nacimiento. El evento de la muerte es la culminación de la vida de un organismo vivo. Sinónimos de muerte son occiso (muerto violentamente), óbito, defunción y fallecimiento.
Se suele decir que una de las características clave de la muerte es que es definitiva, y en efecto, los científicos no han sido capaces hasta ahora de presenciar la recomposición del proceso homeostático desde un punto termodinámicamente recuperable.
Consecuencias psicológicas, muerte humana
Definiciones y significados emotivos
El tipo de muerte más importante para el ser humano es sin duda la muerte humana, sobre todo la muerte de seres queridos. Conocer con certeza el instante de una muerte sirve, entre otras cosas, para asegurar que el testamento del difunto será únicamente aplicado tras su muerte y, en general, conocer cuándo se debe actuar bajo las condiciones establecidas ante una persona difunta.
Medicina forense
En particular, identificar el momento exacto de la muerte es importante en casos de trasplante, ya que los órganos deben ser retirados del cuerpo lo más pronto posible tras la muerte.
Históricamente los intentos por definir el momento preciso de la muerte han sido problemáticos. Antiguamente se definía la muerte (evento) como el momento en que cesan los latidos del corazón y la respiración, pero el desarrollo de la ciencia ha permitido establecer que realmente la muerte es un proceso, el cual en un determinado momento, se torna irreversible. Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. Existen en medicina protocolos clínicos que permiten establecer con certeza el momento de la muerte, es decir, que se ha cumplido una condición suficiente y necesaria para la irreversibilidad del proceso de muerte.
Muerte cerebral
Gracias al avance tecnológico de la medicina, hoy es posible mantener una actividad cardíaca y ventiladora artificial en cuidados intensivos, en una persona cuyo corazón ha dejado de latir y no es capaz de respirar por sí mismo, por lo cual esto demuestra que no es estar muerto. El protocolo utilizado para el diagnóstico de la muerte en este caso es diferente y debe ser aplicado por especialistas en ciencias neurológicas, hablándose entonces de "muerte cerebral" o "muerte encefálica". En el pasado, algunos consideraban que era suficiente con el cese de actividad eléctrica en la corteza cerebral (lo que implica el fin de la consciencia) para determinar la muerte encefálica, es decir, el cese definitivo de la conciencia equivaldría a estar muerto, pero hoy se considera, en casi todo el mundo, difunta a una persona (aún si permanece con actividad cardiaca y ventiladora gracias al soporte artificial en una unidad de cuidados intensivos), tras el cese irreversible de la actividad vital de todo el cerebro incluido el tallo cerebral (estructura más baja del encéfalo encargada de la gran mayoría de las funciones vitales), comprobada mediante protocolos clínicos neurológicos bien definidos y soportada por pruebas especializadas.
En estos casos, la determinación de la muerte puede ser dificultosa. Un electroencefalograma, que es la prueba más utilizada para determinar la actividad eléctrica cerebral, puede no detectar algunas señales eléctricas cerebrales muy débiles o pueden aparecer en él señales producidas fuera del cerebro y ser interpretadas erróneamente como cerebrales. Debido a esto, se han desarrollado otras pruebas más confiables y específicas para evaluar la vitalidad cerebral como la Tomografía por Emisión de Fotón Único (SPECT cerebral), la Panangiografía cerebral y el Ultrasonido transcraneal.
El deseo y la capacidad de morir
Algunas personas, en momentos determinados de su vida, experimentan el sentimiento autodestructivo de terminar su existencia. El acto para conseguirlo es lo que llamamos suicidio. Lo contrario es el deseo de vivir, el cual no contraría al instinto de supervivencia, ya que éste nos impulsa a esquivar la muerte. Por ejemplo, suicidas que saltan al vacío intentan agarrarse a algo para no morir, eso es el instinto de supervivencia (o conservación).
La muerte en la sociedad humana
La concepción de la muerte como fin o como tránsito, su creencia en una vida después de la muerte, en el Juicio Final... actúan como condicionantes para la actuación de los individuos en un sentido u otro. La idea de inmortalidad y la creencia en el Más allá aparecen de una forma u otra en prácticamente todas las sociedades y momentos históricos. Sin embargo, hasta ahora no existen evidencias concluyentes a favor de esa vida ultraterrena (véase experiencia cercana a la muerte). Usualmente se deja al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente. La esperanza de vida en el entorno social determina la presencia en la vida de los individuos de la muerte, y su relación con ella. Su presencia en el arte es constante, siendo uno de los elementos dramáticos a los que más se recurre tanto en el teatro, como en el cine o en novelas y relatos.
Muerte digna y Medicina Paliativa.
El moribundo, aparte del miedo a la muerte, tiene una serie de temores, tales como el miedo al dolor y al sufrimiento, el miedo a la soledad, el miedo a que la vida no haya tenido sentido. En otros casos, el enfermo no es consciente (por ejemplo en una situación de coma) Ante estas situaciones, cabe tener tres actitudes: o considerar que el paciente no es humano o no completamente humano (sin embargo, todo ser humano vivo es una persona), o considerar que esa vida es de ínfima calidad, y la muerte se hace necesaria y deseable. La tercera actitud es la del que considera que toda vida humana es digna de respeto, independientemente de las circunstancias que la acompañen. Cuando las circunstancia hacen que la calidad de vida sea ínfima, lo que hay que hacer es mejorar, aliviar tales circunstancias, para que esa vida tenga más calidad, con lo cual su muerte adquirirá toda la dignidad que se merece un ser humano. Lo contrario no sería una acción médica. La Medicina Paliativa es un área de la Medicina desarrollada en muchos hospitales en los últimos años,, que viene a ser la alternativa a la distanasia, es decir, al encarnizamiento terapéutico. La Medicina Paliativa ve en el enfermo terminal a una persona a la que hay que mejorar su calidad de vida, atendiendo a lo que precise: necesidades físicas, psíquicas, sociales, morales, espirituales, familiares; y al mismo tiempo, se da apoyo a la familia del enfermo. Las áreas de Medicina Palitativa de los hospitales estudian de forma personalizada al enfermo, tratando de valorar su dolor, la posible ansiedad, agitación, síntomas neurológicos, cardiocirculatorios, cutáneos, digestivos, etc. Y se establece un tratamiento del vómito, del insomnio, del dolor, etc., junto con otras medidas psicológicas, de acompañamiento, etc. No se trata de medidas extraordinarias, sino de medios totalmente normales, que van a hacer más llevadero el último tramo de la vida del enfermo terminal. El hecho de que una persona vaya a morir pronto no es razón para suprimir su vida. El dicho vulgar afirma: “mientras hay vida hay esperanza”.
Tradiciones religiosas
La segunda pregunta en surgir de la muerte humana y tal vez la más interesante es: ¿Qué ocurre a los seres humanos tras la muerte? Realmente, lo que se preguntan es qué ocurre con las facultades mentales de la persona que ha fallecido. Unos creen que se conservan gracias al espíritu que impelía a su mente, elevando su estado de conciencia a realidades aun mayores, otros creen en la migración del alma de un ser humano tras su muerte a un plano físicamente inalcanzable. La religión cristiana considera la muerte como el fin de la permanencia física del ser humano en su estado carnal, el espíritu abandona el cuerpo físico que se deteriora y que es incapaz de sostenerse bajo las leyes de este universo finito, e inmediatamente vuelve a Dios (Eclesiastes 12:7). El alma, dependiendo de si conoció y reconoció a Jesucristo como su Dios y salvador (Romanos 10:9) se va a un lugar de reposo a la espera de la segunda venida de Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:16) en ese lugar de reposo su relación con el Ser Supremo sería directa (el Paraíso), y el otro, el de los espíritus encarcelados quienes no reconocieron a Jesús como su Señor y Salvador deberán presentarse en el Juicio Final.El Paraíso es un mundo dinámico donde se realiza una interacción con la obra de Dios y con las personas en la tierra mediante ministerio de ángeles. Según esta religión la obra de Dios se resume en las siguientes frases: -"Esta es mi Obra y mi Gloria, llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre"-
Según la religión cristiana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormona), el espíritu que abandona el cuerpo es semejante en apariencia al que deja en estado carnal, pero en su forma más joven. Los conocimientos adquiridos, la apariencia física se conservan pero en un estado de perfección intangible para este mundo y más puro.
Para los Testigos de Jehová, la gran mayoría de los muertos se encuentran en un estado de inconsciencia absoluto y que incluso, ni el Rey David ascendió a los cielos(Eclesiastés 9:5,6,10; Hechos 2:34). Creen que cuando la "nueva tierra" (nuevo sistema, 2 Pedro 3:13) se encuentre establecida bajo el reinado milenario de Cristo, la resurrección -tanto de Justos como de Injustos- se llevará a cabo en todo el globo, y es allí donde serán juzgados según sus obras realizadas durante el milenio, los que obren mal a la muerte eterna (Muerte sin esperanza de resurrección) y los que obren bien a la vida eterna en un paraíso terrenal (Juan 5:28,29; Apoc. 20:11-15; Hechos 24:15).Creen también en otra categoría minoritaria de cristianos que abrigan otra esperanza. Estos son los 144.000 "ungidos por espíritu santo" que, según ellos, al fallecer van al cielo para ser reyes y sacerdotes y gobernar con Cristo “Sobre la Tierra” en el reinado Milenario. Según los Testigos Cristianos de Jehová, la recolección de estos “Ungidos” que tienen esperanza celestial comenzó con los apóstoles de Cristo, cuando Jesús les ofreció moradas en el Cielo, oferta que continua hasta el día de hoy, pero solo con algunos pocos (Apoc. 5:9,10; 7:4; 14:1-3).[1] Asegurando que "la muerte será reducida a nada".[2]
Muchos antropólogos creen que los entierros dedicados de los Neandertales son evidencia de su creencia en la vida después de la muerte.
Iconografía
La mayor parte de los escultores cristianos representan la muerte en figura de un esqueleto empuñando una guadaña y algunas veces, también un reloj de arena u otras armas. Los etruscos la pintaban con el rostro horrible o bajo una cabeza de Gorgona erizada de serpientes o en figura de lobo rabioso. La más común de las alegorías de esta divinidad entre los romanos fue un genio triste e inmóvil con una antorcha apagada y vuelta del revés. Los helenos le daban un aspecto mucho menos lúgubre, según el emblema que se encuentra en algunas cornalinas: es un pie alado cerca de un caduceo y encima una mariposa que emprende el vuelo. El pie alado es indicio del que ya no existe y va a seguir a través del espacio a Mercurio y su caduceo; la mariposa es imagen del alma que sube al cielo.[1]
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El Día de la Muerte; pintura de William-Adolphe Bouguereau (1825-1905)
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Azrael el ángel de la muerte (1855-1919), de Evelyn De Morgan.
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Danza de la Muerte es un texto que se cree que se representó y bailó en el siglo XIV.
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Representación de una Gorgona con serpientes en la cabeza (Bernini)
Véase también
- Día de Muertos
- Escatología cristiana
- La muerte (libro)
- Moiras
- Personificación de la Muerte
- Santa Muerte
- Ser vivo
- Suicidio
- Sokushinbutsu
- Shinigami
- Paraíso
- Infierno
Rituales
- Ataúd
- Cementerio
- Cremación
- Entierro
- Funeral
- Momificación
Medicina
Referencias
- ↑ Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)
Bibliografía
En castellano
- Aries, P. (1982). La muerte en Occidente. Barcelona: Argo Vergara.
- Arregui, Jorge V. (1992). El horror de morir: el valor de la muerte en la vida humana. Tibidabo Edicions. ISBN 978-84-86421-89-2.
- Becker, E. (2003). La negación de la muerte. Barcelona: Kairós.
- Bowker, J. (1996). Los significados de la muerte. Cambridge University Press.
- Cobo Medina, C. (2000). Los tópicos de la muerte. La gran negación. Madrid: Ediciones Libertarias.
- Critchley, Simon (2008). El libro de los filósofos muertos. Madrid, Taurus. ISBN 978-84-306-0677-1.
- García-Sabell, D. (1999). Paseo alrededor de la muerte. Madrid: Alianza Editorial.
- Huisman-Perrin, E. (2003). La muerte explicada a mi hija. Barcelona: El Aleph.
- Kübler-Ross, E. (1989). Sobre la muerte y los moribundos. Barcelona: Grijalbo.
- León Azcárate, Juan Luis de (2007). La muerte y su imaginario en la historia de las religiones. segunda edición. Bilbao: Universidad de Deusto. ISBN 978-84-9830-101-4.
- Llinás, Rodolfo (2003). El cerebro y el mito del yo, el papel de la neuronas en el pensamiento y el comportamiento humano. Belacqua.
- Lonetto, R. y Templer, D. I. (1992). La ansiedad ante la muerte. Barcelona: Ediciones Temis.
- Moody, R. A., Jr. (2006). Vida después de la vida. Barcelona: Círculo de lectores.
- Josef Pieper (1982). Muerte e inmortalidad. Herder. ISBN 978-84-254-0530-3.
- Jesús Poveda; Silvia Laforet (2009). El buen adiós. Espasa. ISBN 9788467030266.
- Max Scheler (2001). Muerte y supervivencia. Encuentro Ediciones. ISBN 978-84-7490-623-3.
- Evelyn Waugh (2000). Los seres queridos. Círculo de lectores. ISBN 978-84-226-7804-5.
En inglés
- Gregory, Richard (2002). Illusión: Making Sense of the Senses. Oxford University Press.
- Ledoux, Joseph (2003). Synaptic Self, How Our Brains Become Who We Are. Penguin.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Muerte. Commons
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Muerte. Wikiquote
- Algunas consideraciones sobre el temor a la muerte
- Morir como ejercicio final a una vida digna
- Obra de E. Tait, destinada a demostrar científicamente la Vida después de la Muerte
- Sobre la muerte
- Libros que hablan sobre la muerte desde el punto de vista esotérico e iniciático
- La Muerte es el principio de la Vida
- Philosophica: Enciclopedia filosófica online. Voz "La muerte y la inmortalidad"
- Ferrater Mora: Diccionario de filosofía: Conceptos: Muerte
Bibliografía citada
- Crick F. La búsqueda científica del alma. Una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI. Debate, Madrid 1994.
- "Harvard Criteria". Report of Ad Hoc Committee of Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death. A definition of irreversible coma. JAMA 1968; 205: 337-340.
- Mollaret P, Goulon M. Le coma depassé Rev Neurol (Paris) 1959;101:3–15.
- Eccles J. and Popper K. The Self and Its Brain, 1977. Berlin: Springer
- Platón, Diálogos III. Fedón, Banquete, Fedro, trad. de C. García Gual, M. Martínez H., E. LLedó Íñigo, Gredos, Madrid, 1992.
- Rilke R M. Requiem für Wolf Graf von Kalckreuth. In: Sämtliche Werke. Band I. Frankfurt am Main: Insel Verlag; 1955.
- Schopenahuer, A., El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und Vorstellung), tr. e A. Ovejero y Mauri, Aguilar, Madrid, 1960.
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