Matanza del Seguro Obrero

Matanza del Seguro Obrero
Vista actual del exterior de la ex Torre del Seguro Obrero (actual Ministerio de Justicia), ubicado en la Plaza de la Constitución.

La Matanza del Seguro Obrero[1] fue una masacre de carácter político contra miembros golpistas del partido Nacional Socialista pro-ibañistas ocurrida en Chile el 5 de septiembre de 1938 durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma.


Contenido

Propósito

Los hechos fueron iniciados por un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento Nacional-Socialista de Chile, que intentó provocar un golpe de estado contra el gobierno de Arturo Alessandri Palma, en busca de que Carlos Ibáñez del Campo se hiciese con el poder. El golpe fracasó, y los Nacional Socialistas ya rendidos fueron masacrados por la policía en el edificio de la Caja del Seguro Obrero, apenas a unos pasos del Palacio de la Moneda.[1] Este hecho conmovió a la opinión pública, volcando el desenlace de la elección presidencial de 1938 hacia el candidato del Frente Popular Pedro Aguirre Cerda.

Antecedentes

El Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNSCH), fue una organización política fundada en Santiago, el 5 de abril de 1932,[2] que logró un importante protagonismo público, obteniendo tres representantes en las elecciones parlamentarias de 1937.

Para las elecciones presidenciales de 1938 las fuerzas de la izquierda se acumulaban en torno al Frente Popular del candidato Partido Radical Pedro Aguirre Cerda, y las de los nacional socialistas lo hacían en la Alianza Popular Libertadora y la figura del general Carlos Ibáñez del Campo.

Los gobiernistas y la aristocracia liberal se conglomeraban alrededor del Ministro Gustavo Ross Santa María, apodado por sus opositores como el “Ministro del Hambre” y “El Último Pirata del Pacífico”. Era tal el esfuerzo del gobierno de Arturo Alessandri desplegado a favor de su candidato, que comenzó a cundir la desconfianza en los rivales de Ross, que del intervencionismo se pasara directamente al fraude electoral, para garantizar el continuismo del alessandrismo.

El 4 de septiembre de 1938, las fuerzas del ibañismo realizaron la multitudinaria "Marcha de la Victoria"[2] desde el Parque Cousiño hasta centro de Santiago, recordando el aniversario del movimiento militar del 4 de septiembre de 1924. En la ocasión, más de diez mil Nacional Socialistas de todo Chile desfilaron por las calles luciendo sus uniformes grises, bajo cientos de banderas de Chile actuales y las de la Patria Vieja, cruzadas por un doble rayo rojo acendente (símbolo del movimiento nacista criollo). Se notaba ya en el ambiente el ánimo de algunos de los nacistas; un aire golpista inspiraban carteles con mensajes tales como “Mi general, estamos listos”, en la marcha.

Consigna: "Chilenos, a la acción"

Y, efectivamente, algo se fraguaba: desde el día 2, se habían estado reuniendo los jóvenes nacional socialistas Orlando Latorre, Ricardo White y Mario Perreta entre otros, en la casa de Oscar Jiménez Pinochet, para planificar un intento del alzamiento que debía tener lugar el 5, al día siguiente de la marcha y aprovechando la venida masiva de camaradas desde provincias para participar del acto.

El jefe del movimiento chileno, Jorge González von Marées, esperaba que con el grupo de Nacional Socialistas se comenzara a activar una progresión de alzamientos que llegarían hasta los supuestos elementos ibañistas de las Fuerzas Armadas, por efecto dominó, aprovechando también el gran descontento popular que reinaba hacia el gobierno.

Aunque los altos mandos de los cuarteles negaron conocer o participar de la asonada, se supo que los Nacional Socialistas habían sido provistos con la ametralladora Thompson personal del General Ibáñez del Campo, apodada “el saxófono”, que quedó confiada al ex teniente de la Armada, el nacista Francisco Maldonado. El contacto (crucial) con jefes militares, casi todos ibañistas, era por intermedio de Caupolicán Clavel Dinator, coronel en retiro de ejército, que serviría de enlace con los militares comprometidos en el golpe.[2]

Los jóvenes mejor entrenados pertenecientes a las Tropas Nacistas de Asalto (TNA) barajaron la posibilidad de iniciar el alzamiento tomándose edificios institucionales, como el de la Caja de Ahorros del Ministerio de Hacienda o del diario La Nación, ambos en la Plaza de la Constitución.

Sin embargo, después evaluar todas las posibilidades, llegaron a la conclusión de que solo ocuparían dos: la Casa Central de la Universidad de Chile en la Alameda, y la Torre del Seguro Obrero (colindante con La Moneda). Piquetes menores del tipo comando, fueron dispuestos para que derribaran torres de alta tensión que abastecían Santiago, y dinamitar las cañerías matrices del agua potable.

Para poner en práctica, había una consigna a cuyo conjuro ningún Nacional Socialista podía negarse según lo juramentado. La consigna era: "¡Chileno, a la acción!".[3]

5 de septiembre de 1938: Toma del Seguro obrero

El lunes 5 de septiembre de 1938 cerca del mediodía, treinta y dos jóvenes nazistas al mando de Gerardo Gallmeyer Klotze ( teniente de las TNA) se tomaron la Caja del Seguro Obrero.[2] Los jóvenes comenzaron a cerrar la puerta del edificio, pero el mayordomo trató de impedirlo. Este inconveniente no presupuestado desataría los acontecimientos.

La dueña de un puesto de diarios escuchó el grito del mayordomo del edificio, dando aviso al cabo de carabineros José Luis Salazar Aedo que pasaba por el lugar. Este al ver la situación y pensando que se trataba de un asalto, sacó su arma de servicio en gesto de intimidación, un nazista al percatarse de la gesto amenazador del carabinero, abrió fuego contra Salazar, quien herido de muerte, logró caminar hasta la vereda norte de Moneda, frente a la Intendencia, cayendo al suelo y despertando la alarma entre todos los presentes. Murió unos minutos más tarde, mientras era atendido y cuando la alerta pública ya se había desatado.

Los amotinados se parapetaron en los pisos superiores de la torre, construyeron barricadas en las escaleras del séptimo piso y bajo amenaza de armas, apresaron a los de funcionarios en el nivel 12, último piso de la torre. La poca cantidad de funcionarios se debía a que era la hora de colación. En posteriores declaraciones, estos trabajadores admitieron haber sido tratados con amabilidad por los revoltosos. Entre estos funcionarios habían 14 mujeres. Otros miembros de los TNA se distribuyeron estratégicamente en otros pisos, observando los movimientos en el exterior de la torre. Julio Cesar Villasiz se instaló en una ventana del décimo piso con un transmisor, con que se comunicaban por radio con Oscar Jimenez Pinochet.[3]

Mientras esto ocurría en la torre, un pequeño grupo de nazistas no especificado llegó hasta las oficinas de transmisión de la "Radio Hucke" y, tomándose los equipos, arrebataron el micrófono al locutor para anunciar a todo Santiago: "¡Ha comenzado la revolución!". En esta toma hubo otra refriega con los empleados de la radio, que terminó en balazos, pero afortunadamente sin heridos ni víctimas de ningún lado.

La reacción del gobierno

Arturo Alessandri Palma alertado por los disparos de la torre, observó desde La Moneda al carabinero Salazar Aedo caer herido por los disparos de los nazis. "El león de Tarapacá" como se le conocía, estaba seguro que se iniciaba "una revolución nazi, que era menester conjurar con rapidez y energía",[4] salió al exterior para obtener información de los testigos de los hechos.

Dentro del edificio de la Intendencia de Santiago, el presidente visiblemente alterado paseaba de un lado a otro. Al escuchar el comentario que ahí se hacia, exclamo "¡como se les ocurre que van a ser bandoleros; esos son los nazis; esto tiene que tener ramificaciones!".[4]

Al ver que la rebelión no conseguía ser sofocada, Alessandri entro en un verdadero frenesí, pensando que venía un golpe de estado. El presidente ordenó llamar al Comandante en Jefe del Ejército Oscar Novoa, General Director de Carabineros Humberto Arriagada, a la Escuela de Carabineros con todo su armamento, al jefe de la Guarnición Militar y al de Investigaciones.[4]

Designó a Arriagada para que encabezara personalmente el operativo contra los nazistas desde la Moneda y la vecina Intendencia. El presidente le ordenó reducir a los dos grupos nazis antes de las 16 horas;[2] De lo contrario, intervendría el ejército. El general Arriagada, irritado y comprometido por el presidente, temía que sus hombres no fueran capaces de cumplir la misión encomendada, exclamó molesto "Que no me hagan pasar vergüenza".[3]

Sofocamiento

A pesar de la gran cantidad de barricadas entre los pisos inferiores, los nazistas no consideraron el peligro por los francotiradores. Cerca de las 14:30, el Nacional Socialista Gallmeyer se asoma por una de las ventanas del séptimo piso, como lo había hecho varias veces en el día para inspeccionar los alrededores, recibiendo de lleno un balazo en la cabeza.[2] Gallmeyer era el primero, y el único nazi muerto en combate en el Seguro Obrero. Su camarada médico, Marcos Magasich, se acercó al cuerpo del infortunado intentando ayudar, pero ya era muy tarde. No pudo hacer más que constatar su muerte y el cuerpo fue colocado en otra habitación. Ricardo White asumió el mando del grupo.[2] Más tarde se dijo que este disparo provino del Palacio de Gobierno (y que el propio Alessandri lo había percutado).

A las 15 horas, una hora antes de lo convenido llegaron tropas del ejército del regimiento Buin. Los jóvenes nazistas, al verlos, rompieron en gritos de alborozo. Creían que las tropas pro-ibañistas venían en su apoyo. Pero los soldados reforzaron a la policía, tomando posiciones y disparando sobre el edificio.

Ricardo White gritó: — "Hemos sido traicionados. Estamos perdidos... ¡Chilenos, a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa! ¡Viva Chile. Viva el Movimiento Nacional Socialista!".[3]

Mientras los nazistas intentaban resistir, y continuaban con el fuego contra los carabineros, éstos fueron lentamente abriéndose paso a través de los primeros pisos, y obligandolos a retroceder.

Los ocupantes del Seguro Obrero no sabían qué estaba ocurriendo con la toma de la Universidad de Chile.

Toma de la sede central de la Universidad de Chile

Tropas del regimiento Tacna apuntan con artillería el edificio de la Universidad de Chile.

Simultáneamente con la a los hechos en la Caja del Seguro Obrero, treinta y dos jóvenes tomaban rápidamente la casa central de la Universidad de Chile.[2] Este grupo fue dirigido por Mario Pérez, seguido de César Parada y Francisco Maldonado. Les acompañaron y asistieron de cerca Enrique Magasich, Enrique Herreros y Alberto Montes. Tomaron de rehén Rector Juvenal Hernández Jaque y otros empleados que sesionaban en la Junta del Estadio Nacional (complejo deportivo que estaba a punto de ser inaugurado) y fue llevado desde la Sala del Consejo de la Casa Central hasta un lugar seguro para él y para su secretaria, por Parada y otros siete u ocho nacistas. Todos los demás, incluyendo los presentes en la reunión, fueron expulsados hasta la calle Alameda, seguidos del tronar de las pesadas puertas que se cerraron herméticamente a sus espaldas.

Los rehenes liberados de la Universidad informaron de los hechos a Carabineros, quienes rodearon el edificio. Cerca de las 13 horas comenzo un tiroteo que hirió a dos oficiales: el Teniente Rubén MacPherson había sido alcanzado en ambas piernas, mientras que el Capitán del Grupo de Instrucción, Dagoberto Collins, fue herido en el tórax por un proyectil. Estos fueron llevados a la asistencia publica.

Por ordenes de Alessandri,[4] tropas del Tacna apostaron artillería frente a la Universidad, haciendo dos cargas contra la puerta de esta, en donde murieron cuatro jóvenes, quedando otros tres gravemente heridos y a quienes se les dio muerte sumaria después de haberse rendidos.[3] Por la puerta destrozada, ingresaron carabineros y soldados. Los amotinados se rindieron luego de una breve resistencia. Después de mantener a los rendidos una hora dentro del edificio, fueron conducidos por la calle con las manos en alto, en dirección a la Caja del Seguro Obrero, que se encontraba a pocas cuadras del lugar. La columna desfiló ante el público y la prensa quienes gritaron pidiendo misericordia por los detenidos.

Entre los nacistas que conducía Carabineros, iba Félix Maragaño, de la ciudad de Osorno, acompañado por otros de los mayores del grupo, como Guillermo Cuello, que sostenía un pañuelo blanco con el que se había atendido una herida. También saldría al exterior un candidato a Diputado del Movimiento, Jesús Ballesteros, seguido del resto de los rebeldes. Entre ellos estaba uno de los más jóvenes de todos, Jorge Jaraquemada, de sólo 18 años, que lucía un profundo corte en la cabeza del cual sangraba profusamente.

La calma comienza a restaurarse relativamente y los muchachos empiezan a salir en fila india cerca de las 14:40 horas. El Rector de la casa de estudios asoma ileso a la calle junto a su secretaria, luego del cautiverio.

Los detenidos de la Universidad comenzaron a ser obligados a marchar en fila en un extraño ir y venir por las calles del sector. Al pasar por la puerta de Morandé 80, el general Arriagada, al ver a los rendidos exclamó: "A estos carajos me los matan a todos".[2] [3]

Termina la resistencia

Marcha de los nacistas rendidos en la Universidad al Seguro Obrero.

Los jóvenes marchan fuertemente custodiados junto al edificio del seguro, una vez más, para intentar persuadirlos de deponer definitivamente el combate. Mientras, éstos continúan atrincherados y detonando explosivos de bajo poder por el eje de la escalera. Las balas siguen en el vaivén, pero la resistencia es cada vez menor.

Al ver que la estrategia de pasear a los muchachos no había terminado con el ánimo de los revoltosos, y cuando estos ya habían pasado por el cruce de Morandé con Agustinas, se dio la orden de devolverlos y meterlos a todos dentro del mismo edificio donde permanecían los demás.

Dentro del edificio son revisados nuevamente y se les hizo subir al quinto piso, quedando fuera dos Carabineros realizando guardia.

En un intento por frenar a los alzados, en calidad de mediador, fue enviado por los uniformados a los pisos superiores el nacista detenido en la universidad, Humberto Yuric, joven estudiante de leyes. Tenía sólo 22 años. Subió dos veces a parlamentar. Sin embargo, Yuric no regresó y se unió a los cerca de 25 rebeldes que aún quedaban arriba.[2] Los uniformados intentan negociar la rendición otra vez, y envían ahora a Guillermo Cuello como ultimátum, pero con la falsa promesa de que nadie saldría lastimado.

Eran pasadas las 16:30 horas. White bajó la mirada, y tras dar un vistazo alrededor, a sus jóvenes camaradas que arriesgaban la vida en tal locura, comprendió que era el fin del intento revolucionario. Arrojó su arma al suelo y declaró en voz alta al resto, con un visible gesto de agotamiento: "No hay nada que hacer. Tendremos que rendirnos. No hemos tenido suerte".

Yuric, White y Cuello bajaron hasta donde los uniformados para condicionar la rendición de acuerdo a las promesas. La toma del Seguro Obrero había terminado.

La masacre

Cadáveres de los jóvenes nacistas chilenos asesinados en la Masacre del Seguro Obrero,.

Ya desarmados, los golpistas capturados fueron puestos contra la pared del sexto piso, todos con las manos en alto. Un pelotón de armas comenzó a apuntarles al cuerpo desde ese momento. El nerviosismo y la angustia cundieron más aún entre todos, pues podían percibir que el ambiente no parecía ser el de una rendición que terminara pacíficamente.

En el primer piso, los jefes policiales recibieron instrucciones superiores claras: "la orden es que no baje ninguno".[2] El coronel Roberto Gonzalez, quien tenía la misión de desalojar el edificio, recibió un papel doblado diciéndole "De orden de mi General y del Gobierno, HAY QUE LIQUIDARLOS A TODOS".[2] [3] González se negó a cumplir la orden, y se dirigió a la Intendencia, donde intercedió con el Intendente Bustamante, quien lo derivó al General Arriagada; Este respondió "Como se te ocurre pedir perdón para esos que han muerto carabineros"· Ante la insistencia de González, el General indicó que hablaría con el presidente, pero la gestión no prosperó.

Alrededor de las 17.30 horas, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, sabiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos, brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.

Los rendidos de la universidad fueron sacados de la oficina donde se encontraban, ordenandoles bajar un piso. Alberto Cabello, funcionario del Seguro que en la confusión fue encerrado junto a los rendidos de la Universidad. Se identifico ante un oficial, que lo golpeo de un cachazo en la cabeza y un "Tú eres de los mismos. Pero baja si podis".[2] Cabello había bajado dos escalones, cuando fue asesinado por Alberto Droguet Raud.[2]

Para ocultar la masacre, los cuerpos fueron arrastrados al borde de la escalera, para dar la impresión de haber sido muertos en combate, o por los disparos hechos desde fuera del edificio. O que se habían baleado entre si, cuando se uso a los rendidos de la Universidad como parapetos de los policías.

De los 63 nacistas chilenos que protagonizaron los hechos del 5 de septiembre de 1938, solo sobrevivieron apenas 4: Montes, Pizarro, Vargas y Hernandez. Todos los demás, fueron asesinados. Sus cadáveres fueron sacados del edificio del Seguro a las 4 de la mañana y trasladados al Instituto Medico Legal. Desde allí fueron rescatados por sus compañeros y familiares, a quienes se les prohibio velarlos. Solo podían llevarlos directamente desde la morgue al cementerio.

Repercusiones y consecuencias

El mismo 5 de septiembre, Carlos Ibañez se presentó en la la Escuela de Aplicación de Infantería del Ejército, donde quedó detenido.[4] El fracaso del putch, obligó a Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda; más tarde partió nuevamente al exilio.[1]

Al día siguiente, Jorge González von Marées y Oscar Pinochet se entregaron a las autoridades.

El ministro en visita Arcadio Erbetta, dictó sentencia el 23 de octubre de 1938: daba por comprobados los delitos de rebelión y conspiración contra el gobierno y el asesinato del carabinero Salazar. Condenaba a veinte años de reclusión mayor a Jorge González von Marées, a quince años a Oscar Jiménez y a penas menores a otros procesados. Absolvió a Carlos Ibáñez del Campo.

El desprestigio del gobierno de Arturo Alessandri Palma por la matanza, así como el apoyo que entregaron los ibañistas y nacistas al Frente Popular fueron determinantes en la victoria del candidato Pedro Aguirre Cerda,[1] quien ganó por una estrecha diferencia de 4.111 votos.

El 24 de diciembre de 1938, ya como presidente, Pedro Aguirre Cerda indulta a González von Marées, Oscar Jiménez y otros condenados.[5] El general Arriagada fue llamado a retiro.

La comisión de la Cámara de Diputados que investigó el caso, constató la compra del silencio de la tropa, los ascensos de otros y el intento de Alessandri de influenciar al magistrado Erbetta.[5] Además concluyó que la orden de matar a los jóvenes nacistas provino de una autoridad superior impartida por el General Arriagada o el presidente Alessandri. A pesar de las pruebas, la mayoría derechista de la Cámara rechazó el informe.[2] [5]

El fiscal militar Ernesto Banderas Cañas condenó por el asesinato de los jóvenes nacional socialistas a Arriagada, González Cifuentes y Pezoa a 20 años de presidio mayor, y a Droguett a presidio perpetuo.[2] [5]

Finalmente, la Corte de Apelaciones sobreseyó definitivamente a Carlos Ibáñez y a los nacistas procesados. El 10 de julio de 1940, Aguirre Cerda decreta el indulto para los condenados por la justicia militar por la matanza.[2] [5]

Quizás la consecuencia más importante sería el fin del nazismo como partido político en Chile; de haberse consolidado muy probablemente habría hecho eje en el cono sudamericano con los nacional socialistas amparados en el gobierno de Juan Domingo Perón en la Argentina.

Responsabilidades

A la fecha aún no está claro quién fue el responsable de la orden de matar a los elementos golpistas. Sin embargo, tácitamente la responsabilidad es gubernamental, ya que las fuerzas armadas están sujetas al ejecutivo.

Existen algunas versiones que aseguran que escucharon fuera del despacho presidencial a un iracundo Arturo Alessandri Palma diciendo: Mátenlos a todos y así lo transmitió al general Arriagada. Existen también versiones que sindican que el propio presidente Alessandri habría tratado de encubrir las muertes haciendo creer que los nacional socialistas se habían matado entre sí, lo cual finalmente no era verdad.

Por otro lado, las acusaciones contra Alessandri están cimentadas en especulaciones y muy pocas pruebas palpables; lo cierto es que no existe una historia oficial en relación a este tema que es y seguirá siendo una fuerte pugna entre historiadores.

Testimonios

Placa que recuerda a los asesinados en la Matanza del Seguro Obrero.

Muchos fueron los asesinados ese día: obreros, oficinistas, abogados, padres de familia, estudiantes. Entre ellos estaba Bruno Bruning Schwarzenberg, un joven de 27 años y estudiante de contabilidad de la Universidad Católica. Lo que sucedió con él fue relatado por un carabinero que estaba haciendo guardia:

"Montaba guardia junto a los cadáveres. De pronto, vi que uno de los cuerpos se movía. Era un mozo rubio, muy blanco, de ojos azules muy claros. Yo le dije que no se moviera. Un oficial me reprendió: ¿Acaso tratas de salvar a ese?. Hizo fuego contra el herido, quien cayó sobre un costado y, mirando fijamente al oficial, con esos ojos tan claros, exclamó: ¡Muero contento por la Patria!'"

Pese al gran número de historias acontecidas ese día, sin duda alguna la más reconocida fue la de Pedro Molleda Ortega de 19 años, quien, mientras los carabineros remataban a los heridos, se levantó gritando "¡Viva Chile!", a lo que un oficial respondió disparándole a quemarropa. Pese a estar herido, desafiante, Molleda volvió a levantarse y gritó con fuerza:

"¡No importa, camaradas. Nuestra sangre salvará a Chile!".[3]

A lo que el oficial hostigado lo atacó a sablazos hasta dejarlo hecho pedazos. Aun hoy, este dicho es la punta de lanza entre los seguidores del Nacional-Socialismo en Chile encabezados por el diplomático Miguel Serrano.


Bibliografía

  • Revista Aquí está Nº20. 5 de septiembre de 1938: La matanza del seguro obrero.. 
  • Arturo Alessandri Palma (1967). Recuerdos de gobierno : administración 1932-1938. Tomo 3. Nascimento.. 
  • Rodrigo Alliende González (1990). El Jefe: vida de Jorge González von Marées. Los Castaños.. 77.272. 

Referencias

Notas

  1. a b c d Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960). Matanza del Seguro Obrero
  2. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p «El “nunca más” a través de la historia LA MASACRE DEL SEGURO OBRERO». Revista Punto Final. 10-10-2003. http://www.puntofinal.cl/554/seguroobrero.htm. Consultado el 03-08-2009. 
  3. a b c d e f g h Revista Aquí está Nº20. 5 de septiembre de 1938: La matanza del seguro obrero.. pp. 36.. 
  4. a b c d e Alessandri, Arturo (1967). «"Recuerdos de gobierno : administración 1932-1938. Volumen 3"». Editorial Nascimento. Consultado el Agosto de 2009.
  5. a b c d e Loveman, Brian; Lira Elizabeth (2000) (en español). Las ardientes cenizas del olvido: vía chilena de reconciliación política (1ª edición edición). LOM ediciones. pp. 601. ISBN 956-282-287-7. 

Véase también

Enlaces externos


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