Palacio de Liria

Palacio de Liria

Palacio de Liria


El Palacio de Liria es un gran edificio del siglo XVIII, residencia de la Casa de Alba en Madrid. Se ubica en los números 20-22 de la actual calle Princesa (zona antaño conocida como «Barrio de los Afligidos»). De él se cuenta que es el domicilio particular más grande de Madrid, y que sus jardines son los únicos privados que figuran destacados en color verde en todos los planos de la ciudad.

Contenido

Construcción del palacio en el siglo XVIII

En su diseño y construcción intervinieron entre otros el francés Guilbert y Ventura Rodríguez. Hay que precisar que no se construyó por encargo de la Casa de Alba, ya que en origen perteneció a otra saga aristocrática de origen británico, los duques de Berwick.

El I duque de Berwick, James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, echó las raíces de su saga en España cuando entró al servicio del pretendiente Felipe de Anjou (futuro Felipe V) en la Guerra de Sucesión española. El duque de Berwick recibió del nuevo rey Borbón los ducados de Liria y Jérica por su triunfo en la decisiva batalla de Almansa (1707).

En tales circunstancias, el flamante duque de Liria decidió erigir su residencia madrileña en un barrio cerca del Real Alcázar, una zona de gran presencia militar. Colindante con su palacio se construía el actual Cuartel del Conde-Duque para las tropas de Guardia de Corps, encargadas de la protección de la familia real.

Las primeras trazas del palacio de Liria se encargaron a un tal Guilbert, arquitecto ahora desconocido, pero las obras quedaron interrumpidas cuando el duque se trasladó a París y se le encomendó el gobierno militar de la región francesa de Guyena. Tras diversas peripecias, el I duque de Liria murió en acto de servicio en Philippsburg (Alemania) en 1734. La construcción del palacio de Liria fue retomada décadas después por su nieto, ya al gusto neoclásico con planos del arquitecto Ventura Rodríguez. El inicio de las obras se sitúa hacia 1770, y se dieron por terminadas en 1779. El edificio fue ligeramente reformado a principios del siglo XX por Edwin Lutyens, pero dichos cambios no subsistieron al incendio de 1936, tras el cual volvió a ser reformado por el mismo arquitecto inglés.

En 1802, al morir la duquesa Cayetana, musa de Goya, los linajes Álvarez de Toledo (Alba) y Fitz-James (Berwick) se unieron bajo un mismo titular, el duque Carlos Miguel. El Palacio de Liria pasó entonces a ser residencia de los Alba, quienes anteriormente habían vivido en el de Buenavista, no lejos del Paseo del Prado y que actualmente es Cuartel General del Ejército.

Descripción del edificio

Considerado «hermano menor del Palacio Real», el palacio de Liria es posiblemente el edificio civil más importante de su época que subsiste en el centro de Madrid, sólo superado por la citada residencia real. Casi todos los grandes palacios erigidos en esos años resultaron demolidos o muy reformados.

El Gran duque de Alba, en un retrato de Tiziano conservado en el palacio.

Liria es un ejemplo típico del neoclasicismo del siglo XVIII, que dejaba atrás la exuberancia del estilo churrigueresco para adoptar recetas de los palacios italianos y franceses. Dentro de una simetría rigurosa, recupera las pilastras y columnas en un afán de grandeza no exento de ritmo, gracias al contraste de formas y materiales.

Al modo de los palacios franceses, el edificio se ubica en el centro de una amplia parcela vallada; no se halla en primera línea de la calle. Ello puede deberse a razones de seguridad, al igual que la elección del lugar, cerca del Cuartel del Conde-Duque. El jardín delantero sigue la estética romántica inglesa, pero se cree que en origen era de traza geométrica al modo de Versalles, como los jardines más privados de la fachada trasera.

La planta del palacio adopta la forma de un rectángulo inusualmente largo, al contrario de lo habitual en los palacios españoles, de planta más cuadrada y con patios en su interior. Las dos fachadas principales (orientadas a la calle Princesa y al jardín privado) corresponden a los lados más largos del bloque y parecen pensadas con un fin más estético que práctico, buscando aumentar el efecto de grandeza del edificio. Visto de costado Liria es un edificio más bien estrecho.

La fachada se divide en tres franjas horizontales: una planta baja en forma de zócalo o base, con piedra almohadillada, la planta noble, que realmente incluye dos pisos (uno con balcones y otro superior con ventanas) y una tercera franja de ventanas en forma de friso o arquitrabe, que tiene un desarrollo singularmente grande, acaso para encubrir el perfil de los tejados.

A pesar de su longitud, la fachada evita la monotonía dividiéndose en cinco cuerpos verticales. El cuerpo central tetrástilo (con cuatro columnas) recuerda a la fachada sur del Palacio Real de La Granja. En la parte superior, se corona con una espadaña con temas heráldicos. Dicho cuerpo central divide simétricamente la fachada. Lo flanquean dos tramos más amplios de ventanas y balcones entre pilastras de orden gigante. La fachada termina en ambos extremos con otros dos tramos realzados con dobles pilastras. La fachada trasera sigue la misma tónica, aunque sustituye la espadaña superior por cuatro esculturas de «trofeos».

Las dos fachadas laterales son más discretas, aunque no carecen de encanto (según el arquitecto Fernando Chueca Goitia). Debido a un desnivel del terreno, tienen una planta soterrada y conectan con los jardines mediante escalinatas.

Según lo habitual en las mansiones europeas, el palacio alinea sus salones más importantes hacia las dos fachadas principales. Los espacios interiores sin ventanas quedan reservados a la escalera principal, escaleras secundarias, la capilla y estancias de importancia menor. Los extremos del edificio albergan habitaciones más reducidas, que son las actualmente ocupadas como vivienda.

El palacio en el siglo XIX: esplendor y ventas

La actual riqueza artística del palacio tardó en llegar pues fue producto de diversas peripecias. Exceptuando unas pocas obras de arte, el grueso de la colección se ha ido sumando en los siglos XIX y XX.

La Natividad o Sagrada Familia, de Pietro Perugino.

La duquesa Cayetana, musa de Goya, murió en 1802 sin descendencia, y el título Alba pasó a manos de su sobrino Carlos Miguel, del linaje Berwick, que sólo contaba ocho años de edad. Tal quiebro genealógico se vio ensombrecido por un litigio: el nuevo duque no aceptaba el testamento de Cayetana, quien había repartido gran parte de sus bienes entre sus médicos y amigos. De la fastuosa colección artística de los Alba, el duque Carlos Miguel recibió sólo 32 cuadros. Otros habían pasado a manos de Godoy y terminarían en museos extranjeros; entre ellos, la Venus del espejo de Velázquez.

Tras la batalla de Waterloo (1815), Europa recobraba la paz, y el joven duque Carlos Miguel ya tenía edad y circunstancias propicias para un largo viaje por el continente. En Italia, dio rienda suelta a sus aficiones coleccionistas adquiriendo obras antiguas (de Fra Angelico y Pietro Perugino, entre otros), y encargó más a artistas como el escultor José Álvarez Cubero. Muchas de las principales pinturas italianas de Liria se deben a compras del duque Carlos Miguel.

Ya a finales del siglo XIX, el XV duque de Alba, Jacobo Fitz-James, vendió parte de sus tesoros artísticos en París. Fue una medida tan controvertida que su propia nuera recompró algunos de tales ornamentos, que terminarían volviendo al palacio. Por otra parte, la relación entre los Alba y Eugenia de Montijo, la ex emperatriz de Francia, propició que ésta aportase diversas pinturas y objetos decorativos a la familia, como un gran retrato que le hizo Franz Xaver Winterhalter y otro, La marquesa de Lazán, pintado por Goya.

Reconstrucción tras la Guerra Civil

La duquesa Cayetana de Alba, quien en su juventud reconstruyó el palacio.

Durante la Guerra Civil Española el palacio resultó destruido casi por completo en circunstancias muy discutidas, mientras el entonces duque y su hija Cayetana residían en Londres. Quedaron en pie tan sólo las fachadas. El incendio se atribuyó según la versión oficial republicana a varios proyectiles de aviones franquistas; sin embargo, otras fuentes afirman que el fuego fue provocado por incontrolados del otro bando para encubrir sus saqueos. Por suerte, las pinturas y demás obras artísticas de mayor valor habían sido retiradas por orden de duque a otros edificios como el Banco de España o la embajada inglesa, y mucha documentación se protegía en cajas metálicas, que se pudieron recuperar. No tuvo igual suerte la enorme colección de grabados, que desapareció en su mayor parte por el fuego y seguramente también por el pillaje.

La reconstrucción del palacio (1948-56) tuvo que ser dirigida por la joven duquesa Cayetana, pues su padre falleció en 1953, cuando sólo se habían efectuado los trabajos de cimentación. Ella cuenta que conservó el palacio porque se lo prometió a su padre; en caso contrario, el solar habría sido vendido para la construcción de viviendas. Invirtió en ello la mayor parte de sus recursos.

Durante las obras, los Alba exhibieron parte de su colección en un inmueble cercano, al que llamaron «el museíllo». Su ordenación sería tenida en cuenta cuando los cuadros volvieron a colgarse en Liria.

La reconstrucción del palacio permitió crear nuevos salones con decoración y nombres de acuerdo a las colecciones artísticas: sala italiana, sala española... El proyecto siguió planos de Edwin Lutyens, viejo conocido de la familia, y famoso por su ordenación urbana de Nueva Delhi. Los mayores cambios se introdujeron en la escalera principal, que ganó en amplitud. Por desgracia, la capilla con pinturas de Josep Maria Sert había quedado muy dañada y la reconstrucción no tuvo tanto éxito. Subsisten algunos de los lienzos que la decoraban.

El uso de mobiliario antiguo y el entelado de las paredes ayudaron a recrear la ambientación antigua del palacio, de tal modo que apenas se percibe que es una reconstrucción reciente. El recibidor está pavimentado con mármoles y teselas con el año 1953, fecha que alude al fallecido duque de Alba y no a la conclusión de las obras, que fue tres años después.

Tras su reapertura, el palacio de Liria recobró su protagonismo en la vida social de Madrid. En 1959, albergó con fines benéficos un desfile de modelos con la nueva colección de la firma Christian Dior. Se vendieron 2.000 entradas a 500 pesetas, precio muy elevado para la época.

El palacio sigue perteneciendo a la Casa de Alba y es residencia oficial de su jefe, como poseedor del título de Duque de Liria y Jérica.

Colecciones artísticas

La duquesa de Alba con vestido blanco, cuadro de Goya.

Los tesoros artísticos e históricos que alberga el Palacio de Liria son asombrosos, en especial tratándose de una colección privada. Casi todas las colecciones de similar importancia han resultado desmembradas a lo largo de los últimos siglos, por lo que ésta es una rarísima excepción. Una selección de obras se expuso en 1987, en Madrid y Barcelona, bajo patrocinio de La Caixa, y entre octubre de 2009 y enero de 2010 se muestra otra selección de unas 40 piezas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, con patrocinio de Cajasol [1].

Entre las piezas más destacadas, sobresale una galería de retratos de los sucesivos duques, con obras maestras de Tiziano, Van Loo, Mengs, Goya y Federico de Madrazo. Especialmente célebres son el Retrato del Gran duque de Alba, de Tiziano, y el de La duquesa Cayetana con vestido blanco, de Goya. Es singular el retrato de la actual duquesa aún niña sobre un poney, pintado por Zuloaga y donde se ve un muñeco de Mickey Mouse.

La pinacoteca incluye otras obras, como La Virgen de la granada de Fra Angelico, un retrato femenino de Paolo Veronese, una Alegoría de la Verdad de Francesco Furini, Judith de Cristofano Allori, un Paisaje con fortín asignado a Rembrandt, El marqués de Aytona a caballo de Van Dyck y diversas pinturas de Rubens, como dos copias que hizo de retratos de Tiziano: El Gran duque de Alba, y Carlos I y la emperatriz Isabel. De Jacob Jordaens la colección posee el lienzo Artemisa, mismo personaje que el cuadro de Rembrandt del Museo del Prado, si bien la composición es muy diferente. Entre las pinturas italianas se cuentan también La expulsión del Paraíso de Andrea Vaccaro y ejemplos de Elisabetta Sirani, Carlo Maratta, Francesco Guardi y Giovanni Pannini. Muchas de tales obras fueron adquiridas por un antepasado de la actual duquesa, el duque Carlos Miguel, durante un largo viaje por Europa hacia 1816-18.

El duque Carlos Miguel fue quien adquirió, también en Italia, el gran cuadro La Última Cena, de atribución dudosa y que un experto italiano cree original de Tiziano. Según la prensa española (septiembre de 2007), este cuadro ha sido prestado a una exposición en Belluno (Italia) a raíz de esta atribución. Anteriormente se consideraba posible obra de Palma el Viejo.

La colección de pintura española incluye a casi todos los grandes maestros, desde El Greco, si bien algunas piezas concretas (como dos paisajes de Ribera) se conservan en otros edificios de la familia en Salamanca (Palacio de Monterrey) y Sevilla (Palacio de Dueñas). También se conserva en Salamanca el cuadro Jasón y el dragón, de Salvatore Rosa. Es famoso el Retrato de la Infanta Margarita tradicionalmente atribuido a Velázquez, si bien los últimos análisis apuntan a que es réplica debida a un ayudante. Superior calidad muestra el Retrato del canónigo Miranda de Murillo, que se acompaña de ejemplos de Juan Ricci y de Zurbarán.

Como se ha dicho, el ducado de Liria correspondió durante el siglo XVIII a otro linaje, los Berwick, que se unió al de Alba a principios del XIX. Testimonio de su esplendor es el singular cuadro La imposición del Toisón de Oro al duque de Liria, de Ingres, encargado al célebre artista por la familia Berwick y que sigue siendo aún hoy el único ejemplo de Ingres en España.

La colección ha seguido creciendo con la actual duquesa, al incorporar pinturas de maestros muy cotizados del impresionismo y posteriores: Picasso, Miró, Eugène Boudin (Paisaje de Trouville), Renoir (Muchacha con sombrero de cerezas), Marc Chagall (Jarrón de flores junto a una ventana), Henri Fantin-Latour...

El festín de Baltasar, ilustración de la Biblia de Alba conservada en el palacio.

El palacio alberga así mismo valiosas estampas de Mantegna, Durero (Caballero, la Muerte y el Diablo), Van Dyck y Rembrandt, así como documentación histórica imprescindible, especialmente sobre el imperio español. Destacan seis cartas de Cristóbal Colón y la Biblia de Alba, rarísima traducción del siglo XV que se salvó de la Inquisición. Se guarda también una coraza del conde-duque de Olivares, acaso la reproducida por Velázquez en el retrato ecuestre del Museo del Prado. Varias esculturas y bustos decoran las salas, como La duquesa de Ariza, estatua de cuerpo entero debida a José Álvarez Cubero, un busto del músico Rossini y dos, del anterior duque y de Cayetana niña, debidos a Mariano Benlliure.

Una Sala, llamada de Los Amores de los dioses, exhibe tapices diseñados por Boucher. El comedor se ornamenta con otro gran tapiz que muestra animales exóticos, llamado Tapiz de las Indias.

Los jardines, que en origen debieron ser geométricos al gusto francés, fueron remodelados según el estilo inglés, más romántico. En un rincón se halla un singular cementerio de mascotas, donde los duques han enterrado a sus perros predilectos. Además está sembrado de estatuas.

Otra información

Como sede y parte de la Fundación Casa de Alba, se permite la visita a este recinto, ubicado en la calle Princesa 20, Madrid, previa concertación. Las visitas son guiadas y la lista de espera es bastante amplia.

El palacio no está abierto al público de junio a octubre. Las visitas se realizan los viernes de 11.00 a 13.00.

Para el año 2009 se ha anunciado la publicación de una guía del palacio, a cargo de Jacobo Siruela, escritor y editor, uno de los hijos de la duquesa de Alba. Será previsiblemente publicado por la editorial Atalanta.

Véase también

Enlaces externos

Obtenido de "Palacio de Liria"

Wikimedia foundation. 2010.

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