- Revolución de 1841 en España
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Revolución de 1841 en España
Se denomina Revolución de 1841 al movimiento civil y militar patrocinado y promovido por la ex regente de España, María Cristina de Borbón y su marido, Fernando Muñoz, contra el gobierno del general Espartero y que se fraguó desde el exilio en Francia de la Reina Gobernadora junto con elementos del Partido Moderado también en el exilio.
Antecedentes
A principios de 1841, María Cristina y su esposo Muñoz viajaron a Italia para entrevistarse con el Papa Gregorio XVI y obtener de él la bendición de su matrimonio morganático, situación que pesaba como una losa en la situación política de María Cristina. El viaje fue organizado por Francisco Cea Bermúdez. Los esposos consiguieron la absolución que ansiaban, no sin antes tener que renunciar a la obtención de algún título de nobleza para el esposo. De esta forma, los moderados vieron renacer la esperanza de que María Cristina pudiera liderar el Partido sin lacra alguna en su historial personal e hiciera oídos sordos a los que alimentaban su deseo de retirarse a la vida privada con Muñoz. Así, en febrero los modeardos instaron al gobierno francés al apoyo de María Cristina frente a las alianzas de Espartero con Inglaterra.
En mayo de 1841, al tiempo que las Cortes españolas concedían la regencia única a Espartero, María Cristina llegó a París donde Luis Felipe de Orleans le instó a fijar su residencia. Una vez allí los moderados desfilaron ante la Corte de la ex regente bajo la atenta vigilancia de Muñoz que se conviertió en piedra angular de los movimientos políticos. Uno de los primeros hombres en ganarse la confianza de María Cristina y su esposo fue Juan Donoso Cortés que, más tarde, se convirtió en auténtico paladín de la causa moderada más crítica con los liberales. A este se unieron Francisco Javier de Istúriz, Diego de León, Juan de la Pelezuela y otros moderados del ala más conservadora.
Los acontecimientos se precipitan
Ni María Cristina ni su esposo estaban por la labor de patrocinar y, menos, financiar, un movimiento contra Espartero con quienes juzgaban traidores. Ambos mostraban abiertamente su hostilidad a los moderados a quienes criticaban por no haber sabido defender la regencia y haber traicionado el Estatuto Real de 1834. La posición de los moderados criticando a la regente cuando se vio obligada a capitular ante las peticiones de los sargentos de la Granja de San Ildefonso y su inacción en los meses posteriores frente a los liberales, junto a los panfletos que lanzaron por las calles de Madrid para hostigar el matrimonio secreto con Muñoz, eran los reproches más comunes. Muñoz incluso evocaba el periodo anterior, el de la Década Ominosa, en el que veía el reflejo de lo que debía ser la monarquía: un régimen absolutista.
No obstante, la situación comenzó a cambiar a raíz de varios sucesos. Por un lado, la tutela de la reina Isabel, menor de edad, se encomendó a Agustín Argüelles, hombre no deseado por María Cristina; en segundo lugar el relevo en las personas cercanas a la reina en el Palacio colocando gente de confianza de Espartero alejaba los contactos con sus hijas, y en tercer lugar la amenaza que suponía para las pretensiones de María Cristina la proximidad a su hija Isabel de la infanta Luisa Carlota, empeñada en una boda de la reina con alguno de sus hijos. Por todos esos motivos finalmente María Cristina aseguró la financiación de la sublevación.
Reacción y fracaso de la revolución
Los primeros movimientos de la intriga moderada sucedieron en el País Vasco donde el carlismo tenía todavía una fuerte implantación. Muchos elementos carlistas, descontentos con el final de la Guerra, estaban dispuestos a dar una lección a Espartero, general victorioso por excelencia en la guerra carlista. Los moderados más reaccionarios no dudaron en aliarse con ellos, ofreciendo incluso esperanzas de una unión futura de la Reina Isabel con un heredero directo del Infante Don Carlos, uniendo así a las dos ramas enfrentadas de los Borbones. Istúriz, que era, de facto, el jefe de la conspiración civil, junto con Antonio Alcalá Galiano, recibieron la mayor parte del dinero de la ex regente y de sus banqueros franceses y españoles. A las sublevaciones vascas se fueron uniendo de forma continua e intermitente las de otros puntos del norte de España, bien alentados por varios periódicos moderados. En la conspiración estaban implicados también los militares Ramón María Narváez y Leopoldo O'Donnell, aunque éste último con un menor convencimiento dado el espíritu radicalmente absolutista que tenía la trama.
María Cristina, aún financiando la revuelta, negó a los elementos civiles y militares su implicacación hasta tanto se le garantizasen dos cosas: la protección del Palacio Real y, por tanto, de sus hijas; y la posibilidad de huida de las mismas si la sublevación fracasaba por el temor de que sobre ellas recayese la reacción liberal.
El gobierno de Espartero tuvo conocimiento en septiembre de los movimientos civiles y militares y, ante la posibilidad de que la operación fracasase aún antes de empezar, O'Donnell se vio obligado a sublevarse en Pamplona antes de tiempo. Otras poblaciones como Zaragoza Bilbao o Vitoria lo siguieron en los primeros días de octubre. La planificación había fallado porque se contaba con la primera gran sublevación en Andalucía por Narváez seguida de otros movimientos en Madrid con la toma del Palacio. Aun así, Pelezuela, Diego de León y el general Concha trataron de tomar el Palacio el día 7 en una operación que resultó un absoluto fracaso por la contundente reacción de los alabarderos de la Guardia Real dirigidos con maestría por el coronel Domingo Dulce y Garay. El día anterior, el Infante Don Carlos ya había negado su implicación en la revuelta dado el mal resultado que se avecinaba y Ramón Cabrera no había participado de manera alguna en el intento.
Los principales militares implicados, como O'Donnell y Narváez consiguieron exiliarse. Otros como Borso di Carminati, Manuel Montes de Oca y Diego de León fueron apresados y ajusticiados.
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