- Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán
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Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán
El Archivo General de la Marina Española Álvaro de Bazán es un archivo español cuyos fondos custodiados corresponden a documentación de la Armada Española, y cuya sede se encuentra en el Palacio del Marqués de Santa Cruz, en la localidad de Viso del Marqués (Ciudad Real), Comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.
Archivo
Por lo que respecta a la época de sus fondos, el Archivo contiene documentos relativos a la Armada española, con documentos mayoritariamente comprendidos entre el siglo XVIII y el siglo XX, aunque se pueden encontrar algunos anteriores a 1784.
En lo relativo a la tipología de la documentación conservada en el Archivo, se guardan en el mismo documentos de la Armada referentes a personal, expediciones, buques, arsenales, fábricas, academias, corso y presas, mercantes, correos, submarinos, Estado Mayor, organismos superiores de la Armada, artillería, aeronáutica y, finalmente, capitanías, matrículas y pesca
El palacio de los marqueses de Santa Cruz, la sede del Archivo, se alquila a la Armada Española desde 1949 por parte de sus propietarios, los marqueses de Santa Cruz, por un precio simbólico, consistente en un billete de una peseta de esa época al año.
El edificio
Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz, caballero de la Orden de Santiago, capitán de la Mar Océana y almirante de la Marina, mandó construir a fines del siglo XVI dos palacios: uno en la Plaza Mayor de Valdepeñas, que no se conserva, y otro al lado de la iglesia parroquial de El Viso del Marqués, que sí se conserva y es utilizado actualmente como Archivo de la Marina Española. El marqués lo frecuentaba bastante al estar a mitad de camino entre la Corte en Madrid y el puerto de Sevilla, al que como marino tenía que acudir frecuentemente. También se halla en El Viso su tumba, en la cual está enterrado junto con su esposa.
Del palacio, construido entre 1574 y 1588 con modificaciones posteriores, cabe decir que se trata de un impresionante edificio de planta cuadrada y estilo renacentista articulado en torno a un hermoso atrio renacentista con una tumba yacente. Los muros y techos se hallan cubiertos de frescos de doble temática: por un lado, escenas mitológicas y, por otro, batallas navales y ciudades italianas relacionadas con la trayectoria militar del marqués y de sus familiares. Los frescos se deben a unos pintores manieristas italianos, los Perola. Al verlos, Felipe II les encargaría trabajos para El Escorial y el Alcázar de Toledo.
Para levantar el que había de ser declarado monumento nacional en 1931, el marqués contrató a un equipo de arquitectos, pintores y decoradores que trabajaron en la obra desde 1564 hasta 1588. Para algunos, el diseño del edificio se debió al italiano Giambattista Castello, conocido como El Bergamasco, que más tarde trabajó en El Escorial; para otros lo trazó, al menos en su plan original, Enrique Egas, El Mozo.
La arquitectura se percibe como típica española, sin las arquerías italianas, con paramentos lisos y torres cuadradas en las esquinas, influidos por la austeridad de El Escorial y el Alcázar de Toledo, dentro de las relaciones armónicas características del Renacimiento. El espacio central esta ocupado por un patio porticado que junto con la escalera forma un conjunto típicamente manierista entendido como estilo elegante y cortesano que desborda el marco meramente arquitectónico.
Las paredes están decoradas con 8.000 metros cuadrados de frescos manieristas elaborados por Cesare Arbasia, Juan Bautista y Francisco Peroli, y los hermanos Nicolás y Francisco Castello. Todos trabajaron para crear un espacio erigido a la mayor gloria de su dueño: por un lado, había que exaltar sus virtudes militares, y por el otro, enaltecer su linaje. Para lo primero, se pintaron en las paredes, las bóvedas y los techos del palacio vistas de ciudades y de puertos, así como los baluartes y las batallas en los que había conquistado su inmenso prestigio. A ambos lados de la escalera se ubicaron dos estatuas en las que aparecía representado como Neptuno (dios de los mares, con su tridente) y como Marte (dios de la guerra), y sobre las puertas del piso superior se colocaron los fanales de popa de las naves capitanas vencidas en las batallas, que eran los trofeos de los marinos. Para elogiar su linaje, y siguiendo la misma tradición renacentista de representar a hombres como dioses o semidioses de la antigüedad, se pintó a los antepasados del marqués y a sus esposas (tuvo dos) e hijos.
Estos dos grupos de representaciones se aderezaron con trampantojos, pinturas que simulaban puertas, columnas y otros elementos decorativos y arquitectónicos, y también con motivos grutescos que incluían animales mitológicos, sabandijas y follajes. Conforme una temática muy variada que se puede interpretar como defensa del catolicismo defendido en Trento.
Las estatuas sepulcrales de D. Álvaro de Bazán y su esposa Dña Maria de Figueroa, son el único ejemplo de escultura funeraria perteneciente al primer tercio del siglo XVII. Fueron realizados para el convento de la Concepción de El Viso del Marques y actual mente se encuentra empotrado en el muro del Palacio que da al jardín. Son obra de Antonio de Rivera, escultor catalán próximo a la corte. En ellas, aparecen los marqueses en actitud de orante, arrodillados en un reclinatorio, todo ello en mármol blanco que resalta con el gris azulado de los nichos. Se advierte en ellos cierta similitud con la elegancia y el clasicismo de los Leoni, a pesar de cierta rigidez formal, en la que se destaca el tratamiento de las telas y la minuciosa decoración de los vestidos.
El palacio estuvo a punto de ser destruido por las tropas austracistas de Edward Hamilton durante la Guerra de Sucesión Española a principios del siglo XVIII, salvándose por la actuación del capellán del marqués, Carlos de Praves, gracias a lo cual hoy podemos admirarlo. Sufrió algunos daños a causa del terremoto de Lisboa en 1755: hundió el techo del salón de honor, donde se había pintado el gran fresco que representaba la batalla de Lepanto, y desmochó las cuatro torres de las esquinas, que las crónicas de Felipe II describían como magníficas. En él podemos encontrar objetos marineros de la época. Llama la atención un mascarón de proa perteneciente a una nave que dirigió el marqués. Durante la Guerra de la Independencia, los franceses lo arrasaron, y para cuando llegó la Guerra Civil había servido de granero, colegio, establo, cárcel y hospital... Hasta que en 1948, los descendientes de Álvaro de Bazán se lo ofrecieron a la Armada como museo-archivo. Asimismo en la iglesia parroquial aledaña hay un cocodrilo disecado y adosado a una de las bóvedas, que fue ofrecido por el marqués como exvoto al regreso de uno de sus viajes.
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