- Sara Pérez Romero
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Sara Pérez Romero
Sara Pérez Romero (San Juan del Río, Querétaro; 19 de junio de 1870 — Ciudad de México; 31 de julio de 1952). Esposa del presidente de México Francisco I. Madero. Se le conoció como "La Primera Dama de la Revolución" y "Sarita".
Contenido
Orígenes y estudios
La señora Pérez vio la luz primera el 19 de junio de 1870 en San Juan del Río, Querétaro. Fue hija del hacendado Macario Pérez y de su esposa Felipa Romero. Pasó los primeros años de su infancia en Arroyo Zarco, donde recibió clases particulares. Al principiar el año de 1893, Sara fue enviada al aristocrático Colegio de Notre Dame, en San Francisco, California, donde conoció a Mercedes y Magdalena Madero. Sarita y las hermanas Madero pasaron las vacaciones juntas: primero en Arroyo Zarco y luego en San Pedro de las Colonias, Coahuila.
Matrimonio
Fue ahí donde conoció a un hermano de Mercedes y Magdalena, Francisco I. Madero. Se hicieron novios. Sara y Francisco se casaron en una ceremonia civil celebrada el 26 de enero de 1903 en la capital mexicana. La ceremonia religiosa fue presidida por el arzobispo Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera al día siguiente. El banquete se ofreció en el Hotel Reforma. Su hogar lo fijaron en San Pedro de las Colonias, estado de Coahuila.
La inseparable Sarita
Iniciada la Revolución Mexicana, Sarita acompañó a su esposo en su gira presidencial. Cuando Madero estuvo preso en Monterrey, doña Sara vivió con el en la prisión. Pero al ser Madero trasladado a San Luis Potosí no se lo permitieron y se vio en la necesidad de rentar una casa cerca de la penitenciaría para no estar tan separada de su amado esposo. Lo acompañaba a todas partes, lo mismo a los campamentos de soldados que a los mítines políticos; en viajes por caminos difíciles que en los discursos y las negociaciones.
Presidencia de Francisco I. Madero
Siendo Sarita Primera Dama, por sí misma arengaba a las tropas y organizaba actos proselitistas y festivales a favor de las víctimas del movimiento armado; asistía a las reuniones de obreros y recibía a las organizadoras de los clubes políticos (como las hijas de Cuauhtémoc), y acudía también a comisiones que le causaban todo tipo de problemas. Presidía el Club Caridad y Progreso y fundó la Cruz Blanca Neutral por la Humanidad,doña Sarita y el Sr. Madero,fueron los padrinos de bodas del matrimonio del Gral. Emiliano Zapata con Josefa Espejo en 1911.
Una larga viudez
En febrero de 1913 se efectuó un golpe de Estado en contra del régimen de don Francisco. A este se le llamó “la Decena Trágica”, evento que terminó con la aprehensión y asesinato del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez. Muerto su esposo, se exilia en Cuba, donde es acogida por el embajador Manuel Márquez Sterling. Posteriormente pasa a vivir a Estados Unidos y en 1921 retorna a México. Una vez instalada, residió en una casa situada en la Calle Zacatecas #8, Colonia Roma, en la capital del país. Ahí permanecería a vivir sus largos años de viudez, manteniéndose con una pensión del gobierno. A treinta y nueve años de haber sido asesinado don Francisco, Sarita “La Primera Dama de la Revolución”, fallece el 31 de julio de 1952 en su residencia a las 19:20. Doña Sara fue sepultada en el Panteón Francés de la Piedad, en la ciudad de México, a las 17:00 del 1 de agosto de 1952, en la misma tumba donde entonces descansaban los restos de su marido. El féretro de doña Sara estaba cubierto por la bandera de la Cruz Blanca que ella fundó en 1911. Tenía la inscripción: “Por la Humanidad”. Al sepelio asistieron cinco hermanos de Francisco I. Madero y varios parientes de doña Sara. También estuvieron presentes los ex presidentes de México Pascual Ortiz Rubio y Roque González Garza, y el presidente en turno Miguel Alemán Valdés.
En 1916, a tres años de los sucesos de la Decena Trágica, el periodista estadounidense Robert Hammond Murray entrevistó a Sara Pérez viuda de Madero. En esta entrevista, la viuda relató cómo, tras la detención del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, fue a buscar la ayuda del embajador de Estados Unidos en México Henry Lane Wilson para que se respetara la vida de los detenidos y cómo su plegaria fue rechazada. Aquí reproducimos algunos fragmentos de tal entrevista, con las preguntas del periodista Hammond Murray y las respuestas de doña Sara Pérez viuda de Madero:
LA ESPOSA DE MADERO PIDE AYUDA AL EMBAJADOR DE ESTADOS UNIDOS Henry Lane Wilson
"Pregunta: Antes de que entremos en los detalles personales acaecidos entre usted y el antiguo embajador de los Estados Unidos en México señor Henry Lane Wilson en los días transcurridos desde el arresto de su esposo, el 18 de febrero de 1913, hasta su asesinato el 22 del mismo mes y año, cuando usted y otros miembros de la familia del Presidente trataron en vano que el embajador americano utilizara el poder del Gobierno de los Estados Unidos y su indiscutible influencia en el ánimo de Victoriano Huerta para que salvara la vida del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez, ¿es verdad que la actitud del embajador americano hacia el Presidente Madero y su gabinete fue siempre poco amistosa?Respuesta: El Presidente Madero y virtualmente todos los miembros de aquel Gobierno creían firmemente, y al parecer con razón, que la actitud del embajador americano no sólo para el Gobierno de mi esposo, sino también para la República Mexicana, era no sólo poco amistosa sino descaradamente enemiga.
P: ¿Se hicieron indicaciones al Presidente Madero para que pidiera el retiro del embajador al Gobierno americano?
R: Muchas veces sus amigos pidieron al Presidente Madero y le urgieron para que solicitara del Gobierno de Washington que fuera retirado aquel embajador.
P: ¿Por qué rehusó hacerlo?
R: Siempre decía: 'Va a estar aquí poco tiempo y es mejor no hacer nada que contraríe a él o a su Gobierno'.
P: ¿Estuvo usted con el Presidente durante la rebelión?
R: No volví a ver a mi esposo desde que dejó el Castillo de Chapultepec para ir al Palacio Nacional en la mañana del 9 de febrero. Él permaneció en el Palacio Nacional y yo en el Castillo de Chapultepec.
P: El embajador en sus mensajes dice que el Presidente había asesinado a algunos hombres durante la pelea en sus oficinas, ¿esto es verdad?
R: No es verdad. Jamás andaba armado.
P: ¿Cuáles fueron las condiciones que pusieron para su renuncia el Presidente y el Vicepresidente?
R: Por convenio con Huerta y bajo la oferta que él hizo de que podrían abandonar el país sin que nada se les hiciera y marchar a Europa, fue como se obtuvo la renuncia.
P: ¿Cuándo tuvo usted su entrevista con el embajador y cuál fue su actitud y continente?
R: La misma tarde del 20 de febrero de 1913. El embajador mostraba que estaba bajo la influencia del licor. Varias veces la señora Wilson tuvo que tirarle del saco para hacerlo que cambiara de lenguaje al dirigirse a nosotros. Fue una dolorosa entrevista. Dije al embajador que íbamos a buscar protección para las vidas del Presidente y Vicepresidente. 'Muy bien, señora -me dijo- ¿y qué es lo que quiere que yo haga?' -Quiero que usted emplee su influencia para salvar la vida de mi esposo y demás prisioneros. -Ésa es una responsabilidad -contestó el embajador- que no puedo echarme encima ni en mi nombre ni en el de mi Gobierno. Seré franco con usted, señora. La caída de su esposo se debe a que nunca quiso consultarme. Usted sabe, señora, que su esposo tenía ideas muy peculiares. Yo le contesté: 'Señor embajador, mi esposo no tiene ideas peculiares, sino altos ideales'. Me dijo que el general Huerta le había consultado qué debía hacerse con los prisioneros. '¿Y qué le contestó usted?', le pregunté. 'Le dije que hiciera lo que fuera mejor para los intereses del país', me dijo el embajador. Mi cuñada, que me acompañaba, no pudo menos que interrumpirlo diciendo: '¿Cómo le dijo usted eso? Usted sabe bien qué clase de hombre es Huerta y su gente, y va a matarlos a todos.
P: ¿Qué contestó el embajador a eso?
R: No contestó nada, pero dirigiéndose a mí me dijo: 'Usted sabe que su marido es impopular; que el pueblo no estaba conforme con su Gobierno como presidente'. 'Bueno, le contesté, si eso es cierto, ¿por qué no lo ponen en libertad y lo dejan irse a Europa, donde no podría hacer daño alguno?' El embajador me contestó: 'No se preocupe usted ni se apure, no harán daño a la persona de su esposo. Sé sobre el particular todo lo que va a suceder. Por eso sugerí que renunciara su esposo'. Entonces le hablé de la falta de comodidades que había donde estaba mi esposo. 'Según parece - contestó el embajador- la lleva muy bien donde está. Durmió cinco horas de un tirón'.
P: ¿Cuál fue el final de esa conversación?
R: Cuando terminó la entrevista y dejamos la Embajada no habíamos ganado más que la promesa del embajador de que al Presidente no se le haría daño alguno en su persona.
P: ¿La oferta del embajador se cumplió?
R: Dos días después los presos fueron asesinados.
P: ¿Cree usted que el embajador pudo salvar las vidas del Presidente y Vicepresidente?
R: Tengo la firme convicción de que si el embajador hubiera hecho enérgicas representaciones, como era razonable esperar que hiciera, en interés de la humanidad, no sólo se habrían salvado las vidas del Presidente y Vicepresidente, sino que habría evitado la responsabilidad que recae en esos hechos en los Estados Unidos por los actos de su representante diplomático en México."Fuentes: La versión completa de esta entrevista puede consultarse en Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, I. (1912-1917), México, Fondo de Cultura Económica, 1958, pp. 175-183; o bien en Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana. Los antecedentes y la etapa maderista, México, Fondo de Cultura Económica, 1986. (Colección Popular, 17), pp. 364-375.
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