Aves migratorias en la Reserva Nacional de Paracas

Aves migratorias en la Reserva Nacional de Paracas

Aves migratorias en la Reserva Nacional de Paracas

Cada año llegan al Perú más de 200 especies de aves procedentes de lugares distantes. Durante su estadía en las costas peruanas, muchas de ellas se convierten en parte del paisaje de playas y pantanos.


Estas aves migratorias, siempre vuelven al lugar donde nacieron y lo hacen en forma exacta; es decir, por ejemplo, Perú, bahía de Paracas, Reserva Nacional de Paracas, La Catedral, el hueco que está a 80 metros de altura sobre el mar. Así de exactos y lo realizan anualmente, millones y millones de aves. Sin embargo, en otras partes del mundo, el fenónemo de la migración de las aves adopta formas muchísimo más sorprendentes que las de estos vuelos uniendo las Américas.

El águila pescadora se traslada desde el norte de Estados Unidos de América, siguiendo la costa, hasta las playas de Paracas; un pariente más pequeño, el cuclillo neozelandés, debe atenerse a un "plan de vuelo" bastante más complicado. Los profesores Thomas Gilliard y Georg Steinbacher de la Universidad de Múnich, Alemania, indagaron un poco más al respecto. La hembra del cuclillo, luego de poner sus huevos en los nidos de otros pájaros pequeños (los cuclillos son consumados parásitos de otras aves), emprende el vuelo y se retira a sus cuarteles de invierno. Las crías, diligentemente cuidadas por sus "padres postizos", siguen el mismo rumbo un mes más tarde, pero completamente solas y sin que nadie las dirija.

Este viaje las conduce, en primer lugar, a 2.500 km de distancia en dirección oeste, atravesando los mares del sur, sin una isla en ellos, hasta llegar a la Australia. Desde este sitio, y después de tomar un breve descanso y reponer energías, se dirigen hacia el norte, bordeando siempre la línea costera, atravesando Nueva Guinea hasta llegar al archipiélago de las islas de Bismarck. Sólo allí, después de haber volado 6.000 km, se produce el reencuentro con sus padres, a los que han visto aún y a los que, naturalmente, no reconocen tampoco como miembros de su familia.


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El frío, razón para la migración

Una de la principales razones para la migración en las aves, es escapar del crudo invierno. La mayoría de las especies que llegan hasta el Perú proceden del extremo norte de América. Allí, el invierno es tan intenso que mataría prácticamente todo ser vivo, con excepción de algunas especies adaptadas para soportar los rigores de un clima extremo. A inicio del otoño septentrional, las aves, siguiendo su instinto, empiezan a agruparse en grandes bandadas en ciertos lugares específicos. Una vez gordas y cubiertas de una gruesa capa de grasa que les servirá de combustible durante el vuelo, las aves parte rumbo al sur, hacia latitudes tropicales.

Los pequeños pájaros (la mayoría no sobrepasa los 80 gramos de peso) hacen su aparición en las mismas playas de la costa peruana que visitaron el año anterior a fines de la primavera e inicios del verano (octubre a noviembre), y permanecen por varias semanas en algunos puntos predilectos de la costa peruana que les proveen refugio y fuentes seguras de alimento (las costas de Paracas, los manglares de Tumbes, los pantanos de Villa, etc.). Otros fenómenos que estimulan a las aves a "mudarse" son la escasez de alimentos, las sequías y los cambios de clima.


Sin embargo, las aves no sólo llegan desde el norte. También hacen su aparición, en los meses de invierno, los halcones peregrinos, las dormilonas y la gaviota gris, que llegan desde regiones australes del continente para pasar algunos meses disfrutanmdo del benigno clima de invierno de la costa peruana. Lo curioso e interesante, es que las migraciones del norte y las del sur, no se superponen. Si ello ocurriera, se produciría una sobredemanda de recursos y de lugares de refugio, saturándolos y terminando por perjudicar a las propias aves migratorias, y por supuesto, a las aves endémicas del Perú.

Ni la migración del norte ni la del sur, afectan a las especies endémicas en lo que a alimento se refiere. La llegada de las grandes bandadas coincide siempre con un aumento temporal en la disponibilidad de alimento en ciertas regiones, lo cual evita que se sobreexploten las reservas locales. Por ejemplo, la llegada de los viajeros del norte coincide con la temporada de reproducción de los pequeños crustáceos conocidos como "muymuy" (Emerita análoga) en las playas peruanas. Durante este breve período, la oferta de alimento es tal, que alcanza sin problemas para satisfacer las demandas tanto de las especies locales como la de los hambrientos visitantes. Una vez que la abundancia termina, los viajeros prosiguen su camino, y se mantiene el equilibrio que no ha sido roto en millones de años.

La acción del hombre

Lo que sí produce desbalances importantes en el equilibrio natural es la perjudicial acción del hombre que utiliza de manera inadecuada algunos de los lugares vitales para estas especies. Las zonas "marginales" como los pantanos, las orillas desérticas y los estuarios, las áreas que las aves escogen para refugiarse. El hombre ha decidido que estas zonas "no son de utilidad" para él, así que invierte esfuerzo para transformarlas en zonas "aptas" para la utilización humana. Así, los pantanos son drenados con fines de expansión de las áreas urbanas o para la instalación de fábricas; las aguas de los ríos son contaminadas con los desechos de las industrias y las playas son transformadas en zonas residenciales para el disfrute de los veraneantes. Si el cambio fuera racional, no sería tan malo, el problema es que al cambiar de manera tan drástica la totalidad de los lugares ancestralmente utilizados por las especies de fauna, se está alterando significativamente la ecología del ambiente.

Las aves migratorias, como otras especies animales, actúan como indicadores de la calidad de los ecosistemas. Antaño los canarios alertaban a los mineros acerca de la contaminación del aire en los socavones; las aves pueden darnos, si las escuchamos, la clarinada de alerta sobre el deterioro de las condiciones del agua, el suelo o el aire del lugar donde vivimos.

Resistencia de las aves

Un verano eterno y permanente luz solar constituyen, sin duda, la nostalgia del gaviotín ártico (Sterna macrura), un viajero empedernido de sólo algunos gramos de peso que recorre de polo a polo el globo terráqueo: del Ártico a la Antártida. Tan pronto como el sol de madianoche se oculta detrás del horizonte de las playas del oeste de Alaska y el extremo norte de Canadá, el gaviotín ártico despega desde sus lugares de anidamiento y vuela hasta la costa del Pacífico, agrupándose allí con las bandadas de sus congéneres norteamericanos.

Después prosiguen si viaje siguiendo la misma ruta que las aerolíneas comerciales hasta la costa centroamericana, pasando entras las islas Galápagos y el Ecuador, para continuar a lo largo del litoral del Perú y Chile con destino a la península Graham en la Antártida, y unirse a sus parientes que siguieron la ruta al sur volando por el lado oriental de las Américas, esto es, por el Caribe y Brasil. Una vez allí, se alimentan de los grandes cardúmenes y se alistan para emprender, una vez más, el viaje de regreso.

Travesía de las pardelas

Las pardelas colicortas (Puffinus tenuirostris), realizan un viaje todavía más impresionante. Cada año emprenden una vuelta aérea a través de medio océano Pacífico.

Hacia 1789, el capitán John Flinders y su médico de a bordo, el doctor Blass, relataron algunos hechos que sonaban como increíbles y fantasticos, al atravesar el estrecho que separa Australia y Tasmania:

"Las aves volaron sobre nosotros durante unos 90 minutos, formando una densa bandada que, como mínimo, tenía una anchura de 300 metros. Nosotros calculábamos que el número de aves que nos sobrevolaba se aproximaba a los 151 millones"

Si este relato fue considerado entonces irreal, lo cierto que las cuantificaciones actuales, siguen siendo casi idénticas, a pesar de que estos animales van a parar, desde hace bastantes años, al interior de latas de conserva, siendo incluso llamadas por los hombres "las aves carne de cordero". Con el objeto de hallar una respuesta a esta singular ocurrencia, loc científicos capturaron y anillaron algunas de las aves, siguiendo su ruta y comprobando estupefactos su sorprendente itinerario.

Luego con congregarse en tales cantidades, la gran bandadavuela primero unos 10.000 kilómetros hacia el norte, sobrevolando el mar del Coral, Melanesia y la Micronesia, atravesando el estrecho de Corea hasta llegar al mar del Japón. No sobrevuelan tierra firme ni descansa en ella. Se dice que estos trotamundos duermen de vez en cuando, ya sea flotando sobre las aguas del mar, dejándose mecer por las olas o, si el mar está muy agitado, a grandes alturas mientras van planeando.

Hasta 2005, se suponía que los animales, y especialmente las aves migratorias, utilizaban la duración del día, como punto de referencia para su "calendario interior". Pero esta medida del tiempo no guarda ni el más mínimo servicio a las pardelas, albatroz y preteles que, en el breve tiempo de unos pocos días atraviesa territorios con duraciones diurnas extremadamente diferentes,; por esto mismo, el "calendario" que utilizan estas aves sigue siendo un enigma.

Un pariente occidental de la pardela colicorta es la pardela coronada (Puffinus gravis). Esta pequeña ave vuela 24.000 km al cabo del año, pero, así y todo, su travesía se considera un verdadero milagro náutico, si pensamos que despegando de Escandinavia, Islandia, Groenlandia y Terranova y después de sobrevolar casi exclusivamente el mar aterriza en medio del Atlántico meridional, en el minúsculo y solitario archipiélago Tristán de Cunha, para anidar ahí junto a otros 4.000.000 de congéneres suyos. Todo parece dar a entender que conocen perfectamente el camino, ya que incluso en pleno vuelo empiezan a cambiar su plumaje de cortejo, el que estará lista al llegar a la isla.

El albatros viajero

El rey de las aves migratorias es el albatros viajero (Diomedea exulans), un ave palmípeda que posee una envergadura alar de casi cuatro metros de largo y en la que se han comprobado velocidades de hasta 80 km/hora, y ello sin el menor movimiento de sus alas. Estas aves dominan una técnica que se denomina el vuelo dinámico sin motor. El albatroz no necesita seguir las corrientes térmicas de aire ascendentes, vuela independientemente de cual sea la dirección del viento y manteniendo un curso recto hacia su objetivo. De repente, se desploma, se endereza y asciende, a mucha más altura que antes.

Esta ave vuela a tal altitud y sobre zonas marítimas tan solitarias que, hasta el día de hoy. no ha sido posible comprobar qué rumbo sigue. Un experimento realizado por científicos de la aviación de la Marina de Guerra de los Estados Unidos de América arrojó datos sorprendentes sobre la "memoria de vuelo" de las aves migratorias. En una de las islas Midway, una colonia de albatros que estaba incubando molestaba el tráfico aéreo de aquella base militar. Los zoólogos pensaron que trasladando dichas aves a algún lugar muy lejano, posiblemente no regresarían jamás a Midway.

Se trasladaron en aviones a 18 albatros adultos a una distancia de más de 5.000 km y, concretamente, hacia todos los puntos cardinales: a California, Alaska, Japón, Nueva Guinea y Samoa. El experimento resultó un verdadero fracaso: los 18 albatros procedentes de todas las costas del Pacífico, regresaron a Midway al cabo de ¡quince días!... una verdadera hazaña.

Cuestión de altitud

Las aves migratorias vuelan a altitudes muy variables. Si el tiempo es bueno, las aves vuelan tan alto que son invisibles al ojo humano. Incluso desde aviones comerciales pilotos han llegado a observar bandadas que se desplazan a más de 4 kilómetros de altura. Sin embargo, parece que la altura más propicia para el vuelo es de 750 metros sobre el suelo. A esta distancia las aves logran una visión de hasta 90 kilómetros a la redonda. Además, a esta altura casi no hace frío y el aire contiene aún oxígeno suficiente.

Algunas de las aves del Perú se ven obligadas a cruzar regularmente la cordillera de los Andes, ascendiendo hasta los 6.000 m de altitud para cruzar hacia los valles. Los flamencos o parihuanas, el cóndor y algunas otras aves rapaces completam, sin problemas, recorridos que son espectaculares.

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