Monasterio de Santas Cruces

Monasterio de Santas Cruces
Vista de conjunto del Monasterio de Santas Cruces.

El Real Monasterio de Santas Cruces es una abadía cisterciense erigida a partir del siglo XII, que se sitúa en del término municipal de Aiguamurcia, en la provincia de Tarragona (España). Fue declarado Monumento Nacional por Real Orden de 13 de julio de 1921. En el año 1835 y como consecuencia de la desamortización de Mendizábal la comunidad abandonó el edificio.

Contenido

Apunte histórico

Maqueta del monasterio, en Catalunya en Miniatura.

El origen del monasterio se remonta a 1150 pero no en el actual enclave. La poderosa familia Montcada cedió en aquella fecha a los monjes cistercienses de la abadía de la Grand Selva (Languedoc) unos terrenos en el lugar denominado Valdaura, en el actual municipio barcelonés de Sardañola del Vallés, y allí se instalaron provisionalmente. En 1158 los señores de Montagut y de Albá les hicieron donación del paraje de Santas Cruces, a orillas del río Gayá, y decidieron cambiar de asentamiento. No obstante, por una disputa jurisdiccional entre las diócesis de Barcelona y Tarragona, el traslado se demoró hasta que el papa Alejandro II decretó la independencia del monasterio en 1168. Por fin, en 1174 se pudieron comenzar las obras de construcción del conjunto monástico: primero, la iglesia y la sala capitular; luego, el primitivo claustro románico hoy desaparecido; más tarde, la sala de los monjes, el refectorio y el dormitorio. Hacia 1225 quedaban concluidas las principales dependencias.

A mediados del siglo XIII la monarquía aragonesa interfiere en el ritmo de la abadía mostrando un interés por la misma que a la vez perturba la sencillez de la vida monástica cisterciense y engrandece el complejo monacal con nuevas y valiosas construcciones. Es época del abad San Bernardo Calvó, consejero de Jaime I el Conquistador (1213-1276), a quien acompañó en las conquistas de Mallorca y Valencia. El sucesor en la corona, Pedro III el Grande (1276-1285), dispensó su real patrocinio a la abadía y quiso ser sepultado en ella, como también lo serían después su hijo Jaime II (1291-1337) y la esposa de éste, Blanca de Anjou. A instancias de este último monarca se convirtieron las habitaciones abaciales en palacio real, y a su voluntad se debe el derribo del claustro románico para ser sustituido por el gótico actual, obra del maestro inglés Reinard de Fonoll y de Guillem de Seguer, así como la construcción del cimborrio sobre el crucero de la iglesia. A Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) hay que atribuir el amurallamiento del recinto monacal y también que, debido a su predilección por el Monasterio de Poblet, el de Santes Creus dejase de ser palacio y panteón real en favor de aquél; por ello, las dependencias palaciegas volvieron a destinarse a habitaciones abaciales.

Durante los siglos XVII y XVIII se siguen efectuando obras de ampliación y reforma, añadiendo nuevas dependencias exteriores. Esta continua actividad se ve truncada bruscamente en 1835 con la desamortización de Mendizábal, momento en que el monasterio sufre el abandono por parte de la comunidad cisterciense y se ve abocado a la ruina. Declarado Monumento Nacional en 1921, ha sido objeto de sucesivas obras de restauración y acondicionamiento, siendo hoy lugar de manifestaciones culturales de variada índole bajo gestión de la Generalidad de Cataluña.

El complejo monacal

De acuerdo con el esquema organizativo de la Orden del Císter, el núcleo principal lo forman las tres piezas básicas de la vida monástica: la iglesia, el claustro adosado a ella y la sala capitular; se completa el recinto con el refectorio, el locutorio, la sala de los monjes o scriptorium y, en una segunda planta, el dormitorio común.

Anejas al grupo de dependencias anteriores se encuentran otras de dispar utilización como la enfermería, las habitaciones de los monjes jubilados, el claustro posterior, el Palacio Real, además de un espacio destinado a cementerio. Existe también la primitiva capilla de la Trinidad, el Palacio Abacial, la capilla de Santa Lucía y el Arco Real de acceso a la plaza de San Bernardo.

La iglesia

Fachada suroccidental.
Ábside con rosetón.

Las obras de construcción de la iglesia se iniciaron en 1174 y se terminaron hacia 1225. No obstante, en 1211 ya debieron estar suficientemente avanzadas como para que se procediese a la consagración del templo. El trazado de la planta responde al esquema de cruz latina de tres naves, más ancha la central, constituidas por seis tramos desde los pies hasta el transepto. Éste es tan ancho como la nave central, por lo que da lugar a un crucero de planta cuadrada; en el lado oriental de cada uno de sus brazos se abren dos capillas absidiales que por ser lisas apenas se manifiestan al exterior. Sí resulta patente por fuera el gran ábside rectangular en que se prolonga el presbiterio. Adosada al paramento occidental del ala sur del transepto asciende una escalera de un solo tramo que comunica directamente con el dormitorio de los monjes; es la denominada escalera de maitines que se utilizaba para acceder al coro desde el dormitorio en las horas de rezo nocturno.

La cubierta de las naves es de bóveda apuntada de crucería reforzada por arcos perpiaños muy anchos que descargan sobre pilastras embebidas que no llegan hasta el suelo sino que apoyan en ménsulas formadas por una serie de rodillos escalonados. Sobre el crucero se alza un cimborrio octogonal gótico rematado por una cúpula barroca de linterna. La fachada principal, la oeste, da su frente a la plaza de San Bernardo. Contiene una portada románica del siglo XII muy abocinada, con arquivoltas y columnas lisas. Sobre ella se sitúa un imponente ventanal gótico vidriado que se conserva casi completamente en su estado original. En la fachada opuesta, en la cara oriental del ábside mayor, luce un gran rosetón y tres ventanas inferiores ocultas por el interior por el actual retablo. El aspecto global es el de una fortaleza debido al remate perimetral almenado.Consecuente con los patrones cistercienses, el interior carece de toda ornamentación, como no sea el retablo que trasdosa el altar mayor, obra barroca de Josep Tremulles, realizado en 1640

Los sepulcros reales

En su testamento, Pedro III dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santas Cruces, de la orden cisterciense. Las exequias del monarca se celebraron con gran solemnidad y el cuerpo del rey fue colocado en una urna de pórfido rojo, que el almirante Roger de Lauria trajo desde Sicilia. El fue el primer monarca aragonés en recibir sepultura en el Monasterio de Santas Cruces.

El rey Jaime II el Justo de Aragón, ordenó la erección de las tumbas del rey Pedro III el Grande,[1] su padre, al mismo tiempo que disponía la creación de su propia tumba y la de su segunda esposa, Blanca de Nápoles. Se dispuso que los sepulcros se hallaran cobijados, como así se hizo, bajo baldaquinos labrados en mármol blanco procedente de las canteras de San Felíu, cerca de Gerona. Cuando el rey Jaime II dispuso la creación de su propio sepulcro, tomó como modelo el sepulcro de su padre.

El sepulcro del rey Pedro III fue realizado entre los años 1291 y 1307 por Bartomeu de Gerona y es más rico que el de su hijo Jaime II y su esposa. Un gran templete de caladas traceerías alberga el sepulcro del rey, consistente en una urna de pórfido rojo, antes una pila de baño romana, traída a España por el almirante Roger de Lauria. La urna de pórfido se encuentra rodeada por imágenes de santos.

El epitafio del rey Pedro III, colocado enfrente del mausoleo, en el pilar que separa el presbiterio de la capilla lateral del crucero, reza la siguiente inscripción:

PETRUS QUEM PETRA TEGIT GENTES ET REGNA SUBEGIT,
FORTES CONFREGITQUE CREPIT, CUNCTA PEREGIT,
AUDAX MAGNANIMUS SIBI MILES QUISQUI FIT UNUS,
QUI BELLO PRIMUS INHERET JACET HIC MODO IMUS,
CONSTANS PROPOSITO VERAX SERMONE FIDELIS,
REBUS PROMISSIS FUIT HIC ET STRENUUS ARMIS,
FORTIS JUSTITIA VIVENS AEQUALIS AD OMNES,
ISTIS LAUDATUR VI MENTIS LAUS SUPERATUR,
CHRISTUS ADORATUR DUM PENITET UNDE BEATUR,
REX ARAGONENSIS COMES ET DUX BARCINONENSIS,
DEFECIT MEMBRIS UNDENA NOCTE NOVEMBRIS,
ANNO MILLENO CENTUM BIS ET OCTUAGENO,
QUINTO, SISTE PIA SIBI TUTRIX VIRGO MARIA


El testamento de Jaime II, dado en Barcelona el 28 de mayo de 1327, disponía que su cadáver recibiese sepultura al lado del mausoleo de su padre Pedro III, pero en otro mausoleo, donde se enterrarían él y su esposa Blanca de Nápoles, que también había hecho voto de sepultarse en el mismo. Blanca de Napoles falleció en 1310, mucho antes que su esposo, que aún contraería otros dos matrimonios.

En el mausoleo de Jaime II y de su esposa Blanca de Nápoles, ejecutado por Bertrán Riquer entre 1313 y 1315, ambos difuntos tienen estatua yacente sobre sus sepulcros, labradas en mármol, a diferencia del de Pedro III. Rey y reina aparecen vestidos con el hábito cisterciense. Cada una de las efigies de los monarcas ocupa todo el plano en declive que forma la cubierta del sepulcro, ejecutada en mármol, que cubre la urna de alabastro donde se encuentran los restos de los monarcas.

El epitafio del rey Jaime II el Justo se halla enfrente de su sepulcro y dice así:

HONORATUR HAC TUMBA QUI SIMPLICITATE COLUMBA
EST IMITATUS REX JACOBUS HIC TUMULATUS,
REX ARAGONENSIS COMES ET DUX BARCINONENSIS,
MAYORICENSIS REX NEC NON CICILIENSIS:
MORIBUS ET VITA CONSORS SUA BLANCA MUNITA,
ILLUSTRI NATA CARULO SIMUL HIC TUMULATA.
NEC FUIT HIC SEGNIS IN SUBDENDIS SIBI REGNIS,
SUBDITA SUNT JAMQUE SIBI MURCIA SARDINIAQUE,
FLORUIT HIC QUINQUE REGNIS TEMPUS UTRIUMQUE,
RESTITUIT GRATIS TRIA JUS SERVANS DEITATIS,
HIC HUMILIS CORDE PECCATI MUNDUS A SORDE,
MISERICORS MUNDUS ANIMO SERMONE FACUNDUS,
JUDICIS JUSTUS ARMIS BELLOQUE ROBUSTUS,
LAETUS NON MAESTUS VULTU MITISQUE MODESTUS,
DICI PACIFICUS MERUIT QUIA PACIS AMICUS,
REGNA TENET COELI DOMINO TESTANTE FIDELI,
CUM SE COLLEGIT HABITUM CISTERCIENSEM PRAE ELEGIT,
QUI CUNCTA REGIT PARCAT QUAE NESCIUS EGIT.
DEFECIT MEMBRIS SECUNDA NOCTE NOVEMBRIS,
ANNO MILLENO CENTUM TER BIS QUOQUE DENO
SEPTENOQUE PIA SIBI SISTAT DEXTERA VIRGO MARIA. AMEN

En diciembre de 1835, durante las Guerras Carlistas, la Legión francesa de Alger y varias compañías de miqueletes se alojaron en el edificio monacal, causando numerosos destrozos en el mismo. Las tumbas reales de Jaime II y su esposa fueron profanadas. Los restos de Jaime II, hijo de Pedro III fueron quemados, aunque parece que algunos restos permanecieron en el sepulcro. La momia de la reina Blanca de Nápoles fue arrojada a un pozo, de donde fue sacada en 1854. El sepulcro de Pedro III, a causa de la solidez de la urna de pórfido utilizada para albergar los regios despojos, impidió que sus restos corrieran igual suerte.

El claustro

Ángulo noreste del claustro.
Interior del claustro.
La Puerta Real.

El monasterio contaba desde su origen con un sencillo claustro románico levantado hacia finales del siglo XII y principios del XIII. A instancias del rey Jaime II y con su patrocinio, el abad Pedro Alegre acomete en 1313 la demolición del claustro antiguo y la construcción del actual, todo ello sin alterar las dependencias que ya existían en el entorno claustral, desde la propia iglesia hasta la sala capitular y demás estancias monacales. Lo único que se conserva del claustro primitivo es el templete que alberga la pila-lavadero en la que los monjes se lavaban las manos tras las tareas agrícolas, antes de pasar al refectorio o dedicarse a los rezos. Se trata de una construcción de planta hexagonal, cada uno de cuyos lados está formado por dos arcos de medio punto sobre columnas de doble fuste. Se suprimió la columna central del lado por el que se anexa al claustro para dar mayor amplitud al acceso. La cubierta es de crucería a base de porciones de bóveda apuntada.

El claustro actual se debe a la mano del maestro inglés Reinard de Fonoll, a cuya obra dio continuidad Guillem de Seguer, quien probablemente ejecutase la tracería de los ventanales. Es de un refinado estilo gótico exultante en sus arcuaciones, en las estilizadas columnas, en las bóvedas de ojiva y en la exuberante ornamentación de los capiteles de gran riqueza iconográfica, con motivos vegetales, animales, figurativos y narrativos con escenas bíblicas. Contiene las tumbas murales de algunos nobles catalanes, y quedan restos de pinturas, una de ellas representando la Anunciación.

Desde la Plaza Mayor puede accederse al claustro por la denominada Puerta Real. Es una portada románica que bajo un arco ojival de descarga abre un arco de medio punto abocinado, de arquivoltas baquetonadas lisas cuyas molduras se prolongan en vertical a modo de sutiles columnillas, y elevado podio. No presenta capiteles propiamente dichos pero sí unos elementos ornamentales sustitutorios. Se enmarca el conjunto por dos deteriorados y recios contrafuertes.

La sala capitular

Esta de Santes Creus responde al esquema prototípico de las salas capitulares de la Orden del Císter. Se ubica en el centro del ala oriental del claustro, separada por la sacristía del extremo del transepto de la iglesia. La orientación de la estancia permite la entrada de la luz de la mañana por tres ventanas abiertas en su paramento de levante, sin perjuicio de la que penetra por otros dos ventanales de mayores proporciones y de más elaborado diseño que se sitúan uno a cada lado de la puerta de acceso. Estas dos ventanas y la puerta forman una triple arquería que, como toda la sala, acusan el estilo románico propio de la época en que se construyó esta dependencia: están formadas por arcos de descarga de medio punto bajo los que se alojan parejas de arcos también de medio punto que apoyan sobre columnas de doble fuste con capiteles y basas separadas. Para un mejor tránsito, la puerta carece de mainel.

Fachada de la sala capitular.
Interior de la sala capitular.

La planta de la sala es un cuadrado subdividido en nueve porciones, cuadradas también, por medio de cuatro columnas centrales. Cada uno de esos nueve espacios se cubre con una bóveda de crucería cuyos nervios descansan sobre las propias columnas o sobre ménsulas embebidas en los muros, al igual que lo hacen los arcos fajones de medio punto. Los plementos son segmentos de bóveda de cañón. Un banco corrido de fábrica se despliega a lo largo de todo el perímetro interior de la sala en sustitución de la sillería de madera que en su día utilizaba la comunidad para reunirse en torno a la sede presidencial del abad. En el pavimento se aprecian las lápidas esculpidas en relieve de siete tumbas de otros tantos abades que ocasionalmente fueron enterrados aquí, a pesar de que por norma se les inhumaba en el cementerio común del cenobio. Exceptuando a uno de ellos que fue obispo.

El dormitorio

Se trata de una nave diáfana rectangular de grandes dimensiones (aproximadamente 46 x 11 metros) situada en la planta superior del ala este del claustro, esto es, sobre la sala capitular y la sala de los monjes. Inicialmente los frailes dormían sobre unos jergones tendidos en el suelo en un único espacio común, sin mamparas ni divisiones. Más adelante se realizaron separaciones para individualizar los camastros. Existe un doble acceso al dormitorio: por la escalera de maitines que comunica directamente con la iglesia por el brazo sur del transepto; y por la escalera de día que permite la subida desde el claustro. Asciende ésta por un espacio contiguo a la sala capitular que, por sus dimensiones, obliga a desarrollarla en dos tramos, mientras que la otra escalera es de uno solo. La sala se cubre mediante arcos apuntados que descargan sobre ménsulas embebidas en los muros laterales. Estos muros van perforados entre los arcos por ventanales que, además de la iluminación, permiten la ventilación cruzada. Hoy el dormitorio se utiliza como sala ocasional de conciertos.

Dormitorio de los monjes.

Galería

Enlaces externos

Bibliografía

  • Del Arco, Ricardo. Sepulcros de la Casa Real de Aragón. Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. 1945.

Referencias

Coordenadas: 41°20′50″N 1°21′46″E / 41.34722, 1.36278


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